Por Germán Ayala Osorio
Sin saber cómo terminará el
proceso de implementación del acuerdo de paz de La Habana firmado en el teatro Colón
de Bogotá, dicho armisticio se asume como un antes y un después del conflicto
armado interno, por varias razones: por la naturaleza de lo acordado, el número
considerable de combatientes que hicieron dejación de armas, las peticiones de
perdón y la legitimidad alcanzada por la JEP y el principio de la reparación en
el marco de la justicia restaurativa; así como la conversión del Acuerdo Final
para la Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable y
Duradera en una política de paz de Estado.
En el después de la firma, la permanencia
en armas del Ejército de Liberación Nacional (ELN) perdió toda legitimidad
social y política, asegurándole a su lucha armada un carácter anacrónico, propio
de una guerrilla que al saber que no podrá jamás tomarse el poder a tiros, sus viejos
comandantes y líderes políticos entran en la fase de la negación de una
realidad inobjetable: dedicaron años de sus vidas a la guerra, a la “revolución”
y no consiguieron absolutamente nada. Es decir, perdieron el tiempo. Surtida
esa etapa de la negación de la derrota política, entran a la fase de la anarquía
y la división de sus estructuras por cuenta de la efectiva narcotización de sus
operaciones, la pérdida del sentido político de su lucha y el desprecio
generalizado de una sociedad cansada de la guerra.
La aparición de las disidencias
de las extintas Farc-Ep arrastra la misma condición que exhiben los elenos, con
un agravante: la aparición de las disidencias de las primeras disidencias en
lugar de encontrar explicaciones exclusivamente en los incumplimientos por
parte del Estado a lo acordado en La Habana, su operación está cada vez más
atada a las actividades del narcotráfico y a la traquetización de la
lucha armada. Así las cosas, la lucha armada y el espíritu revolucionario que
en el pasado guió las operaciones militares de esas guerrillas van dando paso al
irreversible proceso de lumpenización armada.
Las disidencias reconocidas por
los medios, la inteligencia militar, el CICR y agentes sociales (fundaciones
nacionales e internacionales) que le siguen la pista a esa realidad político-militar,
reconocen por lo menos tres disidencias de las extintas Farc-Ep: la que lidera
‘Iván Mordisco’, estructura que desconoció lo acordado en Cuba y por lo tanto
no se acogió al tratado de paz; la Segunda Marquetalia, al mando del reincidente,
Iván Márquez y el Comando de la Frontera en Putumayo. Sin embargo, se habla de
por lo menos 30 estructuras armadas derivadas de las desaparecidas Farc-Ep. Por
ejemplo, la estructura al mando de alias Calarcá habría nacido de las de las
orientadas por Iván Mordisco.
Hace poco, Pablo Catatumbo, firmante
de paz y senador de la República reconoció que la “guerra es un desastre”. Lo
hizo en el marco del Diplomado Construcción de Paz Territorial organizado por
la universidad del Valle y Cobsepaz. Catatumbo, además, contó al auditorio, conformado
por firmantes de paz (excombatientes) y estudiantes universitarios, que alguna vez conversando con Fidel
Castro, el entonces líder de la revolución cubana les preguntó cómo se iban a
tomar el poder, si no contaban con aviación, tanques o material de guerra que
permitiera derrotar a las fuerzas armadas del establecimiento colombiano.
Esa misma pregunta hay que trasladárselas
a los elenos y a todos los grupos disidentes que hoy delinquen en territorios
en donde el monocultivo de coca les financia sus operaciones militares. Si es
claro que jamás podrán tomarse el poder a tiros, es fácil concluir que su lucha
armada perdió todo carácter político, para convertirse en una disputa
territorial por el control de las economías ilegales. Al final, todos esos
grupos son “ejércitos narcotizados” que a pesar de usar brazaletes y de
insistir en adelantar procesos de diálogos de paz con el gobierno Petro, cada
uno de sus miembros parece estar pensando en “hacerse su plante” y retirarse. Bajo
ese principio, y mientras el negocio de la droga siga siendo rentable, habrá
disidencias de las primeras disidencias y otras disidencias de las segundas disidencias y así sucesivamente. De esa manera, continuará la violencia en la Colombia rural, mientras la
academia y los políticos seguirán hablando de la existencia de un conflicto
armado interno que hace rato se transformó en un escenario de múltiples
violencias, en donde priman la irracionalidad, el interés por enriquecerse, la decisión de afectar la biodiversidad y la
lumpenización de la “lucha armada”.
disidencias de ivan mordisco - Búsqueda Imágenes (bing.com)
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