Por Germán Ayala Osorio
Con la entrada de Iván Cepeda
Castro a la baraja de precandidatos presidenciales del Pacto Histórico, la
izquierda y el progresismo suman a una figura política que acumula simpatías
políticas por haber enfrentado con serenidad, sin miedo y convencimiento al
temido expresidente Álvaro Uribe, condenado por delitos no políticos gracias a
la templanza del senador, la valentía de la jueza Sandra Heredia y la estrategia
jurídica de su equipo de abogados que logró llevar a juicio y vencer en primera
instancia al político
antioqueño.
La experiencia congresional de
Cepeda, sumado a una trayectoria política sin tacha, lo acerca a los pergaminos
con los que llegó Petro a la presidencia de la República: la lucha contra la
corrupción público-privada, la entronización del paramilitarismo en las
correlaciones de fuerza y las acciones legislativas y el control político
conducentes a minar el proyecto privatizador del Estado por parte de la derecha
uribizada, hacen de Iván Cepeda un candidato de peso de cara a enfrentar a los
débiles candidatos presidenciales que se asoman desde la derecha.
Los 5 precandidatos[1]
del Centro Democrático, más Juan Carlos Pinzón
Bueno, De la Espriella y un par de exministros de Hacienda poco carismáticos y
además consumados neoliberales, confirman que la derecha llega al escenario electoral
de 2026 en “desventaja” frente a los
candidatos del progresismo por varias razones a saber: de un lado, porque el
país no se derrumbó como lo vaticinaba el uribismo, esto es, no nos convertimos
en Venezuela, y del otro lado, porque parece haber un aprendizaje en las
audiencias y en los sectores poblacionales históricamente golpeados por las
prácticas neoliberales.
Diana Carolina Corcho
Mejía e Iván Cepeda Castro se erigen como una interesante fórmula presidencial:
el aplomo del senador y el vigor de Corcho, entre otras características, los
convierten en una pareja que recoge las banderas del proyecto progresista y las
de una izquierda democrática golpeada en el pasado por los poderes criminales
de un Establecimiento colombiano que enfiló baterías para borrar a la izquierda
del panorama político. Es más, si los demás precandidatos por el Pacto
Histórico aceptan de buena manera la fórmula electoral Corcho presidenta y
Cepeda, vicepresidente, esa colectividad podría ahorrarse el desgaste político
que supondrá la consulta interna que se avecina. A todas luces, Corcho-Cepeda
es la mejor combinación posible.
Gustavo Bolívar, Susana Muhamad,
María José Pizarro, Daniel Quintero, Gloria Flórez, Alí Bantú Ashanti y Camilo
Romero podrían hacer parte del equipo de gobierno de la pareja Corcho-Cepeda,
lo que sin duda alguna aseguraría la consolidación desde los ministerios del
proyecto que lidera el presidente de la República, Gustavo Petro Urrego. En el
caso de Quintero,
puntualmente, sería la oportunidad para despejar las dudas que sobre el exalcalde
de Medellín recaen desde la izquierda y el progresismo.
Ya veremos qué sucede, pero esta
pareja y en ese estricto orden en los cargos a desempeñar podría atraer a más
de un indeciso e incluso de la propia derecha por la inteligencia, el fuerte
carácter y la formación académica de Carolina Corcho. El país sabe que la
primera mujer presidenta está más cerca de darse del lado del progresismo, que
de la derecha uribizada que sigue inspirada en el machismo, el sistema patriarcal
y en eso que la escritora Carolina Sanín llamó el “cacorraje
nacional”.
El progresismo y la izquierda
deben ser pragmáticos a la hora de tomar decisiones políticas y electorales. La
derecha da “cátedra” de pragmatismo. Enredarse en discusiones filosóficas y conceptuales
es propio de la izquierda y el progresismo. Es tiempo de darle mayor relevancia
a la utilidad práctica.
Imagen tomada de Semana.com
[1]
Miguel Uribe Londoño, padre del senador asesinado, es desde ya el quinto
precandidato presidencial del Centro Democrático.
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