sábado, 21 de octubre de 2023

PERIODISMO HUMANITARIO

 

Por Germán Ayala Osorio

 

En el cubrimiento de las guerras, los periodistas registran los hechos propios de las confrontaciones armadas: cantidad de heridos, muertos, desplazados, infraestructura atacada y destruida y el tipo de armamento usado por los bandos enfrentados. Casi que no hay tiempo para lamentar las “bajas” civiles, aunque se intenta hablar con los sobrevivientes para dejar sentada la barbarie y la pulsión humana de asesinar a sus semejantes.

Sin duda alguna, ese trabajo notarial resulta importante para la historia política universal, aunque termine sirviendo a los intereses de los fabricantes de armas, cuando la información registrada da cuenta del potencial destructivo de las bombas, destaca la calidad y el potencial destructivo de las armas desplegadas en los teatros de operaciones. Imagino a los “creativos” que construyen los misiles y las bombas, aplaudiendo sus “creaciones” y esperando a que lleguen más pedidos pues es posible que las confrontaciones se extiendan en el tiempo. Por eso, los conflictos armados fungen como las grandes vitrinas en donde afamados "dealer", fabricantes y vendedores de armas se frotan sus manos al ver que el negocio crece y crece. 

En los recientes hechos bélicos que comprometen al Estado de Israel y al grupo extremista Hámas de Palestina, los cubrimientos periodísticos de reputadas cadenas internacionales, dan cuenta de la cantidad de muertos y heridos civiles provocados por las dos fuerzas que participan de las hostilidades, en lo que se considera una guerra asimétrica.

Por cuenta del manido discurso de la “objetividad periodística”, ese trabajo de notarios les impide a los periodistas que están en terreno e incluso, a los editores y compañeros en los sets de transmisión, fustigar a los fabricantes y distribuidores de armas que proveen insumos para que Israel y Hámas sigan asesinando civiles, a diestra y siniestra.

Ese trabajo “objetivo y limpio” termina por insensibilizar a las audiencias que consumen la guerra asimétrica entre Israel y Hámas, cómodamente en salas de televisión de todo el mundo. Es tiempo de olvidarnos de hacer únicamente el trabajo notarial, para empezar a lanzar frases cuya contundencia llame la atención sobre la perversidad de nuestra condición humana. Es tiempo también de entregar consignas por la vida y en contra de todos los que promueven sentimientos de venganza y caen en el lugar común de decir "es que este empezó primero".

Las multitudinarias marchas pro-Palestina que se vienen sucediendo alrededor del mundo dan cuenta de un sentimiento anti-barbarie y antiguerra que la prensa mundial no está recogiendo de la mejor manera. Hay que empezar a fustigar a los guerreros, a los armamentistas y a quienes sobreviven en los remolinos de la venganza. Ya el cine comercial americano, especialmente, ha hecho suficiente para legitimar la venganza y graduar de héroes a los guerreros (llámense militares, mercenarios, milicianos o terroristas).

Si se revisan los tratamientos periodísticos dados por los medios televisivos de Colombia al conflicto entre Israel y Hámas, encontramos periodistas y medios afines a la causa judía, lo que les permite flagelar discursivamente a quienes, desde distintas instancias, claman por el cese al fuego y la búsqueda de salidas negociadas, bajo un principio ético: detener la producción de heridos y muertos.

Hay que trabajar en la construcción de un periodismo que bien podemos darle el apellido de humanitario, que sirva para erosionar los egos de los guerreros y de los guerreristas, y por ese camino, defender la vida de los civiles, sin importar la idea de territorio y nación que defiendan.

El asesinato de cientos de miles de niños y niñas no puede reducirse a un frío dato. No. Es una tragedia humanitaria y la confirmación de la perversidad de nuestra condición humana. Es tiempo, sin caer en puestas en escena y en la teatralización de los hechos noticiosos, que los reporteros, presentadores y editores dejen de lado la frialdad que exige la manida objetividad, para empezar a señalar, moral y éticamente, a todos aquellos que les dan herramientas a quienes están dispuestos a exterminar en nombre de un dios o simplemente por garantizar que siga el lucrativo negocio de las armas.



Imagen tomada de la BBC News.

viernes, 20 de octubre de 2023

MODERNIDAD, CONDICIÓN HUMANA Y CONFLICTO HAMÁS Y ESTADO DE ISRAEL

 

Por Germán Ayala Osorio

Las dos guerras mundiales pusieron en crisis el proyecto de la Modernidad. En adelante y a pesar de los horrores registrados, vistos y estudiados en esos dos lamentables escenarios de confrontación armada, la vida en el planeta continuó bajo la misma premisa que constituye a la vez, el más grande riesgo para la humanidad: la condición social de una especie que necesita de otros en una soñada solidaridad, para demostrar poder de intimidación y dominación a través de históricas y diversas estratagemas: las religiones y sus dioses, la política y el mercado (poder económico).

Aunque inconclusa, de la idea asociada al proyecto de la Modernidad pasamos rápidamente a la Postmodernidad sin haber comprendido del todo las causas y los efectos de esos dos cruentos escenarios en los que se probó que la pulsión de asesinar y someter es connatural a nuestra especie. El desarrollo económico y el progreso nos hicieron olvidar esas guerras y el Holocausto Nazi.

Las luchas ideológicas y militares en el marco de la Guerra Fría sirvieron también para probar la estupidez humana. Colombia aún sufre las consecuencias de esa ebullición y confrontación de ideas, contaminadas por la consecución de poder económico, en un mercado ilegal-legal, en el que se negocian armas, droga, vidas humanas, tierra y recursos naturales.

Luego vimos por televisión incursiones militares de los Estados Unidos, con el apoyo de países europeos en Afganistán e Irak, teatros de operaciones en los que se desató, en forma de Tormenta del Desierto, el instinto agresivo y la capacidad auto destructiva de los seres humanos. Claro, se hicieron bajo la égida de Estados “legítimos” que, ondeando una supremacía cultural Occidental, sometieron a pueblos enteros a la ignominia. Sus víctimas asumieron a los ejércitos invasores como defensores de pueblos pecadores, impíos, que requieren ser castigados y convertidos por otros dioses. Entonces, los expertos hablaron de la “guerra entre civilizaciones”.

El terrorismo de Estado nacería como una forma de degradación política de esa forma de dominación con la que se inauguró la modernidad: el Estado. Y el terrorismo de las guerrillas, milicias y de organizaciones calificadas como terroristas, también sirvió para confirmar que aquella pulsión es real y que las tres estratagemas usadas, también. Baste con recordar lo hecho por ETA, IRA y las guerrillas colombianas. Y por supuesto, el terrorismo de Estado, durante los gobiernos de Turbay Ayala (1974-1982), Álvaro Uribe Vélez (2002-2010) y el de Iván Duque (2018-2022).

Cómo olvidar los ataques terroristas del 11/9 en los Estados Unidos y la reacción temeraria del gobierno americano de entonces, que inició una “Cruzada internacional contra el terrorismo”, para castigar a quienes, según las fuentes oficiales, se atrevieron a atacar al más grande gendarme del mundo. Nuevamente, religión, poder militar y su intocable mercado y la política validando el carácter avieso de la condición humana.

Y detrás de todo lo anterior, el histórico conflicto entre Palestina e Israel seguía vigente, lo que implicó la consolidación de odios de lado y lado y la confluencia del terrorismo como arma política y moral, usada tanto por el Estado de Israel, como por la organización Hamás.

Con los brutales ataques de Hamás y del ejército israelí, vuelven los espectadores y los pensadores del mundo a poner de presente la preocupación de siempre: la posibilidad de que, el día de mañana, alguien obture “el botón rojo” que borre un continente entero.

Israel va camino a borrar del mapa a Palestina y a su pueblo, creyendo que así va a desaparecer a Hamás. Saben que Hamás no es una simple organización, sino un sentimiento, una visión de vida, auspiciada por Alá o por cualquier otro dios o Mesías. La permanencia de Hamás alimenta el mercado de las armas, el poder político de criminales de guerra como Netanyahu y la legitimidad de dioses que solo existen en las atormentadas vidas de miles de millones de seres humanos que necesitan de un dios para justificar sus animadversiones y resquemores contra aquellos que, por cualquier razón, no estamos dispuestos a soportar. Y la mejor forma de probarlo es ver cómo presidentes y comandantes militares, después de orar, salen a dar órdenes de asesinar; y otros, en la vida cotidiana, van a misa los domingos, para salir a maltratar vecinos, violar mujeres y violentar menores de edad.

Creo que es tiempo de ir pensando en dejar de lado religiones y Dioses salvadores y castigadores. Los problemas no los resolverán Alá o Jesucristo o cualquier otra idea de dios. Es más, los problemas no se van a resolver porque la especie humana, en sí misma, es el problema.



Imagen tomada de https://jesuschristformuslims.com/es/quien-es-nuestro-senor-dios-o-ala/


jueves, 19 de octubre de 2023

¿CANDIDATURAS INDEPENDIENTES O ESTRATEGIAS DE ENGAÑO?

 

Por Germán Ayala Osorio

 

A pocos días de las elecciones regionales, aparecen en la escena electoral varios candidatos a alcaldías de ciudades como Bogotá, Cali y Medellín, cuyas candidaturas están soportadas en “movimientos ciudadanos” con los que, de manera engañosa, pretenden hacerle creer a propios y extraños que sus aspiraciones están alejadas de los desacreditados partidos tradicionales. Adicionalmente, se presentan como “independientes” de las sempiternas maquinarias electorales y políticas y de los intereses siempre mezquinos de los grandes contratistas del Estado. Con esas prácticas sinuosas, esos movimientos ciudadanos y la democracia se vuelven como el papel, esto es, fácilmente deleznable.

Miremos varios ejemplos. En Cali, el candidato de la derecha, Alejandro Eder, inscribió su candidatura bajo el Movimiento Revivamos Cali. En la campaña de 2019, el nombre de su pasajera microempresa electoral se llamó Compromiso Ciudadano por Cali. De manera ladina, Eder pretende ocultar que lo acompañan los partidos Cambio Radical, de Vargas Lleras, una de las colectividades con más señalamientos por actos de corrupción cometidos por políticos apoyados por esa empresa electoral e incluso, por sus militantes y dirigentes. Varios de ellos condenados por homicidio y delitos contra la administración pública. De la U y del partido Conservador también lo están apoyando. 

Aunque lo negó en un reciente debate, en los mentideros políticos se dice que cuenta con el respaldo de varios políticos del Centro Democrático, partido desprestigiado por cuenta de la sistemática pérdida del teflón mediático de su propietario, el expresidiario y expresidente, Álvaro Uribe Vélez.

En la Capital del Cielo, el contrincante político de Eder, Roberto Ortiz, también aplicó la misma fórmula. Su movimiento se llama Firme con Cali. Al igual que Eder, el populista de derecha, reconocido en la ciudad por el juego del chance llamado El Chontico, le oculta a los votantes qué estructuras políticas y clientelares lo apoyan en su aspiración, la tercera, de convertirse en alcalde de la capital del Valle del Cauca.  A Ortiz lo respalda el partido Liberal y la U, de Dilián Francisca Toro.

Otro político que también hizo lo mismo que Eder y Ortiz en Cali, pero en Medellín, es Federico Gutiérrez, quien presentó su nombre a los paisas bajo su movimiento ciudadano, Creemos. Todos saben en Antioquia y en Medellín, que “Fico” es el ungido, nuevamente, de Uribe Vélez, quien insiste en seguir siendo un gran elector a pesar de que su figura se asocia a la corrupción y a la violencia política institucionalizada. Hay que recordar que el expresidente está imputado por los graves delitos de fraude procesal y manipulación de testigos, más centenares de investigaciones en Fiscalía, Corte Suprema de Justicia y Comisión de Acusaciones (Absoluciones) de la Cámara de Representantes.

Y en Bogotá, otro candidato que insiste en presentarse como “independiente” es Carlos Fernando Galán, hijo del inmolado político, Luis Carlos Galán Sarmiento. Su candidatura la inscribió bajo el emblemático partido Nuevo Liberalismo. Claramente, Galán quiere, tardíamente, recuperar el buen nombre de esa colectividad, asociado, por supuesto, a la imagen positiva que dejó su padre. Galán hijo, empezó su carrera política en Cambio Radical, el mismo en el que estuvieron el criminal Kiko Gómez y la controvertida política, Oneida Pinto. Incluso, Galán llegó a ser presidente de esa malograda colectividad política (2011-2012). Detrás de Carlos Fernando Galán están los amigos del “vendedor de buses”, Enrique Peñalosa y los contratistas de siempre.

Así las cosas, todos los movimientos ciudadanos por firmas no son otra cosa que una fachada y la estratagema política-electoral de quienes creen posible engañar a los votantes, presentándose como independientes, cuando los acompañan los vicios y las prácticas politiqueras que convirtieron la democracia colombiana en una formalidad.

Como régimen de poder, la democracia se ha servido de los partidos políticos no solo para mantener altos niveles de legitimidad, sino para darle a la competencia electoral un carácter institucional y formal, en aras de consolidar la idea de que esas asociaciones trabajan para el bien del colectivo.

Es claro que hoy en el mundo los partidos políticos tradicionales devienen en una profunda crisis identitaria, asociada al debilitamiento de sus ideas y programas. Las dificultades que enfrentan estas organizaciones políticas deben conectarse de manera directa y clara con la “evolución” de las sociedades, cuyos miembros deambulan entre llevar sus vidas ancoradas con rigor a lo que se conoce como el individualismo posesivo y/o insistir en la defensa de lo público, esto es, lo que nos interesa y conviene a todos. Al final, a los movimientos de Eder, Ortiz, Gutiérrez y Galán, llegan ciudadanos imbuidos en el individualismo posesivo y por supuesto, en la consecución de un puesto, una beca, un contrato.

El péndulo parece quedarse del lado de la primera circunstancia, lo que explica aún más el debilitamiento de los partidos y el surgimiento de microempresas electorales o sectas-partidos, guiadas por líderes-pastores, como sucede con el Centro Democrático, Cambio Radical y la U, entre otros tantos, que fungen más como mesías e iluminados, que como dirigentes políticos defensores coherentes de una particular ideología partidista y preocupados por el futuro de las grandes mayorías.  Se trata de liderazgos ancorados a hombres megalómanos que en lugar de formar cuadros para que los sucedan en un inmediato futuro, insisten en que son los únicos capaces de gobernar, pero, sobre todo, los únicos a los que se les pueden ocurrir las ideas de cambio que se necesitan para reorientar la vida económica, social y política del país.

Hay que decir que las crisis de los partidos políticos  no es un asunto exclusivo de la restringida democracia colombiana, aunque es posible que la sostenida crisis de los partidos tradicionales, e incluso, su eventual desaparición como estructuras legítimas y centros de pensamiento,  se note más y tenga mayores efectos en un país como Colombia en el que lo que más desprecian los operarios políticos es aquello de fortalecer y respetar la institucionalidad, aunque en precisos y convenientes momentos, salen a defenderla.


Imagen tomada de EL TIEMPO


miércoles, 18 de octubre de 2023

¿“Titerazgos” o nuevos liderazgos?

 

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social-periodista y politólogo

 

Después de firmado el Acuerdo de Paz en La Habana, los posteriores escenarios electorales seguirán girando en torno al proceso de implementación de lo que se acordó en Cuba entre las antiguas Farc-Ep y el Estado colombiano, durante la administración de Juan Manuel Santos Calderón (2010-2018). Ya hace parte del pasado la desastrosa e indolente administración de Duque-Uribe (2018-2022), que transcurrió en medio de la pandemia del Covid 19, el asesinato sistemático de líderes sociales, ambientalistas, reclamantes de tierras, indígenas, campesinos y firmantes de la paz. Y el gobierno de Gustavo Petro apenas lleva un año y unos meses.

Son cientos de miles las víctimas que deja el desinterés de Iván Duque Márquez de proteger a quienes estuvieron en disímiles territorios y desde diversos roles, jugándosela por consolidar la soñada paz estable y duradera. Esa apatía gubernamental hizo parte del objetivo trazado por el Centro Democrático, de “hacer trizas ese maldito papel que llaman el Acuerdo de Paz”. Y lo hicieron, al generar condiciones de inseguridad e incertidumbre en el campesinado que reclama tierras y se la juega por la sustitución de los cultivos de uso ilícito, así como en los firmantes y comparecientes a la Jurisdicción Especial de Paz (JEP) y sus familias. A esto se suman variadas maniobras administrativas y técnicas para impedir el buen desarrollo de la implementación, los ataques del Ejecutivo y de la Fiscalía General de la Nación a la JEP y el total desinterés del gobierno central por generar un ambiente de reconciliación y de aceptación de lo firmado en Cuba.

Si bien la consolidación de la paz, tal y como fue concebida en La Habana fue un tema importante para la campaña de 2022, ya emerge otro asunto que no es de menor peso. Y esa cuestión o asunto tiene que ver con la profunda crisis por la que atraviesan los partidos políticos, a la que se suma la falta de carácter, la pobre credibilidad y el débil liderazgo de quienes ya se asoman a la arena electoral, para presentar sus nombres al electorado en el 2026. El aterrizaje del apocado, ladino e intrascendente de Iván Duque al Solio de Bolívar, y sus débiles intenciones y acciones políticas, son fruto de lo que aquí llamo un Titerazgo, que no es otra cosa que el actuar manipulado y controlado que aceptó Iván Duque desde el preciso momento en que consintió ser manejado y manoseado por Uribe Vélez. Así entonces, en el escenario electoral de 2026 veremos los movimientos de un péndulo que se mueve entre mantener y extender en el tiempo el Titerazgo o el surgimiento de unos nuevos líderes políticos o políticos de verdad, que sepan hacer coaliciones con los sectores tradicionales del Régimen de poder y sobre todo, que tengan un proyecto de país que no solo asegure la implementación del Acuerdo de Paz, sino la recuperación económica y el mejoramiento de las condiciones de vida de millones de colombianos que por cuenta de la Pandemia y de las equivocadas decisiones adoptadas por Duque en materia de política económica, perdieron el empleo y se acercaron a niveles de pobreza absoluta.

En las pasadas elecciones presidenciales vimos a Rodolfo Hernández cumplir el rol de títere del uribismo y de la godarria colombiana. También estuvo dispuesto a lo mismo Federico Gutiérrez, alias Fico, el ungido de Uribe Vélez. Y en ese movimiento pendular de 2022 también estuvo Sergio Fajardo Valderrama, quien quiso ser el muñeco cuyos hilos los manejara Uribe Vélez y el GEA.

Si bien el Titerazgo se inaugura con Duque, ello no quiere decir que la práctica sea nueva. No. Por supuesto que la historia política colombiana está colmada de ejemplos de Titerazgos, pues los candidatos presidenciales, en su gran mayoría, suelen ser las marionetas de los banqueros, empresarios y militares, que, en cofradía, terminan por apoyar económica, política y militarmente a quienes se comprometan a mantener las condiciones internas y las correlaciones de fuerza al interior del Establecimiento.

Ya veremos en el 2026 quiénes querrán parecerse al fatuo e infantil de Iván Duque, el más grande y visible títere que el régimen de poder (el uribismo) impuso. Lo que no contaban es que el muñeco les salió defectuoso y resultó ser un fiasco total. ¿Se cuidará el uribismo y la derecha de equivocarse llevando a la Casa de Nariño a otro títere?


Imagen tomada de Youtube


METRO DE BOGOTÁ Y CONCEPCIÓN DE ESTADO

 

 

Por Germán Ayala Osorio

 

En las discusiones sobre si el Metro de Bogotá debe ser elevado o subterráneo aparecen asuntos técnicos, presupuestales y por supuesto, políticos, que no necesariamente se reducen a un conflicto de egos, aunque está ahí la disputa entre la alcaldesa Claudia López Hernández y el presidente de la República, Gustavo Petro Urrego.  En los elementos que corresponden al ámbito de la política,  los medios de comunicación se encargan, hábilmente, de soslayar un factor de fondo que no lo contemplan quienes le vienen apostando a someter la operación del Metro, a las lógicas y dinámicas de Transmilenio: el sentido de lo colectivo, del bien común.

Este factor de lo colectivo o del bien común deviene problemático para quienes están interesados en hacer operar el Estado (local, distrital, regional o nacional) únicamente desde los intereses privados y corporativos. Es decir, favorecer económicamente a unos cuantos, en detrimento de las aspiraciones de millones de habitantes y del sentido de lo colectivo que debería arropar el funcionamiento del Estado.

Con la llegada de Petro al poder, este y sus más cercanos colaboradores, tienen la idea de que es posible revertir más de 30 años de operación de un Estado privatizado en su espíritu y accionar, en particular cuando participa de grandes obras de infraestructura. Es posible hacer un breve listado de obras civiles y de negocios que, inspirados en un Estado capturado por mafias políticas (familias y clanes), naturalizaron que en lugar de beneficiar a las grandes mayorías, dichas obras deben, per se, favorecer los intereses de unas cuantas familias: la Ruta del Sol, el manejo de las basuras en Bogotá antes de que llegara el alcalde Petro a tocar esos intereses y las concesiones viales y los altísimos costos de los peajes.

Mientras se siga asumiendo que lo mejor para el país es mantener los altos niveles de captura y privatización del Estado, las actuales obras y las que vendrán en lo consecutivo, seguirán beneficiando a unos pocos, aunque aparentemente parezca que mejorarán la calidad de vida de los colombianos. Los casos de Transmilenio y el Mío, en Cali, y los otros sistemas puestos en marchas en otras ciudades, entran dentro de esa condición. Haber condenado a los capitalinos a los buses articulados, por el capricho y los intereses, individuales y corporativos de Enrique Peñalosa, sirve de ejemplo para explicar la negativa concepción del Estado que tuvo y que defiende aún este ladino vendedor de buses; los mismos que defendió Claudia López Hernández y los que defenderán Galán y Oviedo, si uno de ellos llega al Palacio Liévano.

Así, las diferencias técnicas y presupuestales alrededor de obras civiles de gran calado como la construcción del Metro para Bogotá o de vías 4 y 5G tienen en la concepción de Estado a su fuente principal y tema de discusión que hoy las empresas mediáticas y los amigos del Metro elevado de Bogotá evitan dar, justamente, porque su ethos no les permite reconocer en el Estado a un actor político definitivo para generar condiciones de bienestar para todos, incluidos los particulares, siempre y cuando se dejen de lado la mezquindad y los acuerdos establecidos entre mafias políticas y firmas constructoras.

Quizás esté lejano el día aquel en que todos los colombianos entendamos que continuar operando el Estado colombiano de la manera como se viene haciendo, solo sirve para dividirnos más y por esa vía, consolidar el individualismo, el “cvy”, el ethos mafioso y por supuesto, altos niveles de insatisfacción social.



Imagen tomada de la Empresa Metro

lunes, 16 de octubre de 2023

EXRECTOR DE LOS ANDES, ALEJANDRO GAVIRIA, DEJÓ VER SU TALANTE URIBISTA

 

Por Germán Ayala Osorio

Alejandro Gaviria Uribe quiere parecerse, en sus modales y discurso, al inefable expresidiario y expresidente, Álvaro Uribe Vélez. En un cruce de trinos con otro usuario de la red social X, soltó esta amenaza contra el presidente Gustavo Petro, que lo acerca al talante del vulgar político antioqueño: “en 2026 se tiene que ir. Sale o lo sacamos”. Claro que el sentido del acto de habla del exministro de Educación de Petro se acerca al de la frase proferida por el congresista uribista, Miguel Polo Polo, quien le mandó este mensaje al presidente de la República: “o se aquieta, o lo aquietamos”. Recordemos una famosa frase de las tantas que ha pronunciado públicamente el “rufián de esquina”, Álvaro Uribe Vélez: “o se callan, o los callamos”.

Los tres son actos de habla desafortunados, violentos y que hablan muy bien del real talante de quienes los pronunciaron. La verdad es que de Uribe Vélez y Polo Polo solo se pueden esperar estos improperios y amenazas pues ambos exhiben un pobre capital cultural que suele confundirse con “valentía, carácter, arrojo y combatividad política”.

Volvamos a la amenaza proferida por el académico. Aunque no se conoce el contexto en el que profirió el ultimátum, parece que Gaviria Uribe tiene información o la simple sospecha de que Petro no entregará el poder en el 2026, cuando termina su mandato. Eso explica la violenta reacción del controvertido exrector de los Andes, quien, de acuerdo con lo dicho, estaría dispuesto a todo, con tal de sacar de la Casa de Nariño a Gustavo Petro.

Profesor Gaviria Uribe, morigere su lenguaje. Si cree que, al pasar de un discurso académico, a arengas y amenazas muy propias del patán de El Ubérrimo conseguirá votos y el respaldo popular, se equivoca. Lo único que ganará es que el electorado lo compare y asimile con el lenguaje coloquial y burdo que usa Uribe Vélez. Y si cree que el portal de Semana es la mejor plataforma para mantenerse como figura política y opción electoral, vuelve a equivocarse, profesor.

Guarde compostura y prepárese para ser una opción real de poder, alejada de la doctrina uribista y de la patanería de varios de sus miembros. No se desdibuje de esa manera, profesor Gaviria. Parecerse a Polo Polo, a María Fernanda Cabal, a Ernesto Macías y al propio Uribe no puede ser la opción para que un académico busque aceptación social en un país lleno de patanes y de machos cabríos dispuestos a “dar en la cara marica”.

Su salida del gobierno y sus posteriores declaraciones sobre Petro y el proyecto de reforma a la salud, así como su defensa a ultranza de las EPS y ahora su desafortunada amenaza, van consolidando una idea negativa como persona y político. No caiga en la trampa de quererse parecer al uribista promedio: básico, hostil, pendenciero, poco leído e intolerante con el diferente.




Imagen tomada de EL PAÍS.

LAS ESCARAMUZAS VERBALES ENTRE PETRO Y LA CANCILLERÍA ISRAELÍ

 

Por Germán Ayala Osorio

 

En las escaramuzas verbales entre el presidente de Colombia, Gustavo Petro, su Canciller Leyva Durán y la diplomacia israelí hay una historia de sometimiento de la política exterior colombiana a los intereses de los Estados Unidos en la convulsionada región del Medio Oriente.

Poco o nada los antecesores de Petro intentaron apostarle a multilateralismo, con el fin de desmarcarse del tutelaje americano sobre Colombia. Si hacemos un poco de historia, encontramos un patrón en varios gobiernos de Colombia que fueron obsecuentes con las acciones y decisiones adoptadas por los Estados Unidos en Oriente medio, como la invasión y el saqueo a Irak y el sistemático respaldo a la ocupación israelí a territorio palestino y el no reconocimiento de Palestina como un Estado soberano.

Andrés Pastrana Arango (1998-2002), con su Plan Colombia, confirmó que poco o nada le interesó el multilateralismo, pues le apostó a que los gringos se metieran de lleno al conflicto armado interno con el famoso plan de intervención militar. Luego vendría Álvaro Uribe Vélez (2002-2010), quien a sabiendas de que los gringos sabían de sus andanzas como director de la Aerocivil, se hincó como nadie a sus intereses en el país, como en el conflicto entre Palestina e Israel. Juan Manuel Santos (2010-2018) intentó jugar al multilateralismo, sin que haya sido para él una obsesión política. Eso sí, reconoció como Estado a Palestina, decisión que se aplaude por ser un elemento esencial para resolver el conflicto con Israel. Luego vendría el gobierno del infantil, fatuo y manso de Iván Duque Márquez (2018-2022), un gris político que pasó ya a la historia como el títere de Uribe, lo que confirma, por supuesto, la continuidad de la política exterior colombiana sujeta a lo que dijera Washington o el Departamento de Estado.

Con los señalados antecesores de Gustavo Petro, el patrón diplomático era claro: mantener las buenas maneras de una diplomacia meliflua, falsa e hipócrita, lo que los obligaba a no criticar un orden internacional criminal liderado desde Occidente por los Estados Unidos, convertidos de tiempo atrás en el más grande policía del mundo.

Baste con recordar dos hechos políticos que confirman el espíritu proamericano de Uribe y Duque: el primero, la intención manifiesta de intervenir militarmente en Venezuela durante la administración de Uribe Vélez. “Nosotros teníamos pruebas de los campamentos guerrilleros en Venezuela, filmaciones de personas nuestras que ingresaron allá. Entonces, tenía tres opciones: quedarme callado y si eso hubiera pasado, hoy sería difícil presentarme ante ustedes. La otra opción era realizar un operativo militar en Venezuela, me faltó tiempo. Y la otra, fue lo que hicimos, denunciar ante la OEA", dijo Uribe al periódico El Colombiano; y el segundo, la payasada que armó Iván Duque en la frontera con Venezuela, a la que llamó el “Cerco Diplomático”. Incluso, el pueril subpresidente alcanzó a ponerle horas a la dictadura de Maduro para que se derrumbara.

Con la llegada de Gustavo Petro a la Casa de Nariño, quedó claro que habría cambios en la política exterior del país. Petro le apuesta al multilateralismo, pero, sobre todo, a ponerle condiciones a los americanos al momento de responder a circunstancias y retos complejos como los que hoy enfrenta el mundo con el escalamiento militar del conflicto étnico-territorial entre Israel y Palestina.

Petro empezó con su discurso ambiental a criticar al norte opulento, responsable en gran medida de las crisis climáticas que confluyen en lo que hoy se conoce como el Cambio Climático. Ahora, con el ataque terrorista de Hamás contra blancos civiles y la respuesta genocida de Israel contra el pueblo palestino, Petro nuevamente se deslinda de USA y azuza a que toda América Latina haga lo mismo, rechazando la violenta venganza del Estado de Israel. A pesar de sus críticas al orden mundial, Petro cree profundamente en la ONU como escenario multilateral en el que se puede encontrar fórmulas de solución al conflicto entre Palestina e Israel.

Adenda 1: Sería bueno que tanto el presidente Petro y su Canciller, Leyva Durán, como el cuerpo de relaciones exteriores de Israel le bajen el tono a la pugnacidad verbal. En particular, porque interna y mediáticamente, la derecha sabe explotar muy bien ese tipo de polémicas, para generar miedo e incertidumbre en los colombianos.

Adenda 2: la suspensión de las exportaciones de Israel hacia Colombia de todo lo concerniente a seguridad, bien puede ser una oportunidad para que el país fortalezca a Indumil y extienda las compras de material militar a otros países, como Brasil, que en otrora le vendió a Colombia los tanques Urutu y Cascabel, fabricados por la desaparecida empresa Engesa.

 


Imagen tomada de Diario La Libertad. 


domingo, 15 de octubre de 2023

RELACIONES DE COLOMBIA CON ISRAEL: ¿EN VILO?

 

Por Germán Ayala Osorio

La decisión unilateral de Israel de detener la exportación de “seguridad”, es decir, de suspender el envío a Colombia de aeronaves y tecnología militar es, a todas luces, retadora y con un tinte vengativo ante la postura asumida por el presidente Petro, frente a los asimétricos enfrentamientos militares entre el grupo Hamás y el Estado de Israel. Hamás solo puede plantearle a la poderosa Israel una guerra de guerrillas, lo que supone golpes de mano como el que dicha organización terrorista propinó a la hasta ayer segura Israel. El ataque, sorpresivo y violento, fue agravado en su magnitud por la prensa internacional, la misma que evita calificar con el mismo adjetivo la operación venganza que desató Israel sobre la Franja de Gaza y que deja ya miles de muertos, entre ellos, niños y niñas.

Frente a la decisión política, el presidente de Colombia respondió de inmediato: “Si hay que suspender relaciones exteriores con Israel las suspendemos”. Exagera la cancillería israelí al calificar las declaraciones del presidente Petro de “hostiles y antisemitas”. Convendría que tanto el presidente de la República como los responsables de las relaciones políticas, económicas y diplomáticas de Israel, le bajaran al tono y morigeran sus reacciones.

Israel esperaba que la Cancillería colombiana y en particular el presidente de Colombia rechazara, con firmeza, el ataque artero que Hamás perpetró contra civiles en territorio israelí. Aunque así sucedió en un primer comunicado de la entidad nacional, en un segundo comunicado la Cancillería cambió radicalmente el sentido de la postura oficial. El 7 de octubre emitió un comunicado en el que se leyó que “el Gobierno de Colombia condena con vehemencia el terrorismo y los ataques contra civiles que han ocurrido en la mañana de hoy en Israel, y expresa solidaridad con las víctimas y sus familias. Igualmente, hace un llamado para que cesen la violencia y las provocaciones, puesto que con ello se causa mayor sufrimiento y se crean obstáculos para la solución del conflicto”.

Luego, un día después aparece otro comunicado en el que el término “terrorismo” no aparece, lo que supone que la primera reacción de la Cancillería se dio sin consultar al presidente de la República. En esta segunda misiva se lee: “El Gobierno de Colombia reitera el llamado a retomar, de manera urgente, el diálogo entre Israel y Palestina para iniciar un proceso de paz que conduzca a la coexistencia pacífica, dentro de fronteras seguras acordadas mutua e internacionalmente reconocidas, con pleno respaldo a la integridad territorial de las partes”. Igualmente, expresa su más enérgica condena a las afectaciones a civiles que han ocurrido en la mañana de ayer y de hoy.  El Gobierno de Colombia manifiesta su solidaridad con las víctimas y sus familias, al tiempo que hace un llamado para que cesen la violencia y las provocaciones. La violencia sólo causa mayor sufrimiento y profundiza obstáculos en la búsqueda de una solución del conflicto. En este sentido, Colombia hace un llamado a la comunidad internacional”. Quizás ese bandazo que dio la Cancillería colombiana, más lo dicho por el presidente Petro en su cuenta de X, o mejor, por lo no dicho o lo que Petro calla, el gobierno de Israel tomó la medida económica.

La postura del jefe del Estado se explica porque Petro rechaza y busca subvertir esa parte del orden internacional que respalda sin restricciones la violenta reacción de las fuerzas militares israelitas contra del pueblo palestino.

Por su historia política, Gustavo Petro cierra filas para que se proteja a los más débiles, esto es, a la población civil y de contera, defiende la causa palestina, sin que ello signifique que sea pro-Hamás y mucho menos antisemita como lo vienen tildando algunos sectores de la prensa colombiana, alineada con la derecha internacional que respalda a Israel. Recientemente, en cuenta de X, dijo: "Desde muy joven estudie el conflicto palestino israelí y sé de la inmensa injusticia que ha sufrido el pueblo palestino desde 1948. Igual que sé de la inmensa injusticia que sufrió el pueblo judío por los nazis en Europa desde 1933. Si hubiera vivido en la Alemania del 33 hubiera luchado al lado de los judíos y si hubiera vivido en Palestina en 1948 hubiera luchado del lado palestino". Este no es precisamente el pensamiento de un antisemita. 

Hay que decirlo sin ambages: tanto Israel como Hamás cometieron actos de terror. Ambos atacaron blancos civiles y, por ende, los dos bandos violaron el DIH. Lo demás, son las siempre interesadas e hipócritas posturas diplomáticas de aquellos países, que, con sus presidentes, jefes de Estado y de gobierno, optaron por evitar la discusión de fondo: el reconocimiento de Palestina como Estado y el retiro de Israel de los territorios que viene ocupando de tiempo atrás.  

Estos no son tiempos para que los países latinoamericanos extiendan en el tiempo posturas políticas pro-orden internacional, a sabiendas de que ese orden internacional deviene injusto y criminal por cuenta de una entidad como la ONU que advierte ya un agotamiento en su legitimidad, justamente, porque países poderosos de Occidente vienen legitimando al aplastamiento del pueblo palestino.



Imagen tomada de El Espectador. 

sábado, 14 de octubre de 2023

EN LA TUMBA DE SEMANA ONDEAN LAS BANDERAS DE ISRAEL Y DEL CENTRO DEMOCRÁTICO

 

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social-periodista y politólogo

 

Con la más reciente portada de la “revista” Semana, el grupo Gilinski y la señora Victoria Eugenia Dávila, acaban de darle un entierro de quinta a la publicación que en décadas anteriores fuese un referente de periodismo.

En la tapa del folleto se lee: “Gustavo Petro se convirtió en un títere de Rusia e Irán y no condenó el sangriento ataque terrorista de Hamás contra Israel. El presidente mostró su faceta antisemita”. Sin duda alguna, una exageración, una mirada irresponsable e irreal, así como una lectura maliciosa de su directora, quien funge más como activista y estafeta de los intereses de sus patrones, que como periodista.

En una democracia, los medios de comunicación juegan un papel fundamental, bien para consolidarla como una forma de gobierno, o para apuntalarla como una lejana aspiración civilizatoria. Para el caso colombiano, vivir en democracia sigue siendo un sueño lejano, en virtud de sus restricciones, problemas y de su devenir formal, atado por supuesto, a las históricas condiciones corporativas en las que viene operando el Estado y la atomización de sectores de la sociedad civil, obligados a defenderla y a exigir su consolidación.

Así entonces, el periodismo y los periodistas deberían, en condiciones normales, operar como defensores de la democracia o mejor, ser sus <<perros guardianes>>. Cuando no se logra que los periodistas defiendan la democracia, en su sentido más liberal, entonces, periodistas y empresas mediáticas se convierten en agentes serviles y en amanuenses de los responsables de que esa democracia sea apenas un remedo, y que esté más cercana a un régimen de mano dura.

Para el caso de Colombia, infortunadamente sus periodistas y las empresas mediáticas en un alto porcentaje, poco han fungido como <<perros guardianes>> de la democracia. Por el contrario, vienen cumpliendo la ingrata e innoble tarea de defender a dentelladas los intereses de una élite empresarial y política dedicada a impedir su profundización, en el sentido propuesto por Chantal Mouffe.

Medios escritos como EL TIEMPO y de un tiempo para acá la “revista” Semana, fungen como defensores rabiosos y estafetas del oprobioso régimen de poder que orientaron Uribe-Duque, siguiendo las instrucciones del inefable banquero, Sarmiento Angulo. A esta innoble función se unen medios radiales como la W y la FM; y medios televisivos, como los noticieros privados RCN, Caracol y CM&. Todas estas empresas están haciendo oposición política, porque actúan más como actores políticos, que como medios de información. Para estas, el ejercicio del periodismo pasó a un segundo plano, pues lo que les importa es deslegitimar al gobierno de Gustavo Petro y si es posible, generar las condiciones políticas que lleven a un golpe blando y luego, tratar de tumbarlo a través de un soñado golpe militar.

Al revisar las circunstancias en las que operan la democracia y el periodismo en Colombia, se puede colegir que atraviesan por una profunda crisis de credibilidad y legitimidad. Lo que viene sucediendo con la revista Semana, cuyo manejo editorial y económico está en manos del empresario Gabriel Gilinski, es una muestra innegable de la simbiosis entre empresarios y periodismo, asociación que expone públicamente la crisis de la democracia y del oficio más bello del mundo, según García Márquez.

Los recientes cambios en la dirección de la revista Semana están dirigidos y se explican por la decisión política y editorial del señor Gilinski, de convertir a la hasta ayer prestigiosa publicación hebdomadaria, en un órgano defensor de lo que se conoce como el “uribismo” y todo lo que este representa en materia de un desarrollo económico a todas luces insostenible desde las perspectivas cultural, social, ecológica y ambiental. Y ahora, la tenebrosa publicación entró en la dinámica de defender al criminal Estado de Israel y al sionismo.

Hay que recordar que las renuncias en desbandada de grandes periodistas como Ricardo Calderón, María Jimena Duzán, Alejandro Santos, Vladdo, Federico Gómez, Johanna Álvarez y José Monsalve le permitieron a la señora Dávila convertir a Semana en una asqueante trinchera ideológica y política.

La llegada de Dávila y de Salud Hernández como columnistas fue la continuación del giro a la (ultra)derecha de la “revista”, y por esa vía, la construcción de un ambiente laboral y periodístico hostil para aquellos periodistas acostumbrados en Semana a pulsar y a molestar a los poderosos con rigor y ética periodística. La accidentada salida del columnista Daniel Coronell fue el primer aviso del giro ideológico y político que sufriría Semana después.

Bajo la dirección editorial de la señora Dávila, Semana deja de ser un medio periodístico para convertirse en una oficina de divulgación de los intereses políticos y empresariales del mecenas que la sostiene. El mismo Gabriel Gilinski le recordaba a Daniel Coronell, que era “uribista y trumpista”.

Así entonces, el 10 de noviembre de 2020, el país periodístico asistió a la muerte de la revista Semana y al nacimiento de una empresa de mensajería política. Con la portada de hoy 14 de octubre de 2023, el mismo país asiste al entierro de quinta categoría de una gloriosa publicación. En su tumba reposan las denuncias hechas por periodistas y columnistas que, como <<perros guardianes>> de la democracia, jamás cohonestaron con la corrupción en instituciones estatales. Al morir Semana, la democracia colombiana sufre un golpe importante. En el sepulcro, ondean las banderas de Israel y del Centro Democrático.

 Y es claro que, de cara a las elecciones de 2026, esta nueva empresa de mensajería será el bastión (des) informativo que apoyará el proyecto político del sub judice ciudadano, Álvaro Uribe Vélez y de toda la ultraderecha colombiana. Se trata del mismo proyecto que busca debilitar aún más la ya disminuida democracia colombiana y atravesarse para que el progresismo se consolide.  Y para ello, no se necesitan periodistas y columnistas críticos. La Semana de Dávila es, desde ya, el apéndice del proyecto político del más grande iliberal de Colombia: el expresidiario 1087985.



Imagen tomada del portal Semana.com

viernes, 13 de octubre de 2023

HINCHAS DEL FÚTBOL Y POLÍTICOS: PARECIDOS RAZONABLES

 

Por Germán Ayala Osorio

 

“Rojo significa vida, mijo”, les dijo, en tono de papá regañón, el alcalde de Cali, a la horda de hinchas del América que salieron a cazar con machetes, pate de cabras y cuchillos a un hincha del Cali. Si, salieron a asesinarlo porque portaba una camiseta del Deportivo Cali. No les importó que una mujer, al parecer su madre, lo acompañaba.

Contrario a lo que se pueda pensar, el Fútbol y Política tienen mucho en común, en particular en Colombia. Comparten prácticas, discursos, acciones y símbolos violentos. En otrora, conservadores y liberales también salían a cazarse, a asesinarse, porque unos y otros agitaban trapos alusivos a los partidos políticos Liberal y Conservador; la dirigencia de esas dos colectividades, usó a sus militantes, los instrumentalizó para que, a través de la violencia, les dieran gloria a quienes jamás les interesó construir una nación civilizada; lo mismo hacen los equipos de fútbol con sus hinchas: los usan, los instrumentalizan, para llenar las arcas de unas organizaciones deportivas vendedoras de ilusiones, verdaderas fábricas de frustrados que cada ocho días salen de sus casas a vomitar amarguras, pesares y frustraciones en estadios, templos de múltiples formas de violencia. Como barras bravas se identifican. No hay nada más que decir. Los periodistas deportivos también se sirven de las hinchadas para ganar rating.

La corrupción, por ejemplo, es una práctica que comparten los dirigentes políticos y deportivos. Señalado como corrupto por abogados y con procesos disciplinarios y fiscales abiertos, Jorge Iván Ospina se atreve a regañar e incluso a amenazar con judicializar a los miembros de la horda de machitos que intentaron asesinar a quien tuvo la mala fortuna de ponerse el odiado trapo verde. Y lo hace, porque estas infantes bestias poco o nada comprenden de política, y mucho menos de las finas redes de corrupción que conectan a políticos y dirigentes del fútbol. Baste con recordar los tiempos en los que los Rodríguez Orejuela o Rodríguez Gacha metieron sus sucias manos en el América y Millonarios y patrocinaron campañas de congresistas y hasta de varios presidentes de la República. En general, el fútbol bien podría ser el más grande lavadero de dinero de diversas mafias. A lo que hay que sumar las prácticas esclavistas expresadas en la venta y compra de jugadores, en un mercado mundial, de trata de deportistas.

Las medidas que anuncian las autoridades parecen sacadas de un viejo y raído manual: se les prohibirá el ingreso a los estadios, serán judicializados y reseñados; y antes de los partidos, más anillos de seguridad. Más policías. Pero los violentos volverán porque el país sigue estancado en disímiles formas de violencia, que expresan con inusitada claridad que nos odiamos. Por ejemplo, la élite tradicional, odia a los pobres y a los jóvenes que salieron a exigir sus derechos durante las movilizaciones durante el estallido social. Dentro la policía hay policiales que odian a los pobres. Las autoridades saben que antes, durante y después de los partidos, grupos de hinchas pactan duelos a muerte a través de las redes sociales. Y optan por dejar que dichos eventos ocurran. Los miembros de las guerrillas odian a los que ellos llaman burgueses. También odian a la naturaleza, por eso dinamitan el oleoducto caño limón-Coveñas. Y en elecciones, aspirantes de cargos públicos, ocultan con un fino cinismo, su odio al pueblo que los abraza, que vitorea sus nombres.

Poco han valido los acuerdos entre barras y varios procesos de intervención social en las barriadas de las que brotan las catervas bestializadas, hijos todos de la Colombia mafiosa y violenta.

Quizás el mayor error que cometieron conservadores y liberales fue pensar y creer en los discursos de los directores de los dos partidos políticos; y quizás el error, grave por demás, de los hinchas del fútbol, del Cali, del América, del Junior, de Santa Fe, de Nacional, de Millonarios… es depositar en sus jugadores, la posibilidad de alcanzar la felicidad.

A lo mejor la solución es más fácil de lo que parece: hay que decirles a los hinchas de las barras bravas, que sus vidas son insignificantes para los jugadores de fútbol y para los dirigentes. Decirles también que las fortunas que acumulan sus ídolos hacen parte de un sistema político y económico que necesita de ellos en calidad de subalternos y sometidos. Explicarles de una vez por todas que su pobreza y frustraciones se las deben, por igual, a la dirigencia política y del fútbol que los mira con desprecio. Si esta estrategia no funciona, entonces no hay nada que hacer porque la enfermedad se llama estupidez.

 

Adenda: hincha del Deportivo Cali, retirado de los estadios, por salud física y mental. No me inspira volver a pisar las graderías del Palmaseca. Dejé de sufrir, porque comprendí, a mis 20 años, que no podía seguir depositando mi felicidad en las habilidades y en los intereses de 11 jugadores que jamás supieron de mi existencia y mis anhelos.



Imagen tomada de Tropicana

EMILIO TAPIA: UN CORRUPTO PARADIGMÁTICO

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Hay consenso alrededor de la idea de que el problema más grave del país es la corrupción público-privada. Y que semejante problemática está atada al comportamiento de la élite política, social y económica que históricamente ha actuado guiada por un ethos mafioso, el mismo que orienta a buena parte de la sociedad colombiana.

Por tratarse de un problema cultural, las prácticas corruptas contaminaron los ámbitos de operación del Estado, de la sociedad y del mercado. Así, por tratarse de un asunto naturalizado, la corrupción y en general la comisión de un sinnúmero de delitos contra la función pública y toda suerte de crímenes, tienen en común dos elementos que se complementan: el primero, fundado en el “mal ejemplo” que dan políticos, empresarios, artistas o deportistas desde sus confundidos ámbitos públicos y privados. Y el segundo, en los análisis, los cálculos o las valoraciones económicas que hacen los corruptos, los criminales o las mafias de las que hacen parte, al momento de cometer un ilícito.

En lo que respecta al primero, en Colombia el “mal ejemplo” cunde de la mano de gobernadores, alcaldes, presidentes, empresarios, banqueros, rectores de universidades privadas y congresistas, entre otros, que conocen muy bien los vacíos de las normas, y, por tanto, saben qué esguinces pueden hacerles al momento de firmar un contrato o de caducarlo. Por eso será que para los colombianos el refrán “hecha la ley, hecha la trampa” tiene tanto sentido y constituye un principio de obligatorio cumplimiento en su retorcida eticidad.

Con el registro diario que los medios masivos hacen de los casos de corrupción pública y privada, se pensaría que la sociedad terminaría por rechazarlos con vehemencia y movilizándose en contra de los corruptos. Ha sucedido todo lo contrario. La experiencia negativa con el referendo contra la corrupción promovido en 2018 y que no pasó el umbral, expresa con claridad que informar sobre estos asuntos no garantiza la toma de conciencia en las audiencias y que la corrupción está tan arraigada, que salir a votar para proscribirla iría en contravía de los intereses de los votantes que en algún momento de sus vidas recibieron beneficios de una acción corrupta.  

La comisión de un delito o de un crimen supone la comprensión de una realidad irrefutable: la justicia no opera, porque hay jueces que aceptan sobornos y por ello dilatan los procesos hasta que prescriben o precluyen, o son benévolos con los delincuentes, en particular cuando estos son de cuello blanco, porque esos mismos operadores judiciales se han beneficiado de las relaciones que han establecido con el poder que tienen los procesados, o porque quizás piensan en que se podrían beneficiar más adelante si logran absolverlos.

Y para abordar el tema de las valoraciones económicas que suelen hacer los criminales y los corruptos es preciso hablar de la “economía del crimen” o la “economía del delito”, para entender sus alcances en casos de políticos corruptos y de casos famosos de corrupción como el “Carrusel de la contratación” en Bogotá, el de Odebrecht, el de Hidroituango y recientemente los de Emcali y el que recién se está descubriendo en la Sociedad de Activos Especiales (SAE). El economista Gary Becker, citado por Marcos David Silva (2021), dice que las “conductas criminales tienen racionalidad económica y que cada criminal le asigna un precio diferenciado a cada crimen. Si un delito es mayor a los costos resulta “caro”… ¡y no lo comete! Un criminal, solamente elige lo que le conviene, o sea, maximiza su utilidad”.

Pues bien, la Fiscalía imputó hace ya hace un tiempo, cargos al ya reconocido corrupto Emilio Tapia, por la corrupción que se dio en varios contratos al interior de las empresas públicas de Cali, Emcali y por el caso de Centros Poblados. Ya el ladino personaje había sido sancionado penalmente por lo sucedido con el “carrusel de la contratación” en Bogotá. Las pérdidas en los casos de Emcali y en el Carrusel de la Contratación fueron multimillonarias, confirman la teoría de Becker, en particular en lo que tiene que ver con la racionalidad económica que corruptos y criminales exponen a la hora de valorar los riesgos al momento de cometer sus fechorías. Esa constatación es importante, pero lo que más preocupa es que agentes corruptos como Emilio Tapia se eternicen en sus prácticas, a pesar de las sanciones que la justicia le ha impuesto.

Tan serio es el asunto, que Emilio Tapia es un referente ético y moral para cientos de ciudadanos cuyo sentido de la eticidad y de la moralidad pública coincide con el actuar sucio y doloso del nefasto personaje. Es casi un “paradigma” para las mafias que se enquistaron en los partidos políticos, en instituciones del Estado y las que de tiempo atrás operan entre agentes de la sociedad civil y congresistas. Lo más probable es que Tapia haya hecho cuentas de los millones de pesos que logró acumular de manera ilegal, en relación con las penas que la justicia le impuso y le impondrá de nuevo. Su recurrencia es la prueba fehaciente de que ser corrupto paga, pues las sanciones penales son poco severas y lo más importante y preocupante: no hay sanción moral, lo que le permitió a Tapia encontrar en Emcali los socios para continuar delinquiendo.

En El Espectador se lee que “la Fiscalía acusó formalmente a Emilio Tapia por, supuestamente, apropiarse de más de $5.000 millones de dinero público en mayo de este año. Según la investigación, Tapia “habría contactado a dos personas para que prestaran los nombres, experiencia y capacidad financiera de sus empresas para conformar la unión temporal. A cambio, les pagaría $4.000 millones. De esta manera, Centros Poblados se constituyó, licitó y, con la información falsa sobre su conformación, indujo a error a los funcionarios de Mintic que le otorgaron el contrato”.

Con todo y lo anterior, Emilio Tapia es un referente para los corruptos que pululan en Colombia y que hacen negociados con alcaldes y gobernadores, de la mano de los clanes políticos que a diario son noticia porque uno o varios de sus miembros, son llamados a juicio, o se libran órdenes de captura. Así vayan a la cárcel, la economía del delito les funciona de maravilla.



Imagen tomada de youtube.com

jueves, 12 de octubre de 2023

NO APRENDIMOS LA LECCIÓN

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Los ataques de Hamas y la vengativa y brutal respuesta del ejército israelí confirman que el espíritu terrorista es compartido por el grupo extremista palestino y por el Estado de Israel. Sin ambages, hay que condenar ambas acciones.

Los apoyos mediáticos, políticos y sociales a la reacción temeraria de Israel sirven también para pensar que cientos de miles de miles colombianos, a pesar de los 50 años de conflicto armado interno, no aprendieron la lección humanitaria que señala que antes de brindar apoyo a los guerreros, lo que se debe hacer como pueblo civilizado es poner el foco en las víctimas que producen los bandos enfrentados. La atención siempre habrá que ponerla en quienes sufren, en particular en las mujeres y los niños, porque al final de las guerras todos son perdedores, hasta aquellos que vitorean una pírrica victoria militar, frente a la pérdida de humanidad. ¿De qué sirve una medalla manchada de sangre?

En las lecturas ideológicas y políticas que de los hechos bélicos protagonizados por estas dos fuerzas se vienen haciendo en Colombia, afloran actitudes de irrestricto respaldo a la actitud vindicativa asumida por el Estado de Israel, legitimada por el “derecho a defenderse” del ataque artero de Hamas; de otro lado, otros validan sin crítica alguna, la incursión armada del grupo extremista palestino. Es decir, en esas dos miradas no hay lugar para pensar en las víctimas civiles, en las mujeres y menores secuestrados y en el fuego exterminador que movió a Hamas y a Israel al momento de ejercer el “derecho de atacar” al otro, por motivaciones históricas que comprometen la seriedad de la ONU y del Consejo de Seguridad y a la inteligencia de los seres humanos, especie que hace rato convirtió al planeta en un sideral matadero.

La imagen de la bandera israelí proyectada en la fachada del Movistar Arena da cuenta de la lectura parcializada de la historia y de los lamentables hechos que hoy ocupan la atención del mundo. Y no se trata de, en un pretendido equilibrio, de exigir que se haga lo mismo con la de Palestina, para saldar las diferencias. No. Ambos “trapos” simbolizan la degradación moral y el envilecimiento por razones étnico-territoriales y religiosas. Así Hamas no sea el “ejército oficial” de Palestina, sus líderes agitan esa bandera dando a entender que sus acciones armadas devienen legitimadas por el sufrido pueblo palestino, cuando no es así.

Desconozco quién dio la orden de proyectar la bandera de Israel en la fachada del imponente recinto. Hubiera sido más sensato e inteligente exponer un llamado a parar las hostilidades y ponerse del lado de las víctimas que vienen dejando los guerreros de Hamas y del ejército israelí, que solo saben cumplir órdenes, así estas los conviertan, al final de la historia, en simples asesinos.

Pienso que la guerra es el escenario perfecto para la estupidez humana. Por ello siempre estará presente entre nosotros. Hamas y la tropa israelita lo vienen demostrando a través de su larga disputa. De la misma manera, los militares, paramilitares y guerrilleros colombianos, trenzados en una guerra fratricida que parece no tener fin, llevan 50 años probándonos que hacemos parte de la más aviesa especie que jamás se posó en este planeta. Por todo lo anterior, no hay, ni habrá lugar seguro en el mundo mientras exista el ser humano.

Insisto: los colombianos que defienden a rabiar al grupo Hamas y otros que hacen lo propio con el Ejército israelí, no aprendieron la lección humanitaria que de los más de 50 años de guerra interna en nuestro país debemos sacar con el objetivo de convertirnos en un pueblo, en una sociedad que valore la condición civil, por encima de los guerreros y de quienes, desde perfumadas oficinas, dan las órdenes de atacar. Estoy convencido, como civil que soy, que todo ser humano en armas, sin importar la causa que defienda y de quién escriba la historia, es un potencial asesino o uno ya consumado.

Por todo lo anterior, las sotanas, crucifijos y la bota militar deben, y por seguridad, estar confinadas en abadías y cuarteles, en un eterno invierno.




miércoles, 11 de octubre de 2023

MAGISTRADO BOTERO Y SU TUTELA CON TUFILLO MACHISTA

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Colombia es el país de las leguleyadas y el de los exabruptos jurídicos. Así lo confirma el magistrado Gerardo Botero con la acción de tutela que interpuso en contra de la terna que envió el presidente Petro a la Corte Suprema de Justicia, de solo mujeres, para remplazar al actual fiscal general. Aunque hace unas horas la Corte Suprema de Justicia negó la pretensión de devolver la terna conformada solo por mujeres, no deja de llamar la atención del magistrado Botero. Horas después, el Consejo de Estado inadmitió el recurso jurídico del togado, lo que no solo confirma la legitimidad y legalidad de la terna enviada y cambiada por el presidente, sino el machismo que inspiró a Botero a presentar el derecho de amparo. 

Aduce Botero que en la corta lista debe aparecer por lo menos un hombre, porque “viola el derecho a la igualdad y equidad de género”. ¿En qué país vivirá el magistrado Botero? Parece olvidar el togado que la sociedad colombiana es machista y patriarcal, factor sociocultural que permea a varias instituciones estatales y a la propia dinámica político-electoral dominada históricamente por hombres, lo que garantiza el predominio masculino en altos cargos públicos, sin importar si son de elección popular.

En la acción de tutela, Botero pide que el Consejo de Estado “ampare su derecho al voto eliminando la restricción que, en su opinión, existe por tener que elegir obligatoriamente a una mujer. La segunda, dejar sin efecto la decisión de la Corte Suprema de Justicia de negarse a devolver la terna al presidente. Y la tercera, que se ordene a Petro que presente una nueva lista que cumpla los preceptos consagrados en la Constitución y la ley, y en la que “se respete la igualdad y equidad de género”.

En lugar de evaluar las hojas de vida de las ternadas y de valorar el hecho de que por primera vez se presente una terna integrada por solo mujeres, Botero entorpece el proceso, fincado en una interpretación jurídica con la deja aflorar su machismo o por lo menos, su resistencia a ver juristas mujeres y empoderadas. Es claro que la tutela de Botero deviene con un inocultable tufillo machista.

A la solicitud de Botero se suma el caso de la abogada Amparo Cerón Ojeda, quien insiste en que por el solo hecho de haber sido ternada por el presidente de la República de manera automática adquiere el derecho a ser elegida.

A estas lecturas caprichosas de las normas y de la potestad presidencial de conformar la terna de acuerdo con sus criterios podrían sumarse los intereses de magistrados defensores de la gestión del fiscal Francisco Barbosa, que le apostarían a devolver la terna, una y otra vez, al presidente de la República, asegurando la interinidad del cargo, en manos de Martha Mancera, alfil de Barbosa. Recientemente, el fiscal general saliente, dijo a un medio que lo “mejor que le puede pasar al país es que Mancera asuma la dirección del ente investigador.

En medio de esas circunstancias, el presidente Petro y quienes creen posible arrebatarle la fiscalía general de la nación a la derecha uribizada deben prepararse para una andanada de acciones espurias y “jugaditas” jurídicas que hagan posible mantener la captura sectorial y mafiosa del ente investigador.


 


 Imagen tomada de EL PAÍS

“VAMOS A RECUPERAR EL PAÍS”

  Por Germán Ayala Osorio   En el ejercicio de la política suelen aparecer frases que bien pueden servir como eslogan de futuras campañ...