Por Germán Ayala Osorio
En varios escenarios internacionales
el presidente Petro ha hecho referencia a la imperiosa necesidad de descarbonizar
las economías y emprender acciones de mitigación contra el cambio climático. De
igual manera, le propuso al sistema financiero internacional cambiar deuda
externa por acciones climáticas como proteger la selva amazónica. Sobre este
último tema hay que sentarse a discutir asuntos como la soberanía y el control
de los ecosistemas, en particular sobre los espejos de agua.
Sin duda, estamos ante un
discurso ambientalista de nuevo cuño al que los viejos ambientalistas de los
años 60 pareciera que no quisieran acompañar por la carga ideológica y política
que supone sumarse a las propuestas del primer presidente de izquierda en Colombia.
El discurso ambientalista de
Petro deviene con un enfoque sistémico que supera las visiones de los ambientalistas
que criticaron en su tiempo el modelo de desarrollo económico, pero fueron aceptando
la narrativa fantasiosa del desarrollo sostenible, hasta llegar a acompañar la
entonada perspectiva de la sostenibilidad. Es decir, se quedaron en la defensa
del “verde”, sin tener en cuenta procesos civilizatorios y las crisis humanas
que acompañan hoy a lo que se conoce como el cambio climático.
Petro habla de la posibilidad de
la extinción de la humanidad, pero guarda silencio en torno a un asunto que
poco se aborda: el control de la natalidad. Creo que es tiempo que se toque el
espinoso asunto, dejando de lado las valoraciones religiosas con las que se
consolidó el machismo y la sumisión de la mujer; esto es, la idea masculinizante
que le impuso a la mujer el único rol que debería cumplir por mandato divino:
ser madre.
En su discurso de instalación del
periodo legislativo, volvió el mandatario a tocar el tema del cambio climático
y la urgente necesidad de hacer una reforma agraria que conduzca el país a
estadios de seguridad y soberanía alimentarias, elementos estos que entrarán en
crisis por cuenta, justamente, por las altas temperaturas o las temporadas de
lluvia intensa que afectarán los ciclos de las cosechas. Habló, entonces, de
dos pilares: justicia ambiental y justicia social, justamente los dos factores
que más despreciaron quienes defienden el modelo de desarrollo económico agro
extractivo y también los que se creyeron el cuento de que es posible lograr un
desarrollo sostenible y hablar de sostenibilidad.
La congresista María Fernanda
Cabal desestimó lo planteado por Petro en términos de una “sexta extinción que
se avecina”. Cabal considera que se trata de un discurso tremendista y
apocalíptico. La postura de la inefable política resulta explicable porque ella
viene de dos sectores económicos que han aportado al deterioro socio ambiental
de la vida en los territorios de su influencia: ganadería extensiva y el
monocultivo de caña de azúcar.
La señora Cabal, que aspira a
gobernar al país, es una negacionista del cambio climático que terminará conquistando
los corazones de los ambientalistas que hoy, por miedo a darle la razón a
Petro, guardan silencio ante las alertas que el presidente viene lanzando de
tiempo atrás.
No puede ser que, por un miedo ideológico
y político al rechazo de los sectores académicos, políticos y económicos
tradicionales, el viejo ambientalismo termine acercándose a los negacionistas.
No son tiempos para las medias tintas.
Imagen tomada de Razón Pública.
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