Por Germán Ayala Osorio
En plena conmemoración de los 7
años de la firma del Acuerdo Final entre el Estado y las Farc-Ep, el expresidente
Santos criticó al gobierno Petro por haber aceptado dialogar con las disidencias
farianas bajo los nombres de Farc-Ep y Estado Mayor Central (EMC).
Santos Calderón espetó lo siguiente:
“Yo creo que el peor error estratégico que ha cometido este Gobierno fue
darle patente de corso a la intención de las llamadas disidencias de
presentarse como las FARC-EP, y no solo así, sino como el Estado Mayor de las
FARC-EP porque el acuerdo que hoy estamos celebrando lo firmamos para que las
FARC dejaran de existir como grupo armado, y dejaron de existir. Es un error
estratégico que no sé cómo van a solucionar con la comunidad internacional”.
La crítica de Santos, artífice
del acuerdo que puso fin al conflicto armado entre el Estado y esa guerrilla, entra
en el fangoso terreno de la semántica política. Al parecer, Santos cree que la desmovilización
y reintegración a la sociedad de la inmensa mayoría de los guerrilleros de esa
agrupación, anula y sobre todo impide que esa nomenclatura fuera recogida por
quienes no aceptaron negociar con el Estado en el marco de los diálogos de La
Habana, Cuba.
Se entiende la pulla de Santos,
mas no la preocupación o quizás el impasse que según él tendría que resolver el
gobierno ante la comunidad internacional y la propia ONU, al momento de
acompañar lo que según el expresidente sería “otra negociación con las Farc-Ep”,
cuando se supone que esa agrupación como tal desapareció con el acuerdo de La
Habana.
El reconocimiento político que
hizo el presidente Petro no podría depender del nombre con el que el Iván
Mordisco quiso ser reconocido en la mesa de diálogo y el país. Haber dicho que
el gobierno no aceptaba sentarse a conversar por usar el nombre de un grupo ya
desaparecido, se habría convertido en una discusión sin mayor sentido, cuando el
objetivo máximo es pacificar el país.
A pesar de que en este gobierno
se han comprado más tierras que las que adquirieron Santos y Duque para
alimentar el Fondo de Tierras que se acordó en Cuba, los lunares en la
implementación del acuerdo estarían en el liderazgo administrativo y burocrático
de las agencias oficiales que se crearon para cumplir con lo acordado en Cuba y
ratificado en el teatro Colón de Bogotá. En particular, el problema estaría en
la débil estructura de la nueva Unidad para la Implementación del Acuerdo de
Paz.
En lo que respecta a la
implementación en los municipios PDET, hay que entender que en varios de estos
los problemas de concentración de la tierra y los modelos de gran plantación
constituyen palos en la rueda a los procesos y actividades de implementación
del Acuerdo de Paz. Ahora bien, el país no puede olvidar que entre el 2018 y el
2022 el presidente-títere, Iván Duque Márquez se dedicó a ralentizar y torpedear
la implementación de lo acordado en La Habana. La intención de su administración
era hacer trizas la paz.
Es posible que la firma del Acuerdo
de Paz entre las Farc-Ep y el Estado colombiano y las condiciones generales en
las que se dio la firma del armisticio de 2016 se esté asumiendo como un modelo
estándar en el que hay que meter, así sea a la fuerza, las pretensiones y las
lógicas de guerrillas como el ELN y las propias de las llamadas disidencias,
tanto las de Iván Mordisco, como la de Iván Márquez (La Segunda Marquetalia). Eso
sí, antes de proponer innovaciones al modelo de negociación que dejó Santos,
hay que evaluar seriamente si las disidencias y el ELN realmente están “maduros”
para sentarse en una mesa. A dicha madurez llegaron por los golpes contundentes
que recibió el Secretariado de las Farc, con los asesinatos de Raúl Reyes, Mono
Jojoy y Alfonso Cano. Golpear de esa forma al Coce (Comando Central) del ELN no
será fácil por las maneras como operan y su estadía en Cuba. Otro factor para
tener en cuenta es que en esas guerrillas militan jóvenes menos formados políticamente
y más interesados en enriquecerse a través de las actividades ilícitas.
Imagen tomada de EL COLOMBIANO
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