Por Germán Ayala Osorio
Si por algo se caracterizan las
actuales campañas es por apostarle a mover las emociones de los votantes con eslóganes
insulsos y estribillos pegajosos en medio de una peligrosa polarización política
y crispación ideológica. Lo que hay de fondo es el desinterés de sostener sus anuncios
y promesas en conceptos que promuevan una discusión argumentada e inteligente
en torno al sentido de todo lo que se propone, se dice y promociona. No hay
tiempo para disquisiciones conceptuales parecen decir los asesores políticos de
Vicky Dávila,
Sergio Fajardo y Abelardo de la Espriella,
para nombrar a los más mediáticos.
La primera, habla de valentía, de
la mano de su movimiento Valientes con el que impulsa su candidatura que
en los últimos meses se estancó por la debilidad de sus propuestas; el segundo
se vende como un “Guardian de lo público” y el tercero, el
cordobés y admirador en el pasado del paramilitar Salvatore Mancuso Gómez se
presenta como el Salvador de la Patria y usa la imagen de un tigre
para meterle miedo a la izquierda y a todos los que no comulguen con sus ideas.
Hablemos de la campaña de Sergio
Fajardo. Se trata del eterno candidato presidencial que hace parte de la lista
que diseñaron recientemente los expresidentes Gaviria
y Uribe. Se hace acompañar de un grupo de voluntarios agrupados en lo que se conoce
como Guardianes por Colombia, movimiento ciudadano con el que el exgobernador
de Antioquia nuevamente intentará crear una imagen de independiente a pesar de
que el país sabe que él es de las entrañas del uribismo y de la derecha corporativa
que le apuesta a seguir privatizando el Estado.
Dentro de sus “propuestas” está
la de crear un Puesto de Mando Presidencial (PMP) para
atender la crisis del sistema de salud, provocada por la corrupción al interior
de las EPS. Sobre esas probadas prácticas corruptas, Fajardo guarda total
mutismo, lo que hace pensar que su PMP está pensado para evitar que el ADRES siga
girando los cuantiosos recursos a las prestadoras de los servicios de salud sin
la intermediación de las EPS. Fajardo no le apuesta a reformar el sistema de
aseguramiento en salud a pesar de los problemas de diseño estructural que
facilitaron la corrupción público-privada. Al diario El Tiempo le dijo que su
gobierno “no arrancaría con reformas, sino trabajando y demostrando que se
puede enfrentar los problemas del sector”.
Ahora es el turno para la campaña
de Abelardo de la Espriella. Se trata de una apuesta política y electoral que
mezcla las visiones del Estado y de la seguridad de los presidentes de
Argentina, Javier Milei
y de El Salvador, Nayibe Bukele
y del expresidente Uribe Vélez. Más claro: el abogado cordobés pretende ocultar
su carácter neoliberal con alusiones patrióticas como “Firme por la
Patria", "Salvar la Patria” y “Defensores de la Patria" que hacen
recordar el discurso del caballista antioqueño que mandó en el país entre 2002
y 2010 con los trágicos resultados en materia de derechos humanos, la seguridad
y la soberanía alimentarias, desplazamiento forzado y afectaciones ecológicas y
ambientales por su apoyo a la minería y a la ganadería extensiva de baja producción
que aseguró la potrerización de valiosos ecosistemas naturales.
Y por último, la precandidata y
periodista-periodista
pretendió venderse a sus amigos de los medios de comunicación como una outsider
cuando realmente es la ficha de los clanes Gilinski y Gnecco; aunque hace parte
del grupo de “Tigresas
de Uribe”, ella sabe que su rol en esta campaña se reduce al de “animadora” de
las huestes de la derecha por la animadversión hacia Petro sobre la que basa
sus “propuestas”. El país sabe que Uribe, como el gran elector, solo confía en
hombres, de ahí que las otras precandidatas mujeres
de la derecha cumplen con el mismo papel de la señora Vicky Dávila de Gnecco.
De la Espriella le apostó a una
campaña masculinizante y patriotera bajo la figura del Gran Macho (se presenta
como un peligroso tigre) con el que defenderá la Patria de los malhechores. Fajardo,
con su apocado carácter le apuesta a las “buenas maneras” y al diálogo, a pesar
de que recientemente dejó ver su lado violento cuando se le preguntó quiénes
estaban financiando su campaña. Su rol es el de un refinado farsante. Y la
señora Dávila
de Gnecco se la jugó por hacer una mediocre campaña basada en la rabia que
siente hacia Petro. Con su movimiento “Valientes” quiso acercarse a los
sectores feministas a pesar de ser ella una agente legitimadora de la cultura machista.
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