domingo, 17 de septiembre de 2023

SOSTENIBILIDAD CULTURAL, PAZ Y GUERRA

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Por estos días en los medios se registra un cruce de opiniones entre el presidente de la República, Gustavo Petro y el expresidente Iván Duque Márquez. Las recriminaciones de Petro tienen que ver con la solicitud del segundo de meter al ELN en el listado de países que patrocinan el terrorismo.

La respuesta de quien fungiera como el títere del expresidente Álvaro Uribe Vélez respondió así al vainazo que le envió Gustavo Petro: “La dictadura de Cuba patrocina terroristas y los ha patrocinado siempre. Así fue con el terrorismo del M-19, FARC, ELN, entre otros. Muchos se presentan como defensores de la vida, pero son serviles ante la opresión y la barbarie de los Castro y sus herederos. Desde Cuba planearon y ejecutaron el atentado de la Escuela General Santander”.

Petro le ripostó así: “Los Castro cuidaron que los niños tuvieran comida, salud y educación, en cambio tú, Duque, los bombardeaste. Creíste que si morían los niños moría el comunismo, tanta estupidez pensaste. Quizás sea peor la dictadura del que cree que es bendito el matar 6.402 jóvenes, pensando que así termina el comunismo, que aquella de los Castro. Me importa un pito los que se creen demócratas con la sangre de niños colombianos y cubanos en sus manos”.

Lo cierto es que Iván Duque exageró en su petición a los americanos de ingresar al ELN en la lista de países patrocinadores del terrorismo y en la posterior solicitud al gobierno cubano de que le entregara a los miembros del comando central del ELN que se quedaron en la isla, una vez se rompió la mesa de diálogo por el atentado dinamitero contra la Escuela de Policía General Santander, perpetrado por esa guerrilla.

Vale la pena recordar lo hecho por Duque en materia de implementación del Acuerdo de Paz de La Habana, para entender no solo las respuestas que le envía hoy a Petro, sino sus intenciones que no eran otras que las de hacer trizas la paz, cumpliendo las órdenes que recibió desde El Ubérrimo. El mendaz, fatuo e infantil del Iván Duque Márquez hizo con el proceso de implementación del Acuerdo de Paz de La Habana, prácticamente lo que “le vino en gana”. Se opuso y atacó a la JEP y a las 16 curules de paz; permitió el desvío de millones de pesos que debieron invertirse en los 170 municipios PDET’s y en proyectos productivos de los excombatientes; ralentizó las acciones propias de la implementación de lo acordado en Cuba entre el Estado y las entonces Farc-Ep. Además, se burló en la cara de la comunidad internacional y en particular en la de los miembros del Consejo de Seguridad de la ONU, a quienes les habló de su política Paz con legalidad, una suerte de embeleco jurídico y político con el que trató de encubrir su animadversión hacia lo pactado en la isla caribeña y el saqueo programado de los recursos de la paz. Fue su manera de negarse a aceptar el tratado de paz, convertido en política pública de paz de Estado, lo que lo obligaba a cumplir con el contenido de lo allí consignado. Y de contera, elevó a los jóvenes que protestaron durante el estallido social, a la condición de "enemigo interno". Violó la constitución y se extralimitó en sus funciones y poderes. Y todo lo anterior, lo hizo con el beneplácito de su jefe político, prácticamente su dueño, el imputado, Álvaro Uribe Vélez, y de gran parte de la sociedad y de agentes económicos de la sociedad civil.

Duque y sus áulicos convirtieron el proceso de paz en un negocio. Duque pagó favores políticos como lo hizo en su momento Uribe con los millonarios recursos de la política Agro Ingreso Seguro. De esa forma el hijo de Salgar agradeció a familias ricas de la costa Caribe y a los ingenios azucareros del Valle del Cauca el haber apoyado su reelección presidencial. Iván Duque, en su infantil forma de ser, siempre quiso emular a su ídolo, el 1087985.

Mientras que millones de colombianos vieron y asumieron el proceso de paz como una oportunidad para atacar las circunstancias históricas que legitimaron el levantamiento armado en los años 60, Duque, en representación de la mezquina y corrupta derecha que lo impuso en el solio de Bolívar, lo asumió como un dispensador de recursos económicos, que le sirvieron al propósito estratégico de la derecha de mantener los niveles históricos de la pobreza rural, hacer inviable la vida de los campesinos y las de las comunidades ancestrales, extender en el tiempo la inequidad y continuar concentrando la tierra en pocas manos y especulando con su precio.

De esa manera, para el hoy alicaído uribismo, tanto la paz como la guerra son solo negocios. No son más. A Uribe y a todos sus seguidores con alma de borregos, poco o nada les importan las víctimas, el sufrimiento y la reconciliación. Muy seguramente, con la paz, se beneficiaron solo civiles, mientras que durante los aciagos ocho años de la seguridad democrática fueron los militares corruptos quienes mayor beneficio sacaron de las hostilidades y de las dinámicas de lo que se conoce como el conflicto armado interno. En especial, altos oficiales que tuvieron acceso a contratos y al manejo discrecional de los recursos que el Estado les entrega a las fuerzas armadas. La paz y la guerra para el uribismo son dos caras de una misma moneda, pues con esta siempre ganaron.

Con el gobierno de Petro se espera que la implementación de lo acordado se acelere y que se den las transformaciones que requieren los municipios que más sufrieron las arremetidas de los actores armados, legales e ilegales. La actual estructura agraria en municipios PDET debe tocarse, si se quiere cumplir con el punto de la reforma agraria integral.

Los desafíos del actual gobierno son colosales. Petro y sus ministros de agricultura, ambiente y cultura tienen el reto de poner a hablar al país de Sostenibilidad Cultural como imán al que se conectan de manera asertiva perspectivas de la sostenibilidad como la económica, la política, la ecológica y ambiental. Estos tres funcionarios deben sentarse a dialogar en torno a ese concepto de la Sostenibilidad Cultural, por una razón fundamental: el ethos mafioso que Uribe logró naturalizar en Colombia se hizo transversal y sistémico, lo que claramente significó su penetración en la gestión ambiental y en las dinámicas institucionales creadas para alcanzar la dichosa sostenibilidad. Así, el uribismo, de la mano de Duque, validó la deforestación, la ganadería extensiva de baja productividad, a lo que se suma, los proyectos insostenibles de megaminería, legal e ilegal. En términos socio ambientales, de una ética ecológica y de la sostenibilidad cultural, el uribismo fue, es y será siempre insostenible. Todo un riesgo para la vida, en todas sus manifestaciones.

Adenda: el bloqueo económico de los Estados Unidos a Cuba es infame, pero también es igual de ultrajante el régimen cubano. No basta con que no haya niños en los semáforos mendigando, cuando hay problemas graves de abastecimiento de comida para ellos, las niñas y los adultos.  Es claro que el modelo socialista, a la vieja usanza soviética, fracasó en la preciosa isla. Insistir en ese “modelo de democracia popular” es un colosal error. 




Imagen tomada de W radio. 

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