Por Germán Ayala Osorio
Los actores armados que
participan de las dinámicas políticas y militares del conflicto armado interno colombiano
intentan, con relativo éxito, posicionar las narrativas que les aseguren algo
de coherencia entre el significado de las siglas con las que se identifican, sus
objetivos políticos y las acciones bélicas desarrolladas.
Por ejemplo, el ELN se presenta como
un Ejército liberador, lo que le da un carácter mesiánico. Es decir, una
agrupación armada ilegal que llegó a “salvar a los colombianos del yugo del
régimen”. Por eso se llaman Ejército de Liberación Nacional. Eso sí, debido a
la degradación moral y misional de todos los actores armados que participan aún
de las hostilidades, esa pretensión liberadora termina siendo un mal chiste o
en el mejor de los casos, una quimera. Esa circunstancia objetivamente los hace
ver ante una opinión pública crítica, como una organización incoherente entre
lo que desea y propone, programáticamente, y lo que hace a diario en los
territorios: desplazar, confinar, secuestrar y atentar contra la
infraestructura económica y los ecosistemas naturales.
Pero quizás la organización
armada ilegal que deviene con la mayor incoherencia y confusión ideológica es
el Clan del Golfo o conocido también como Autodefensas Gaitanistas de Colombia
(AGC). Llama la atención aquello de Gaitanistas. ¿Quieren recoger la memoria y
las ideas de Jorge Eliécer Gaitán?
Esa denominación solo tiene la
pretensión jurídico-política de ganarse un lugar en la Paz Total del gobierno
de Petro, bajo la figura de actor político y no como banda criminal a la que
solo le queda acogerse a la ley de sometimiento que se apruebe. Primero, fueron
urabeños, luego Clan Úsuga, luego Clan del Golfo y paralelamente, AGC. Al
portal Semana, su abogado Ricardo Giraldo dijo lo siguiente: “Ellos
quieren estar en sus parcelas, son campesinos, la gente se los
imagina andando en Audis y Ferraris y con modelos exuberantes, resulta que no. Las
AGC, y eso lo hemos dicho hasta el cansancio, son actores políticos, más allá
que se quieran reconocer como tal. Tienen control territorial, control social,
control económico. Vayan a los territorios para que se den cuenta quién es el
Estado allá, la comunidad le tiene más miedo ver a la Policía y al Ejército que
a las mismas AGC”.
Nadie niega que tengan control
territorial en varias zonas del país, pero ello no los convierte, por acto de
birlibirloque, en representantes de las ideas de Jorge Eliécer Gaitán. Y mucho
menos, pueden presentarse como campesinos a los que solo les interesa labrar la
tierra.
Sin duda, estamos ante una
metamorfosis verbalmente inducida que me hace recordar el texto clásico, de
Franz Kafka, La Metamorfosis. Entonces, los urabeños, el Clan Úsuga o el Clan
del Golfo, una mañana cualquiera amanecieron convertidos en seguidores de las
ideas de Gaitán. ¿Sabrán los líderes de esa organización, los sicarios,
narcotraficantes y paramilitares que la componen, quién fue el tribuno del
pueblo? No creo que entiendan las ideas que tenía Gaitán sobre el Estado, la
ciudadanía y el poder político.
Insisto en que la degradación moral
y misional de todos los actores armados que participaron y participan aún de las
hostilidades en el marco de lo que se conoce como el conflicto armado interno
los llevó y está llevando a una incontrastable confusión ideológica. Tanto
tiempo metidos en actividades ilegales y en la manigua, los aleja de la comprensión
de los problemas del país, pero, sobre todo, de plantear soluciones reales y
factibles.
Ni los del ELN nos van a liberar del
yugo del régimen, ni los del Clan del Golfo podrán ser jamás defensores de las ideas del
inmolado líder liberal. Más bien, con el paso de los años, fungen más como victimarios con el agravante de que deambulan confundidos ideológicamente.
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