miércoles, 9 de agosto de 2023

FISCALÍA IMPUTARÁ CARGOS A ÓSCAR IVÁN ZULUAGA: ¿PANTOMIMA O FUEGO AMIGO?

 

Por Germán Ayala Osorio

 

La imputación de cargos  que la Fiscalía hará al excandidato presidencial del uribismo, Óscar Iván Zuluaga se da en medio de las presiones que recaen sobre el fiscal general, Francisco Barbosa, provenientes del propio presidente de la República, quien por varias semanas le solicitó la entrega de un informe sobre unos crímenes cometidos por el Clan del Golfo. Aunque la entrega se produjo, versiones periodísticas indican que está incompleto. Al asunto del informe se suma la apertura de una oficina de la CPI en Bogotá, para acompañar a la JEP en el esclarecimiento de delitos de lesa humanidad, en los que la Fiscalía poco o nada avanzó, a pesar de tener los testimonios de varios paramilitares sobre crímenes atroces. Por todo lo anterior, Barbosa parece muy activo, tratando de mostrar eficiencia en la agonía de su oscuro mandato.  El fiscal general sabe que las autoridades americanas están detrás del caso de Odebrecht. Según fuentes periodísticas, esas mismas autoridades estarían interesadas en conocer posibles conductas omisivas de Barbosa.

Zuluaga es el típico caso en el que el régimen, en este caso, el “viejo” régimen que sufrió derrota electoral y política con Petro, debe sacrificar a una de sus fichas para salvar a gente más “prestante y poderosa” en la escala de valores que los regímenes corruptos suelen manejar cuando se presentan dificultades asociadas a escándalos políticos. Justamente, lo que hoy el país conoce son los graves hechos de corrupción de la Ruta del Sol II y el cobro de coimas a la multinacional brasilera comprometida en el pago de sobornos a políticos para poder operar dentro del país y ejecutar los proyectos de infraestructura vial.

Sacrificar a Zuluaga es un imperativo moral y político para las cabezas visibles del “viejo” régimen que buscan a toda costa salir limpias, a pesar de estar todos metidos en el lodazal de la corrupción en el que se convirtió la ejecución de la Ruta del Sol II y la financiación de varias campañas políticas. De acuerdo con El Espectador, “los hechos por los cuales será llamado a imputación el excandidato presidencial Óscar Iván Zuluaga por los delitos de falsedad en documento privado, fraude procesal y enriquecimiento ilícito de particular; y su hijo, David Zuluaga Martínez, por el delito de fraude procesal; tienen relación con la financiación de su campaña a la presidencia en 2014. De acuerdo con la Fiscalía, Zuluaga se habría reunido en varias oportunidades, en su apartamento del norte de Bogotá, con el ex directivo de Odebrecht en Colombia, Eleuberto Antonio Martorelli. En los encuentros, al parecer, se pactó un aporte de la multinacional brasileña para pagar parte de los servicios que el publicista José Eduardo Cavalcanti de Mendoça, conocido como ‘Duda’ Mendoça, prestaba a la campaña. Por esta razón, entre junio y julio de 2014, Odebrecht giró 1.610.000 dólares a las cuentas de una empresa que el reconocido publicista tenía en Panamá”.

Por supuesto que la aparición de unas grabaciones, en manos de Daniel García Arizabaleta, imputado por la Fiscalía por los hechos de corrupción del caso Odebrecht, da cuenta de una acción propia de fuego amigo al interior del uribismo. Ya el expresidente y ex presidiario, Álvaro Uribe Vélez le dijo a la revista Semana que lamenta la suerte de su amigo y entonces candidato presidencial, Óscar Iván Zuluaga. “Me duele mucho lo que está ocurriendo, ojalá el doctor Óscar Iván Zuluaga pueda superar esta dificultad”. Estamos ante una frase vacía que se corresponde, ética y políticamente con la negativa de la Fiscalía de solicitar medida de aseguramiento en contra del ex candidato presidencial.

Esas lamentaciones hacen parte de las hipocresías del poder. Ya en el pasado, el expresidente antioqueño había defenestrado a García Arizabaleta en el momento en el que la Fiscalía lo llamó a indagatoria por los mismos hechos de corrupción. Que los jueces encuentren culpable o no a Zuluaga podría resultar irrelevante frente a los resultados que estén buscando tanto la Fiscalía, el fiscal Barbosa en particular, el propio Uribe Vélez y los poderosos empresarios que están involucrados en la compleja red de corrupción que lleva por nombre el caso Odebrecht.

Lo anterior confirma que en política “no hay amigos, hay intereses”. O como dijo Rafael Barret, “en política no hay amigos; no hay más que cómplices”. Así las cosas, la política, en tanto ejercicio del poder, es la actividad que mejor devela la perversidad de la condición humana. Para el caso colombiano, el ejercicio de la política deviene sucio, criminal, mafioso y complejo. En su devenir, arrastra a la justicia, a la ética y a la moral a los más oscuros escenarios en los que la naturaleza humana se muestra tal cual es.

El trasfondo de todo está anclado al sistema económico capitalista, esto es, a la consecución de dinero y su concentración en pocas manos. Dicho sistema es un pilar fundamental de los imperativos (In) morales con los que la sociedad pretendidamente cree que es posible acercarse a la consecución de virtudes éticas. Ese mismo sistema y los señalados objetivos, naturalizan su inmoralidad, pero al tiempo generan la posibilidad o quizás la utopía de que algún día se pueda hacer una política distinta,  de la mano de seres humanos capaces de manejar las pulsiones del poder.

Para que sobrevivan los regímenes corruptos que el sistema de poder económico genera se requiere de la economía del crimen. Ni las condenas y mucho menos la cárcel misma, así como la exposición mediática asustan a los bandidos de cuello blanco. Y es así, porque en Colombia no sabemos qué es eso de la “sanción moral”.  Justamente, la vigencia política de los corruptos se garantiza por la confusión moral de la sociedad en la que operan aquellos refinados malhechores, lo que asegura no solo la mala memoria colectiva e individual, sino la incapacidad para juzgar ética y moralmente a quienes violan las leyes. Ser corrupto en Colombia paga y seguirá pagando  porque todo el sistema político está contaminado. Al final, las medidas adoptadas por la Fiscalía hacen parte de una pantomima, pues es claro que resulta imposible investigar, procesar y castigar a todos los bandidos de cuello blanco. Lograrlo solo provocaría el derrumbe del régimen de poder.

Con todos los casos que a diario se destapan en el país, podemos hablar de una sociedad inviable. Justamente, su inviabilidad está soportada en la reproducción del ethos mafioso que hizo posible que Odebrecht operara en Colombia desde principios de los años 90. Quizás cuando ese ethos mafioso se proscriba, entonces, podemos pensar en que el sistema económico y consecuencialmente, la sociedad colombiana y el “viejo” régimen de poder empiecen a actuar de manera distinta. Aunque creo que el ethos mafioso que se naturalizó en Colombia a partir de 2002, jamás lo llegaremos a proscribir.



Imagen tomada de La Silla Vacía. 

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