Por Germán Ayala Osorio
El Congreso de la República es
quizás la más desprestigiada institución del Estado. Desde tiempos inmemoriales
se convirtió en un nido de corruptos y de congresistas-lobistas que, al
servicio de grandes empresarios, legislan en contra de las grandes mayorías, y
en beneficio de quienes les patrocinan sus campañas electorales.
El legislativo colombiano es el
bunker en el que opera una clase política ociosa, mañosa y mafiosa que, con un
sentido corporativo de la política, legisla para favorecer a los sectores más
privilegiados, alimentando así el clasismo aporofóbico y el “individualismo
posesivo”. Al final, el Congreso de Colombia es una entidad generadora de
violencia política, por cuanto las leyes que allí se tramitan no tienen como
objetivo mejorar las condiciones económicas de las grandes mayorías. Por el
contrario, se legisla para consolidar la pobreza estructural, escenario ideal
en el que el clientelismo funciona a la perfección, en beneficio de los
partidos políticos y de las clientelas de los congresistas.
No se necesita aplicar sondeos o
encuestas para confirmar el repudio que sienten los colombianos frente al Congreso.
La responsabilidad política de esa mala imagen recae, de manera directa, en los
congresistas que, amparados en los avales de sus partidos de origen o de otras
empresas electorales, e incluso, de fundaciones que representan los intereses
de las minorías étnicas, asisten a las plenarias no a discutir con argumentos,
previa lectura de los proyectos de ley, sino a vociferar y a cumplir las
órdenes que les dan los mecenas que aportaron cifras millonarias para hacerse con
una curul.
Congresistas como Miguel Abraham
Polo Polo y Jota P Hernández son dos buenos ejemplos de lo que está mal dentro
del Congreso de la República: son poco leídos, vociferantes e ignaros, a los
que solo les interesa figurar en los medios a los que salen a decir pendejadas.
Sus discursos son básicos, propio de gente que desprecia la lectura y la
discusión argumentada. Incluso, dudo que tengan la capacidad de escribir un
ensayo académico o político en torno a las grandes problemáticas del país. No
creo tampoco que puedan sentarse a escribir una carta de despedida.
Este par de homúnculos no han
leído los proyectos de reforma presentados por el gobierno. No les he escuchado
un argumento técnico o de otro carácter, que les permita dar un debate con
altura. No. Ellos simplemente fungen como fichas del uribismo para decir no,
sin importar el sentido de lo que están votando, o sí, para beneficiar a los
grupos de poder que los llevaron a ocupar sus ilegítimas curules. La prensa
afecta a los intereses del viejo régimen, entrevistan a este par de “Anatolios”,
para que de sus fétidas gargantas dejen salir odios, resquemores y cuanta
pendejada se les ocurre.
Así, Polo Polo y JP Hernández son
dignos representantes de esa casta política ociosa, lumpenizada y parásita a la
que solo le interesa disfrutar de los 40 millones de pesos mensuales que de
manera injustificada reciben por no hacer absolutamente nada.
Imagen tomada de Infobae
No hay comentarios:
Publicar un comentario