jueves, 4 de abril de 2024

HUNDIDA LA REFORMA A LA SALUD: UN ENTIERRO DE SÉPTIMA CATEGORÍA

 

Por Germán Ayala Osorio

 

El hundimiento del proyecto de reforma a la salud, en la Comisión Séptima del Senado, deja varias lecciones y verdades políticas que deberían de servirle a la izquierda y al progresismo para aprender a hacer pedagogía en medio de un escenario mediático hostil, jamás visto en el país con un gobierno elegido democráticamente.

Los límites entre lecciones y verdades políticas son tan borrosos, que lo mejor es leer lo siguiente en un solo conjunto. Aquí voy, entonces. Unas y otras tienen que ver con las maneras de hacer política y de defender los proyectos. El triunfo de la izquierda y del progresismo fue una sorpresa electoral, social y política en un país dominado en los últimos 30 años por la derecha e incluso, por la ultraderecha. Esa sorpresiva victoria hizo emerger un activismo ideológico que, en lugar de abrir las puertas a una negociación política con los sectores dominantes del país, las terminó por cerrar. Al final, se confirmó lo que el propio presidente Petro reconoció: nosotros somos gobierno, pero no tenemos el poder. Entonces, faltó un liderazgo comprometido con cambiar lo que viene funcionando mal en el país de tiempo atrás en varias materias, pero sin la arrogancia de querer pasar por encima de quienes, a pesar de la derrota electoral del 2022, sabían que seguían teniendo un gran poder para imponerse.

En dos años que llevaba el trámite de la reforma a la salud, el gobierno debió, desde el primer día de la posesión, trabajar en la creación de la infraestructura sanitaria y médica en los lugares a los que a las EPS no les interesa llegar porque no son rentables económicamente. A esos territorios en donde sobreviven  por lo menos 15 millones de compatriotas que no cuentan con servicios de salud dignos.

Ante la imposibilidad de negociar una reforma al sistema de salud, las partes interesadas, es decir, gobierno y opositores, dejaron aflorar sus resquemores. Al final, triunfó la derecha corporativa que se ha servido de la Ley 100 del 93 para naturalizar el ethos mafioso que guió la operación de gerentes, juntas directivas de las EPS y políticos que malversaron billonarios recursos de la salud. Ese matute es la confirmación de que los derechos consagrados en la Constitución política siempre estuvieron en un segundo plano, porque lo primero que debía asegurar el sistema de salud era el enriquecimiento de varios “Palacinos”, incluidos los congresistas que son dueños de IPS e hicieron parte de juntas directivas de EPS. Y para lograr ese cometido, debieron contar, como lo hicieron hasta hoy, con la anuencia de las propias entidades del Estado, capturadas por conglomerados económicos y agentes de poder, socios de las EPS.

El activismo de ministros y congresistas del Pacto Histórico coadyuvó a enrarecer aún más el clima político en instancias de poder de la sociedad civil que odian al presidente Petro y a todo lo que huela a izquierda. Las arengas en las redes sociales de los agentes del gobierno fueron capitalizadas por la prensa hegemónica. Al final, convirtieron lo que debía de ser una discusión argumentada del proyecto de reforma, en un tinglado ideologizado al que se subieron poderosos agentes económicos que hicieron lo que estaba programado: que los congresistas, políticos profesionales y los partidos políticos financiados con dineros de las EPS (esto es, recursos del Estado) cerraran filas no para defender los derechos y la calidad del aseguramiento social en salud de  millones de colombianos, sino para mantener un sistema eficiente pensado para saquear al propio Estado. Quizás quienes diseñaron el sistema de salud y le dieron vida jurídica y política a través de la Ley 100 sabían que el real sentido de la sigla EPS era: Entidades Para Saquear… al Estado. Y en eso llevan más 30 años.

 Si se plantea el balance entre “ganadores y perdedores” hay que señalar que con el hundimiento y el funeral de Séptima categoría que le dieron en el senado al proyecto de reforma a la salud, perdimos como sociedad democrática. Construir una República seguirá siendo una tarea pendiente para los agentes económicos y políticos del viejo establecimiento colombiano y para la izquierda que por primera vez gobierna.

Ganaron los conglomerados económicos, los partidos y los congresistas que cohonestaron con la práctica ilegal de ser financiados con dineros de la salud. Es decir, Keralty, el conglomerado económico español que está detrás de la intervenida Sanitas, violó la ley y las normas del país y eso a nadie le preocupó jamás. El silencio de las altas cortes, de los medios masivos y de agentes económicos, sociales y políticos de la sociedad civil terminan por legitimar que no importa que se viole la ley, mientras se garantice un mercado y la recepción de billonarios recursos que no tienen por qué cuidarse porque estos los entrega un “señor” llamado Estado, que debe estar al servicio de unos pocos y no para garantizar bienestar a las grandes mayorías. Esto último es propio de “comunistas y socialistas que lo quieren todo regalado”, gritan desde la derecha que lleva años saqueando el erario.

Imagino que la misma suerte correrán los proyectos de reforma pensional y laboral. De ser así, se confirmará que la existencia de inequidades, injusticias, desigualdades y la pobreza estructural en el país no avergüenzan a la derecha. Por el contrario, asumen esas circunstancias como una oportunidad única para extender en el tiempo sus privilegios de clase, naturalizar el clientelismo y la corrupción. Y es así, porque en el fondo, los empresarios y otros agentes económicos que están detrás de ese entorno de violencia no son realmente capitalistas, sino precapitalistas. Para qué generar riqueza si para ello tenemos al Estado que nos provee billonarios recursos económicos de los que jamás nos pidieron cuentas. Solo hasta hoy, que llegó un gobierno de izquierda a tratar de poner orden. Pero ya es demasiado tarde.


Imagen tomada de Youtube

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