domingo, 6 de agosto de 2023

EL ESTADO COLOMBIANO AL BANQUILLO DE LOS ACUSADOS

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Álvaro Leyva Durán, en ejercicio del derecho que le asiste como ciudadano a opinar y generar estados divergentes de opinión pública, propuso hace ya varios meses, que la Justicia Especial para la Paz (JEP) abra el macrocaso de la responsabilidad del Estado, con el propósito de sentar en el banquillo a esa forma de dominación que llamamos Estado. La propuesta de Leyva no solo tiene un anclaje natural en lo discutido y en los documentos jurídico-políticos concebidos en La Habana, sino que está atado a la urgente necesidad de procesar al Estado y condenar, simbólicamente, a quienes sirviendo como funcionarios, facilitaron la degradación moral de los agentes que dan vida al carácter represivo y coercitivo del Estado, bien por acción directa o por actos omisivos. Por supuesto que los grados de ignominia que acompañaron a militares y policías, son compartidos con quienes, por línea de mando, avalaron sus acciones y decisiones.

En el fondo, lo que Leyva Durán propone es que la JEP llame a comparecer a expresidentes, agentes económicos de la sociedad civil y a todos aquellos miembros de la élite que, con poder de decisión, hicieron que el Estado operara con el carácter criminal que se desprende de los militares que hoy están compareciendo ante el alto tribunal, por haber participado en la comisión de los delitos de lesa humanidad conocidos como los <<falsos positivos>>. Aunque es posible que el documento y la narrativa que entregue la Comisión de la Verdad aluda a responsabilidades estatales, el deseo del exconstituyente va camino a establecer máximas responsabilidades políticas, por ejemplo, de los jefes del Estado que en su calidad de comandantes supremos de las fuerzas armadas, tomaron decisiones en el marco de la doctrina de seguridad nacional y el principio del enemigo interno y por esa vía, le apostaron a extender en el tiempo las hostilidades  y en momentos históricos precisos, haber convertido a militares y policías, paramilitares y guerrilleros, en los únicos interlocutores con la población civil, con el agravante de la consolidación de territorios en los que los últimos fungieron como un para Estado.  

Algo de lo que pretende el exministro de Estado se perdió con el triunfo del NO en el plebiscito por la paz: la comparecencia de los terceros civiles para que le explicaran a los magistrados de la justicia transicional, en qué condiciones terminaron aportando recursos de todo tipo, a las organizaciones armadas ilegales que participaron de las hostilidades.

La apertura del macro caso por la responsabilidad moral y jurídico-política del Estado debe cubrir no solo las que le cabe por haber “facilitado” la aparición de las guerrillas y posteriormente, el surgimiento de los paramilitares como brazo político y armado de agricultores, empresarios y latifundistas, sino por haber generado las condiciones para la extensión en el tiempo del conflicto armado y la paulatina degradación de los actores armados. Y a ese llamado, también deben llegar exministros de agricultura y agentes económicos de la sociedad civil que hicieron parte del Pacto de Chicoral y aquellos que en adelante, de formas legales e ilegales, aportaron y siguen aportando a los procesos de sometimiento y de violencia simbólica y física en contra de campesinos y comunidades ancestrales. 

Ojalá lo planteado por Leyva Durán tenga eco, pues es claro que el Estado colombiano deviene con el perfil de un asesino serial, legitimado por la inercia institucional y por la fuerza simbólica que lo acompaña como forma de dominación  hegemónica. Es tal el  nivel de degradación, que ya no es posible diferenciar entre el Estado, como figura y categoría universal, y el régimen político, mafioso y criminal, que lo sostiene.

Imagen tomada de Twitter. 



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