miércoles, 13 de marzo de 2024

MANCUSO Y URIBE: HIJOS LEGÍTIMOS DE LA COLOMBIA VIOLENTA Y MACHISTA

 

Por Germán Ayala Osorio

En una sociedad moralmente confundida como la colombiana, los extremos ideológicos y políticos suelen servir de trinchera a personajes públicos que el grueso de la población los ve como polos opuestos, lo que significa que es prácticamente imposible hallar puntos en común.

En esta columna expongo los elementos que comparten el expresidente Álvaro Uribe Vélez y Salvatore Mancuso Gómez, exlíder paramilitar. Aunque por estos días se han cruzado trinos, señalamientos y amenazas de demandas, estos dos personajes se parecen más de lo que se pueda pensar, al verlos trenzados en disputas legales y políticas.

Los dos hicieron parte de las dinámicas del conflicto armado interno. El político antioqueño, en calidad de gobernador de Antioquia y comandante en jefe de las fuerzas armadas, por haber sido jefe de Estado durante 8 años. Aunque no hay condenas judiciales sobre hechos como los falsos positivos y las masacres de La Granja y El Aro, Uribe Vélez tiene abiertas investigaciones en la Fiscalía, la misma Corte Suprema de Justicia (CSJ) y la Comisión de Acusaciones de la Cámara, en las que se le endilgan responsabilidades políticas y operativas; entre tanto, Mancuso fungió como agente bisagra, lo que le permitió operar como un “General de facto”, con mando de tropas paramilitares, que se hacían pasar por tropas oficiales. Sobre Mancuso recaen varias condenas y señalamientos por la comisión de masacres y otros delitos graves y violaciones al DIH. Sobre Uribe, indicios, sospechas y procesos penales abiertos.

Mancuso y su familia sufrieron la extorsión de las guerrillas, circunstancia que lo obligó a buscar las maneras de salvaguardar su propia vida y de las de sus familiares. Ese episodio lo habría conducido a simpatizar con las estructuras paramilitares de las que llegó a ser comandante, de la mano de los hermanos Carlos y Vicente Castaño. En el caso de Uribe Vélez, el hijo de Salgar ha insistido en la narrativa que señala que su padre fue asesinado por las Farc-Ep. Durante el proceso de paz de La Habana, la dirigencia de esa guerrilla lo desmintió. Con ese discurso, Uribe habría buscado llegar al Estado para vengar la muerte de su padre.  De ser cierta la versión entregada por el exmandatario, a ambos los une la venganza, como valor moral y principio ético.

Con su regreso al país, después de pagar una larga condena en los Estados Unidos, Mancuso ostenta el perfil de exconvicto. Recordemos que fue extraditado por el propio Uribe y de manera discrecional, para que fuera juzgado por narcotráfico, evitando así su juzgamiento en Colombia por delitos de lesa humanidad. Uribe Vélez exhibe la misma condición de expresidiario, porque la Sala de Instrucción de la Corte Suprema de Justicia (CSJ) emitió orden de captura en un proceso que se le sigue por fraude procesal y manipulación de testigos. Aunque duró poco tiempo detenido en su hacienda, él mismo publicó el número bajo el cual el INPEC lo reseñó: el 1087985.

Mancuso Gómez y Uribe Vélez comparten ser hijos del machismo y de una sociedad patriarcal. También, comparten la azarosa relación con la tierra y el afán por concentrarla como demostración de poder, montados en briosos caballos, como si hicieran parte de películas del viejo Oeste americano. Del condenado exparamilitar se habla de su frialdad para ordenar crímenes. En una nota de EL TIEMPO, de junio 2021, se lee que "sus amigos (lo) describen como un hombre beligerante, parco, intelectual, pero, sobre todo, rencoroso".

En lo que corresponde a Uribe, varias frases sirven para hacerse una idea de su carácter belicoso y de su lenguaje procaz y de su naturalizada ordinariez, así como de su altura ética: “donde lo vea le voy a dar en la cara marica”, “esta llamada la están escuchando esos hijueputas” y “proceda doctor Cadena”.

Otro elemento que pone a Uribe y a Mancuso en el mismo lado de la moneda es la defensa del Establecimiento. Mientras que Uribe lo hizo desde el Estado, apoyado en la parainstitucionalidad que resultó de la captura de entidades públicas de parte de las AUC, Mancuso lo hizo desde su rol como comandante paramilitar al servicio de ganaderos y latifundistas, actores que patrocinaron a las estructuras paramilitares de las que Mancuso fue su líder máximo.

Así las cosas, Mancuso y Uribe son como hermanos gemelos, así los sistemas judicial, político y el cultural los presenten a través de las sentencias, las narrativas políticas y las prácticas cotidianas, como actores diferentes sin elementos que puedan compartir o que tengan en común. Por el contrario, el exlíder paramilitar y el expresidente son “hijos legítimos” de una sociedad premoderna, violenta, machista e incivilizada de donde brotan políticos violentos, guerrilleros, paracos, narcotraficantes, sicarios y matones de barrio.



Imagen tomada de Semana.com

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