sábado, 22 de julio de 2023

DE PERIODISTAS, A ESTAFETAS-ACTIVISTAS POLÍTICOS

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Bastó con la llegada del primer presidente de izquierda para que las empresas mediáticas privadas se graduaran con honores como actores políticos. Aunque siempre fungieron como tales, en esta coyuntura política no solo se consolidaron, sino que traspasaron los porosos límites existentes entre ser actores políticos y activistas políticos. Ese trascendental paso se dio en buena medida por estos tres factores: 1. Pérdida constante de credibilidad en las audiencias. 2. El crecimiento de una opinión pública crítica que se informa  a través de redes sociales y consume lo dicho por blogueros y medios alternativos y 3, el terror que les produce a sus mecenas la consolidación del proyecto político de Gustavo Petro. 

Como activistas políticos, las empresas mediáticas recurren a diario a la emocionalidad y al miedo de los colombianos, en particular, a los menos formados y capacitados para descifrar las intenciones en cada hecho noticioso expuesto masivamente.  Aunque la narrativa castrochavista pierde terreno ante el positivo manejo macroeconómico del gobierno de Petro, incluida su disciplina fiscal, insisten en posicionar ideas catastrofistas con el único propósito de generar negativas sensaciones en las audiencias que aún les consumen sus mentiras, verdades a medias y silencios ante hechos económicos positivos de los que no les conviene informar. Por eso vuelvo a insistir en la necesidad de que el Congreso discuta y apruebe la Cátedra Análisis y crítica de medios para que de colegios y universidades egresen ciudadanos capaces de confrontar los discursos hegemonizantes de los medios masivos.

Ante la decisión de fungir como activistas políticos, las empresas mediáticas se convirtieron en estructuras propagandísticas de los sectores de poder económico y político que a toda costa quieren tumbar al presidente de la República o, por lo menos, afectar su imagen hasta convertir en legítimo cualquier intento de golpe, sea blanco o no. Específicos periodistas vedettes actúan como influenciadores, activistas políticos, estafetas y férreos defensores del viejo establecimiento.  

El mejor ejemplo de periodista-activista-estafeta es el periodista Néstor Morales, quien todos los días emite juicios de valor haciéndolos pasar como parte de la narrativa informativa. Morales, cuñado del fatuo e infantil expresidente de la República, Iván Duque Márquez, convirtió a Blu radio en la plataforma ideológica y política del sector de la derecha que él mismo defiende, articulado moralmente con el pensamiento de Duque y demás familiares.

Otra muestra de la transformación de los medios en plataformas ideologizantes y de periodistas en activistas-estafetas es la revista Semana, otrora ejemplo de periodismo investigativo y análisis político. De esa revista ya no queda ni la sombra. Semana pasó de ser un actor político que hacía periodismo investigativo, a una plataforma digital que usa el periodismo como parapeto, para hacer propaganda política y difundir hechos novelados que sirven para escandalizar a una opinión pública fácil de impresionar y de engañar.

Asistimos, entonces, a la peor etapa o momento en el ejercicio periodístico. Curiosamente, quienes hoy están salvando al bello oficio son los medios alternativos, los blogueros y tuiteros que, sin haber estudiado periodismo, son acuciosos en la confrontación de los hechos.

Llama la atención el estruendoso silencio de las facultades de comunicación social y periodismo ante semejante debacle del ejercicio del oficio de informar. Ese mutismo lo único que confirma es que la posibilidad de convertirse en estafeta-activista político crece cuando los intereses económicos y políticos de los propietarios de las empresas mediáticas se ven “amenazados” por la irrupción de eticidad propia de quienes asumen que el Estado debe estar al servicio de todos y no de unos cuantos privilegiados.

 


Imagen tomada de Semana.com

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