Por Germán Ayala Osorio
Las acciones mediáticas que los
colombianos han podidos apreciar desde el 7 de agosto de 2022 ameritan una
reflexión en torno al bello oficio del periodismo, hoy contaminado, como nunca
antes se hizo visible, de mezquinos intereses de clase, del desprecio por la
Verdad y de la sumisión a los mecenas que patrocinan a las empresas
periodísticas. Esta especial coyuntura amerita unas disquisiciones. Esta
columna comparte las reflexiones de un periodista que ve con preocupación lo
que viene sucediendo con el oficio de informar en Colombia.
En la formación de los periodistas y
en el ejercicio cotidiano del oficio suelen confluir ideas maximalistas en
torno a la verdad, la propia deontología, el tipo de relaciones con las fuentes
y la aplicación de los criterios de noticiabilidad. En lo que corresponde a la
verdad, hay periodistas que actúan con tal rigor en su búsqueda, que sus
cercanías o militancia en la izquierda o en la derecha se desvanecen
rápidamente. A los que llegan a tener ese nivel de conciencia poco les importa renunciar
a las empresas mediáticas cuyos propietarios o editores les impiden cumplir el
objetivo de alcanzar esa Verdad periodística que los guía éticamente. Nacen,
entonces, los periodistas independientes que en particulares escenarios,
resultan incómodos para figuras de poder político y económico de regímenes tradicionalmente
corruptos como el colombiano.
La comprensión de la deontología del
oficio depende de la idea que cada periodista tenga de lo que es el éxito, el
reconocimiento y la credibilidad. Hay colegas a los que solo les interesa
escalar económica y socialmente, así ello suponga acercarse a las fuentes para
intercambiar favores, lo que hace posible que aparezca la figura del
periodista-estafeta o el correveidiles con el que suelen contar gremios
económicos y fuerzas políticas en precisas coyunturas en las que necesitan
afectar la gobernabilidad de un presidente de la República.
El vedetismo, por ejemplo, es un
fenómeno en el que los periodistas que alcanzan ese nivel de exposición, lo
hacen porque el objetivo de buscar la verdad lo cambiaron por la comodidad
económica alcanzada, sin que importe mucho que esa condición de éxito y
reconocimiento esté soportada en la defensa de un régimen corrupto. Los
periodistas-vedettes les deben esa
condición privilegiada a políticos y empresarios que en algún momento de sus
carreras les sirvieron de fuentes. Estos periodistas-estrellas de los
micrófonos y de las cámaras de televisión suelen acomodarse al régimen político
que le permitió llegar hasta esa especie de podio del que es muy difícil que
decida bajarse de forma voluntaria. Por el contrario, una vez se auto reconoce
como vedette, sus compromisos ya no son con la búsqueda de la verdad, sino con
quienes coadyuvan a mantenerlos en esa artificiosa cima.
Al jugársela por la defensa del
régimen que les permitió llegar a esa
cúspide, cualquier cambio que se proponga a las co-relaciones de fuerza que
operan y aseguran la legitimidad de ese régimen de poder, en particular en
términos éticos y morales, los periodistas estafetas están obligados a atacar a
esas figuras políticas que insisten en hacer ajustes al modelo económico y
político vigente. El miedo al cambio no los paraliza, por el contrario, es lo
que los impulsa a actuar exclusivamente, para defender la tradición y por esa
conservar todo lo que está mal.
Colombia es hoy un buen ejemplo de lo
que descrito líneas arriba en la medida en que llegó al poder del Estado un
presidente de la República que de manera clara quiere cambiar las co-relaciones
de fuerza que por más de 30 años le aseguraron viabilidad al “viejo” régimen
político que sufrió derrota en junio de 2022. A pesar de la inmoralidad y de la
eticidad acomodaticia con la que operó históricamente ese régimen de poder y
con la que insisten aún en actuar desde poderes públicos que aún mantienen bajo
su control, los periodistas vedettes están obligados a defender a dentelladas
todo lo que les ha dado reconocimiento social y económico. Cualquier parecido
con lo que está sucediendo hoy con específicos periodistas que viven el sueño
cumplido de ser estafetas de un viejo régimen mafioso.
Las clases de ética recibidas durante
su formación universitaria se tornan insulsas y en muchas ocasiones, en
obstáculos para adoptar la defensa de las circunstancias contextuales y del
modelo de sociedad y de Estado bajo las cuales consiguieron el reconocimiento y
su llegada a la cima mediática.
A la utópica búsqueda de la Verdad
periodística hay que agregarle una pregunta clave y definitiva: ¿Qué es lo que
como periodista te parece legítimo defender? Si la respuesta es defender el actual régimen de poder, a pesar
de su inmoralidad, entonces el periodista está listo para ser estafeta,
mandadero, amanuense y vedette. Si por el contrario, la respuesta está dirigida
a intentar, desde el oficio, a develar inmoralidades, entonces ese colega está
listo para ser independiente o para ganarse el respeto de las fuentes, del
régimen de poder y de sus compañeros.
Los daños que al oficio le producen
los periodistas vedettes y estafetas son inconmensurables. Lo cierto es que los
regímenes corruptos necesitan de este tipo de personajes para sobrevivir y
sobre todo, para resistir los embates de aquel presidente de la República que,
de un momento a otro, quiere cambiar lo que siempre les funcionó a unos pocos,
en detrimento de los intereses de las grandes mayorías.
Imagen tomada de Notiamérica
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