Por Germán Ayala Osorio
Aunque deslucida la convocatoria a la marcha de las antorchas que hizo la
ultraderecha uribizada, la poco concurrida reunión al norte de Bogotá constituye, sin duda, un acto político con el que se insiste en
la vieja, manida y errónea narrativa que señala que hace 7 años, un 2 de
octubre, el entonces presidente Santos le entregó el país “alafar”. Pero
también puede asumirse dicho encuentro como una advertencia que hacen los asistentes, de que sus convicciones y cercanías a las
ideas fascistas siguen vivas en sus corazones, lo que hará que las elecciones
de 2026 transcurrirán atadas a odios raciales, ideológicos, políticos y
al insuperable clasismo.
De igual manera, el evento sirvió para enaltecer a generales del Ejército procesados por graves delitos. Los llaman Héroes de la Patria. Se trata de los oficiales de alto rango, Jesús Armando Arias Cabrales y Jaime Humberto Uscátegui, condenados y comparecientes ante la Justicia Especial para la Paz. Cabrales, por la desaparición forzada y otros delitos cometidos durante la retoma del Palacio de Justicia; y Uscátegui, por la masacre de Mapiripán (Meta).
Huelga recordar que el expresidente y expresidiario, Álvaro Uribe Vélez, sostiene que dicho tribunal de paz es el resultado de una imposición que la entonces guerrilla de las Farc-Ep le hizo al gobierno de Santos, al momento de firmar el acuerdo de paz de La Habana. Mientras que el general Henry Torres Escalante asumió ante la JEP la responsabilidad de las ejecuciones extrajudiciales (falsos positivos) perpetrados por hombres bajo su mando, Uribe Vélez insiste en descalificar al alto tribunal porque, según el expresidente y expresidiario, incentiva a los comparecientes a reconocer delitos que jamás cometieron, a cambio de recibir beneficios jurídicos.
Así entonces, la marcha de las antorchas es el correlato con el que Uribe y sus áulicos insisten en la
tesis negacionista que no solo desconoce la existencia del conflicto armado y
de las víctimas, sino que invalida los relatos de oficiales, suboficiales y
soldados que en audiencias programadas por la JEP, reconocieron que asesinaron
civiles inermes para hacerlos pasar como guerrilleros muertos en combate, en buena medida por la presión ejercida por el ejecutivo (en boca de Uribe),
en cumplimiento de los objetivos operacionales de la temida política de defensa
y seguridad democrática.
El fracaso de la noche de las antorchas será siempre relativo mientras haya
sectores sociales, políticos y económicos que crean a pie juntillas en la idea
fascista que los guía y que señala que el país estaría mejor si desaparecieran
los indígenas, los afros, los campesinos y claro, la izquierda progresista. Así
las cosas, las antorchas de los fascistas seguirán encendidas hasta nueva orden
o hasta que se escuchen terroríficas frases como "proceda mi doctor, proceda, mi
general, !ajúa! o, a mi no traiga capturados, delos de baja".
Imagen tomada de Publimetro
No hay comentarios:
Publicar un comentario