martes, 16 de julio de 2024

COLOMBIANOS EN MIAMI: VERGOÑA MUNDIAL

 

Por GERMÁN AYALA OSORIO


Los actos vandálicos y la actitud primitiva, egoísta y violenta que cientos de miles de hinchas colombianos protagonizaron y dejaron ver al mundo en la final de la Copa América, resultan a todas luces injustificables, pero culturalmente explicables. Saltar muros, falsificar boletas, evadir controles e ingresar sin boletas y por los ductos  del aire acondicionado como escurridizas ratas o cucarachas, hacen parte de un "repertorio cultural" ancorado a la idea negativa de "ser colombiano, de ser latino, de ser "sudaca". 

Expongo a manera de hipótesis explicativa que los comportamientos violentos, ilegales, voluntariosos, egoístas y primitivos exhibidos por los colombianos en el estadio Hard Rock de Miami están inexorablemente atados a una negativa auto percepción que arrastramos los colombianos, bien para llamar la atención o para disculparnos por si efectivamente cometemos errores o violamos las normas. Más claro: subsiste una inocultable desdicha en eso de ser y sentirse colombiano. Así entonces,  cuando viajamos a países cuyos ciudadanos ya incorporaron y naturalizaron el orden, el respeto al otro, a las reglas y a la ley, de inmediato nos sentimos confrontados y hasta molestos. Hay quienes se sentirán amenazados por un "exceso de control y orden" al que consideramos innecesario, ridículo y exagerado porque nos acostumbramos a que en Colombia las cosas se hacen a las patadas, o más "relajadas" que las que se hacen en los Estados Unidos y Europa. Bajos esas condiciones, ese colombiano que se siente confrontado e incómodo deja salir su esencia, lo que tiene para ofrecerle al mundo, pues sabe que es hijo del "infortunio, de la adversidad, de la desdicha" y de la poca glamorosa condición de ser colombiano. 

Dicha hipótesis parece ser validada todo el tiempo por los deportistas, incluidos los jugadores de la Selección de fútbol. Ellos son los primeros en dejar ver esa penuria, esa adversidad y ese infortunio. Suelen decir: "Queremos dejar en alto el nombre de Colombia". "Darle una alegría al país porque sabemos por lo que está atravesando". No hay medalla, trofeo, copa o galardón que no se ofrezca al país del infortunio. Al final, con esas consignas siempre se pretende cambiar la imagen negativa que proyectamos al mundo por hechos que efectivamente confirman que como Estado y sociedad exhibimos graves problemas con nuestros propios procesos civilizatorios por cuenta de un Estado inoperante, mafioso y corrupto que da mal ejemplo y al que hay que temerle. Baste con recordar a las 6402 víctimas que dejó la política pública de defensa y seguridad democrática de Álvaro Uribe o los cientos de jóvenes asesinados, desaparecidos, violados y afectados en sus ojos durante el estallido social en el gobierno de Iván Duque, para entender que el Estado colombiano en cualquier momento se puede convertir en el más infame de los victimarios; y también, por cuenta del sempiterno y naturalizado ethos mafioso que guía la vida de hijos de las élite económica, social, política y militar y la de millones de colombianos acostumbrados a no hacer la fila, a querer tumbar al otro y a pasarse por la faja a las autoridades. 

Así entonces, lo acaecido en Miami en la previa de la final Colombia vs Argentina resulta perfectamente explicable desde el ámbito cultural. Una cultura que deviene atada a ese sentimiento de vergüenza que acompaña a esa idea de ser colombiano. La vergoña que hoy sienten los connacionales que viven en los Estados Unidos se explica, se hace grande y casi que inmanejable justamente porque pudieron superar o por lo menos eso creen, la adversidad y las penurias que nos acompañan en nuestro devenir como pueblo. Y es así porque se acostumbraron a respetar las reglas, le temen a la sanción, al tiket de tránsito o al señalamiento de los americanos. Incluso, hay colombianos que no comparten con otros colombianos porque no saben si ese compatriota está dispuesto a comportarse como un americano civilizado o si cree que puede venir a USA para seguir siendo un patán o un indisciplinado. 

Adenda: el presidente de la Federación Colombiana de Fútbol (FCF), Ramón Jesurún, debería de renunciar a su cargo. Los hechos violentos y reprochables que protagonizó, junto con su hijo, afectan su legitimidad y lo que es peor, confirma o valida el sentido de la hipótesis aquí expuesta.  

 

  





Imagen tomada de Semana.com

 

lunes, 15 de julio de 2024

HACIA UNA PEDAGOGÍA DE LA DERROTA

 Por Germán Ayala Osorio

La derrota sufrida en la final de la Copa América y los comportamientos vandálicos e incivilizados de hinchas y del propio presidente de la Federación de Fútbol de Colombia, Ramón Jesurún, deberían de servir para diseñar e implementar acciones, actividades y discursos propios de lo que llamo aquí en esta columna, una Pedagogía de la Derrota (PD).  

Y los primeros llamados a  implementar esas acciones es la prensa que  movió las pasiones de millones de colombianos de manera irresponsable y despertó el siempre inconveniente patrioterismo con el que intentamos ocultar  o tramitar los problemas y los conflictos individuales y colectivos de una sociedad que deviene confundida moralmente y en la búsqueda incesante de referentes (ídolos) que ayuden a limpiar la "mala imagen", dar un respiro a las frustraciones e insistir en las negativas auto evaluaciones que hacemos de nosotros mismos como pueblo. 

Los periodistas deportivos deberían de liderar acciones y actividades pedagógicas que nos ayuden como colectivo a darle un mejor manejo a la derrota, pero sobre todo, a los sueños y alegrías que despierta el fútbol como deporte espectáculo y de masas. La primera idea con la que esa Pedagogía de la Derrota puede servir a esos propósitos gira en torno a un llamado de atención - casi un regaño- a todos aquellos hinchas que insisten en entregarle la responsabilidad de ser felices a 11 jugadores de fútbol. Ese es quizás el más grande y grave problema que debe ayudar a superar la Pedagogía de la Derrota. No puede ser que hombres y mujeres en edad adulta depositen en 11 extraños que viven de un juego en el que es posible ganar o perder, una responsabilidad que debemos asumir de manera individual y en el núcleo familiar. Y lo peor de todo es que esos mismos adultos están llevando a sus hijos por el mismo camino. Al final, tendremos hinchas adolescentes y adultos más adelante, que le exigirán más a sus futbolistas, que a gobernantes y políticos que, justamente, hacen todo para que como individuos o como familia no podamos alcanzar la felicidad anhelada. 

La segunda idea sobre la que debe trabajar esa PD es aquella que señala que la sociedad  colombiana, de acuerdo con periodistas, políticos, el propio presidente de la República y algunos expertos, puede "unirse" en torno al fútbol. Es tiempo de olvidarnos de ese anhelo propio de una sociedad imaginada, sobre todo porque en el diario vivir cada uno de nosotros hace cosas y asume conductas que van en la dirección contraria a la deseada. Lograr esa "comunión" entre disímiles formas de entender la vida, el país, el territorio y la cultura, entre otros elementos,  no puede depender de los resultados de un juego sobre el que no podemos tener ningún control. Es en la cotidianidad y bajo un real espíritu republicano que podemos lograr unirnos como sociedad civilizada, moderna y democrática. 

Propongo como primera acción pedagógica, que el partido de la final se retransmita en horario tripe A, con comentaristas, periodistas, un par de jugadores de la Selección derrotada y académicos. Ese ejercicio se propone con dos objetivos: el primero, probar hasta dónde estamos dispuestos a refrescar lo sucedido para analizarlo con cabeza fría; y el segundo, aprovechar la sintonía lograda para ir acomodando en el colectivo las dos ideas aquí planteadas. Obviamente que las empresas mediáticas deben comprometerse a promocionar la repetición del partido, con cuñas que inviten a los colombianos y colombianas a dedicar un par de horas a esa actividad. 

Aprender a perder no pasa exclusivamente por reconocer que el ganador hizo las cosas mejor. Y mucho menos se trata de volver sobre el error o los errores cometidos por los jugadores de la Selección. No. De manera creativa hay que ir inoculando en las audiencias que ser felices no puede seguir dependiendo de lo que hagan 11 jugadores en una cancha; y que hay una forma de "unirnos" como sociedad: respetar las normas de convivencia y por ese camino a los demás ciudadanos; cumplir con las tareas y obligaciones. Actuar de manera civilizada para resolver problemas y conflictos. Y esto último pasa por dejar de lado aquello de ser "macho" y estar siempre dispuesto a "dar en la cara marica". 


Adenda: los hinchas que se colaron, que vandalizaron escaleras eléctricas y que usaron los ductos para entrar al estadio son hijos de esa Colombia violenta, uribizada a través del todo vale. Son los típicos "vivos bobos". Actuaron como matones y malandros. Muy mal la organización del evento porque cometieron un error garrafal: no imaginaron el nivel de estupidez, violencia y lumpenización de los cientos de colombianos que aportaron a que el mundo nos siga mirando como bárbaros, incivilizados y salvajes. 


 



Imagen tomada de Alerta Tolima

domingo, 14 de julio de 2024

FÚTBOL, GENOCIDIO EN GAZA Y CONDICIÓN HUMANA

 

Por Germán Ayala Osorio


De la especie humana se ha dicho todo: desde la filosofía, la sociología, la política, la economía; desde el marxismo, la psicología y los estudios culturales. Esa capacidad para crear, recrear y reproducir símbolos de vida y muerte nos diferencia de los animales no humanos, apenas recientemente y después de largas luchas, aceptados como seres sintientes y por tanto sujetos de derechos. En general, los llamamos irracionales para explicar y justificar nuestra preponderancia y dominio, así nuestras decisiones, muchas veces irracionales, nos permitan calificar a los responsables de esas mismas decisiones, como animales y bestias con el único objetivo deshumanizarlos para poder eliminarlos física y simbólicamente. 

Hemos aceptado que la naturaleza o la condición humana deviene aviesa, perversa, peligrosa, inmoral, pero igualmente fascinante por las expresiones de solidaridad, inventiva, resiliencia, eticidad, moralidad, amor y respeto. Podemos ser luz y oscuridad al mismo tiempo. Quizás ahí esté lo fascinante de esta especie que, además de dominante,  es altamente disruptiva y depredadora que con sus huellas indelebles dio vida a la categoría que mejor recoge ese doble carácter de su condición y los riesgos para la vida en el planeta (no del planeta): el Antropoceno. 

Por estos días  que, una parte de la humanidad está ocupada viendo la Eurocopa de naciones, la final de la Copa América y que se apresta para disfrutar de los Juegos Olímpicos, es preciso dedicar unos minutos a pensar en lo que somos y representamos como seres humanos. Mientras el fútbol entretiene a millones de habitantes en el planeta, el Estado de Israel se dio a la tarea de exterminar al pueblo palestino por culpa del atroz ataque que perpetró el grupo Hamás contra "blancos" civiles en territorio israelí. Eso se llama genocidio, práctica que es bien vista por otros Estados, contratistas especializados en reconstruir ciudades y que están prestos a que una vez termine la "guerra", Israel inicie el proceso de gentrificación de la franja de Gaza bombardeada; y por supuesto, por los Señores de la Guerra que aumentan sus fortunas con cada guerra o conflicto armado que nace en algún rincón de la Tierra. Estos últimos saben que siempre habrá pelotones dispuestos a morir y matar por una bandera o por una Nación.

Fútbol, Olimpiadas, las guerras y los conflictos armados tienen varios elementos en común: el capital,  el poder político y organizaciones de alcance mundial. Para las guerras,  bien sea  para matizar sus efectos o para evitarlas o alentarlas está la ONU. Para disponer que millones de seres humanos estén pendientes de torneos de fútbol está la FIFA. Y para las olimpiadas, el COI. 

ONU, FIFA y COI son organizaciones en las que la aviesa, pero fascinante condición humana se congrega en torno al poder político mundial de países que fungen como potencias económicas, deportivas y militares; también, por supuesto,  a los intereses de los Señores de la Guerra y del Deporte, casi todos hombres cuyas decisiones terminan pareciéndose hasta en el lenguaje. Varios filósofos han dicho que habitamos en la lengua, que el lenguaje es "nuestra casa"; que somos lo que decimos; que cuando hablamos o escribimos, nos desnudamos, demostramos lo que somos. Dejamos ver nuestras partes pudendas.   

En el fútbol los narradores y comentaristas hablan de disparos (al arco). Los Señores de la Guerra, también; en el mismo deporte masivo, los periodistas deportivos hablan de las "armas" que tiene Colombia para hacerle daño a la Argentina. Y aunque un narrador colombiano dejó de usar la expresión "el pase de la muerte", sus colegas insisten en decir que al rival hay que "matarlo", "acabarlo", "someterlo", "liquidarlo".

Cuando Colombia derrotó a la Argentina 5 a 0 en el Monumental de Núñez, ese glorioso, pero violento 5 de septiembre de 1993, hubo peleas callejeras y muertos. Y como en cualquier guerra, víctimas inocentes. Y todo por un partido. Ese día uno de los locutores habló de que Colombia había "masacrado" a los argentinos de Basile. Que era una "masacre". 

El lenguaje de la guerra o el de los conflictos armados se parece mucho al lenguaje deportivo, en particular, al que sirve para comentar los partidos de fútbol. Entonces, escuchamos a hablar de "guerreros", "gladiadores" y "héroes"; también hablan los periodistas deportivos de "gestas", de "batallas", de resultados épicos, de conquistas. 

El problema no radica en los usos particulares de la lengua al momento de narrar partidos. El asunto de fondo está en que a través del lenguaje la condición humana, en particular la parte más aviesa, se expresa no solo para mover las fibras de hinchas, sino para dar cuenta de la cantidad de intereses que hay detrás de ese deporte espectáculo llamado fútbol. 

Mientras millones estaremos pendientes de la final entre Argentina y Colombia, en Gaza el sionista ejército de Israel juega su propio partido. Ese cuyo único objetivo es acabar con el último palestino vivo que ronde por la extensa franja de Gaza y los territorios ocupados. Los jugadores, campeones o subcampeones, recibirán medallas y obtendrán la "gloria". Los soldados israelíes también recibirán medallas. Unos y otros, héroes, guerreros, combatientes. Todos juntos, como quien escribe esta columna,  atados a esa condición humana que nos hace fascinantes, para  el bien o para el mal. 


Imagen tomada de Quora

sábado, 13 de julio de 2024

BIELSA, PERIODISMO, PODER Y FÚTBOL

 

Marcelo Bielsa es el corajudo técnico de la selección uruguaya que, por estos días, anda desatado dando declaraciones altisonantes en torno a varios asuntos que tocan a la organización de la Copa América a la que considera un desastre a juzgar por el mal estado de las canchas y el manejo de la seguridad en las tribunas, en particular por los bochornosos hechos protagonizados por hinchas colombianos y directivos, hinchas y jugadores uruguayos que no soportaron perder "otra vez" con Colombia. También criticó a los medios y periodistas que cubren la Copa América por estar al servicio de la FIFA y la Conmebol y guardar silencio por el mal estado de las canchas, incluso, por el tamaño no reglamentario de las mismas, más los otros asuntos señalados por Bielsa.  

Pero quizás el tema de más grueso calibre al que se refirió el estratega argentino es de la "privatización" del fútbol. Lo dicho por Bielsa no es de buen recibo por parte de los medios masivos y los periodistas obligados a autocensurarse y de otros que, simplemente, disfrutan obedeciendo instrucciones y gozando de los privilegios que les aseguran sus propios patronos al momento de cubrir periodísticamente certámenes como la Copa América, mundiales y la Eurocopa: viajar y viaticar son las recompensas por informar "adecuadamente";  y por supuesto, resultan incómodas para las directivas de la Conmebol, la AUF (Asociación Uruguaya de Fútbol) y la FIFA, agentes de poder responsables en gran medida de haber convertido el fútbol en un vulgar y tenebroso negocio y por ese camino haber permitido que sobre este recayeran señalamientos inmorales relacionados con prácticas como arreglar partidos y resultados, así como organizar torneos para favorecer a específicas selecciones e incluso, jugadores top del fútbol mundial. El ethos mafioso viaja en primera clase y se pavonea por todas las federaciones, hasta llegar a la matriz: la FIFA.

Le dicen el "loco", pero Bielsa está más cuerdo que todos aquellos que giran en torno al fútbol: hinchas, poderosos directivos de todas las instancias, empresas patrocinadoras y mediáticas. Lo primero que dijo el "orate" del Bielsa es que el fútbol ya no es más un espectáculo para los más pobres del planeta, porque fue privatizado. Nadie discute que le cabe razón al profesor Marcelo Bielsa: el fútbol, de un tiempo para acá, pertenece a unas cuantas familias que se lucran porque tienen asegurados a millones de consumidores enajenados y dispuestos a comprar costosas camisetas, banderines, guayos y boletas para asistir a partidos. Y si quieren verlo por televisión, entonces hay que adquirir un plan para poder gozarlo desde sus hogares. Muchos años atrás, se podían ver todos los partidos de un Mundial de Fútbol. 

Dentro de esos consumidores asiduos de partidos y torneos hay quienes  no tienen la capacidad de análisis y el espíritu crítico de Bielsa; por supuesto que hay otros tantos millones a los que poco o nada les interesa saber y entender lo que dice un entrenador de fútbol al que ningún colega parece dispuesto a acompañar en sus críticas por miedo a sanciones y represalias de las autoridades del fútbol.  Scaloni, también argentino, habló y lo callaron, dijo Bielsa. Néstor Lorenzo, el argentino que dirige al seleccionado colombiano, también guarda silencio. ¿Miedo, comodidad o "importanculismo"?

A esos millones de hinchas poco o nada les interesa que el balompié mundial sea hoy un clúster que produce millonarias ganancias para unos pocos, porque las angustias, los miedos y las incertidumbres que padecen, requieren de la más grande válvula de escape: el fútbol. 

Muy seguramente la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF) cancelará el contrato que sostiene con Bielsa, bien por no haber conseguido pasar a la final o por sus declaraciones. Es probable que la salida del entrenador se dé por presiones de la propia Conmebol, siguiendo instrucciones de la FIFA. En su momento, Diego Armando Maradona también criticó a la FIFA y a todo lo que se mueve detrás del fútbol. Y nada pasó. 

Lo curioso de todo es que tanto Bielsa como Maradona siempre, de muchas maneras, directa o indirectamente, se beneficiaron de los manejos administrativos y políticos de la FIFA y la Conmebol, para favorecer los intereses de los seleccionados de Uruguay  y Argentina. Sin embargo, sus voces siempre serán importantes para el más grande espectáculo que garantiza la alienación de millones de seres humanos que se distraen viendo goles, mientras Israel hace ingentes esfuerzos militares para borrar de la tierra al pueblo palestino. 

El problema no está en lo que dijo Maradona en su momento y en lo que dice hoy el "loco" Bielsa. El problema radica en que muy pocos estarán dispuestos a abandonar privilegios porque hacen parte del negocio del fútbol o dejar de consumir lo único que los saca de las rutinas diarias y del malestar individual y colectivo que produce la vida contemporánea. 

Mañana, Bielsa publicará un libro con todas las "verdades" que él dice tener sobre el manejo del fútbol mundial. Hinchas, entrenadores y jugadores lo comprarán. Lo único cierto es que el mundo seguirá igual. Nada cambiará, porque ese mundo que critica Bielsa fue creado, es recreado y reproducido por esa condición humana que también acompaña a este "orate" del fútbol que hace muy bien en conectar tres elementos que periodistas deportivos todo el tiempo quieren separar: poder, política y el capital.  



Imagen tomada de sporting news


viernes, 12 de julio de 2024

11 RAZONES PARA VENCER A LOS ARGENTINOS

 

Por Germán Ayala Osorio


En un deporte espectáculo como el fútbol, que suele mover los más primarios sentimientos humanos, incluyendo la fe, resulta poco razonable y lógico hablar de razones por las que un equipo debería vencer a otro. Pues bien, a riesgo de caer en ese escenario de la "sinrazón", expongo en esta columna 11 razones por las que la Selección Colombia debe derrotar a su similar de la Argentina. Las que expondré pueden estar atadas a hechos o circunstancias futbolísticas, pero también a las extra futbolísticas que siempre aparecen en ese deporte contaminado por intereses económicos y políticos, asociados a la operación de la FIFA, un organismo intocable que puede  resultar más poderoso que cualquier Estado del sur global.

1. Porque en el 2001 Colombia se coronó campeón por primera vez de la Copa América, sin la presencia de Argentina. En esa oportunidad, la dirigencia gaucha, con la complicidad de la Conmebol, se abstuvo de mandar a competir al seleccionado local aduciendo problemas de inseguridad en Colombia. 

2. Porque a la Argentina le organizaron la  Copa América para que la ganara con el menor desgaste físico de sus jugadores. No enfrentó en la fase de grupos y en la semifinal a seleccionados fuertes. Por el contrario, Colombia se enfrentó a Brasil  en la primera fase y a Uruguay en la instancia siguiente. Partidos duros. 

3. Porque la Selección Colombia mostró a lo largo del campeonato mejor fútbol, dinámica. Un fútbol más moderno, vertiginoso, frontal y atrevido. Argentina está viviendo del glorioso pasado de Messi y de Di María. Sin esas dos figuras, la selección gaucha es un equipo normal al que se le puede vencer. 

4. Porque el presidente de la República de Colombia declaró el lunes 15 de julio, día Cívico. No quiero imaginar las caras aburridas de millones de hinchas en un día de asueto, recordando la derrota. Un día festivo es para consentir a la resaca post celebración.

5. Porque las directivas del fútbol colombiano no trabajan sobre procesos de largo plazo. Aunque Lorenzo potenció lo que dejó Pekerman, no resulta tan fácil lograr consolidar una Selección tan completa línea por línea. El recambio apenas se asoma, pero ello no es garantía de que haya continuidad en el trabajo dentro de la estructura de la Federación Colombiana de Fútbol. 

6. Porque ya es tiempo de ganar títulos para dejar de ser una selección que alegra los torneos. Ya no más "victorias morales" como aquel 5 a 0 contra Argentina ese 5 de septiembre de 1993 en el Monumental de Núñez. O el más reciente 2 a 0 contra Uruguay en el pasado Mundial.

7. Porque si ganan la Copa América, sabremos si aprendimos a celebrar. Es la oportunidad para borrar la violencia y los excesos que se vivieron en 1993 con ocasión de la goleada y la humillación que le propinaron a la Argentina en su propia tierra. 

8. Porque sectores de la economía se beneficiarían por la euforia que desataría vencer a los argentinos.  

9. Porque hay jugadores argentinos que se pasan de bocones, fatuos y que se creen invencibles. Son los mismos que menosprecian a los colombianos. 

10. Porque es la revancha de James Rodríguez y un premio a su trayectoria. Así como a Messi le faltaba el Mundial, a James le falta esta Copa para ir pensando en su retiro. Quizás le alcance para jugar el Mundial de 2026. 

11. Porque los jugadores más jóvenes de la Selección y los que aspiren a ser convocados sabrán incorporar ese valioso triunfo y título a su "ADN". Esa sería la génesis del triunfalismo y el favoritismo que siempre exhiben argentinos, uruguayos y brasileros. 


Adenda: Si la Selección quiere ganar la Copa América sus jugadores deben hacer un triple esfuerzo. Se enfrentan a la historia, a la arrogancia y a las mañas de los argentinos; así como a las ayudas de los árbitros y al apoyo de la Conmebol.



Imagen tomada de futbolred


jueves, 11 de julio de 2024

¿LA SELECCIÓN NOS UNE?

 

Por GERMÁN AYALA OSORIO

 

Después de alcanzar la clasificación a la final de la Copa América y en medio de la algarabía y de expresiones de patrioterismo, volvió a escucharse que “la Selección Colombia nos une”. Convertida dicha frase en un imaginario colectivo, atado, por supuesto al poder de penetración del lenguaje periodístico, bien vale la pena tratar de ahondar en sus raíces y alcances. 

Lo primero que hay que decir es que ese imaginario colectivo supone que la sociedad colombiana deviene históricamente escindida por razones políticas, culturales e ideológicas. En el 2021, cuando se ganó por primera vez la Copa América, la misma frase se escuchó de las voces de narradores y periodistas deportivos y por supuesto, de hinchas que creyeron y aceptaron el mensaje de una idea que se popularizó tanto, que no no parece haber nadie dispuesto a poner en duda de que efectivamente "la Selección nos une". En esa oportunidad quedamos campeones. Me pregunto: ¿Hubo unión, en qué consistió? ¿Acaso se resolvieron los problemas y los conflictos sociales y políticos se transformaron? ¿O lo que el periodismo deportivo busca realmente, al fijar ese imaginario en la conciencia colectiva es que por unas horas nos "unamos" para celebrar, disfrutar, consumir y beber? Si es así, entonces el único objetivo de los programas y periodistas deportivos cuando sueltan la frase es que salgamos como locos a consumir bebidas y a gastar sin control y por esa vía, olvidarnos de nuestras tristezas, problemas, miedos y angustias.  

Sigamos. También se puede pensar que esa realidad objetiva llamada "desunión o eterna división" se ha intentado cambiar a través de fórmulas distintas al fútbol, esto es, acuerdos sociales y políticos como el que permitió derogar la conservadora y anacrónica constitución de 1886 y otros pactos políticos de menor alcance, pero que sirven para comprender que los problemas de la sociedad colombiana no se pueden superar con el hecho de abrazarnos en torno a la celebración de un título deportivo en la disciplina del fútbol. Hablo del Frente Nacional, el fallido Pacto de Chicoral en los años 60, el proceso de paz entre el Estado y el M-19, los pactos Ralito, Chivolo y Pivijay entre una parte de la clase política y los paramilitares, así como el tratado de paz con las entonces Farc-Ep durante el gobierno de Juan Manuel Santos Calderón.

Los señalados acuerdos, pactos o negociaciones no sirvieron para cambiar esa realidad a la que nos remite la idea de que la Selección es lo único que une a los colombianos. Es tal la potencia de dicho imaginario colectivo que no es necesario explicar que se trata de la selección masculina de fútbol de mayores. Justamente, una sociedad machista como la colombiana parece tener exclusivamente en los jugadores (hombres) la posibilidad de dejar atrás la “desunión colectiva" de la que posiblemente otros hombres son responsables por disímiles decisiones tomadas en lo político, lo social y lo económico. 

Con la “fiebre” por la Selección parece que aquello de que somos un país de regiones puede atenuarse en virtud de los efectos negativos que viene dejando un centralismo bogotano que ha logrado consolidar esa condición de país de regiones, creando en las más importantes ciudades capitales "espejos" regionales de ese fatal centralismo capitalino. Un ejemplo de lo anterior es que hay ciudadanos que viven en el centro y norte del departamento que deben desplazarse a la capital del Valle del Cauca Cauca a tramitar asuntos que  en sus municipios no se pueden abordar administrativamente. 

Insisto en que la manida frase "la Selección es lo único que nos une" deviene con un alto grado de confusión porque quienes la promueven no explican con claridad si eso de unirnos tan solo apunta a salir juntos a celebrar en caravanas y sentarnos a beber hasta perder la conciencia. El mismo imaginario colectivo arrastra un sentido lastimero que da cuenta de cómo nos auto percibimos, con un detalle no menor: le entregamos a 11 jugadores la responsabilidad de transformar a toda una sociedad cuyos miembros de sus élites gravitan en torno a un naturalizado ethos mafioso. 

No podemos ocultar que vivir en el país es toda una aventura y hasta un "deporte de alto riesgo" por la posibilidad de morir en una masacre, en un atentado terrorista o víctima de un agente del Estado, un paraco, guerrillero o ladrón callejero. 

Solo espero que las tragedias que dejó la celebración del 5 a 0 contra Argentina en el Monumental de Núñez, ese 5 de septiembre de 1993, no se repitan en caso de que Colombia alcance por segunda ocasión el anhelado título continental. Ojalá hayamos aprendido a celebrar con mesura, de manera civilizada, con responsabilidad y respeto. Cualquiera sea el resultado, la frase "la Selección nos une" seguirá instalada en la conciencia colectiva con un complemento: "nos une para celebrar, pero para nada más". 


   


 Imagen tomada de la cuenta de X de la Presidencia de Colombia

miércoles, 10 de julio de 2024

EL PROCAZ DANIEL ROJAS, MINISTRO DE EDUCACIÓN

 

Por GERMÁN AYALA OSORIO


Con la designación de Daniel Rojas Medellín como nuevo ministro de Educación, en remplazo de Aurora Vergara, nuevamente se activó la gavilla mediática opositora al gobierno para deslegitimar la elección del hasta ayer director de la SAE, por el lenguaje procaz que Rojas Medellín usó en el pasado para descalificar a varios personajes públicos.

El tema tiene varias aristas que es bueno exponer en aras de comprender la arremetida mediática y por supuesto, la decisión misma del presidente Petro. Una de esas aristas es el clasismo con el que históricamente suelen darse y defenderse esos nombramientos desde Bogotá, como centro del poder político, con el sempiterno concurso de los medios que hoy critican la designación de Rojas. 

Una parte importante de la sociedad colombiana es racista y clasista. De ese incontrastable clasismo bogotano se derivan los títulos universitarios, la universidad privada o pública de donde egresaron los nuevos candidatos a ser ministros, el origen de clase y por supuesto la cercanía al presidente, que puede incluir una reconocida amistad o la imposición de los ministros derivada de las cuotas burocráticas a las que los mandatarios están "obligados" a entregarles a los partidos políticos de la coalición. Rota la coalición, Petro apela a su poder discrecional para conformar su gabinete. 

El clasismo es fruto de la desigualdad y está instalado originalmente en unas diferencias de clase y en una latente lucha de clases que suelen matizarse con aquellos casos de hombres y mujeres públicos que llegaron a ser ministros, a base de trabajo, estudio y disciplina, a pesar de haber nacido en cunas humildes y pobres. Ellos son la excepción a la regla. En este punto emerge la ideología y la lucha de clases como segunda arista que los miembros de la gavilla mediática expusieron en redes sociales y medios masivos para profundizar la crispación política en el país. Dicen sus voceros que la designación de Rojas Medellín se explica porque el presidente Petro quiere ahondar en la lucha de clases.

En el fondo, la pretensión de las empresas mediáticas es advertirles a sus audiencias que la única ideología vigente en Colombia es la de la izquierda, por cuenta de un presidente exguerrillero que además de militar en esa orilla, está empecinado en exacerbar la lucha de clases. Olvidan los periodistas-estafetas del régimen de poder que de forma natural el sistema mundo capitalista produce y reproduce el clasismo y la lucha de clases, así los dominados no lo palpen por falta de lectura y comprensión de sus propias realidades. Esos medios masivos ocultan que la derecha es y ha sido la ideología dominante en el país desde la fundación de la República. 

No se puede ocultar que el presidente de la República tiene un discurso  anti clases sociales y que cree en que es posible cambiar esa realidad que se expresa entre élites dominantes y dominados. La respuesta que dio en la red X así lo confirma: “Me parece que perfectamente un joven salido de las comunas populares de Medellín, que haya vivido su barrio, su resistencia, puede llegar no solo a ser ministro de educación sino presidente. Así es la democracia, así es la República. Algún día la juventud popular de Medellín sabrá que la han dominado y gritará su libertad y poder…”.

Y la tercera arista tiene que ver con el uso del lenguaje y la confusión moral asociada de manera directa al origen de clase y a los círculos de poder en donde las groserías y la doble moral suelen aparecer en escenarios privados en donde se cuadran las coimas y los contratos amañados, mientras que en los en los públicos, políticos, presidentes, congresistas y contratistas se muestran  decentes, pulcros, bien hablados, es decir, “educados”. En una sociedad pacata y mojigata como la colombiana, un madrazo es peor que robarse el erario o ser responsable de crímenes de Estado. 

Echar madrazos en las redes sociales es peor que ser corrupto y criminal en Colombia, bajo la actual lógica mediática. Así las cosas, Daniel Rojas está inhabilitado para ser “ministro de educación” porque su lenguaje es procaz y soez. El excandidato presidencial Rodolfo Hernández es un viejo malhablado y con ínfulas de putero. Y el expresidente Uribe amenazó a un personaje llamado como “la mechuda”, que “le iba a dar en la cara marica”. Al parecer, para la misma gavilla mediática  los putazos de Hernández y Uribe  eran buenos y hasta chistosos porque no venían “contaminados” del discurso de la lucha de clases que agita Petro.

Al final, Petro, en uso de sus facultades discrecionales, designó a Rojas Medellín porque lo considera su amigo, porque viene de "abajo" y logró estudiar un posgrado, así no se haya graduado y porque para el  presidente las “buenas maneras” jamás estarán por encima de la lealtad y la pulcritud en el manejo de los recursos públicos. Hasta que no se pruebe que malversó fondos de la SAE, Rojas parece ser un gran gestor y cumplidor de tareas. Es sobre este elemento que hay que poner los ojos sobre el nuevo ministro de educación, porque se supone que al interior de esa cartera debe haber un equipo técnico (tecnócratas) capacitado para sacar adelante la reforma educativa propuesta por el actual gobierno.

La crisis de la educación en Colombia no se agravará porque a esa cartera llegue un joven grosero. De esa crisis son responsables anteriores ministros muy educados en sus maneras de hablar, pero obedientes en el cumplimiento de la tarea que les encomendaron varios presidentes: acabar con la educación pública y desconocer a la educación como un derecho, para convertirlo en un negocio. 


Imagen tomada de Semana.com

martes, 9 de julio de 2024

PETRO, EL PASEO EN PANAMÁ Y EL PERIODISMO BASURA

 

Por GERMÁN AYALA OSORIO


La llegada de Gustavo Petro a la presidencia de la República constituye una ruptura en la historia política del país porque no es hijo de la oligarquía, y menos aún es un político emergente y cercano a las mafias del narcotráfico que durante más de 30 años aportaron millones de dólares a candidatos presidenciales que finalmente se convirtieron en jefe del Estado colombiano; como tampoco es el títere al que los "cacaos" estaban acostumbrados a poner en el solio de Bolívar para imponerles la agenda económica atada esta a la doctrina neoliberal. 

Su forma de gobernar y su estilo "poco apropiado" para las élites y los periodistas oficialistas acostumbrados a manosear a los presidentes de la República, sacó lo peor de la clase política y empresarial, así como del periodismo servil al "viejo" establecimiento. En esta columna haré referencia a este último actor político, a propósito de varios tratamientos desafortunados del video en el que de acuerdo con esas mismas versiones, se ve al presidente Gustavo Petro paseando por un parque en Panamá, de la mano de una mujer (se dijo, inicialmente, que era una mujer trans). 

De las imágenes se ocuparon varios medios y periodistas que en un primer momento dejaron ver su transfobia y por supuesto, el morbo que les produce saber si a Petro le gustan las mujeres trans; y claro, disfrutarían saber si la primera dama, Verónica Alcocer y Petro siguen juntos y conviven aún como esposos al interior de la Casa de Nariño. Unos y otros operaron como voceros de esa parte de la sociedad colombiana que al devenir pacata, premoderna, farandulera, morbosa, mojigata, gazmoña, puritana, morronga, clasista, racista, machista, homofóbica y transfóbica, suele disfrutar del chisme y las habladurías, en particular cuando hay de por medio relaciones sexuales. 

Antes de que el presidente Petro trinara sobre el referido video, en Blu radio, La W y La FM, medios opositores y enemigos de Petro, abordaron el asunto con criterio farandulero y con esa sorna que suele aparecer cuando se tratan asuntos sexuales "pecaminosos" como tener relaciones homosexuales. 

A pesar de que el presidente no confirmó, como tampoco negó que era él quien caminaba de la mano de una dama por un parque en ciudad de Panamá, el hecho "notimorboso" siguió rodando en las redes sociales, en particular en la red X, la más grande hoguera en las que suelen escaldarse los egos y las posturas políticas en medio del crispado ambiente político que se respira en el país desde el 7 de agosto de 2022. 

El payaso-humorista, Daniel Samper Ospina sacó provecho de lo ocurrido para continuar expresando su Petrofobia, esta vez con el tema sexual que parece encantarle al columnista de la revista Cambio. Recordemos que fue director de la revista SOHO y que en su momento circuló un correo electrónico en el que, al parecer, se refería en términos desobligantes y lascivos de las modelos que posaban desnudas para esa publicación. En la red internet se encuentra esto: "Ni se te ocurra, por nada del mundo, decir que te las mostré, pilas que me matan”, escribió para email que envió en 2011 a una persona que reconoce como su “mentor”. También usó frases como: “Están muy buenas”, “de resto hay una marimacha” y finalmente “guárdame la espalda, tú no has visto nada”.

En las última horas el portal La Silla Vacía publicó un artículo en el que "comprueban" con testimonios recogidos in situ, que efectivamente el señor que camina de la mano de una mujer vestida de azul, es el presidente, Gustavo Petro. Aquí el asunto problemático no está en el número de las fuentes consultadas e incluso si estas existen o no. Sobre este último punto hay que decir que es una práctica recurrente en el periodismo masivo  inventar fuentes para poder que  directores, editores o periodistas puedan expresar sus opiniones. Lo que sí resulta problemático y conflictivo es que medios y periodistas conviertan en un hecho noticioso, con tintes políticos, lo que corresponde a la vida privada y a la decisión autónoma de un hombre y de una mujer. Que se trata del presidente de la República no legitima y mucho menos le quita el carácter amarillista, morboso y estigmatizante con el que medios y periodistas asumieron las llamativas imágenes. 

Las empresas mediáticas y los reporteros quisieron elevar el "hecho amoroso" en un asunto de Estado. Unos y otros actuaron como lo hicieron los medios americanos cuando ocurrió el "bragetazo" de Clinton con Mónica Lewinsky: con un vulgar sensacionalismo, un inquietante morbo y una especial inclinación a contaminar el periodismo con la basura del oficio: la farándula. Algunos se atreven a llamarla "periodismo de farándula" que se auto valida con frases que millones de colombianos recuerdan de espacios "periodísticos" dedicados a hurgar en la vida íntima de los famosos: "el dulce sabor del chisme, la esquina del chisme y en la Red, nada se nos escapa".

Termino con lo dicho por Petro: "Siempre he considerado que la intimidad es la “última ratio” de la libertad, la última trinchera del ser libre, y conservaré este principio hasta que escriba de mí mismo o muera”.




Tomado de youtube.com

https://www.youtube.com/channel/UCRTAHXRbRuYlsSCmb_78d_Q/videos



lunes, 8 de julio de 2024

MBAPPÉ, JAMES RODRÍGUEZ Y LA CONCIENCIA DE CLASE

 

Por Germán Ayala Osorio 


Antes de conocerse los recientes resultados electorales en Francia en los que sacó ventaja la izquierda, en las redes sociales ya era viral lo que dijo la estrella del fútbol galo, Kilyan Mbappé, quien previo a las elecciones, invitó a  sus conciudadanos a votar en contra de la derecha fascista, esa misma que odia a los inmigrantes, condición que ostentan Mbappé y sus  padres. Esto dijo el crack: "Creo que ahora, más que nunca, hay que ir (a votar)Es una coyuntura urgente. No podemos dejar que nuestro país caiga en manos de esta gente. Es acuciante: hemos visto los resultados, es catastrófico".

Para los periodistas deportivos colombianos que creen que los deportistas y en particular los jugadores de fútbol no "deben meterse en política", lo dicho por Mbappé les debió sorprender y molestar porque esos colegas suelen ser defensores a ultranza del régimen de poder que les permite hoy ponerse al frente de unos micrófonos para entretener y manipular a las audiencias. El establecimiento colombiano, con el concurso de la Federación de Fútbol y de la mano de los narradores y comentaristas deportivos, usa de tiempo atrás el fútbol para inocular en los fanáticos un sentimiento patriotero que sirve a los propósitos enajenantes que busca todo régimen de poder.  Pan y circo es la fórmula mágica cuando lo que se busca es que los fanáticos dejen salir sus frustraciones durante largos 90 minutos o cuando se alcanza una estrella o una copa, para salir en caravanas a beber y a sacudir la bandera tricolor.

Es posible que las condiciones difíciles en las que se levantó Mbappé sean similares a las de muchos de los deportistas y jugadores de la selección colombiana de fútbol de mayores. Pobreza, desigualdad y violencia pueden ser tres elementos comunes en los orígenes del 10 de la selección gala y de muchos jugadores que actualmente brillan con el seleccionado nacional en la Copa América que se celebra en los Estados Unidos. A juzgar por lo dicho por Mbappé antes de las elecciones en su país, la diferencia  entre el jugador francés y los jugadores de la selección de Colombia está en la conciencia de clase, que no es otra cosa que ese sentimiento de saber de dónde se viene, de reconocer muy bien quiénes son los responsables de haber soportado condiciones adversas y el poder advertir para sí mismos que la fortuna que logren amasar jugando al fútbol, jamás podrá borrar sus orígenes.

Para Marx, la conciencia de clase "representa el mecanismo a través del cual una clase pasa de ser una clase en sí a una clase para sí. Sobre esta base, el mismo Marx señaló cómo la presencia o ausencia de conciencia de clase determinaba las posibilidades que tenía una clase social de convertirse en una fuerza social" (Pérez, Pablo. Cómo entender y estudiar la conciencia de clase en la sociedad capitalista contemporánea. Una propuesta).

Mbappé parece tener muy claro qué es eso de la conciencia de clase, pues sabe que la derecha fascista francesa, en tanto clase, no le conviene a quienes defienden las libertades y no asumen la migración como una amenaza cultural. Me pregunto si dentro del seleccionado colombiano existen jugadores con esa misma claridad de la estrella del Real Madrid. 

Como Mbappé juega con la 10, miremos el caso del 10 colombiano, James Rodríguez. Baste con recordar la reunión entre el crack de la selección y el expresidente y expresidiario Álvaro Uribe Vélez para pensar que posiblemente Rodríguez poco o nada sabe de eso de la conciencia de clase. Lo primero que dejó ver en aquel encuentro con el político antioqueño es el desconocimiento de la historia reciente del país, en especial el contexto y las circunstancias socio políticas, culturales, económicas y de orden público que generó Uribe cuando "mandó" en Colombia (no gobernó) entre el 2002 y el 2010 y cuando  repitió mandato entre el 2018 y el 2022, en las "carnotas" de Iván Duque, su títere. 

Ojalá los tres jugadores chocoanos que hacen parte del combinado nacional tengan más elementos de juicio que James Rodríguez, fruto de las difíciles condiciones en las que se levantaron en ese departamento castigado por el centralismo, el clasismo y el racismo estructural, para acercarse a esa veta de conciencia de clase que dejó ver Mbappé en su declaración.

Quizás sea mucho pedir para quienes creen que siendo ricos y famosos, no están obligados a pensar por fuera de las canchas. Mi abuela materna solía decirle a mi madre y a sus hermanos y hermanas: "del cura, la misa, y nada más". A lo mejor debo recoger el sentido de la lapidaria y sigilosa frase de la "mamita" para decir: de los jugadores de la Selección, los triunfos, y nada más. 





domingo, 7 de julio de 2024

FÚTBOL, PERIODISTAS OFICIALES Y PATRIOTERISMO

 

Por Germán Ayala Osorio


El fútbol no despertaría las pasiones que logra en los fanáticos, incluidos los sentimientos patrioteros, si no contara con el cubrimiento mediático, pero sobre todo, con los narradores, periodistas y comentaristas deportivos "oficiales", obligados a despacharse en elogios hacia los jugadores y cuerpo técnico. 

El equipo del Gol Caracol es el mejor ejemplo de ese periodismo deportivo "oficialista" que convierte cada partido de la Selección de Fútbol de Mayores en un carnaval, en una fiesta "nacional", cuyo anhelo es el de "unir" a los colombianos. "El fútbol es lo único que nos une por el momento", dijo Javier Hernández Bonnet, el jefe del equipo del Gol Caracol, después del contundente triunfo del seleccionado sobre su similar de Panamá por 5 a 0. 

Lo curioso  es que con  ese anhelo de "unir" a los colombianos se ocultan los tratamientos tendenciosos, exagerados y mentirosos que Noticias Caracol ha hecho recientemente, como parte de esa unión de empresas mediáticas que desde el 7 de agosto de 2022 se trazaron el objetivo de deslegitimar al gobierno progresista y por esa vía, consolidar la crispación ideológica y el enfrentamiento social y político entre petristas, no petristas, uribistas y no uribistas. Es decir, con el fútbol quieren unir lo que ellos mismos, todos los días, se encargan de separar a través del clasismo, el racismo, la aporofobia, la homofobia y la transfobia. 

El derecho a cubrir los partidos de la selección y el tener acceso a los jugadores del equipo nacional supone que a los periodistas, comentaristas y narradores del Gol Caracol (de Caracol Televisión) les queda terminantemente prohibido hacer críticas alrededor de decisiones deportivas y menos aún, sobre el desempeño de los jugadores, a pesar de las victorias, porque mientras haya triunfos, lo que menos importa es el análisis. Bajo esas condiciones, al señalado equipo periodístico  solo le queda el camino de insistir en el inveterado patrioterismo que les garantiza rating y asegura en los aficionados un peligroso triunfalismo. 

Justamente, con esos cubrimientos exaltados de los antes y después de los partidos, el periodismo deportivo deja de lado una tarea inaplazable en el cubrimiento de un deporte de masas: educar para la derrota. Insisten en repetir que la Selección lleva 27 partidos invictos, lo que de inmediato genera en las audiencias dos sentimientos: de un lado, la angustia de pensar cuándo se perderá el invicto, si en el partido contra Uruguay o en la final contra Argentina, suponiendo que se supere a los charrúas y dando por sentado que los gauchos hagan lo propio con el seleccionado de Canadá; y del otro, ese triunfalismo convierte a los jugadores en héroes, en los "mejores del mundo", en una selección invencible, hecho por supuesto que los expone ante los apostadores (muchos de ellos, mafiosos) y los fanáticos. Ante una derrota, los primeros no les perdonarán una derrota; y los segundos tampoco porque el ser felices depende directamente del desempeño de los deportistas.  

Baste con recordar las reacciones violentas de los aficionados cuando la selección derrotó a Argentina 5 a 0 en una eliminatoria al Mundial. Muertos, heridos y accidentes de tránsito mancharon la celebración de un triunfo histórico que jamás representó la consecución de un  título. Eso sí, que el "pueblo" futbolero no sepa celebrar obedece a la sumatoria de factores culturales de los que hacen parte las exaltadas y patrioteras maneras como los periodistas deportivos cubren  y comentan las incidencias de los partidos.  

Recomiendo a los colegas del Gol Caracol que dediquen minutos a recordarles a las audiencias que se trata de un juego, y que podemos perder frente a Uruguay; y que de pasar a la final, también puede darse la derrota. Y que darse el triunfo, es decir, de resultar Campeones de América, hay que disfrutar con mesura. Menos mal ya no está el narrador que con cada triunfo de la Selección gritaba "que no me esperen en la casa". Dicha arenga, en un país de ignorantes, patrioteros y de gente que necesita sacar a como dé lugar sus frustraciones, tiene un doble significado: no me esperen porque me fui de parranda. O no me esperen, porque perdí la vida en una riña. 

Quizás si los periodistas deportivos le bajan un poquito al patrioterismo y al triunfalismo, los hinchas de la Selección aprenderán a celebrar y a darle manejo a la derrota, que en cualquier momento llegará. Y a lo mejor es hora de olvidarse de que el fútbol pueda "unir" a una sociedad fragmentada porque durante más de 50 años, sucesivos gobiernos, le apostaron con sus decisiones económicas, a mantenernos divididos, porque así es más fácil controlar al "pueblo". 




Imagen tomada de EL TIEMPO.COM 

viernes, 5 de julio de 2024

EL CONCIERTO DE LA ESPERANZA QUE DESCONCIERTA A LA DERECHA


Por Germán Ayala Osorio  


El llamado Concierto de la Esperanza y la enorme bandera de Palestina con la proclama Alto al genocidio en la fachada del Congreso serán recordados por ser actos ético-estéticos, culturales y políticos de gran valor simbólico.  Y aunque no servirán para que Israel detenga sus prácticas genocidas en Gaza, si constituyen  un alivio moral para esa parte de la humanidad que se resiste a continuar viendo por televisión la desaparición del pueblo palestino a manos del ejército sionista de Israel. 

Por supuesto que esa bandera colgada en la entrada del Congreso de la República tiene un enorme significado político que aporta en lo interno a la crispación ideológica que se vive en el país desde el 7 de agosto de 2022, cuando llegó a la Casa de Nariño el exguerrillero del M-19, Gustavo Petro investido de presidente de la República. En lo externo, Colombia gana protagonismo como nación pacifista, a pesar de las múltiples formas de violencia que las fuerzas armadas deben responder con más violencia. Que haya grupos armados ilegales aún operando en el país bajo el ya poco convincente nombre de conflicto armado interno no deslegitima el llamado de Petro a que se ponga fin al genocidio del pueblo palestino. La paz es el anhelo de quienes a pesar de reconocer que el ser humano tiene a la guerra y a la violencia como sus dos más grandes pulsiones, insisten en que es posible vivir y convivir en medio de las diferencias.

Como jefe de Estado y como político, Petro ha fustigado el actuar bélico y deshumanizante del Estado de Israel. Su decisión de romper relaciones comerciales y diplomáticas le hizo ganar protagonismo mundial, a pesar del apoyo de los Estados Unidos al primer ministro Netanyahu, calificado por el presidente colombiano como genocida. De allí que el concierto de esta noche sirva para volverle a gritar al mundo que no comparte lo hecho por Israel contra las niñas, niños, viejos y viejas masacrados y desmembrados por el solo hecho de ser palestinos. 

La reacción de la derecha colombiana que aplaude y legitima lo hecho por Israel contra el indefenso pueblo palestino no se hizo esperar: la bandera exhibida en las afueras del Congreso de la República lo consideran un acto enemistoso, un garrafal error en términos de la política exterior y por supuesto, la ideologización de las relaciones internacionales por parte del primer gobierno de izquierda que hay en Colombia. 

Lo curioso es que la derecha política y mediatizada solo ve en estos actos y en lo hecho y dicho por el presidente Petro una sola ideología: la de izquierda. En un acto de birlibirloque, congresistas, expresidentes, empresas mediáticas y periodistas desaparecen el conjunto de ideas y valores asociados a la ideología de derecha. Y lo hacen con el único propósito de estigmatizar a quienes defienden ese tejido de ideas, posturas, consideraciones y símbolos, considerados como nefastos por esa parte de la sociedad colombiana y de la humanidad que justifica las guerras, las masacres y los genocidios, en particular cuando estos suponen el triunfo de ese Occidente que insiste en querer imponerse a través de los conflictos internacionales, sobre potencias orientales que compiten en el plano económico y político para hacer lo mismo que los americanos y potencias europeas hicieron en el pasado: someter naciones y pueblos a sus condiciones políticas y financieras. 

La revista Cambio, que cada vez más se parece más a la revista Semana, publica una nota en la que dice que "con el dinero del Concierto de la Esperanza se hubieran pagado casi 30 mil subsidios de Colombia Mayor". La respuesta del presidente Petro no se hizo esperar desde su cuenta de X: "Porque creerán que la cultura no debe ser tenida en cuenta si es precisamente lo que nos diferencia de los animales. Que Colombia viva una revolución cultural".

Terminado el Concierto de la Esperanza y una vez retirada la bandera de Palestina con todo y su proclama Alto al genocidio, la vida en Colombia y en el resto del mundo seguirá siendo la misma. El planeta continuará girando, la barbarie en Gaza se extenderá en el tiempo, hasta que Israel logre sus tres cometidos: apoderarse de la franja de Gaza para someterla a un proceso de gentrificación; consolidar la diáspora palestina por la región y eliminar el mayor número de niñas, niños y jóvenes palestinos. Ya vendrán otros conflictos armados, atentados, masacres y homicidios y los mismos llamados de siempre para que se detengan. Esa fue, es y será la historia y el destino de la humanidad por cuenta de la aviesa y estólida condición humana. 





Imagen tomada de EL TIEMPO

VARGAS LLERAS EN MODO CONSTITUYENTE: ¿QUÉ ESTARÁ TRAMANDO?

 

Por Germán Ayala Osorio

Con el nombramiento de Juan Fernando Cristo como el nuevo ministro del Interior, Gustavo Petro se acerca a la derecha y por esa vía, al viejo establecimiento, al tiempo que deja atrás la amenaza de "aventarles al pueblo", al que el presidente de la República llama el poder constituyente. 

Después de que Cristo le dijera al país que buscará una acuerdo nacional con miras a convocar a una Asamblea Nacional Constituyente (ANC) o una constituyente, el ladino ex vicepresidente, Germán Vargas Lleras anuncia su apoyo a esa iniciativa. Esto dijo a El Espectador el jefe único de Cambio Radical, uno de los partidos políticos con más congresistas condenados por corrupción: "Con acuerdo político, una iniciativa de estas puede tramitarse mediante un mensaje de urgencia en pocos días en las comisiones constitucionales e ir simultáneamente a la aprobación de las dos cámaras. En poco tiempo la Corte Constitucional podría dar su veredicto y en poco tiempo el Gobierno podría consultarle a los colombianos si quiere que se convoque a una Asamblea Constituyente”.

Es más, el ya otoñal delfín considera que no se debe aplazar dos años el llamado a esa ANC,  y que debe hacerse ahora, antes de que termine el periodo presidencial. ¿Qué estará tramando Vargas Lleras? Ese apoyo hace pensar en que el curtido político le quiere "coger la caña" a Petro por varias razones, a saber: la primera, porque el político conservador (godo) quiere aprovechar el escenario para reencaucharse y pescar en semejante río revuelto. Él sabe que su figura no agrada y que por el contrario, genera rechazo en amplios sectores de la opinión pública. Es consciente de su nulo carisma, fruto de su mal carácter, clasismo y arrogancia. A pesar de lo anterior, y ya metido en el escenario político-electoral, Vargas Lleras aspirará a que los sectores más anacrónicos del régimen político lo escojan como el líder capaz de llevar a la constituyente los cambios constitucionales que la godarria ha reclamado de tiempo atrás, por considerar la carta política demasiado "liberal". 

La segunda razón por la que Vargas Lleras apoya denodadamente un acuerdo nacional que exprese y termine en la convocatoria a una ANC podría estar fundada en su interés de representar los intereses de la derecha que está cansada del expresidente y expresidiario, Álvaro Uribe Vélez por sus líos judiciales y porque son conscientes del daño moral, ético-político y electoral que esa figura produjo en el país político. Reconocen que el principal efecto negativo que dejaron años de uribismo es que Petro llegara a la presidencia en el 2022. Aunque la figura de Vargas Lleras genera rechazo porque arrastra fama de politiquero, no exhibe los problemas judiciales que agobian a Uribe Vélez. Tomar distancia de Uribe y mostrarse conscientes de que el país necesita los cambios que sugiere y busca el progresismo puede entregarles réditos electorales en el 2026. Eso sí, con una salvedad: no todos esos cambios y ajustes se harán como Petro lo sugiere y exige, lo que se traducirá en que habría un engaño a lo que se logre pactar dentro de ese gran acuerdo nacional al que se llegue.  Ese es un riesgo latente y los progresistas deben saberlo. 

A lo anterior se suma el especie de "mea culpa" que hizo recién el líder de la Seguridad Democrática y responsable político de los falsos positivos. Ese reconocimiento lo hacen de manera sigilosa a través de piezas publicitarias: "Lo primero que está haciendo el Centro Democrático es reconocer los errores que permitieron la llegada de Gustavo Petro a la Presidencia”, se lee en una pieza publicitaria que la casa política divulga en sus redes sociales. La colectividad estima que, antes de proponer a los colombianos acuerdos del viejo orden de la política, tiene “el desafío de identificar ajustes del viejo orden de la política..."

Si se hila delgado, a la vieja derecha los une que la llegada de Petro a la Casa de Nariño obedece a errores cometidos en el ejercicio de la política. Ese reconocimiento no supone necesariamente aceptar los ajustes al modelo económico y político que persigue el progresismo y la izquierda. Así las cosas, el interés de Vargas Lleras y de cualquier figura que del uribismo salga a apoyar el tal acuerdo nacional y la ANC no estarían fundados en ajustar la Carta Política para asegurar la reforma agraria o garantizar que la salud y la educación sean garantizados como derechos colectivos. 

Un llamado a una Asamblea Nacional Constituyente, con los niveles de mezquindad y avaricia de la clase política y dirigente del país bien puede resultar un salto al vacío. Así se acuerde que será acotada en los temas a discutir, siempre habrá la posibilidad de que unos o varios constituyentes terminen torciéndose, siguiendo instrucciones de los mecenas que les financiaron sus campañas para llegar a ese escenario. 



Imagen tomada de Yahoo finanzas.

jueves, 4 de julio de 2024

¿ASAMBLEA NACIONAL CONSTITUYENTE O CAMBIO CULTURAL?

 

Por GERMÁN AYALA OSORIO

Vuelve y juega el tema de la Asamblea Nacional Constituyente (ANC). Con los ajustes a su gabinete, el presidente Gustavo Petro giró un tanto a la derecha (otros dirán que al centro), con el claro objetivo de lograr un "acuerdo nacional" que permita el llamado a esa ANC, para ajustar, nuevamente, el contenido de lo prescrito en la carta política. 

Hay que recordar que en el primer año de su mandato, Petro creyó posible gobernar con el apoyo de esa parte del establecimiento que representan liberales, conservadores y el uribismo. Después de un año largo de su mandato, Petro se radicalizó y la respuesta del "viejo" régimen fue poner a funcionar sus fichas en el Congreso para no aprobar las reformas sociales propuestas por Petro en campaña y someter a su gobierno al más infame acoso y hostigamiento mediático de las empresas periodísticas afines al establecimiento colombiano. 

Con la llegada de Juan Fernando Cristo, el presidente vuelve a coquetear a esos sectores de la derecha que pueden haberle entendido y aceptado que el modelo de país que se desprende de la Carta Política necesita ajustes a través de una ANC acotada en los temas a abordarse a través de esa instancia jurídico-política. 

La Constitución de 1991, con todo y su espíritu garantista y liberal ha sufrido más de 40 enmiendas en 33 años de vigencia. Esas modificaciones y las que se intentaron hacer y que no se lograron aprobar por diversas razones bien pueden dar cuenta de que su espíritu y carácter liberal no fue del todo asumido dentro del pacto político que permitió la derogación de la carta de 1886 y el nacimiento de la del 1991. 

Convocar a una ANC en los momentos de crispación ideológica que vive el país y con unas empresas mediáticas que acordaron deslegitimar al gobierno progresista puede salir muy mal para la izquierda y el progresismo que ve a la ANC como la única alternativa para cambiar todo lo que está mal en el país y que de alguna manera está conectado con las reglas constitucionales vigentes. 

En lugar de insistir en ese escenario constituyente, el acuerdo nacional o el pacto político que se logre a dos años de terminar el periodo presidencial debería de apuntarle a proscribir el ethos mafioso que la derecha naturalizó en el país desde hace más de 50 años. Ese es el gran problema del país y de los colombianos. No es otro. Ninguna carta política, por garantista que sea, jamás logrará el bienestar y la concreción de los derechos allí prescritos, mientras lo más importante para empresarios, colombianos de a pie, clase política, jueces y magistrados, rectores de universidades privadas y públicas; militares y policías sea enriquecerse robando el erario, aprovechándose de las políticas públicas y sacando provecho de las relaciones sociales y políticas. Esa matriz cultural oprobiosa, sucia, criminal y mafiosa debe cambiarse y para ello, los marcos jurídicos vigentes deben modificarse, pero primero debe haber la voluntad política de proscribir el ethos mafioso. 

Los puntos de ese acuerdo son de una enorme sencillez. No se necesitan expertos constitucionalistas para lograrlo, bastaría la voluntad para cambiar lo que culturalmente viene mal.  Y hay varios puntos: el primero, dejar de robar el erario. Y para ello, los partidos políticos, con todo y sus directores, militantes y congresistas, deberán dejar de operar como burdeles burocráticos en donde se negocian cuotas políticas y contratos con los patrocinadores de las campañas, esto es, los contratistas, el eslabón más peligroso, sucio y abyecto de la cadena de intereses que se desprende del ethos mafioso. 

El segundo punto es que las élites le mermen un poquito a la avaricia, y por ese camino, que por fin se sienten a pensar  en sacar adelante el país, siguiendo los ejemplos de países como los llamados "tigres asiáticos". Y para llegar allá, deben de dejar atrás ese espíritu rentista que los hace ver como élites miserables y visión anacrónica y pobre.

El tercer punto tiene que ver en general con una profunda revolución cultural que toque y convoque a todos los estamentos de la sociedad alrededor de temas como el crecimiento económico bajo criterios de sostenibilidad sistémica, dejando atrás la idea de una  sostenibilidad asistémica, funcional al modelo de desarrollo agro extractivo imperante en el país. 

Apuntarle a una revolución cultural requerirá de una gran dosis de desprendimiento de intereses, mezquindades y privilegios. ¿Estarán dispuestos los "cacaos" a hacerlo? Esa debería de ser la pregunta que guíe las discusiones para lograr un acuerdo nacional que permita a quienes lo van a liderar, sacar al país de la miserable condición de ser un platanal con bandera. 


Imagen tomada de Red más noticias

martes, 2 de julio de 2024

¿QUIÉNES SON LOS LECTORES DE "LA OTRA TRIBUNA"?


Por Germán Ayala Osorio


Escribir columnas de opinión constituye un ejercicio ético-político y discursivo que en gran medida se legitima por los lectores asiduos o furtivos, de los cuales muy poco sabemos, salvo los casos de aquellos que te siguen en redes sociales. 

Como se habrán dado cuenta, mis columnas casi todas responden a hechos coyunturales que son noticia en los medios masivos colombianos. De allí que trate de escribir una columna diaria, aunque sé que hay hechos noticiosos que no alcanzo a abordar desde este precioso género periodístico llamado columna de opinión, al que considero como el "pequeño ensayo". 

Para información de mis lectores, los asiduos y ocasionales, llevo más de 20 años con el blog La Otra Tribuna, asociado en buena parte de ese tiempo a cuentas institucionales con las que ya no tengo ninguna relación laboral; por esa razón en por lo menos tres ocasiones debí abrir otra url, bajo el mismo nombre del blog. 

En esta oportunidad no discurriré en torno a cómo preparo las columnas, es decir, si tengo algún "método" para hacerlo. Por el contrario quiero dedicar este espacio para agradecer a cada uno de los lectores y lectoras que en Colombia leen, comentan y comparten las ideas y reflexiones que plasmo en estas plantillas. Pero también quiero darles las gracias a quienes me leen en otras partes del mundo. 

Me pregunto si son todos colombianos los que me leen desde lugares remotos como China, Suecia, Austria o países de América. Ojalá alguien contestara la pregunta. 

Por ejemplo, aquellos que el "administrador del blog" me dice que leyeron mis columnas y que viven en 

Hong Kong, Estados Unidos, Canadá, Alemania, España, 

Francia, 

Ucrania, 

Corea del Sur, Islas Vírgenes Británicas, 

Suecia,

Suiza, China, Brasil, Reino Unido, Chile, Finlandia, India, 

Argentina, 

Países Bajos, Irlanda, Australia,

Guatemala, Israel, Austria,

Panamá, Dinamarca, Ecuador,

Irlanda, Perú, Pakistán,

Singapur, Lituania,

 Emiratos Árabes Unidos, Pakistán y Nigeria.


Me encantaría saber de Ustedes, qué uso le dan a las columnas?
Las comparten, o traducen a otros idiomas.
O si les dan un uso pedagógico en actividades académicas.
Ojalá puedan dejar comentarios. 
De nuevo, mil y mil gracias

Germán Ayala Osorio

lunes, 1 de julio de 2024

CRISIS DE CREDIBILIDAD Y LEGITIMIDAD DE LA PRENSA COLOMBIANA

 

Por Germán Ayala Osorio


Los Observatorios y analistas de medios podrán registrar en sus estudios que la llegada al poder del primer presidente de izquierda y la concentración privada de la propiedad de las empresas mediáticas terminaron llevando a los medios de comunicación y a varios de sus periodistas más reconocidos a una inocultable crisis de legitimidad social y credibilidad, jamás vista en la historia del periodismo colombiano. 

Esa incontrastable realidad del periodismo en Colombia la quieren ocultar hábilmente usando la confrontación diaria en la red X  del presidente de la República, con varios de los periodistas-estafetas que cumplen la tarea asignada de mentir, tergiversar y ocultar elementos contextuales claves para que los oyentes, lectores y televidentes comprendan el contexto en el que se deben inscribir los hechos noticiosos. 

Aunque el jefe del Estado desnuda a diario las maliciosas pretensiones (des) informativas de medios como Semana, Blu radio, El Colombiano y El Tiempo, sus periodistas, columnistas  y otros medios hegemónicos se victimizan señalando que se trata de ataques contra la libertad de prensa y de prácticas de estigmatización de parte del mandatario de los colombianos. 

La señalada crisis se empezó a cocinar cuando los más poderosos conglomerados económicos decidieron comprar varios prestigiosos medios masivos para convertirlos en sus voceros oficiales y en instrumentos ideológicos y políticos para defender al viejo establecimiento. El negocio para los Sarmiento Angulo y los Gilinski, dueños de El Tiempo y Semana, respectivamente,  no está en la venta o consumo digital de sus ediciones, sino en la generación de una opinión pública adversa al gobierno, cuando haya la necesidad política y económica de hacerlo de acuerdo con sus mezquinos intereses. 

Haber convertido al prestigioso diario bogotano y a la entonces investigativa  revista en laboratorios especializados en el marketing político y en la construcción de narrativas basadas en especulaciones, mentiras y todo tipo de manipulaciones de los hechos noticiables, sirve para constatar una verdad inobjetable: el desprecio que ambas familias sienten por el oficio del periodismo como un bien sagrado de la democracia. Los mecenas de Semana, El Tiempo, El Colombiano, Caracol y RCN jamás podrán ser los "perros guardianes de la democracia" y mucho menos sus periodistas obligados a seguir la única línea editorial que les conviene en esta coyuntura, si desean recuperar el poder político en el 2026: deslegitimar al gobierno progresista de Gustavo Petro. Para hacerlo, les urge mentir, generar desazón, miedo e incertidumbres en sectores societales y económicos (inversionistas) para que en las próximas elecciones voten a favor de los candidatos que la derecha está impulsando desde ya, algunos salidos de las entrañas de sus propias empresas informativas. Es el caso de la directora de la revista Semana, Victoria Eugenia Dávila, a quien las familias Gilinski y el clan Gnecco desean ponerla en el Solio de Bolívar para que actúe como en su momento lo hizo Iván Duque Márquez, el títere del expresidente y expresidiario, Álvaro Uribe Vélez. 

El propósito de la señora Dávila, Néstor Morales y Ricardo Ospina, entre otros periodistas, es  contrarrestar a como dé lugar la narrativa del cambio que agita Petro y las que de todas maneras se generarán con la reforma agraria, el mejoramiento de vías terciarias y secundarias, el correcto manejo macroeconómico y la lucha frontal contra los empresarios del narcotráfico que específicos agentes económicos y políticos "protegieron" hasta el 7 de agosto de 2022.

Eso sí, en las agitadas controversias entre Petro y algunos agentes de la prensa hegemónica quien más pierde es el propio presidente de la República y su gobierno y no  porque en ocasiones no tenga la razón: simplemente porque él mismo no sabe comunicar sus logros. A pesar del buen trabajo de RTVC y de los defensores de la red X, los escándalos, la victimización de los periodistas y el no registro noticioso de los logros del gobierno terminarán por afectar las decisiones de esa parte de la opinión pública que aún le cree a la prensa tradicional. 

Petro debió haberle entregado, desde el 7 de agosto de 2022, la responsabilidad de confrontar a la prensa mentirosa, a un vocero oficial de la Casa de Nariño. La "mala leche" de las empresas mediáticas se explica porque dejaron hace rato de hacer periodismo y se convirtieron en actores políticos obligados a contrarrestar todo lo que haga bien el primer gobierno progresista y magnificar, por supuesto, sus errores y los actos de corrupción cometidos por quienes el propio presidente puso a gerenciar entidades estatales.   

Petro desgasta su imagen presidencial con esos rifirrafes. Esos medios y periodistas lo llevaron a donde quisieron llevarlo: al indigno rincón de un presidente que en ejercicio, no tolera la "crítica de la prensa objetiva". Esa será parte de la narrativa que usará la derecha en el 2026 para recuperar lo único que les interesa: la Casa de Nari. 



Imagen tomada de Todos somos Colombia. 

“VAMOS A RECUPERAR EL PAÍS”

  Por Germán Ayala Osorio   En el ejercicio de la política suelen aparecer frases que bien pueden servir como eslogan de futuras campañ...