Por Germán Ayala Osorio
Una vez convertido en expresidente,
Belisario Betancur Cuartas se desentendió de la vida pública, agobiado muy
seguramente por los hechos luctuosos del Palacio de Justicia en los que
quedaron en evidencia, además de las violaciones a los DDHH por parte del
Ejército, la actitud pusilánime del presidente de la República frente a los
generales que le arrebataron el mando por 48 horas. Frente al temporal golpe de
Estado, Betancur optó por guardar silencio.
En adelante, Betancur se retiró a
sus aposentos y de la algarabía del poder político, en un país en el que las
voces estridentes de los expresidentes incomodan no solo a quien intenta
gobernar y manejar este complejo país, sino a un sector creciente de la opinión
pública que los recuerda por sus crasos errores, andanzas y hasta crímenes.
El silencio de Betancur debería
de servir de ejemplo a los expresidentes Gaviria, Samper, Pastrana, Uribe, Santos
y Duque, convertidos en opinadores profesionales en materias que ellos, siendo
presidentes de la República, no aprobaron o las pasaron “raspando”. Pero no.
Insisten estos seis exmandatarios en hablar, criticar, pontificar y opinar, con
la anuencia de los medios hegemónicos. Y lo que es peor: insisten en mantener su
vigencia política a como dé lugar.
César Gaviria Trujillo, iliberal
y neoliberal consumado, se aferra a su partido Liberal con la intención clara
de “negociar” con el presidente Petro sus apoyos a las reformas sociales que hacen
trámite en el Congreso de la República. Menos mal hay congresistas rebeldes que
no acogen sus órdenes y prefieren aportar a la posibilidad de construir por fin
en Colombia un Estado social de derecho, una democracia y una República reales.
Los negativos efectos que dejó su
política económica, la famosa apertura económica de los 90 y su pérdida de legitimidad
social y política son razones suficientes para que opte por retirarse de la
vida pública y guarde sepulcral silencio, como lo hizo Betancur.
El menos visible mediáticamente hablando
es Ernesto Samper Pizano, recordado porque a la campaña Samper presidente,
entraron dineros del Cartel de Cali. Por ahí de cuando en cuando dice cosas
interesantes en su cuenta de X. Los graves hechos que lo relacionan con los
narcotraficantes de la Sultana del Valle son suficientes razones para que
hubiese abandonado la vida pública. Y ya que en la inservible Comisión de
Acusaciones de la Cámara de Representantes le precluyeron la investigación en su
contra, Samper ya está condenado a aguantarse el humor de su sobrino, Daniel
Samper Ospina y sus alusiones al “elefante y al 8.000”.
Entre tanto, Andrés Pastrana
sigue dando lora con el tema de la paz. Y lo hace, para ocultar su propio
fracaso con el proceso del Caguán, al que llegó con un Plan Colombia que escaló
el conflicto y permitió, con el tiempo, la aparición de la peligrosa seguridad
democrática de Uribe. Este hijo de Misael le entregó a las Farc-Ep de la época,
42 mil kilómetros cuadrados para que fundaran en esa amplia zona, un Estado
dentro del Estado. Por su desastroso gobierno y por estar señalado de hacer
parte de los vuelos Lolita Express, debería de seguir el camino que trazó Betancur
Cuartas y retirarse a escribir sus memorias o quizás, a recapacitar alrededor
de todo lo que hizo mal durante su vida como político.
En lo que respecta a Álvaro Uribe
Vélez, hay que decir que su paso por la presidencia le hizo mucho daño al país.
Si tuviera un mínimo grado de conciencia sobre sus decisiones como gobernante,
hace rato el expresidente antioqueño debió seguir los pasos de Betancur. Pero
no, su enfermiza relación con el poder y la necesidad de evitar ser llevado a
la justicia por los crímenes que se le endilgan, le han evitado al país ese
descanso de verlo retirado para siempre en El Ubérrimo. Su condición súb judice
y las responsabilidades que Mancuso le señala en las masacres del Aro y La
Granja, se suman a las razones, suficiente por demás, que harían posible su
retiro. El país, de verdad, se lo agradecería. Es más, si los jueces le temen
tanto como se cree en la opinión pública, podría proponer a la justicia anular
sus líos judiciales, a cambio de su retiro forzado de la vida pública y a que
pague a la DIAN lo que debe pagar por ser un hombre rico.
En lo que toca al más joven de
los expresidentes, hay que decir que ya la historia le dio el lugar que se
merece. Iván Duque Márquez es reconocido hoy en Colombia como el más grande
error que la derecha uribizada cometió al ponerlo y usarlo como presidente de
la República. Su imagen de títere de Uribe no se borrará jamás, pues está atada
al algoritmo “títere colombiano” y a la pregunta que le lanzó al aire la
periodista de CNN, Angela Patricia Janiot. Este joven homúnculo, además de intentar
hacer trizas el acuerdo de paz de La Habana se atreve a posar de ambientalista,
cuando desde la Casa de Nariño fue permisivo con todos los actores, legales e
ilegales, empeñados en deforestar las selvas, en particular la del Amazonas.
Pastrana y Duque cargarán sobre
sus espaldas los cuestionamientos que los ponen como los peores presidentes de
la República, a lo que suman las sindicaciones de ser infantiles y pueriles en sus
formas de actuar y razonar. Baste con recordar dos episodios para entender que
Duque Márquez es un “pobre pendejo”: cuando en visita oficial al Rey de España,
le dijo a su majestad que “Uribe le mandaba saludos, que lo quiere mucho”; y el segundo episodio,
cuando en un discurso ante la Unesco, relacionó su fantasmal “economía naranja”
con los 7 enanitos, en un fluido, pero insustancial inglés.
Y termino con Juan Manuel Santos,
el Nobel de Paz, quien recientemente criticó la Paz Total de Petro. El país
recuerda positivamente a Santos por la firma del tratado de paz que puso fin al
conflicto armado entre las Farc-Ep y el Estado colombiano. Lo que no puede
hacer Santos es pretender que el modelo de negociación aplicado se convierta en
una talanquera para avanzar en la desmovilización de grupos subversivos
diferentes como el ELN y las propias disidencias farianas. Santos pudo negociar
con unas Farc-Ep diezmadas militarmente en su cúpula y tardíamente maduros sus
comandantes para allanar el camino de la paz. No se puede esperar lo mismo del
ELN, grupo cuya operación y tamaño no facilita a las fuerzas militares asestarles
golpes contundentes que dieron con la muerte de Alfonso Cano, Raúl Reyes y el
Mono Jojoy, por el lado de las Farc-Ep.
De verdad que el país les
agradecería que se retiren a sus aposentos. Santos y Duque, a escribir sus
memorias, que pocos leerán; Samper, se puede quedar en X; Uribe, a cuidar de
sus finos caballos y tomar precauciones con la estela de enemigos que acumuló
en su larga y oscura vida pública; en cuanto a Gaviria y Pastrana…, que, simplemente,
guarden silencio.
También es posible pensar en
arrumar a estos seis expresidentes en una casa de reposo, sin internet, para
que allá sigan hablando y “arreglando” el país que ellos tampoco pudieron
arreglar. A lo mejor, Pastrana y Samper hacen las paces, con la intervención
del Nobel de Paz; y Uribe Vélez, perdona a Santos.
Imagen tomada de Agencia de Medios Hoy Noticias.
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