Por Germán Ayala Osorio
Después de la lectura de la
ejemplar condena a 12 años de prisión domiciliaria contra el expresidente Uribe,
su reseña ante el INPEC y las movilizaciones
en rechazo a la decisión adoptada por la jueza 44, Sandra Heredia, el país y el
tablero político-electoral entran en una etapa crucial que se dará una vez se
confirme o se anule dicha condena. En cualquier caso, ese hecho
jurídico-político irá a la correspondiente instancia de casación que podría poner
fin al caso cuando el país esté sumergido en las elecciones de 2026.
Si el Tribunal Superior de Bogotá
confirma la condena proferida por la jueza Heredia la derecha uribizada,
encarnada en los más poderosos agentes del Establecimiento, deberá tomar la
decisión de abandonar políticamente al caído expresidente, no sin antes
agradecerle por haberles facilitado capturar el Estado para sacarle provecho
económico y político durante los últimos 20 años; o por el contrario, dar
continuidad a una lucha jurídica y política que no valdría la pena seguir dando
por el desgaste de la propia imagen del exmandatario y la de ellos como sus
patrocinadores. El fortalecimiento del progresismo y quizás del petrismo como
una real opción de poder, pero, sobre todo, como narrativa que derrotó a lo que
el país conoce como el uribismo, son
variables y una realidad que la derecha uribizada deberá tener en cuenta al
momento de tomar esa trascendental decisión.
Si por el contrario el Tribunal
Superior de Bogotá decide meterse en el berenjenal social, jurídico y político de
anular la decisión de la jueza 44, entonces la derecha uribizada
saldría fortalecida y el país entraría en la peligrosa etapa de “venganza
política” con el regreso de la seguridad democrática y la aplicación a
rajatabla de la receta neoliberal. Echar para atrás todo lo actuado por el
gobierno Petro en materia de salud, reforma pensional, laboral y entrega de
tierras, entre otras, harían parte del proyecto político y económico de esa
derecha que no quiere desmarcarse del lúgubre ethos que representa el temido
expresidente y reo.
En esas hipotéticas
circunstancias, los candidatos presidenciales del medroso centro
político estarán atentos para saber qué decisión tomar: si mantener sus
simpatías con el expresidente antioqueño o por el contrario tomar distancia y
asumir la tarea de dar por fin vida a
esa franja ideológica y política que se resiste a florecer por la cobardía de
aquellos que temen reconocer los daños que Uribe Vélez le hizo al país, pero
sobretodo darle la razón a Petro de las condiciones de postración en las que la
derecha ha mantenido al Estado, al aparato productivo y a millones de
colombianos.
Eso sí, hay una derecha no
uribizada que está cansada del tóxico liderazgo de Uribe Vélez, pero no tiene
el suficiente músculo económico y mucho menos el carácter para salir
públicamente a exigirle al temido reo que “suelte al país” y que se vaya a
“chocholiar” a sus nietos. Hay empresarios “mamados” de Uribe. Ojalá salgan
públicamente cuando se confirme la sentencia en segunda instancia. Ese será el
momento preciso para ponerle fin al uribismo.
En lo que respecta a los
candidatos presidenciales, por ahora la serpenteante
Claudia López Hernández parece proclive a tomar distancia del sujeto condenado,
apelando a su pasado como académica, lugar de enunciación desde el que
desenmascaró a Uribe
y el proyecto paramilitar que lo llevó al poder en el 2002. Eso sí, López
Hernández no es de fiar. En cualquier momento gira a la derecha o hace creer
que lo hará hacia el progresismo.
El caso de Vicky Dávila es
diferente en la medida en que la “periodista-periodista” siempre fue una ficha
de los agentes del Establecimiento y es defensora de oficio de Uribe Vélez de
tiempo atrás. En lo que toca a Sergio Fajardo
y a pesar de su silencio estratégico, su condición de paisa, exgobernador de
Antioquia y exalcalde de Medellín el país sabe que su corazón es uribista. No
vale la pena hacer referencia a los precandidatos De la Espriella
y Santiago Botero
Jaramillo, pues Colombia sabe que sus “propuestas de dar balín y destripar a la
izquierda” hacen parte del “ADN uribista”.