Por Germán Ayala Osorio
Volvió el presidente de la República
a dirigirse al país, sin mirar a los colombianos. Otra vez la oficina de comunicaciones
pasa como alocución una “conversación” del jefe del Estado con Pedro Vaca, exdirector
de la FLIP y relator de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (Cidh), que
terminó siendo una especie de “soliloquio” o quizás un circunloquio. Como fuere,
lo dicho y lo no dicho por Gustavo Petro en su particular alocución de la noche
de hoy hacen pensar en que al presidente lo están acosando varios hechos o circunstancias,
a saber.
Dijo el mandatario que “lo
quieren matar” y que la orden ya fue dada por un poder económico que cuenta con
el apoyo de la mafia y la anuencia de las mismas empresas mediáticas que desde
el 7 de agosto de 2022 vienen atacando al presidente de forma sistemática. Con
la misma determinación con la que informó al país lo del software espía
(Pegasus), el jefe del Estado debió y debe señalar con nombres propios quiénes
son los que están detrás del golpe de Estado que le quieren dar o del plan para
asesinarlo.
Al no entregar los nombres, Petro
les facilita el camino a sus detractores y a los propios periodistas que lo
declararon como su “objetivo periodístico” para que señalen que está paranoico
o que por lo menos afronta graves problemas emocionales que intenta ocultar o
minimizar su impacto, inventando que lo quieren asesinar o sacarlo de la Casa
de Nariño.
Si lo del plan criminal es
cierto, Petro puede estar sintiendo miedo de morir, pero, sobre todo, de pensar
que todo lo que desea hacer por el país, pueda quedar truncado de un momento a
otro. Petro es mesiánico y eso no lo puede ocultar. También es posible que lo
acose algo de rabia por no ver mayor preocupación en las huestes que lo
respaldan y claro, al pensar en la satisfacción que deben estar sintiendo sus
enemigos, críticos y detractores. Petro también puede estar experimentado la
soledad que siempre acompaña a todos aquellos que ostentan poder, así el presidente
reconozca que el poder del capital está por encima del presidencial.
Lo cierto es que la alocución de
esta noche deja dudas sobre lo que realmente está pasando en la Casa de Nariño
y con el propio jefe del Estado. Es claro que Petro no se siente cómodo por
todo lo que representa ese Palacio para quien no soporta a la vieja oligarquía
y en particular los lujos extravagantes propios de un palacete, en uno de los
países más desiguales del mundo.
Cambiemos de tercio. Las
disquisiciones que hizo Petro en torno a la Verdad y a la verdad periodística y
a la comunicación resultan interesantes, a pesar de que en este país las
grandes mayorías, incluidos los comunicadores sociales-periodistas, poco o nada
han leído a Habermas o estudiado los aportes de la Escuela Crítica o de Frankfurt.
Y claro que le cabe razón al
presidente cuando recoge lo dicho por Habermas en el sentido en que la
violencia es la expresión del fracaso de la comunicación. Como proceso humano, la
comunicación, esto es, el reconocimiento del Otro como un igual con el que es
posible dialogar y contemplar, tenderá al fracaso cuando los agentes que hacen
parte de la situación de comunicación no comparten las mismas actitudes y aptitudes
para mantener un diálogo horizontal, equilibrado o la simple intención de reconocer.
El lenguaje es un elemento clave
para Habermas en su Teoría de la Acción Comunicativa. Hay unos usos
particulares de la lengua que impiden que la comunicación fructifique. El
lenguaje periodístico, cuando se usa para exaltar los conflictos societales, se
convierte en el mayor obstáculo para la comunicación. De hecho, llamar a las empresas
mediáticas medios de comunicación constituye un error. Los medios masivos no comunican.
Ni siquiera informan. De ahí la constante pelea de Petro con los periodistas
afectos al viejo régimen, en la red X.
Igualmente, cuando el lenguaje
técnico y el científico se usan para engañar, burlarse o discriminar a quienes apenas
exhiben los niveles más básicos en su capacidad de hablar, el fracaso de la comunicación
está garantizado.
Señor presidente, comunicar también
es poner en común una verdad, una postura, una decisión. Y al no dar los
nombres de aquellos que según Usted lo quieren asesinar, aporta para que la
comunicación fracase.
El que seamos una sociedad clasista, machista, aporofóbica y racista es la más clara muestra del fracaso de la comunicación. Insistimos en ese fracaso porque no nos hemos reconocido como pueblo diverso. La prensa hegemónica es responsable en gran parte de esa realidad. Y si fracasa la comunicación, lo más probable es que pase lo mismo con los procesos civilizatorios en los que estamos inmersos.
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