Por GERMÁN
AYALA OSORIO
Con la
designación de Daniel Rojas Medellín como nuevo ministro de Educación, en remplazo
de Aurora Vergara, nuevamente se activó la gavilla mediática opositora al gobierno
para deslegitimar la elección del hasta ayer director de la SAE, por el lenguaje
procaz que Rojas Medellín usó en el pasado para descalificar a varios personajes públicos.
El tema tiene varias aristas que es bueno exponer en aras de comprender la arremetida mediática y por supuesto, la decisión misma del presidente Petro. Una de esas aristas es el clasismo con el que históricamente suelen darse y defenderse esos nombramientos desde Bogotá, como centro del poder político, con el sempiterno concurso de los medios que hoy critican la designación de Rojas.
Una parte importante de la sociedad colombiana es racista y clasista. De ese incontrastable clasismo bogotano se derivan los títulos universitarios, la universidad privada o pública de donde egresaron los nuevos candidatos a ser ministros, el origen de clase y por supuesto la cercanía al presidente, que puede incluir una reconocida amistad o la imposición de los ministros derivada de las cuotas burocráticas a las que los mandatarios están "obligados" a entregarles a los partidos políticos de la coalición. Rota la coalición, Petro apela a su poder discrecional para conformar su gabinete.
El clasismo
es fruto de la desigualdad y está instalado originalmente en unas diferencias
de clase y en una latente lucha de clases que suelen matizarse con aquellos
casos de hombres y mujeres públicos que llegaron a ser ministros, a base de trabajo, estudio y disciplina, a pesar de haber nacido
en cunas humildes y pobres. Ellos son la excepción
a la regla. En este punto emerge la ideología y la lucha
de clases como segunda arista que los miembros de la gavilla mediática
expusieron en redes sociales y medios masivos para profundizar la crispación
política en el país. Dicen sus voceros que la designación de Rojas Medellín se
explica porque el presidente Petro quiere ahondar en la lucha de clases.
En el fondo, la pretensión de las empresas mediáticas es advertirles a sus audiencias que la única ideología vigente en Colombia es la de la izquierda, por cuenta de un presidente exguerrillero que además de militar en esa orilla, está empecinado en exacerbar la lucha de clases. Olvidan los periodistas-estafetas del régimen de poder que de forma natural el sistema mundo capitalista produce y reproduce el clasismo y la lucha de clases, así los dominados no lo palpen por falta de lectura y comprensión de sus propias realidades. Esos medios masivos ocultan que la derecha es y ha sido la ideología dominante en el país desde la fundación de la República.
No se puede
ocultar que el presidente de la República tiene un discurso anti clases sociales y que cree en que es posible cambiar esa realidad que se expresa entre élites dominantes y dominados. La respuesta que dio en la red X así lo confirma: “Me parece
que perfectamente un joven salido de las comunas populares de Medellín, que
haya vivido su barrio, su resistencia, puede llegar no solo a ser ministro de
educación sino presidente. Así es la democracia, así es la República. Algún día
la juventud popular de Medellín sabrá que la han dominado y gritará su libertad
y poder…”.
Y la tercera arista tiene que ver con el uso del lenguaje y la confusión moral asociada de manera directa al origen de clase y a los círculos de poder en donde las groserías y la doble moral suelen aparecer en escenarios privados en donde se cuadran las coimas y los contratos amañados, mientras que en los en los públicos, políticos, presidentes, congresistas y contratistas se muestran decentes, pulcros, bien hablados, es decir, “educados”. En una sociedad pacata y mojigata como la colombiana, un madrazo es peor que robarse el erario o ser responsable de crímenes de Estado.
Echar madrazos
en las redes sociales es peor que ser corrupto y criminal en Colombia, bajo la actual lógica mediática. Así las
cosas, Daniel Rojas está inhabilitado para ser “ministro de educación” porque
su lenguaje es procaz y soez. El
excandidato presidencial Rodolfo Hernández es un viejo malhablado y con ínfulas
de putero. Y el expresidente Uribe amenazó a un personaje llamado como “la mechuda”,
que “le iba a dar en la cara marica”. Al parecer, para la misma gavilla
mediática los putazos de Hernández y
Uribe eran buenos y hasta chistosos porque
no venían “contaminados” del discurso de la lucha de clases que agita Petro.
Al final,
Petro, en uso de sus facultades discrecionales, designó a Rojas Medellín porque
lo considera su amigo, porque viene de "abajo" y logró estudiar un posgrado, así
no se haya graduado y porque para el presidente las “buenas maneras” jamás estarán
por encima de la lealtad y la pulcritud en el manejo de los recursos públicos. Hasta que no se pruebe que malversó fondos de la SAE, Rojas parece ser un gran gestor y cumplidor de tareas. Es sobre este elemento que hay que poner los ojos sobre el nuevo ministro de
educación, porque se supone que al interior de esa cartera debe haber un equipo
técnico (tecnócratas) capacitado para sacar adelante la reforma educativa propuesta
por el actual gobierno.
La crisis de la educación en Colombia no se agravará porque a esa cartera llegue un joven grosero. De esa crisis son responsables anteriores ministros muy educados en sus maneras de hablar, pero obedientes en el cumplimiento de la tarea que les encomendaron varios presidentes: acabar con la educación pública y desconocer a la educación como un derecho, para convertirlo en un negocio.
Imagen tomada de Semana.com
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