Por Germán Ayala
Osorio
Colombia es el santuario de la
inmoralidad, del ethos mafioso y del doble rasero. En ese extenso templete de
éticas y moralidades acomodaticias, los periodistas vedettes, fieles mandaderos
del Establecimiento, la clase política tradicional y una parte importante del
empresariado, guardan silencio frente a la sempiterna corrupción
público-privada, árbol de levas que mueve el débil aparato productivo del país.
El mutismo generalizado de
aquellos agentes de poder, frente a la donación de 10 millones que hizo el clan
del Golfo o también conocido como Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC) a
la “vaca” que abrió la Gobernación de Antioquia, por iniciativa del
expresidente y expresidiario, Álvaro Uribe Vélez, es el mejor ejemplo de los
inmorales silencios de aquellos que suelen presentarse como faros morales para una
sociedad como la colombiana que deviene tan confundida moralmente, que ya no
sabe distinguir entre lo correcto y lo incorrecto, entre lo ilegal y lo legal. Queda claro no son faros morales. Apenas si les alcanza para ser cucuyos.
Ya que han sido tan críticos del gobierno de Petro, ante actos de corrupción como el caso de los carro tanques de agua para La Guajira, se esperaría que salieran en bloque (cosas del lenguaje) a rechazar la pútrida donación del clan del Golfo.
Es decir, un grupo criminal,
paramilitar y narcotraficante dona dinero a la gobernación de Antioquia y ninguna
entidad de control y mucho menos la Fiscalía anuncian aperturas de investigación
ante semejante inmoralidad. Dirá el filósofo antioqueño que “plata es plata” y
que no importa su origen, porque lo más importante es terminar las vías 4G (no
se sabe si significa las vías del clan del Golfo) de cuya parálisis, atrasos,
otrosíes o posibles sobrecostos, prefieren no decir nada. Al final, la “vaca”
de Uribe Vélez y del departamento de Antioquia constituye un pulso ético-político
con el gobierno de Petro y una confrontación cultural de Antioquia con el resto
del país, por cuanto en ese territorio habita una “raza indomable, berraca,
echada palante y avispada”. Los demás colombianos, devienen apendejados y
sumisos, en particular aquellos que dicen no al ethos mafioso.
La donación de los mafiosos del clan
del Golfo es la prueba fehaciente de que crimen, política y obras civiles van
siempre de la mano: Odebrecht, Chambacú y ahora las 4G. Nadie, hasta antes de
cerrar esta columna, salió espantado a expresar su rechazo a los 10 millones. Entre tanto, el presidente Petro solicitó el cierre de la "vaca" para evitar que a esa cuenta llegue dinero sucio.
Seguramente no pasará a mayores el
obsequio de los paramilitares porque llegó la Semana Santa, tiempo para el
recogimiento espiritual de una sociedad que tempranamente aprendió a vivir en
medio de la inmoralidad. Esos mismos que hoy optaron por el mutismo ante semejante
impudicia son los mismos que van a misa, se persignan, dan un poco limosna y se
arrepienten. Eso sí, una vez pasa la Semana Mayor, volverán a sus andanzas, a
continuar aportando para que Colombia se consolide ante el mundo como el
santuario más grande de la corrupción. Eso sí que le sirve a la cooperación
internacional y al sistema capitalista que de tiempo atrás “lava” y se beneficia
del dinero ensangrentado de los carteles de la droga, las narcoguerrillas y los
narco paramilitares como las AGC que le regalaron 10 millones a la Antioquia
más educada e indómita.
Ni Uribe, ni la señora Cabal y mucho menos Polo Polo, Jota P, Juvinao, o el presidente del Senado, el señor Name; o la senadora Holguín han dicho nada de la señalada transacción. ¿Por qué será?
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