Por Germán Ayala Osorio
La elección de la nueva fiscal general
de la Nación bien puede asumirse como la estocada que el
presidente Petro cree posible dar al “viejo” régimen de poder que se resiste a
morir y que se opone a muchas de sus reformas, pero en particular, a su
decisión de afectar las economías ilegales que financian y sostienen a lo que
se conoce como el establecimiento colombiano.
Ese mismo régimen de poder
convirtió a la Fiscalía general de la Nación en la institución bisagra entre
los actores ilegales (paras, narcos y agentes que extraen oro y petróleo) y la
clase política (emergente y tradicional). Las denuncias periodísticas, legitimadas
por el propio presidente de la República, Gustavo Petro Urrego, apuntan a que
el otrora ente investigador deviene capturado por grupos de poder, legal e
ilegal.
Con la terna de mujeres enviada
por el presidente Petro se dibujan tres escenarios posibles alimentados por la
actual coyuntura política y por supuesto, por un pasado inmediato en el que la
Fiscalía, como institución, deviene cuestionada.
Así las cosas, los y las
magistradas de la CSJ tienen en sus manos la enorme responsabilidad de elegir a
la nueva fiscal bajo tres escenarios posibles. El primero, anclado a que la
probidad de las ternadas es asumida en sectores de poder político y económico
como una amenaza real contra sus siempre oscuros intereses. Ese escenario
apunta a que las y los togados evitarán ponerse de acuerdo para elegir la
sucesora del ladino Francisco Barbosa, extendiendo en el tiempo la interinidad
en manos de la también cuestionada vicefiscal, Martha Mancera, tal y como lo
pide un sector político que la opinión pública asocia con mafias y corrupción,
esto es, con el viejo régimen de poder que Petro busca derrotar. Una interinidad
en manos de Mancera “calmaría” a poderosos agentes que están detrás de la
intención de dar un golpe de Estado a Petro.
Habría un segundo escenario que,
si bien podría representar un triunfo parcial de Petro sobre el Establecimiento
colombiano, dependerá de la templanza de la fiscal elegida para atacar y
desmontar las estructuras mafiosas y criminales que operan de la mano de
fiscales e investigadores. Lo anterior supone que cualquiera sea la elegida,
deberá soportar inconmensurables presiones sobre su vida y la de sus
familiares.
Y un tercer escenario posible
señala que cualquiera de las tres abogadas ternadas, la nueva fiscal general,
cumplirá con pisar los cayos de poderosos agentes políticos y sociales, dando
la sensación de que se está debilitando al “viejo” régimen de poder. Bajo esos
logros, se daría “contentillo” al presidente de la República y a quienes creen
que es posible proscribir el ethos mafioso que por años se naturalizó en la
operación de la Fiscalía. Dentro de ese mismo escenario cabe la posibilidad de
que los agentes políticos que resulten comprometidos penalmente, con o sin la
ayuda de los gringos, dicha decisión sea parte de una transacción política de
muy alto nivel.
Lo cierto es que no es probable que,
en cuatro años, un gobierno de izquierda pueda triunfar sobre un régimen
criminal y mafioso que lleva operando más de 50 años, con resultados positivos
tanto para las mafias y estructuras paramilitares, como para reconocidos
agentes políticos y económicos.
Como dije, hay un pasado inmediato
que pone en la picota pública a la Fiscalía y a sucesivas administraciones. Para
sostener en el tiempo la connivencia institucional con el crimen organizado
(carteles de la droga, paramilitares, empresarios que extraen de oro y petróleo
y clanes políticos corruptos) las ternas para elegir fiscales generales siempre
generaron suspicacias, alimentadas por narrativas oficiales, semioficiales y
periodísticas que daban cuenta de la cooptación mafiosa de la institución
investigativa. Contrario a lo que sucede hoy con la terna que está en la Corte
Suprema de Justicia, cuyos perfiles han sido valorados positivamente, incluso,
por los propios detractores del gobierno que las ternó.
Baste con recordar lo que dijo Mancuso
en relación con la elección del fiscal Mario Iguarán, para imaginar los niveles
de putrefacción que cobijaron la operación de la Fiscalía. Mancuso dijo en su
momento que “los paramilitares movieron fichas en la elección del fiscal
Mario Iguarán". Se suma a lo anterior, las conclusiones a las que
llegó la Comisión de la Verdad, en torno a la fiscalía de Luis Camilo Osorio
Isaza. En uno de los informes de la desaparecida institución se lee que “la
Fiscalía, durante el periodo en que se desempeñó como fiscal Luis Camilo Osorio
(2001-2005), presuntamente habría tenido vínculos con paramilitares para
favorecer a implicados en crímenes de lesa humanidad y a sus cómplices,
sancionar y destituir a funcionarios que investigaron el paramilitarismo y
desestimar testigos que señalaran la complicidad entre políticos y
paramilitares”.
Los cuestionamientos morales
tocarían después la elección como fiscal general de Néstor Humberto Martínez
Neira (NHMN). El propio presidente Petro pidió que fuera investigado por hechos
relacionados con la existencia de un complot para dañar en materia grave la
imagen del hoy presidente de la República. NHMN es cuestionado por haber guardado
silencio frente a la corrupción en la Ruta del Sol 2, esto es, los pagos de
coimas, por parte del grupo Aval y sus filiales comprometidas en las obras
civiles de ese carreteable.
Las sindicaciones continuarían
contra el actual fiscal, Francisco Barbosa, quien, según fuentes y relatos
periodísticos, protege a miembros del Clan del Golfo y a clanes políticos que la
opinión pública asocia con el narcotráfico, como el clan Char. Como en los
anteriores casos, el jefe del Estado expuso públicamente sus cuestionamientos
contra Barbosa, lo que generó en un crudo enfrentamiento entre la Fiscalía y el
Ejecutivo, que bien puede entenderse como parte del pulso entre el “viejo”
régimen de poder y el gobierno Petro; el propio jefe del Estado reconoce que, a
pesar de su investidura, no tiene el poder, pero insiste en afectar las
economías ilegales que sostienen económica y políticamente al imbatible Establecimiento
colombiano.
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