Por Germán Ayala Osorio
El asesinato de Chita y Pancho,
los chimpancés que por una falla humana huyeron del zoológico Ukumarí de
Pereira despertó en cientos de miles de colombianos una profunda molestia,
indignación y pesar. En conversación con periodistas radiales la gerente del
bioparque se refirió a los dos ejemplares, todo el tiempo que duró la entrevista,
como animales, así, a secas.
Frente al error humano que cometió un trabajador del zoológico y que facilitó la huida de Chita y Pancho,
hay que decir que el primer yerro se configuró con la existencia del zoológico como
institución pensada para divertir a los seres humanos y recrear, frente al
mundo salvaje y a la propia cultura dominante, la capacidad, fuerza y poder
como única especie dominante capaz de transformar y someter a las otras
especies y sus nichos ecológicos. No es gratuito que hoy se hable de Antropoceno,
como una nueva era geológica.
Olvida la gerente que nosotros
también somos animales; animales humanos, pero, al fin y al cabo, animales. Y
quizás la peligrosidad de los chimpancés de la que habla la gerente, sea menor
o una nimiedad, al lado del peligro que representa para la viabilidad de la
vida en el planeta, la especie humana.
A pesar de expresar el profundo
pesar por el crimen de Pancho y Chita, la gerente lo hizo amparada en una inocultable
supremacía, atada a la doctrina antropocentrista con la que subvaloró la
vida de los dos primates, en relación con las vidas humanas, que, según ella,
estuvieron en peligro ante la presencia de los chimpancés.
Quedan muchas dudas sobre el operativo
policial que terminó con el asesinato de Pancho y Chita. Me pregunto: ¿si se
descartó el uso de dardos tranquilizantes, era necesario dispararles con el
objetivo de asesinarlos? ¿Intentaron herirlos? ¿Pudieron usar armas traumáticas?
La señora gerente justificó el
asesinato por tratarse, según ella, de animales peligrosos que pusieron en
riesgo la vida de uno de los cuidadores que hacía parte del grupo que salió, junto
con miembros de la policía y el ejército, a tratar de “recuperar” a los
primates.
En su discurso antropocentrista, la
gerente no solo se refirió a Chita y a Pancho como animales, acto de habla
desprovisto de cualquier empatía por parte de quien dijo sentirse compungida
por el fatal desenlace, sino que usó la palabra “neutralizar”, eufemismo con el
que se oculta lo que verdaderamente sucedió: el asesinato de dos seres
sintientes y no de unos simples animales.
En lengua quechua, Ukumarí
significa “aquel que tiene la fuerza de un oso”. Por el fatal error que cometió
un animal humano al permitir que los dos chimpancés se salieran del ecoparque- zoológico,
quizás sea hora de cambiar ese nombre por wañuchikuq sh[1].
[1] Tomado
de: https://repositorio.minedu.gob.pe/bitstream/handle/20.500.12799/7196/Yachachinapaq%20shimikuna%20-%20chawpin%20qichwa%20Vocabulario%20pedag%C3%B3gico%20quechua%20central.pdf?sequence=1&isAllowed=y
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