Por Germán Ayala
Osorio
Por estos días en los medios se registra un cruce de opiniones
entre el presidente de la República, Gustavo Petro y el expresidente Iván Duque
Márquez. Las recriminaciones de Petro tienen que ver con la solicitud del
segundo de meter al ELN en el listado de países que patrocinan el terrorismo.
La respuesta de quien fungiera como el títere del
expresidente Álvaro Uribe Vélez respondió así al vainazo que le envió Gustavo
Petro: “La dictadura de Cuba patrocina terroristas y los ha patrocinado
siempre. Así fue con el terrorismo del M-19, FARC, ELN, entre otros. Muchos se
presentan como defensores de la vida, pero son serviles ante la opresión y la
barbarie de los Castro y sus herederos. Desde Cuba planearon y ejecutaron el
atentado de la Escuela General Santander”.
Petro le ripostó así: “Los Castro cuidaron que los niños
tuvieran comida, salud y educación, en cambio tú, Duque, los bombardeaste.
Creíste que si morían los niños moría el comunismo, tanta estupidez pensaste.
Quizás sea peor la dictadura del que cree que es bendito el matar 6.402
jóvenes, pensando que así termina el comunismo, que aquella de los Castro. Me
importa un pito los que se creen demócratas con la sangre de niños colombianos
y cubanos en sus manos”.
Lo cierto es que Iván Duque exageró en su petición a los
americanos de ingresar al ELN en la lista de países patrocinadores del
terrorismo y en la posterior solicitud al gobierno cubano de que le entregara a
los miembros del comando central del ELN que se quedaron en la isla, una vez se
rompió la mesa de diálogo por el atentado dinamitero contra la Escuela de
Policía General Santander, perpetrado por esa guerrilla.
Vale la pena recordar lo hecho por Duque en materia de implementación
del Acuerdo de Paz de La Habana, para entender no solo las respuestas que le
envía hoy a Petro, sino sus intenciones que no eran otras que las de hacer trizas la paz,
cumpliendo las órdenes que recibió desde El Ubérrimo. El mendaz, fatuo e
infantil del Iván Duque Márquez hizo con el proceso de implementación del
Acuerdo de Paz de La Habana, prácticamente lo que “le vino en gana”. Se opuso y
atacó a la JEP y a las 16 curules de paz; permitió el desvío de millones de
pesos que debieron invertirse en los 170 municipios PDET’s y en proyectos
productivos de los excombatientes; ralentizó las acciones propias de la
implementación de lo acordado en Cuba entre el Estado y las entonces Farc-Ep.
Además, se burló en la cara de la comunidad internacional y en particular en la
de los miembros del Consejo de Seguridad de la ONU, a quienes les habló de su
política Paz con legalidad, una suerte de embeleco jurídico y
político con el que trató de encubrir su animadversión hacia lo pactado en la
isla caribeña y el saqueo programado de los recursos de la paz. Fue su manera
de negarse a aceptar el tratado de paz, convertido en política pública de paz
de Estado, lo que lo obligaba a cumplir con el contenido de lo allí consignado.
Y de contera, elevó a los jóvenes que protestaron durante el estallido social,
a la condición de "enemigo interno". Violó la constitución y se
extralimitó en sus funciones y poderes. Y todo lo anterior, lo hizo con el
beneplácito de su jefe político, prácticamente su dueño, el imputado, Álvaro
Uribe Vélez, y de gran parte de la sociedad y de agentes económicos de la
sociedad civil.
Duque y sus áulicos convirtieron el proceso de paz en un
negocio. Duque pagó favores políticos como lo hizo en su momento Uribe con los
millonarios recursos de la política Agro Ingreso Seguro. De esa forma el hijo
de Salgar agradeció a familias ricas de la costa Caribe y a los ingenios
azucareros del Valle del Cauca el haber apoyado su reelección presidencial.
Iván Duque, en su infantil forma de ser, siempre quiso emular a su ídolo, el
1087985.
Mientras que millones de colombianos vieron y asumieron el
proceso de paz como una oportunidad para atacar las circunstancias históricas
que legitimaron el levantamiento armado en los años 60, Duque, en
representación de la mezquina y corrupta derecha que lo impuso en el solio de
Bolívar, lo asumió como un dispensador de recursos económicos, que le sirvieron
al propósito estratégico de la derecha de mantener los niveles históricos de la
pobreza rural, hacer inviable la vida de los campesinos y las de las
comunidades ancestrales, extender en el tiempo la inequidad y continuar
concentrando la tierra en pocas manos y especulando con su precio.
De esa manera, para el hoy alicaído uribismo, tanto la paz
como la guerra son solo negocios. No son más. A Uribe y a todos sus seguidores
con alma de borregos, poco o nada les importan las víctimas, el sufrimiento y
la reconciliación. Muy seguramente, con la paz, se beneficiaron solo civiles, mientras
que durante los aciagos ocho años de la seguridad democrática fueron los
militares corruptos quienes mayor beneficio sacaron de las hostilidades y de
las dinámicas de lo que se conoce como el conflicto armado interno. En
especial, altos oficiales que tuvieron acceso a contratos y al manejo
discrecional de los recursos que el Estado les entrega a las fuerzas armadas. La
paz y la guerra para el uribismo son dos caras de una misma moneda, pues con
esta siempre ganaron.
Con el gobierno de Petro se espera que la implementación de
lo acordado se acelere y que se den las transformaciones que requieren los
municipios que más sufrieron las arremetidas de los actores armados, legales e
ilegales. La actual estructura agraria en municipios PDET debe tocarse, si se
quiere cumplir con el punto de la reforma agraria integral.
Los desafíos del actual gobierno son colosales. Petro y sus
ministros de agricultura, ambiente y cultura tienen el reto de poner a hablar
al país de Sostenibilidad Cultural como imán al que se conectan de manera
asertiva perspectivas de la sostenibilidad como la económica, la política, la
ecológica y ambiental. Estos tres funcionarios deben sentarse a dialogar en
torno a ese concepto de la Sostenibilidad Cultural, por una razón fundamental:
el ethos mafioso que Uribe logró naturalizar en Colombia se hizo transversal y
sistémico, lo que claramente significó su penetración en la gestión ambiental y
en las dinámicas institucionales creadas para alcanzar la dichosa
sostenibilidad. Así, el uribismo, de la mano de Duque, validó la deforestación,
la ganadería extensiva de baja productividad, a lo que se suma, los proyectos
insostenibles de megaminería, legal e ilegal. En términos socio ambientales, de
una ética ecológica y de la sostenibilidad cultural, el uribismo fue, es y será
siempre insostenible. Todo un riesgo para la vida, en todas sus manifestaciones.
Adenda: el bloqueo económico de los Estados Unidos a Cuba es infame, pero
también es igual de ultrajante el régimen cubano. No basta con que no haya
niños en los semáforos mendigando, cuando hay problemas graves de
abastecimiento de comida para ellos, las niñas y los adultos. Es claro que el modelo socialista, a la vieja
usanza soviética, fracasó en la preciosa isla. Insistir en ese “modelo de
democracia popular” es un colosal error.
Imagen tomada de W radio.
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