Por Germán Ayala Osorio
El periodista deportivo, César
Augusto Londoño dijo en su cuenta de X que el presidente de la República, Gustavo
Petro solicitó a la Comisión Distrital que permitiera el ingreso de una bandera
gigante de Palestina al partido internacional entre Millonarios y Palestino de
Chile. El reportero dice que la Conmebol se negó diciendo que “por reglamento
no se admiten manifestaciones políticas en los estadios”.
La razón expuesta por la
autoridad del fútbol sudamericano contradice su propia naturaleza, pues en su
interior todo el tiempo están tomando decisiones y actuando políticamente. En
esa entidad hay relaciones de poder y opera dentro del mundo del fútbol, un deporte
espectáculo que además de público, suele servir de válvula de escape a los problemas
cotidianos y estructurales de las sociedades en las que se asiste masivamente a
los estadios. No existe ninguna disciplina deportiva y actividad humana que se
pueda separar de la política y de lo político. Somos “animales políticos”, sentenció
Aristóteles.
Lo curioso de todo es que la respuesta
misma de la Conmebol constituye un acto político, en la medida en que la
solicitud del presidente Petro también deviene con ese carácter y porque la
decisión tomada se da en el marco de una situación de comunicación atravesada por
la política. Es más, a través de la negativa, Conmebol, seguramente sin
pensarlo sus voceros, está asumiendo una postura política frente a las prácticas
genocidas que el ejército de Israel viene cometiendo en contra del pueblo
palestino. Y esa postura bien puede calificarse como “neutral”, “políticamente
correcta” o “cobarde”.
Cualquiera sea el calificativo
escogido, su negativa hace cómplices a los directivos de la Conmebol de ese
genocidio que algunos quieren desconocer por razones morales, religiosas,
políticas, pero especialmente, económicas. Atados a lo último están los Señores
de la Guerra (fabricantes de armas y pertrechos) y aquellos actores que de
manera directa o indirecta se benefician de su existencia, tales como el sistema
financiero internacional y las empresas constructoras que entrarán a reconstruir
Gaza con criterios de gentrificación, entre otros más.
Muchos son los periodistas
deportivos que, por física cobardía, ignorancia, por presiones de sus jefes o
simplemente porque aprueban y aplauden las acciones bélicas del ejército
sionista, insisten en la narrativa que señala que el fútbol nada tiene que ver
con la política. Por favor, señores. Olvidan que el Mundial de Fútbol en Argentina
78 en plena dictadura militar es la mayor prueba de que la política está en el
fútbol y en todas las actividades humanas. Insistir en desvincular a ese deporte
espectáculo del poder y de la política sencillamente es ridículo. Insisten los
mismos reporteros deportivos en negar que ese Mundial fue usado para ocultar la
sistemática violación de los derechos humanos de la que fueron responsables los
militares de la época.
No olvidemos que César Augusto Londoño
fue el presentador de televisión que cerró el noticiero de televisión diciendo “país
de mierda” en protesta por el crimen del humorista y crítico político, Jaime Garzón. En esa
oportunidad Londoño actuó, sin duda alguna, políticamente. Bien podría, entonces,
además de registrar el hecho noticioso, exponer su postura frente a la decisión
de la Conmebol. Qué bueno sería que dijera "mundo de mierda" en clara alusión al genocidio que lidera Netanyahu.
Montaje tomado de Infobae.
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