Por Germán Ayala Osorio
Por estos días, es evidente que el
“viejo” régimen se resiste a que se modifiquen las correlaciones de fuerza que
le han permitido mantener el control de una parte del Estado y de la economía,
en particular, aquella asociada a las actividades financieras.
A raíz de la millonaria multa que
el Grupo Aval deberá pagar a las autoridades americanas por prácticas corruptas
en el caso Odebrecht, el país anda por estos días en una fuerte tensión ético-política
que puede terminar minando la confianza internacional en el gobierno e incluso
su viabilidad si no aseguran triunfos electorales en regiones y capitales
claves, en las elecciones de octubre. De hecho, alcaldes y gobernadores
cercanos a las fuerzas políticas y económicas de ese “viejo” régimen (el
uribismo) le están tratando de “aguar” la fiesta que Petro está armando con la
sanción millonaria que Sarmiento Angulo deberá pagar en los Estados Unidos. Y
lo hacen, apelando a la narrativa que señala que el gobierno central abandonó
regiones como el Cauca, Nariño y Catatumbo, entre otras, lo que explicaría los
problemas de orden público en esos territorios. El Registrador Nacional aporta
su granito de arena, al dejar entrever que las elecciones estarían en riesgo en
varias zonas, lo que obligaría a suspenderlas.
En la ya señalada tensión
ético-política, el gobierno de Petro cumple el papel moralizante con el que
busca sacudir los cimientos del “viejo” régimen, calificado como corrupto y
criminal, pero legítimo para amplios sectores societales. Mientras el
presidente de la República aprovecha la coyuntura mediática para atacar a
Sarmiento Angulo, Néstor Humberto Martínez Neira y a la fiscalía de Francisco
Barbosa, el bloque político-mediático-empresarial que desde el 7 de agosto le
hace oposición al gobierno de Gustavo Petro, esta vez con la ayuda de los
mandatarios locales y regionales. Antes de que estos mandatarios se pusieran en
pie de lucha contra el gobierno de Petro, el bloque
político-mediático-empresarial que montaron connotados líderes del “viejo”
régimen de poder, había retrocedido unos metros, gracias al enfriamiento del
escándalo que envolvió al primogénito del presidente, Nicolás Petro, en buena
medida, gracias a la aparición del nombre de Alex Char en los chats que dan
cuenta del manejo de millonarios recursos por parte de Daysuris Vásquez y
Nicolás Petro Burgos.
Para el caso de la corrupción de
Odebrecht, Petro está pasando factura pues desde que fungía como congresista,
viene haciendo las denuncias, las mismas que hoy le dan la razón al presidente
de la República en el caso Grupo Aval-Odebrecht y la financiación de las
campañas de Santos, Zuluaga y Duque con los dineros de la multinacional
brasilera, así como en otros casos como las relaciones criminales entre el Clan
del Golfo y sectores castrenses, políticos y empresariales.
Huelga recordar que con ese
escándalo se quiso enlodar la campaña Petro presidente, con el objetivo de
deslegitimarlo y por ese camino, igualarlo con las campañas de Duque, Zuluaga y
Santos, esta última la más comprometida de acuerdo con lo que voceros del Grupo
Aval habrían informado a las autoridades americanas, en el marco del compromiso
legal de colaborar con la justicia americana, contando pormenores de la financiación
irregular de la campaña Santos presidente. Así, mientras que el gobierno fustiga
con inusitada fuerza el ethos mafioso corporativo, los defensores del otoñal
régimen de poder apelan por estos días a los gobernadores y alcaldes para deslegitimar
al gobierno central.
Así las cosas, vemos a un presidente
de la República medianamente acorralado no por la inmoralidad de sus acciones
político-electorales o administrativas, sino por la resistencia de poderes
tradicionales que no están dispuestos a soltar instituciones previamente
capturadas y mucho menos a proscribir el ethos mafioso que los guía de tiempo
atrás.
Lo peor de todo este complejo escenario
moral y ético es que millones de colombianos no sabrán separar los hechos de
corrupción que enlodan al Grupo Aval y al vetusto régimen de poder, de la
efectista narrativa de sus voceros que dice que el “país va mal y todo por
culpa de Petro”.
Si viviera Álvaro Gómez Hurtado propondría
enfrentar dicha tensión ético-política con un “acuerdo sobre lo fundamental”.
Otros hablarían de hacer un “pacto político” para sacar adelante al país. Lo cierto
es que no parece haber puntos medios en esa tensión que tiene de fondo una
lucha muy fuerte entre un “viejo” régimen que se resiste a morir y uno “nuevo”
que Petro cree que puede fundar.
Imagen tomada de Semana.com
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