Por Germán Ayala Osorio
Cuánta razón tenía Nietzsche al señalar que el “lenguaje es una prisión de la cual no podemos escapar”; o el propio Heidegger cuando dijo que "el lenguaje es la casa del ser”. Bajo estas dos sentencias se podría entender esta disquisición alrededor del acto de habla más engañoso y atroz, eufemística y estéticamente hablando que se haya escuchado reciente y públicamente en medio de una guerra asimétrica: “castigo colectivo”, así llamó la ONU la venganza del Estado israelí contra Hámas, un enemigo casi invisible, cuya condición fantasmal, sirvió a los militares sionistas para justificar el “castigo colectivo”.
Habitar en el lenguaje es quizás
la más maravillosa experiencia del ser humano, pero también, la más engañosa cuando
aparecen los dobleces en los actos de habla y los eufemismos. Con ocasión del genocidio
israelí contra el pueblo palestino, en Occidente se empezó a naturalizar el
terrorismo del Estado de Israel, potencia militar y aliado de Estados Unidos en
la convulsionada zona, a través del uso de la expresión “castigo colectivo”.
Vaya eufemismo tenebroso ese de “castigo
colectivo” con el que se legitimó la violenta y exagerada venganza de Israel,
en contra del pueblo palestino, por culpa de la también violenta y execrable
acción terrorista de Hámas. Ante la dificultad de castigar a quienes perpetraron
los ataques contra blancos civiles israelíes, entonces bienvenida la masacre,
el genocidio y el desplazamiento forzado de palestinos. La furia divina que
desató Hámas no tiene límites para los israelíes, elevados ellos mismos, con la
ayuda de Occidente y de la inoperante ONU, en un pueblo iluminado, capaz de traer
luz al mundo asesinando niñas y niños, mujeres y hombres, en lo que sin ambages
constituye una limpieza étnica que nos recuerda a los criminales nazis durante el
Holocausto. En el mismo escenario aparece la voz “pausa humanitaria” para
evitarse el problema de exigir que se detengan las hostilidades.
Es el lenguaje nuestra condena en
la medida en que lo usamos para agredir a los diferentes, validar crímenes a
través de calificativos como “animales o bestias”; también, para ponernos por
encima en una acción moralizante perfectamente anclada al uso de expresiones
como “somos los elegidos”, “somos seres de luz” y esos otros, los palestinos, o
los impíos, los negros, indígenas, sudacas o cualquier otra comunidad, son los
de la “oscuridad”. Tanto en lo privado como en lo público, el lenguaje cumple
la misma función: afianzar una identidad ancorada a la pulsión humana de eliminar
al Otro, cuando este compite contra mí en un proceso compartido de
afianzamiento identitario (étnico-cultural).
En Colombia sí que sabemos del
uso de eufemismos para esconder los oprobios de los guerreros. José Obdulio
Gaviria, primo del asesino serial y narcotraficante, Pablo Emilio Escobar
Gaviria, dijo en su momento que en el país no había desplazados, sino migrantes
internos. La intención del ladino político del Centro Democrático era
clara: ocultar la responsabilidad del Estado y de los otros actores armados por
los millones de desplazados que provocaron en medios de las hostilidades con ocasión
del conflicto armado interno. Y por supuesto, negar la existencia de las víctimas
del horroroso crimen de lesa humanidad.
Expresiones como “dar de baja” o “neutralizar”,
de uso común en Colombia, también son engañosos eufemismos con los que se ocultan
los crímenes que cometen agentes estatales, escudados, claro está, en la siempre
discutida legitimidad y en la legalidad de las instituciones que representan.
Mientras vemos por televisión y
las redes sociales el genocidio del pueblo palestino, a manos del Ejército
israelí, no podemos olvidar que cuando hablamos o escribimos, dejamos salir la
esencia de nuestro ser; claro, un ser que, encerrado en su propio lenguaje,
buscará la forma de escapar de sus responsabilidades o simplemente, validar lo
que él considera que es lo correcto, así sea inmoral. Al final, lo moral y lo ético
son construcciones lingüísticas cuya fuerza ilocutiva no depende de la grafía
que les da vida.
Imagen tomada de France 24
No hay comentarios:
Publicar un comentario