Por Germán Ayala Osorio
Criminales como Benjamín
Netanyahu son necesarios para la humanidad. Si, suena terrible esta sentencia,
pero tiene sentido de realidad. Me explico. Al ser un consumado genocida, sobre
Netanyahu recaen algunos agentes moralizantes para recordarle a él, pero sobre
todo al resto del mundo, que, a pesar de los terribles crímenes de lesa humanidad
cometidos por su obediente ejército sionista, su juzgamiento social, político,
mediático y posiblemente por acción de la CPI, se da dentro de un sistema moral
universal que suele servir para castigar tardíamente a quienes actúan en
contravía de la humanidad.
Ya van casi 40 mil muertos y
meses de “guerra” y nadie ha querido detener al genocida en su infernal recorrido
dejando dolor, incertidumbre y sembrando la muerte por la franja de Gaza. Al
volverse un espectáculo mediático, la transmisión en directo de las acciones
criminales del Estado de Israel suele servir para naturalizar las masacres y el
genocidio mismo. El sistema moral
universal está diseñado para volver costumbre la violencia.
Ese sistema moral opera casi de
la misma manera para Occidente y Oriente porque está fundado en esa condición humana
que, al devenir aviesa y profundamente religiosa, desde y con ella se suelen
justificar los genocidios, el lanzamiento de bombas atómicas y en general, las
guerras internacionales y los conflictos armados internos. Los palestinos “no
son seres humanos, son animales, bestias”, mientras que los miembros del
ejército sionista son “seres de luz, iluminados por un solo Dios verdadero”. No
hay nada más inmoral en la historia de la humanidad que las religiones y las iglesias.
El mundo necesitó de Harry Truman
para ver cómo se hacía realidad el “sueño” de muchos de arrojar la bomba
atómica sobre civiles. Al final, Hiroshima y Nagasaki fueron los blancos de una decisión político-militar,
pero también moral de un puñado de americanos que siempre han querido que aceptemos
a los Estados Unidos como un encandilante faro moral de un mundo dominado por sistemas
económicos, sociales y políticos inmorales.
Ese mismo mundo había necesitado
de Adolf Hitler para validar la posibilidad de odiar a otros pueblos, considerados
como impíos, bárbaros, animales o bestias. El genocidio nazi fue inmoral porque
la crisis económica del 29 también lo fue.
Ahora una parte del mundo abuchea
y rechaza las acciones genocidas emprendidas por Israel contra el pueblo
palestino, mientras que otra aplaude en silencio o simplemente aprueba los crímenes
de lesa humanidad, obligados por los intereses económicos que atraviesan las relaciones
políticas y diplomáticas entre potencias que ven ese sangriento escenario como
una oportunidad para mejorar sistemas de defensa y crear armas más letales y
eficaces. Lo que viene ocurriendo en Gaza es como un enorme "dealer bélico" en el que los fabricantes de armas se deleitan e imaginan nuevos prototipos de armas para que la violencia se vuelva eterna. Entonces, hablan de muertos, de guerra, pero no de crímenes de lesa
humanidad. Los usos particulares de la lengua también se tornan inmorales
porque sirven para enmascarar realidades: lo que ocurre en Palestina no es una
guerra. Es una práctica genocida.
La subsistencia y legitimidad de
los marcos morales universalmente aceptados necesitan de la inmoralidad de las
guerras y de las prácticas genocidas porque de inmediato las narrativas humanitarias
nos hacen soñar en que es posible vivir en paz y armonía, al tiempo que intentan
hacernos pensar que el problema de fondo son personajes como Truman, Hitler y
Netanyahu, cuando no es así. El problema de fondo está en la condición humana,
de la que se puede esperar lo más sublime, pero también lo más execrable. Somos una especie maldita y una maldita especie.
Netanyahu, Hitler y Truman, entre
otros líderes del mundo representan a una parte importante de la humanidad que
profesa un incontenible odio hacia los demás. Y esos otros son los que tienen una
cultura diferente, otra lengua o simplemente, por suerte, les tocó sobrellevar
la persecución étnica de otros que en algún momento de la vida decidieron ponerse
moralmente por encima. Hoy es Netanyahu. Ya vendrán otros genocidas. El mundo
los necesita.