Por Germán Ayala Osorio
Poco a poco los clanes políticos tradicionales
destapan sus cartas electorales. Hace pocas horas el Clan Char lanzó la candidatura
presidencial de Elsa Noguera, ficha política y miembro de la poderosa familia
barranquillera. Meses atrás los Clanes Gnecco y Gilinski presentaron a la “periodista”
Victoria Eugenia Dávila de Gnecco como su ficha presidencial. Casada con un miembro
de esa casta política, la exdirectora de la revista Semana comparte lealtades y
compromisos entre las dos familias.
Del lado del alicaído uribismo no
se reciben aún noticias de cuál será el o la ungida del expresidente y
expresidiario Álvaro Uribe Vélez. Si el político antioqueño lee en clave
feminista las candidaturas de los clanes arriba mencionados, estará obligado a darle
el guiño a María Fernanda Cabal, la más brava de la camada de mujeres que
buscan el aval del idolatrado patrón. Paloma Valencia y Paola Holguín no ofrecen
mayor resistencia política a las aspiraciones de la señora Cabal. Valencia y
Holguín solo le sirven a Uribe como animadoras de reuniones y convenciones. Con
que griten “que viva el presidente Uribe” es suficiente.
Si por el contrario el Gran
Capataz decide no entregarle la bandera del Centro Democrático a una mujer,
entonces el más indicado para suceder a Iván Duque en su papel de títere sería Miguel
Uribe Turbay. Al igual que el expresidente Duque, Uribe Turbay es joven, fatuo,
obsecuente, de doble moral y vociferante. Es decir, tiene las cualidades que
exige el expresidente, con un plus: odia a Petro, y a todo lo que huela a progresismo.
Además, le encanta la política de seguridad democrática pues dicha política le
hace recordar a su adorable abuelo y creador del Estatuto de Seguridad: Julio
César Turbay Ayala.
De alguna manera las candidaturas
de Dávila y Noguera le “meten” presión a Uribe, quien deberá tomar una decisión
para poder entrar en el juego de intereses en el que de todas maneras entrarán esos
sectores de la derecha para decidir quién será el candidato único que
enfrentará al candidato o candidata del progresismo en el 2026.
A la expectativa está el inefable
y eterno candidato presidencial, el simpático y cariñoso Germán Vargas Lleras,
quien deberá decidir entre optar nuevamente o brindarle su apoyo a un candidato
de Cambio Radical, su microempresa electoral. Quizás dé la sorpresa lanzando la
candidatura de David Luna, su aventajado hijo político. Lo cierto es que el
exvicepresidente no quiere quedar por fuera de la negociación a la que está
abocada la derecha para llegar al 2026 unida como ya lo propuso el mismo Vargas
Lleras.
Eso sí, las candidaturas de
Noguera y Dávila arrancaron mal porque la primera arrastra una historia de inmoralidad
que afecta su imagen como mujer y política capaz de gobernar al país; entre
tanto, el perfil de periodista de Dávila de Gnecco es quizás su mayor talón de Aquiles
en la medida en que durante su ejercicio periodístico defendió a Uribe Vélez y trató
de limpiar la imagen negativa de varios de los miembros del clan al que
pertenece. Además, dejó ver su carácter de mujer manipuladora y mentirosa.
Así las cosas, la segura candidatura presidencial de Claudia López Hernández puede terminar por seducir a los agentes de la derecha colombiana que ven en la exalcaldesa de Bogotá a la única mujer capaz, discursivamente hablando, de enfrentar bien sea a Carolina Corcho o al mismo Luis Gilberto Murillo. El uribismo y los Clanes arriba mencionados saben que López Hernández se acomoda a cualquier ideario político. Ella puede ser de derecha, centro, de izquierda y progresista. Para que ese escenario se dé se necesitará de la imposición de la siguiente narrativa: “Petro dejó dividido al país y auspició un peligroso enfrentamiento ideológico, de allí que se necesite de una figura política que una a los colombianos o que por lo menos calme los ánimos”.
Eso sí, bajo esa narrativa las
candidaturas de Juan Daniel Oviedo y Sergio Fajardo no se pueden descartar pues
gustan mucho en lo que se conoce como la centroderecha, que al final termina
actuando como una férrea derecha. Oviedo le lleva ventaja a Fajardo: es más
joven y no tiene la imagen de tibio que arrastra el exgobernador de Antioquia y
exalcalde de Medellín en los tiempos de “DonBernabilidad”.
Ya es tiempo de que el presidente
Petro y el Pacto Histórico decidan si van a llegar al 2026 con Carolina Corcho
o van a jugar a dos bandas, esto es, dejar que Luis Gilberto Murillo juegue a convertirse
en esa figura de “centro” que tanto desean en el país para superar la polarización
política. Murillo se enfrentaría a Claudia López Hernández, una consagrada veleta ideológica,
al tibio del Fajardo y al ladino del Oviedo. Eso sí, el haber estado en el
gobierno de Petro podría ser su punto más débil, a lo que de todas maneras se
sumaría su origen afro en un país que con Francia Márquez demostró que está
lejos de superar el racismo estructural. Mientras que la exministra de Salud,
Carolina Corcho entraría en el juego político y electoral para cumplir la tarea
de desgastar las aspiraciones de Cabal, Dávila y Noguera.
ELSA NOGUERA CANDIDATA - Búsqueda Imágenes
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