Por Germán Ayala Osorio
Gustavo Bolívar Moreno, director
del Departamento de Prosperidad (DPS), presentó su carta de renuncia al
presidente de la República. Lo hace para no inhabilitarse en caso de su
eventual candidatura presidencial. De ser así, su aspiración se suma a la ya
larga lista de precandidatos presidenciales del Pacto Histórico que buscarían el
guiño presidencial para enfrentar en primera vuelta a los candidatos de la
derecha uribizada que buscarán recuperar la Casa de Nariño (o de Nari) para el manejo
discrecional del “viejo” Establecimiento.
Antes de hablar de los pros y los
contras de la eventual candidatura de Bolívar Moreno, hay que exponer las principales
circunstancias que rodearán la fiesta electoral de 2026. Más allá del pesado clima
de crispación ideológica y política que se respira, a ese escenario llegará, de
un lado, Álvaro Uribe Vélez, en su condición de gran elector y figura
representativa de los sectores de poder más retardatarios, neoliberales, premodernos,
incivilizados y violentos del país; y del otro lado, llegará Gustavo Petro
Urrego, quien enfrentará su primera campaña en condición de presidente
saliente. Mientras que Uribe llegará al 2026 en un sostenido proceso de
desprestigio y desgaste en su imagen como político probo, lo que supone un
evidente cansancio del electorado, Petro arribará a ese complejo escenario
electoral como líder del proyecto progresista con el que trazó, desde la
presidencia, caminos conducentes a los deseados pero esquivos estadios de modernidad;
acompañado de un apoyo popular que desdice de los resultados de varias
encuestas pagadas por medios masivos que fungen como actores políticos en oposición.
Uribe es un caudillo decadente
que, en el ocaso de su azarosa vida pública, sabe que las elecciones de 2026 pueden
representar su última “batalla” por mantener la vigencia de sus ideas económicas
y políticas atadas inexorablemente al neoliberalismo y a la consecuente captura
privada y mafiosa del Estado para el servicio de una clase privilegiada. Lo
contrario sucede con Gustavo Petro, quien, a pesar de la mala prensa, su
condición de caudillo le permitirá seguir inmerso en la lucha por profundizar
la democracia como factor de cambio político y social.
Ahora miremos los pros y los contras
de la candidatura presidencial de Gustavo Bolívar Moreno. El guionista ha sabido
construir una imagen de funcionario alejado de mafias y componendas; su fama de
honesto y diligente, en un país de políticos corruptos, le da una leve ventaja
sobre aquellos candidatos que, sin haber sido condenados por actos de corrupción
público-privada, su vida política ya acosa algún desgaste por estar asociada a
partidos políticos que arrastran fama de ser colectividades corruptas y
clientelistas, como Cambio Radical y el Centro Democrático, entre otros. La misma
ventaja la tendría sobre aquellos que a pesar de que no pueden exhibir experiencia
alguna en el sector estatal, se presentan como líderes capaces de “cambiar el
país y llevarlo a estadios superlativos de desarrollo”. Unos verdaderos
vendedores de humo.
Su amor por Petro y la
consecuente lealtad hacia el presidente de la República le pueden ayudar en el
momento en que el jefe del Estado decida, como caudillo, quién deberá recoger
las banderas del progresismo para darle continuidad a las políticas públicas y
a las decisiones tomadas en materia de política macroeconómica.
Curiosamente, su probada lealtad
y su declarado amor por el proyecto político y el propio presidente, se asume
desde ya como un factor negativo en la medida en que una vez quede en firme su
candidatura, la Oposición, con la ayuda de los medios masivos, construirán la
narrativa con la que llegó a la Casa de Nariño Iván Duque Márquez. Es decir, Bolívar
sería el “títere” de Petro, tal y como lo fue Duque de Uribe Vélez.
Juega en contra de la aspiración
de Bolívar el que no es un político carismático. A lo que se suma su falta de
experiencia en el manejo de asuntos de gobierno que ameritan hacer transacciones
y acuerdos que se mueven entre lo legal y lo ilegal, entre lo legítimo y lo
ilegítimo; entre lo moral y lo inmoral. Es muy propio de la política colombiana
tomar decisiones que suelen poner en crisis las eticidades más férreas. A lo
que se suma la imagen de hombre y político ingenuo que proyecta Bolívar. Quizás
la mayor debilidad de Bolívar Moreno esté en su débil oratoria, factor con el
que Petro logró conquistar y seducir a sectores de la academia y a otros de la
sociedad que valoran la capacidad argumentativa.
Ya veremos si el presidente Petro
le acepta la renuncia a quien en un Consejo de ministros y de frente al país exclamó
lo siguiente: "Le apostamos a este proyecto, si sacrificamos
tantas cosas es porque amamos este proyecto, lo amamos a usted presidente. Yo a
usted lo amo, se lo digo con toda sinceridad y con usted hasta el último día,
pase lo que pase". ¿Será el amoroso Gustavo Bolívar el ungido
de Petro?
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