Por Germán Ayala Osorio
En una sociedad moralmente
confundida como la colombiana, los extremos ideológicos y políticos suelen servir
de trinchera a personajes públicos que el grueso de la población los ve como
polos opuestos, lo que significa que es prácticamente imposible hallar puntos en
común.
En esta columna expongo los elementos
que comparten el expresidente Álvaro Uribe Vélez y Salvatore Mancuso Gómez, exlíder
paramilitar. Aunque por estos días se han cruzado trinos, señalamientos y amenazas
de demandas, estos dos personajes se parecen más de lo que se pueda pensar, al
verlos trenzados en disputas legales y políticas.
Los dos hicieron parte de las dinámicas
del conflicto armado interno. El político antioqueño, en calidad de gobernador
de Antioquia y comandante en jefe de las fuerzas armadas, por haber sido jefe
de Estado durante 8 años. Aunque no hay condenas judiciales sobre hechos como
los falsos positivos y las masacres de La Granja y El Aro, Uribe Vélez tiene
abiertas investigaciones en la Fiscalía, la misma Corte Suprema de Justicia
(CSJ) y la Comisión de Acusaciones de la Cámara, en las que se le endilgan responsabilidades
políticas y operativas; entre tanto, Mancuso fungió como agente bisagra, lo que
le permitió operar como un “General de facto”, con mando de tropas
paramilitares, que se hacían pasar por tropas oficiales. Sobre Mancuso recaen varias
condenas y señalamientos por la comisión de masacres y otros delitos graves y
violaciones al DIH. Sobre Uribe, indicios, sospechas y procesos penales
abiertos.
Mancuso y su familia sufrieron la
extorsión de las guerrillas, circunstancia que lo obligó a buscar las maneras
de salvaguardar su propia vida y de las de sus familiares. Ese episodio lo
habría conducido a simpatizar con las estructuras paramilitares de las que
llegó a ser comandante, de la mano de los hermanos Carlos y Vicente Castaño. En
el caso de Uribe Vélez, el hijo de Salgar ha insistido en la narrativa que
señala que su padre fue asesinado por las Farc-Ep. Durante el proceso de paz de
La Habana, la dirigencia de esa guerrilla lo desmintió. Con ese discurso, Uribe
habría buscado llegar al Estado para vengar la muerte de su padre. De ser cierta la versión entregada por el
exmandatario, a ambos los une la venganza, como valor moral y principio ético.
Con su regreso al país, después
de pagar una larga condena en los Estados Unidos, Mancuso ostenta el perfil de
exconvicto. Recordemos que fue extraditado por el propio Uribe y de manera
discrecional, para que fuera juzgado por narcotráfico, evitando así su
juzgamiento en Colombia por delitos de lesa humanidad. Uribe Vélez exhibe la
misma condición de expresidiario, porque la Sala de Instrucción de la Corte
Suprema de Justicia (CSJ) emitió orden de captura en un proceso que se le sigue
por fraude procesal y manipulación de testigos. Aunque duró poco tiempo
detenido en su hacienda, él mismo publicó el número bajo el cual el INPEC lo
reseñó: el 1087985.
Mancuso Gómez y Uribe Vélez
comparten ser hijos del machismo y de una sociedad patriarcal. También,
comparten la azarosa relación con la tierra y el afán por concentrarla como demostración
de poder, montados en briosos caballos, como si hicieran parte de películas del
viejo Oeste americano. Del condenado exparamilitar se habla de su frialdad para
ordenar crímenes. En una nota de EL TIEMPO, de junio 2021, se lee que "sus
amigos (lo) describen como un hombre beligerante, parco, intelectual, pero, sobre
todo, rencoroso".
En lo que corresponde a Uribe,
varias frases sirven para hacerse una idea de su carácter belicoso y de su
lenguaje procaz y de su naturalizada ordinariez, así como de su altura ética: “donde
lo vea le voy a dar en la cara marica”, “esta llamada la están escuchando esos
hijueputas” y “proceda doctor Cadena”.
Otro elemento que pone a Uribe y
a Mancuso en el mismo lado de la moneda es la defensa del Establecimiento.
Mientras que Uribe lo hizo desde el Estado, apoyado en la parainstitucionalidad
que resultó de la captura de entidades públicas de parte de las AUC, Mancuso lo
hizo desde su rol como comandante paramilitar al servicio de ganaderos y latifundistas,
actores que patrocinaron a las estructuras paramilitares de las que Mancuso fue
su líder máximo.
Así las cosas, Mancuso y Uribe
son como hermanos gemelos, así los sistemas judicial, político y el cultural
los presenten a través de las sentencias, las narrativas políticas y las
prácticas cotidianas, como actores diferentes sin elementos que puedan
compartir o que tengan en común. Por el contrario, el exlíder paramilitar y el
expresidente son “hijos legítimos” de una sociedad premoderna, violenta,
machista e incivilizada de donde brotan políticos violentos, guerrilleros,
paracos, narcotraficantes, sicarios y matones de barrio.
Imagen tomada de Semana.com
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