Por Germán Ayala Osorio
Acaba de ser condenado por
corrupción, el excandidato presidencial del uribismo, Rodolfo Hernández Suárez,
por el caso Vitalogic. La relevancia del hecho judicial y político no está en
la figura del ingeniero, sino en lo que él representó para la derecha uribizada
que lo puso a competir contra Gustavo Petro por la presidencia de la República en
la campaña de 2022, a pesar de su condición sub judice y de la posibilidad de
que sería condenado tal y como acaba de ocurrir.
Las empresas mediáticas que se la
jugaron periodística y editorialmente por la candidatura presidencial de
Hernández hoy registran con tristeza oculta y sin asomo alguno de vergüenza, la
condena proferida por un juez de la República. El periódico El Colombiano, por
ejemplo, registra así el hecho: “El exalcalde de Bucaramanga y excandidato
presidencial Rodolfo Hernández fue condenado por el caso Vitalogic, un episodio
de corrupción que involucra un jugoso contrato por el manejo de basuras en la
ciudad que dirigía Hernández”. Nótese que el diario conservador (godo) de
Medellín evita recordar que Hernández fue el candidato de la derecha.
Entre tanto, la revista Semana,
que le hizo campaña al hoy condenado exalcalde de Bucaramanga también evita decir
que el exsenador Hernández fue el candidato de la derecha en la pasada campaña presidencial.
Además, en la misma nota periodística, la publicación de los Gilinski no hace referencia
a su condición de excandidato presidencial en la bajada o en el lead del texto
periodístico. Al cuarto párrafo, se alude al rol que jugó el ingeniero.
El entonces candidato
presidencial, Hernández Suárez, fue el instrumento que la derecha usó para dar
rienda suelta a la naciente “Petrofobia”. El falso dilema que en ese entonces
planteó la revista Semana a la opinión pública lo expresó en la pregunta ¿Exguerrillero
o Ingeniero? Sin duda alguna, una oda al cinismo, a la doble moral y a la
naturalización del ethos mafioso, pero, sobre todo, al clasismo de una sociedad
que sigue sin comprender la naturaleza del conflicto armado interno y el
levantamiento armado de las guerrillas. Otra muestra más clara de cinismo es el nombre del partido bajo el que inscribió su campaña presidencial: Liga de Gobernantes contra la Corrupción. Dan risa y pesar.
El político santandereano, en
aquel momento electoral, era un personaje burdo, mal hablado, violento,
machista, procesado e imputado por delitos asociados a prácticas corruptas que
caló en amplios sectores de la población colombiana. Entre los jóvenes, a punta
de Tik Tok, logró gran aceptación por la infantilización a la que fue sometida
su figura por quienes manejaron su campaña. Al final, 10.580.412 (47,31%)
votaron por el cuestionado ingeniero. Es decir, a más de 10 millones de
colombianos les importó poco que Rodolfo Hernández estuviera imputado por corrupción
y mucho menos, les preocupó su comportamiento violento, su machismo y el ignorar
cómo funciona el Estado.
Qué puede esperarse de una sociedad
en la que más de 10 millones de sus miembros estuvieron dispuestos a votar por
un candidato con esas características, con tal de oponerse a la candidatura de
Gustavo Petro, quien a todas luces representaba lo contrario al talante de
Hernández Suárez. No faltará quien en ese momento justificara su voto por el
vulgar santandereano por miedo a “convertirnos en Venezuela, al castrochavismo
y a la expropiación de la propiedad privada”. Otros lo hicieron porque no perdonan
que Petro haya militado en la guerrilla del M-19.
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