Por Germán Ayala Osorio
Ahora que el Consejo de Estado
revocó la medida con la que se derogó el pago de la mesada 14 para los militares
pensionados, el uribismo intenta negar que efectivamente fue el presidente Uribe
quien firmó su eliminación en 2005, lo que afectó a cientos de miles de veteranos
que recibían dicha mesada.
Los magistrados del alto tribunal
escucharon el pedido del gobierno, lo que supone un logro y una acción más del
gobierno del presidente Petro que beneficia a miembros de las fuerzas armadas.
Detrás del hecho jurídico-político
y mediático hay unas diferencias sustanciales entre el gobierno de Uribe y el
actual, en el manejo del bienestar de la tropa y de las relaciones de subordinación
que determina la Carta política de 1991.
Gracias a los medios masivos, la
figura mesiánica de Álvaro Uribe Vélez siempre estuvo asociada a su inquebrantable
carácter patriótico y defensor y admirador de sus subordinados pertenecientes a
las FFMM y a la policía. Es decir, un “soldado más capaz de hacerse moler por
Colombia”. Mentira. Uribe usó a las fuerzas armadas para, supuestamente, “vengar
la muerte” de su padre, cuya responsabilidad, maliciosamente, el entonces presidente
atribuyó a las Farc-Ep.
Con el tiempo, esa imagen de
patriota consumado se fue cayendo a pedazos cuando el país empezó a conocer la
verdad de esa relación que Uribe consolidó con las fuerzas armadas: se trató de
una relación propia de un capataz que a diario pedía “más y mejores resultados
operacionales y los que no, que vayan pasando la carta de renuncia”; esa circunstancia
fue determinante para que oficiales, suboficiales y soldados sintieran enormes presiones,
lo que llevó a varios a asesinar civiles (ejecuciones extrajudiciales o falsos
positivos) para dar cuenta de las exigencias del Ejecutivo. Los testimonios de más
de una veintena de uniformados ante la JEP respaldan esa verdad. Por supuesto
que los “carrotanques de sangre” que exigía a la tropa el general Mario Montoya,
estaban atados a la exigencia presidencial.
Con la llegada de Petro a la Casa
de Nariño, muchos pensaron que las relaciones entre este nuevo comandante y la
tropa llevarían al país a una situación de generalizada insubordinación o
malestar por su pasado en la guerrilla del M-19. Por el contrario, después de
un año de gobierno, lo que se evidencia es una genuina preocupación por el bienestar
general de la tropa. Por orden presidencial, les mejoró la ración a los
soldados y se viene trabajando en programas de vivienda y de profesionalización.
A pesar de las dificultades para
consolidar la idea de la Paz Total, la sola intención de pacificar el país aleja
al presidente Petro de seguir las pautas trazadas por Uribe, propias de un capataz
que en lugar de preocuparse por el bienestar y defender la vida de los
uniformados, todo el tiempo les pidió más compromiso, lo que se tradujo en más
patrullajes y menos tiempo para compartir con las familias. La petición al
Consejo de Estado, de recuperar la mesada 14 para los veteranos, constituye una
muestra clara de su intención de beneficiar a la tropa, pero, sobre todo, del
respeto hacia los miembros de la institución castrense.
Lo cierto es que Gustavo Petro,
el ex guerrillero y sin gritar todo el tiempo que es un Patriota, está haciendo
más por el bienestar de militares y policías que lo que hizo en ocho años el guerrerista,
el falso patriota y hoy súb judice ciudadano, Álvaro Uribe Vélez. Petro, sin tanta alharaca patriotera, es un comandante en jefe que respeta a la tropa en su integridad.
Imagen tomada de Youtube.com
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