Por Germán Ayala Osorio
El precandidato presidencial Juan
Manuel Galán, hijo del inmolado Luis Carlos Galán Sarmiento, por varios minutos
legitimó la amenaza que lanzó contra Colombia el convicto presidente de los
Estados Unidos. En una actitud cipaya compartida por los presidentes de las
altas cortes, periodistas, partidos políticos y agentes económicos de la sociedad
civil que aún no rechazan la peligrosa intimidación de Trump, Galán se acercó
al talante de la premio Nobel de Paz, María Corina Machado, quien en el pasado exhortó
a las autoridades de Estados Unidos a intervenir militarmente en Venezuela para
sacar del poder al ilegítimo presidente Nicolás Maduro Moros.
En su cuenta de X, el
político bogotano dijo lo siguiente: “Colombia no puede seguir negando
lo evidente: los cultivos de coca están disparados y el país sigue en riesgo.
El presidente Donald Trump vuelve a evidenciar un problema que este gobierno
nunca logró controlar: el crecimiento desbordado de los cultivos de coca…”.
La inmediata y violenta reacción
que generó lo dicho en esa red social obligó a Galán a borrar el trino. Su
eliminación no apaciguó a sus detractores y críticos. Por el contrario, la nueva
andanada llegó acompañada de epítetos como cobarde y cipayo. Sin dar
explicaciones por el sentido del primer trino y su posterior eliminación, el
precandidato presidencial por el Nuevo Liberalismo publicó otro diametralmente
distinto: “¡Colombia no se bombardea! Rechazamos con toda la fuerza
cualquier ataque de EE. UU. en nuestro territorio. La soberanía se respeta, la
vida se defiende y la dignidad no se negocia”.
La pregunta que pueden estarse
haciendo sus seguidores y posibles electores es: ¿Hay un Galán cipayo y hay
otro igual de contestatario al presidente Petro? ¿Por cuál de los dos Galán hay
que votar? Esa ambivalencia del precandidato presidencial terminará por enterrar
su aspiración presidencial, ancorada en el buen nombre que aún conserva la
memoria de su padre.
Esa ambigüedad en los criterios y
posturas políticas terminará por hundirlo en las encuestas. En la más reciente,
publicada por Invamer, marcó el 1,6%, negativo guarismo que se explica por su
total desconexión con las realidades del país y de los colombianos, su nulo
carisma, pero sobre todo porque su condición de hijo de Luis Carlos Galán una
parte del electorado le exige que recoja las ideas progresistas de su padre,
visto en su momento como el líder político capaz de lograr los cambios y las
reformas que hoy intenta consolidar el gobierno Petro.
Llevar el apellido Galán es una
pesada carga que muy seguramente Juan Manuel no podrá sobrellevar. Quizás por
cobardía, Juan Manuel ha preferido acercarse a la derecha tradicional e incluso
al uribismo para intentar cumplir el sueño de gobernar a Colombia. Haberse
acercado a la campaña del corrupto Rodolfo Hernández, en lugar de apoyar a
Petro fue un error electoral y político que cientos de miles de colombianos
jamás le perdonarán. Estos no son tiempos para asumir posturas pro-gringa. Por
el contrario, defender la soberanía y la dignidad de la Nación puede resultar
electoralmente beneficioso siempre y cuando esa defensa se haga sin ambages, pero,
sobre todo, sin la ambivalencia que dejó ver en el primer trino.
Nota: imagen tomada de Semana.com
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