Por Germán Ayala Osorio
Después del resultado agridulce que
dejó la cumbre ambiental COP26, pensar en regiones sostenibles debería de ser
una apuesta ético-política que la Academia colombiana, en su conjunto, debería
de asumir. Para iniciar o seguir ese camino, Universidades y colegios podrían
empezar -y los que hace rato lo vienen haciendo, continuar- por dejar de lado
la fragmentación del pensamiento que provoca la departamentalización de la ciencia
y la educación no sistémica que por tantos años le sirvió y le sirve aún a
quienes insisten en hablar del desarrollo sostenible en términos de bondades,
al tiempo que reducen los graves impactos, a simples externalidades.
Quizás este momento histórico por el
que atraviesa la humanidad sea la oportunidad para corregir aquel error, que
insistentemente se le señala a la Universidad por haber incurrido en él: de
actuar de espalda a la realidad. En particular, de espalda a los efectos
sistémicos y sistemáticos que viene dejando un tipo de desarrollo extractivo,
asumido como una forma moderna de dominación ecosistémica, étnico-territorial y
ontológica, cuyas expresiones son claras para el caso de Colombia: persecución,
exclusión, señalamientos, asesinatos y desplazamiento forzado de miembros de
comunidades ancestrales y campesinas por hacer resistencia a las actividades
agro extractivas, como la megaminería, la
ganadería extensiva que, además de
ineficiente, está atada a intereses asociados a la especulación
inmobiliaria, así como el modelo de la
gran plantación, para producir agrocombustibles, a base de caña de azúcar y
palma africana.
Si la
Academia en general se embarca en esa apuesta ético-política, los
programas formativos y educativos deberán exponer las reflexiones que ya se vienen haciendo comunes
alrededor de conceptos como poshumanismo y posnaturaleza. Estos últimos
asumidos como marcos explicativos y comprensivos de los caminos que la ciencia y
la tecnología están trazando para enfrentar las actuales crisis climáticas y
las que muy seguramente van a sobrevenir, cuando se hayan superado los límites
de resiliencia de los ecosistemas naturales-históricos. La fuerza de las
soluciones que la ciencia y la ingeniería vienen entregando al mundo para enfrentar problemas climáticos, como el
aumento de los niveles del mar y el calentamiento de la tierra, deben ponerse
en cuestión, poniendo en crisis al antropocentrismo sobre el que está aún
anclada la presencia del ser humano y su toma de distancia de la naturaleza.
El desarrollo regional en Colombia,
con todo y sus errores y aciertos, es una fuente increíble de experiencias que
deberían de servir para consolidar programas de formación e investigación, conducentes
a revisar y evaluar con espíritu crítico, la situación económica, política,
socioambiental, ecológica y étnico-territorial de regiones biodiversas, de
tiempo atrás sometidas a formas de dominación sistémica y sistemática que solo
dejan beneficios económicos y políticos para una minoría, la misma que se
beneficia del discurso del desarrollo sostenible.
Esas regiones que han alcanzado un
nivel de desarrollo sobre la base de la imposición de la racionalidad económica
y política, pasando por encima de consideraciones étnico-cultural-territorial,
no podrían considerarse regiones sostenibles, sino regiones sostenidas. Esto
es, regiones cuyas realidades solo están siendo leídas y legitimadas bajo
consideraciones económicas y políticas, en ese estricto orden, dejando por
fuera o desestimando a través de diversas formas de violencia simbólica y
física, factores y variables asociadas a formas sostenibles de vida ancestral y
campesina, asumidas por poderosos agentes económicos y políticos, como
incómodas para la cultura dominante, basada en el individualismo y el carácter
corporativo del Estado.
Mientras la Academia asume semejante
reto y ruta de acción, las inercias que el ser humano desató, seguirán
llevándonos por los caminos que ya imaginaron la ciencia ficción y el cine: la
posnaturaleza y el poshumanismo. De triunfar esa idea de estar en el planeta,
la categoría de regiones sostenidas tendrá una oportunidad, ancorada, eso sí, a
lo discursos que explicarán la llegada de esos dos escenarios post.
Imagen tomada de emergencia vital.
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