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martes, 12 de agosto de 2025

¿QUIÉN ORDENÓ ASESINAR A MIGUEL URIBE TURBAY?

 

Por Germán Ayala Osorio

Convendría que la Fiscalía pusiera toda su capacidad investigativa a tratar de dar con los autores intelectuales que ordenaron asesinar a Miguel Uribe Turbay. Como en otros casos, lo más seguro es que se llegue a conclusiones genéricas como que lo mandaron a matar “las disidencias de Iván Márquez, la Segunda Marquetalia”, la histórica “mano negra responsable de otros crímenes políticos”, o un “sector de la derecha o de la izquierda”. 

O lo que puede resultar para muchos escandaloso e improbable: la comunión de esfuerzos entre esas estructuras criminales y sectores de poder político de la capital del país.  Lo más probable es que el caso Miguel Uribe termine en una de esas conclusiones que terminan por no aclarar quiénes están detrás y qué fue lo que realmente pasó.

No se puede descartar que la Junta del Narcotráfico esté detrás del crimen del político neoliberal y conservador. 

Lo que sí parece unir a todas esas líneas de investigación es el interés de desestabilizar al gobierno Petro y ponerle la enorme mácula que ya varios candidatos presidenciales, con la anuencia de la prensa hegemónica, poco a poco convirtieron en una narrativa conclusiva: Petro es el responsable político del “magnicidio” de Miguel Uribe Turbay. La candidata uribista de los clanes Gilinski y Gnecco, Vicky Dávila ya dijo que Petro es el “responsable político” del crimen del precandidato presidencial del Centro Democrático.

Vamos a suponer que las disidencias de Iván Márquez ordenaron el crimen. ¿Cuál podría ser su objetivo? ¿Imaginaron acaso que con su muerte se generaría en el país una “guerra civil” o un movimiento desestabilizador tan fuerte que terminara sacando de la Casa de Nariño a Petro? No creo que hayan sido tan estúpidos- que lo son- de imaginar semejante escenario, justamente porque Miguel Uribe Turbay no era el líder político, ni mucho menos ostentaban un gran poder o era el caudillo popular que hoy le reconocen al momento de calificar su asesinato como un magnicidio. El finado congresista no tenía tal dimensión social y política. Eso sí, estaba haciendo carrera para reemplazar en el corto plazo a su patrón Álvaro Uribe.

Es posible que los señores de la Segunda Marquetalia decidieron sacar del camino electoral a Miguel Uribe al considerar que se convertiría en presidente de la República en el 2026. En cualquier caso, si esa línea de investigación permite a las autoridades concluir que efectivamente son los responsables del crimen, ese cierre seguirá siendo genérico y proclive a ocultar la identidad de los determinadores políticos que, a lo mejor, usan corbata perfumada y se mueven a sus anchas en los círculos de poder de Bogotá.

Lo que sí queda claro es que el crimen de Miguel Uribe Turbay tendrá efectos políticos y electorales en las elecciones de 2026. La derecha lo usará como bandera ideológica para hacerse nuevamente con la Casa de Nari; al progresismo le quedará muy difícil quitarse de encima la mácula que la prensa hegemónica ya les puso. De allí que se requerirá mucha inteligencia de parte de los precandidatos del Pacto Histórico para soportar y erosionar la narrativa lastimera que los medios tradicionales ya crearon para ambientar las elecciones de 2026 que sin duda girarán en torno al crimen del político conservador. Eso sí, todos los que están en la contienda electoral corren el riesgo de sufrir atentados similares porque a la histórica “mano negra” no le convendría otros cuatro años más de progresismo en la Casa de Nariño.

Los candidatos que ofrecen “balín y destripar a la izquierda” podrían tener éxito electoral en un escenario en el que el odio y la venganza terminen imponiéndose en una sociedad que a pesar de las evidencias, aún no reconoce que entre los colombianos nos odiamos gracias al clasismo y al racismo estructural que nos hace propensos a tramitar nuestras diferencias a madrazos y  balazos, siempre con la intención de eliminar al diferente, al que no piensa igual que nosotros. 

Adenda: el 18 de agosto el ELN, en respuesta a un señalamiento del presidente Petro, negó haber ordenado el asesinato de Miguel Uribe y soltó la tesis de que el crimen se habría producido por un lío del padre del congresista asesinado con una red de esmeralderos. "El debate en torno al magnicidio de Miguel Uribe Turbay sumó un nuevo y controvertido capítulo. En la mañana del 18 de agosto de 2025, el Ejército de Liberación Nacional (ELN) se desligó del crimen contra el senador y precandidato presidencial, ocurrido el pasado 7 de junio en Bogotá, y lanzó una grave acusación: según la guerrilla, detrás del atentado podrían estar involucrados esmeralderos". 



Imagen tomada de El Espectador. Así puede asistir a la velación en cámara ardiente de Miguel Uribe en el Congreso

lunes, 18 de agosto de 2025

¿LA MUERTE DE MIGUEL URIBE ES UN MAGNICIDIO?

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Declarar el crimen de Miguel Uribe Turbay como un magnicidio, además del carácter simbólico que acompaña al calificativo, deviene con una suerte de clasismo político con el que la derecha y el Establecimiento en general buscaban consolidar la narrativa catastrofista que indica que fue “asesinado un gran líder social y político y con su desaparición, se mató la esperanza de los colombianos”. El uribismo necesitaba de un mártir para sacudirse moral y políticamente de la condena de 12 años de prisión domiciliaria proferida contra el expresidente Álvaro Uribe. Y para ese propósito, la gran prensa bogotana ayudó complacida.

Y la verdad es que la notoriedad política del finado siempre estuvo asociada a la manera sectaria y violenta con la que asumió la vocería de la oposición en un evidente afán por parecerse al expresidente Uribe Vélez. Miguel Uribe Turbay olvidó o quizás no le interesó jamás saber que un verdadero líder se construye apelando al pensamiento sistémico, pero sobre todo dando muestras de una gran comprensión de los problemas, ventajas y desafíos de un país complejo como Colombia.

El finado siempre vivió en la burbuja que le proveyó ser nieto del expresidente Julio César Turbay Ayala, circunstancia que para el caso colombiano de inmediato le da el “derecho natural” de aspirar a la presidencia de la República, sin la necesidad de haber labrado un camino de lucha por quienes sufren las consecuencias de haber consolidado en el país una sociedad y un modelo de desarrollo excluyentes, racistas y clasistas que a juzgar por sus últimos discursos y arengas en el Congreso, esas circunstancias poco o nada le incomodaban al conservador político uribista.

Por supuesto que la declaratoria de magnicidio que hizo la Fiscalía se pudo haber dado por la presión ejercida por los medios masivos que convirtieron el atentado y el posterior fallecimiento de Miguel Uribe en un reality show con el firme propósito de mover en las audiencias los sentimientos más primarios y por esa vía sembrar miedo, desesperanza y odio. Apelar a las emociones de los ciudadanos facilitó la tarea de convertir las afueras de la clínica en la que fue atendido en una especie de ermita de la derecha camandulera, clasista y racista que por esos días de vigilia fueron aportando para que finalmente se declarara magnicidio su execrable asesinato.

Con el politizado sepelio, la prensa bogotana, en particular el noticiero Caracol Noticias, logró elevar a Miguel Uribe a la categoría de proto estadista, héroe y líder. Al final, a empellones, el relato periodístico y los lamentos de los presentadores y comentaristas de radio y televisión lo metieron en el mismo lugar que ocupan Luis Carlos Galán Sarmiento y Jorge Eliécer Gaitán Ayala, quienes en el momento de caer asesinados ostentaban la calidad de candidatos presidenciales. Miguel Uribe era precandidato presidencial por el Centro Democrático y al interior de esa colectividad había recelos y enfrentamientos con Paloma Valencia y María Fernanda Cabal que se disputaban el guiño del dueño de ese partido.

La RAE define magnicidio como la “muerte violenta dada a persona muy importante por su cargo o poder”.  La relevancia política de Miguel Uribe estaba en camino de consolidarse, pero el haberse instalado en una orilla ideológica caracterizada por el sectarismo le impidió recorrer los caminos hacia un liderazgo amplio ancorado al reconocimiento generalizado de la sociedad colombiana.

Adenda: Indepaz cometió una ligereza al elevar a Miguel Uribe Turbay a la condición de líder social y político. La organización retiró el trino con la imagen que indicaba que su asesinato correspondía al número 97 de los líderes ultimados en lo que va corrido del 2025.



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lunes, 11 de agosto de 2025

LA MUERTE DE MIGUEL URIBE TURBAY Y SU INSTRUMENTALIZACIÓN POLÍTICA Y MEDIÁTICA

  

Por Germán Ayala Osorio

 

Como era de esperarse, el fallecimiento del precandidato presidencial del Centro Democrático, Miguel Uribe Turbay está siendo utilizado por la prensa hegemónica y por la oposición para caldear aún más los ánimos y el ambiente de polarización política y crispación ideológica que se respira en el país desde los tiempos del plebiscito por la paz.

El reo y expresidente Álvaro Uribe Vélez desde su lugar de reclusión espetó que "Mataron la esperanza". Nadie niega que el crimen del precandidato es una tragedia y un hecho prepolítico que sirve para reconocer que como sociedad afrontamos graves problemas en los procesos, casi truncos, de construcción de civilidad y de las condiciones mínimas para vivir en democracia, esto es, reconocer y respetar a los que piensan y actúan distinto. Pero de allí a decir que con su fallecimiento se desvaneció la esperanza de todo el país constituye una exageración y un peligroso llamado a la venganza, a la rabia y la desesperación. Hay que recordar que Uribe Turbay ostentaba la condición de precandidato presidencial y que al interior de su partido-secta había un duro enfrentamiento con Paloma Valencia y María Fernanda Cabal en torno a una encuesta al parecer pagada por el nieto de Turbay Ayala. Las dos “tigresas” del expresidente antioqueño dijeron que su compañero estaba corriendo la línea ética. Vicky Dávila, la otra “tigresa” del Gran Condenado también confrontaba a Miguel Uribe enrostrándole su linaje, tal y como lo hizo también en su momento el presidente Petro. Esto dijo la candidata de los clanes Gilinski y Gnecco, quien además lo llamó "candidatito": “algunos nietos de políticos se sienten con derechos adquiridos como en el usted no sabe quién soy yo, serían triturados por la izquierda en una segunda vuelta”.

Los tratamientos periodísticos lastimeros, ideologizados y tendenciosos que viene haciendo la prensa de la mano de los candidatos presidenciales y otras “personalidades” de la vida pública del país que salen a dar su opinión sobre la muerte del precandidato aportan a la consolidación de la narrativa que indica que el responsable del crimen es el actual gobierno y en particular el presidente Petro por el lenguaje con el que confrontó al combativo senador del Centro Democrático.

Y no se trata de negar que hay trinos que el presidente de la República lanzó que pueden ser leídos en clave de estigmatización. Quizás el carácter contestatario de Petro explique de alguna manera el sentido de sus pronunciamientos en la red X. Eso sí, los ataques moralizantes que viene sufriendo el presidente y su familia hablan muy bien del tipo de oposición que el Centro Democrático y la derecha política y mediática decidieron hacer. Petro ha sido señalado de “borracho, drogadicto y homosexual”, condiciones estas con las que desde el mismo partido de Miguel Uribe se pidió declarar indigno al jefe del Estado.

En el marco de la discusión de la consulta popular, Petro y Miguel Uribe se cruzaron estos actos de habla que deben mirarse a la luz de un debate político caldeado. Esto dijo el presidente: “¡Dios mío! ¿el nieto de un presidente (Julio César Turbay Ayala) que ordenó la tortura de 10.000 colombianos, hablando de ruptura institucional?” La señora Dávila le recordó su condición de “nieto”, pero eso no es considerado como una actitud estigmatizante. La respuesta de Uribe Turbay fue esta: “Nosotros no nos vamos a rendir y le pedimos a ustedes que tampoco lo hagan. No podemos caer en los juegos de intimidación y amenazas de este Gobierno. Lo que está en juego es Colombia y la vamos a defender”.

En ese camino de poner al asesinado precandidato como la “esperanza del país” ya la prensa hegemónica habla de “magnicidio”. Se trata, sin duda, de un apelativo exagerado, clasista y periodísticamente tendencioso. Que la Fiscalía lo califique de esa manera quizás obedezca a una lectura políticamente correcta, para evitar cualquier señalamiento desde las mesnadas uribistas muy dadas a deslegitimar las instituciones cuando sus decisiones no les conviene. El fallo condenatorio contra Uribe Vélez se produjo en una fiscalía distinta a la de Francisco Barbosa, quien, huelga recordar que usó todo su poder para defender la cuestionada honorabilidad del hoy condenado expresidente de la República.

Miguel Uribe siempre quiso parecerse a su jefe, el recién condenado caballista y domador de bestias: vociferaba, gritaba y hacía una oposición sectaria y con visos de clasismo y racismo. Por supuesto que esas características no justifican el atentado criminal y cobarde del que fue víctima. Paz en la tumba del periodismo por cuenta de los tratamientos tendenciosos de la prensa hegemónica. Y para Miguel Uribe, que “brille la luz perpetua”. 


martes, 12 de agosto de 2025

LA PRENSA BOGOTANA HACE POLÍTICA CON LA MUERTE DE MIGUEL URIBE TURBAY

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Los tratamientos periodísticos heroizantes y lastimeros que la gran prensa bogotana está haciendo del fallecimiento del precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay apuntan al logro de tres objetivos interconectados: el primero, “relanzar” a la derecha uribizada por estos días golpeada por la sentencia condenatoria contra el expresidente Álvaro Uribe Vélez y por supuesto por la  pérdida del precandidato presidencial de esa colectividad, quien de todos sus compañeros, era el  que más quería parecerse al expresidente antioqueño y propietario del Centro Democrático.  

El segundo, insistir en equiparar el crimen de Uribe Turbay al de líderes de la talla de Gaitán y Galán y de esa manera posicionar el catastrofista relato de que el país retrocedió a los tiempos de la violencia política de las estructuras narcoparamilitares que terminaron con la vida de tres candidatos presidenciales. Y el tercer y último objetivo consolidar el imaginario colectivo que indica que el “héroe nacional y esperanza del país”, Miguel Uribe Turbay, fue asesinado por el discurso de odio del presidente Petro. Más claro: fue asesinado durante el gobierno de izquierda, lo que significa que esa orilla ideológica es “mala”, por lo que sus militantes y defensores deben aniquilarse por ser una “plaga infame”.

Sobre la mala hora del uribismo, los medios hegemónicos abrirán en adelante sus micrófonos y encenderán sus cámaras en función de ayudar a esclarecer el panorama político y electoral de la secta uribista. Quién será el candidato que finalmente recibirá el guiño del condenado líder del Centro Democrático es la pregunta sobre la que las empresas mediáticas relanzarán ideas como la seguridad democrática, la negación a buscar salidas negociadas con la estructuras armadas ilegales y por esa vía el escalamiento del conflicto, lo que terminará por afectar la vida de las comunidades rurales con una declaratoria de una “guerra total” contra las “guerrillas”. Es decir, el país necesita de una “mano firme y de un corazón grande”, esto es, de un macho que ofrezca, como lo hizo Uribe en el 2002, acabar con la izquierda armada de una vez por todas. Esa estrategia de “guerra total” servirá a los propósitos de echar para atrás la mini reforma agraria que está impulsando el gobierno Petro.

Poner a Miguel Uribe Turbay en el mismo nivel de importancia política, legado, oratoria y comprensión de los problemas y necesidades del país que identificaron a Luis Carlos Galán Sarmiento y a Jorge Eliécer Gaitán Ayala constituye una jugada propia de los laboratorios del marketing político. La pretensión es clara: minimizar las debilidades discursivas, de formación académica e incluso las capacidades para gobernar a Colombia que exhiben María Fernanda Cabal, Paloma Valencia, Paola Holguín y Andrés Guerra. Quizás esa sean las mayores preocupaciones del expresidente y reo, Álvaro Uribe Vélez si compara los perfiles de sus cuatro fichas con la formación académica de precandidatas como Carolina Corcho e incluso la misma Claudia López Hernández con quien podría acercarse Uribe en segunda vuelta, pues la exalcaldesa de Bogotá tiene muchas cosas en común con la derecha.

Y finalmente, al insistir en el relato que indica que durante el gobierno de Petro fue “asesinada la esperanza de Colombia” y ultimado un “héroe”, los medios masivos le apuntan a generar miedo e incertidumbre entre los votantes en torno a la posibilidad de que la izquierda continúe en la Casa de Nariño. Estamos ante el surgimiento de un “nuevo coco”: pasamos del miedo al comunismo o a la “mordaza neocomunista” de la que habló recientemente el Gran Reo desde su lugar de reclusión, al terror de regresar a lo que los colombianos sufrieron en los años 90. La idea que nos está vendiendo la presa bogotana es clara: no se puede “reelegir” un gobierno que promueve odio, que no es capaz de garantizar la vida y que es responsable político del asesinato de Miguel Uribe Turbay, un “hombre joven que quería transformar al país”.



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martes, 12 de noviembre de 2024

PELEAS AL INTERIOR DEL CENTRO DEMOCRÁTICO

 

Por Germán Ayala Osorio

 

El descontento de las congresistas María Fernanda Cabal y Paloma Valencia por la encuesta que buscaba medir el “nivel de conocimiento y la percepción de la ciudadanía por Miguel Uribe Turbay” da cuenta del nivel de tensión que hay al interior del partido Centro Democrático (CD) entre quienes aspiran a convertirse en las preferidas del gran barón electoral y propietario de la señalada empresa electoral, Álvaro Uribe Vélez. Varios medios conservadores como El Colombiano registran el suceso bajo un certero titular: Estalla crisis al interior del Centro Democrático: precandidatos cuestionan encuesta contratada a favor de Miguel Uribe. (sic).

Miguel Uribe Turbay picó en punta en esa carrera por ganarse la aprobación del Señor Acusado para competir en el 2026 por la presidencia de la República y recuperar el control de la Casa de Nariño para las huestes uribistas. Según trascendió, la encuesta fue aplicada por Invamer y financiada por el empresario Carlos Mejía Berrío mediante su empresa Creadorxs SAS. Los resultados de la encuesta poco benefician a las dos congresistas: la intención de voto por María Fernanda Cabal alcanzó el 23,3 % de los encuestados (una población de 1500 personas) y por Paloma Valencia el 7,8 %). Los resultados favorecen la imagen del nieto del expresidente Julio César Turbay Ayala con una intención de voto del 43,8 por ciento.

Llama la atención que en la reacción publicada en la red X, las dos congresistas evitan señalar de manera directa a Uribe Turbay, quien se perfila como el “elegido” de Uribe para las próximas elecciones presidenciales. Paloma Valencia, la “nueva encomendera”, señaló: “Me parece grotesco el despilfarro de recursos en las precampañas a la presidencia, aun en campaña. Para mí la política será siempre el ejercicio de propuestas y de conexión con la ciudadanía. Tienen tanta plata que hasta pagan encuestas en las que se nota quien las paga.

Desde su lugar de enunciación, Valencia no identifica a Migue Uribe Turbay, lo que hace pensar en que la congresista siente una fuerte animadversión hacia el “delfín” turbayista, razón que la llevó a evitar nombrarlo en la queja que hicieron pública. Lo mismo hizo la señora Cabal en su reacción, en la que recordó al asesor de la campaña presidencial de Petro, Sebastián Guanumen, personaje que se hizo famoso por haber dicho que “había que correr la línea ética”. La congresista María Fernanda Cabal señaló que “esto es actuar a lo Guanumen”. Una rara asociación para referirse a un hecho político propio del talante del uribismo.

Más allá de las pujas, rencillas y las disputas al interior del CD, los tres precandidatos saben que cualquiera que resulte ser el ungido del expresidente y expresidiario estará obligado a revisar los detalles de lo que significó para la derecha y el país la figura de Iván Duque Márquez. Y ello implica, para bien o para mal, entender que sus imágenes serán asociadas a la que acompañó a Duque durante los cuatro años: “la de ser el títere de Uribe”.

La figura de Duque Márquez está atada al vocablo títere por varias circunstancias que rodearon su administración: su inocultable y alto nivel de obsecuencia frente al expresidente antioqueño fueron determinantes para que la prensa y gran parte de la sociedad lo graduara de títere. Eso sí, quien lo coronó como el puppet de Uribe fue la reconocida periodista Ángela Patricia Janiot quien, al aire, y ante una audiencia internacional, le preguntó a Duque si él se consideraba efectivamente el títere de Uribe. El desastroso manejo que le dio a la pandemia del covid19 y el haber provocado el estallido social terminaron por consolidar la imagen negativa que, asociada a la de una marioneta, elevó al expresidente Uribe a la condición de titiritero.

Si Uribe Vélez se decide por Miguel Uribe Turbay, sabe que encontrará a un inexperto, fatuo, obsecuente e influenciable político, perfil que le encanta al expresidente antioqueño. Su condición de hombre es para Uribe un factor determinante. Dado el caso de que Uribe, tratando de conquistar el voto femenino, elija a la señora Cabal, el expresidente puede llegar a temer que en cualquier momento ella tome distancia y decida no seguir al pie de la letra el guión que le sabrá entregar para, llegado el caso, gobernar a Colombia; y si la elegida es Paloma Valencia, Uribe sabe que encuentra en ella a una mujer sumisa y fiel escudera, razón suficiente para preferirla en lugar de María Fernanda Cabal. Ya veremos qué decide el ladino barón electoral.



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miércoles, 23 de octubre de 2024

MIGUEL URIBE TURBAY: EL “DELFÍN” URIBISTA QUE QUIERE GOBERNAR A COLOMBIA

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Los delfines rosados que nadan plácidamente en el lago Tarapoto y en el lecho del río Amazonas no se parecen en nada a esos otros “delfines” que flotan en Bogotá entre los privilegios heredados de tíos, padres y abuelos que en el pasado llegaron a ser presidentes de la República. Se trata de prerrogativas cargadas de clasismo y tradición que les da el “derecho” a ser jefes del Estado sin haber hecho mucho por el país desde los cargos públicos que han ejercido.

Como país biodiverso que somos, podemos a diario escuchar al “delfín” Germán Vargas Lleras, nieto del expresidente Carlos Lleras Restrepo, exponer con singular propiedad las soluciones a los graves problemas del país. Por llevar la sangre de los Lleras, el exvicepresidente de Santos se siente con el “derecho” de aspirar a gobernar al país. Es su único “mérito”, salvo que dirigir a Cambio Radical, el partido con más políticos procesados, investigados y condenados, lo asuma como una virtud. Pero Germán Vargas Lleras no está solo.

En Copacabana (Antioquia) el “delfín” Miguel Uribe Turbay lanzó su candidatura presidencial. El nieto del expresidente liberal, Julio César Turbay Ayala, invitó a los “colombianos de bien” para que lo acompañaran en su primera aventura electoral hacia la Casa de Nariño. El senador del Centro Democrático, a sus 38 años, se cree capaz de gobernar a la compleja Colombia, ofreciendo seguridad, la misma que su patrón Álvaro Uribe Vélez prometió a los colombianos. Es decir, bala, bala y bala.

Este descendiente de Turbay Ayala, ejecutor del temido y violento Estatuto de Seguridad, invita a los “colombianos de bien” a que se unan a su proyecto de país, que es el mismo que ejecutó Uribe Vélez entre el 2002 y el 2010.

Hablemos de esa expresión. Se trata, sin duda alguna, de una locución cargada de clasismo y arrogancia que les sirvió a muchos en el pasado reciente para ocultar sus negocios ilícitos, sus relaciones con mafiosos, criminales y miembros corruptos de clanes políticos. Se asocia la idea de “colombianos de bien” a gente derechosa tratando de zafarse de una multa o con la firme intención de mostrar algún tipo de “superioridad económica o moral” frente a otros considerados previamente como “escoria, gente pobre o vaciada”. La misma frase deviene con una carga moralizante y estigmatizante en la medida en que si hay “colombianos de bien”, auto considerados así, o reconocidos como tal por específicos agentes del poder político y económico, es porque existen “colombianos del mal” o “malos colombianos”.

Una dualidad así planteada le servirá a Uribe Turbay para dar continuidad a las prácticas estigmatizantes que el entonces presidente Álvaro Uribe Vélez puso de moda durante sus ocho años de la Seguridad Democrática, política pública parecida en sus logros al Estatuto de Seguridad del abuelo del senador Miguel Uribe: asesinados, perseguidos y estigmatizados por pensar diferente y atreverse a criticar al gobierno de turno.

En el video con el que se lanzó prematuramente a la contienda electoral de 2026 el senador uribista (un verdadero godo), hizo referencia a Dios. Al decir “Dios bendiga a Colombia y a los colombianos”, el retoño de la señalada familia les habla a los sectores creyentes, mostrándose como un político religioso dispuesto a desconocer el principio constitucional que reconoce como laico al Estado colombiano.

Miguel Uribe Turbay sabe que el futuro de su candidatura presidencial depende exclusivamente del guiño del expresidente y expresidiario Álvaro Uribe Vélez. Por ello, el ladino congresista, para ganar puntos con el patrón se fue a territorio antioqueño a lanzar su aspiración, mencionó a Dios y habló de seguridad. Su visión de país se reduce a las circunstancias que rodean a eso de ser antioqueño, creyente y adorar el uso legítimo de la fuerza. Lo cierto es que después de Iván Duque Márquez, el títere de Uribe, cualquier pelmazo, muñeco, idiota, pendejo, pusilánime, vociferante, homúnculo, pendenciero y bravucón puede aspirar a llegar a la Casa de Nariño. 




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lunes, 7 de julio de 2025

MIGUEL URIBE TURBAY: EL “PRESIDENTE MILAGRO” QUE NECESITA LA DERECHA

  

Por Germán Ayala Osorio

 

El atentado sicarial perpetrado contra Miguel Uribe Turbay viene siendo aprovechado política y moralmente por la derecha para culpar al gobierno Petro y consolidar la narrativa que indica que el ataque armado tiene una indiscutible connotación política asociada por supuesto a un sentimiento de “venganza” de la izquierda y el progresismo por los ataques políticos que efectuaba el senador uribista contra la figura de Petro y sus reformas sociales como la reforma laboral, pensional y a la salud.  

Con el denodado apoyo de la prensa hegemónica ese sector del espectro ideológico viene construyendo una especie “protomártir” de nuevo cuño, ambientado por la fe de cientos de miles de orantes-votantes que llegan a la clínica Fundación Santa Fe para pedir por su pronta recuperación y el regreso a la “vida política y electoral” por aquello de que el país lo necesita.

La “Carrera por la vida” convocada para pedir a Dios que Miguel Uribe Turbay supere los efectos de las heridas recibidas fue ante todo una actividad política atada a los sentimientos de la comunidad de creyentes que, camándula en mano, rechazan la violencia política y creen a pie juntillas que en este caso habrá un milagro y la consecuente consagración de Uribe Turbay como un “bendecido” por la gracia divina, condición suficiente para convertirse en presidente de la República en el 2026.

La revista Semana registró así el hecho: “La Carrera por la Vida nació como una respuesta ciudadana al atentado que dejó herido al precandidato presidencial Miguel Uribe, quien actualmente permanece en proceso de recuperación en la Fundación Santa Fe. El ataque armado generó una ola de indignación en todo el país, al tiempo que encendió las alarmas sobre el nivel de violencia política en Colombia.

Los rezos, plegarias y la Caminata por la Vida son los mecanismos políticos y morales con los que la derecha y en particular el uribismo necesitaba para despejar el camino electoral que hasta antes del atentado estaba enredado al interior de las mesnadas uribistas por cuenta de las simpatías populares que viene despertando el gobierno Petro. A dichos mecanismos se suma ahora la encuesta realizada por las firmas Guarumo y EcoAnalítica, que muestra a Uribe Turbay, del partido Centro Democrático, en el primer lugar de las preferencias de los eventuales votantes con el 13,7 %.

Lo interesante de la situación es que Uribe Turbay ya no sería el candidato o el títere de Uribe como lo fue Iván Duque Márquez, sino el enviado de Dios para “salvar al país de las garras del castrochavismo”. En las huestes uribistas aspiran a que ningún creyente-votante, de los cientos de miles que oran todos los días por la pronta recuperación del precandidato presidencial, se atreva a contradecir la voluntad divina, lo que inexorablemente se traduciría en millones de votos que asegurarían el triunfo electoral a la derecha. Los riesgos de meter a Dios en la política gravitan alrededor de la ética, de la libertad de cultos y del Estado laico por cuenta del regreso milagroso de Uribe Turbay a pesar de la gravedad de las heridas producidas por una pistola 9mm accionada a poca distancia. El riesgo es mayúsculo cuando al invocarse la protección de Dios en el Preámbulo de la Constitución Política de Colombia, la salvación de Uribe Turbay motivaría el rechazo de los agnósticos y ateos, entre otros. Sería un país distinto: más a la derecha, intolerante, de la mano de renovados fanáticos religiosos.  




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viernes, 15 de agosto de 2025

EDITORIAL DE TEP A PROPÓSITO DE LA INSTRUMENTALIZACIÓN DE LA MUERTE DE MIGUEL URIBE TURBAY

 

MURIÓ MIGUEL URIBE TURBAY: DOLOROSO, PERO EL PAÍS SIGUE ADELANTE


Escuchen la versión de este editorial aquí: 🛑 EDITORIAL TEL | EL USO POLÍTICO DEL ASESINATO DE MIGUEL URIBE 


La muerte del precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay no puede usarse como instrumento político e ideológico para ahondar el clima de polarización que vive el país, el mismo que supieron aprovechar los autores intelectuales del atentado sicarial para generar caos, miedo, animadversión, incertidumbre e incluso, intentar desestabilizar al actual Gobierno.

Como en anteriores editoriales, desde TEP noticias exhortamos a los candidatos presidenciales y a los colegas de los medios masivos de información a no instrumentalizar el doloroso suceso para sacar réditos políticos los primeros y mejorar el rating, los segundos.

Buscar las reacciones de los políticos, expresidentes de la República y líderes empresariales hace parte de la lógica periodística, circunstancia que termina sirviendo para fijar titulares llamativos que muy seguramente serán leídos en clave de odio y venganza.

Al decir que con el fallecimiento del senador Miguel Uribe Turbay “Mataron la esperanza", el negativo mensaje que se envía a la sociedad alimenta sentimientos catastrofistas que alientan la incertidumbre, la rabia y la venganza en una sociedad que exhibe graves problemas en sus procesos civilizatorios, a juzgar por las maneras como históricamente venimos tramitando las diferencias políticas.

Por supuesto que el asesinato de Miguel Uribe Turbay es trágico y doloroso, pero no puede usarse para alentar el pesimismo y mucho menos estimular el siempre primitivo sentimiento de la venganza.

Como colectivo exhibimos graves problemas para reconocer al Otro como un sujeto de derechos, entre los que se encuentran los de poder disentir, contradecir y opinar en condiciones de igualdad y seguridad. Ese Otro que piensa y actúa distinto lo estamos mirando como un potencial enemigo al que debemos someter o desaparecer. Y como en el fondo estamos hablando de diversidad y pluralidad, huelga recordar la frase de Carlos Pizarro Leóngomez: “que la vida no sea asesinada en primavera”.

Paz en la tumba de Miguel Uribe Turbay y desde este canal periodístico enviamos a su esposa y a su extenso grupo familiar y de amigos un mensaje de solidaridad.

viernes, 25 de agosto de 2023

¿CON QUIÉN PENSARÁ LA DERECHA QUE VA A RECUPERAR EL PODER EN EL 2026?

Por Germán Ayala Osorio

 

De cara a las elecciones de 2026, la derecha exhibe una progresiva mala imagen de sus militantes más prominentes, por hechos ético-políticos que rodean sus actuaciones y decisiones públicas. El mejor ejemplo de esa mala imagen que arrastra ese sector de poder es el expresidente y expresidiario, Álvaro Uribe Vélez, figura descollante que sufre un sistemático desvanecimiento del teflón mediático que la prensa afecta le puso. Hoy está imputado por manipulación de testigos y fraude procesal. Uribe Vélez nuevamente resulta salpicado por terceros por sus vínculos con los paramilitares. Recién, la excongresista, Zulema Jattin, en documento entregado a la JEP, hizo referencia a una reunión a la que asistieron el confeso paramilitar, Salvatore Mancuso y Álvaro Uribe.

Veamos algunos nombres de uribistas pura sangre. Empecemos con el congresista Miguel Uribe Turbay. Se trata de un malogrado joven político que intenta erigirse como un faro moral y ético. Recientemente el país conoció que recibió subsidios de gasolina en el 2022. Lo más llamativo de todo es que este vástago del uribismo denunció a compañeros congresistas por recibir ese tipo de subsidios, ocultando que él mismo los recibía. Vaya cinismo.

El 23 de agosto del año en curso, Portafolio recogió en un titular las denuncias del nieto del expresidente Julio César Turbay Ayala, padre del siniestro Estatuto de Seguridad: “Los senadores que tendrían subsidio de gasolina, según Miguel Uribe”. Un día después, la revista Cambio hizo lo propio y tituló: “Miguel Uribe sí recibió subsidios para la gasolina durante seis meses”.

Esa es su más reciente salida en falso, pero en su vida pública el hecho más vergonzoso tiene que ver con la manera machista, irresponsable y misógina con la que asumió el caso de Rosa Elvira Cely. El país sabe que el Estado recibió una condena por el feminicidio de la señora Cely.

Miguel Uribe Turbay busca a toda costa agradar a Uribe Vélez, a quien ve como su patrón y quizás como su papá político, hecho que le permite actuar con cinismo, cuando él mismo tiene “rabo de paja”. Muy seguramente querrá ser presidente de la República, pues considerará que, por ser nieto de expresidente, tiene más que ganado el derecho a gobernar a Colombia. En eso guarda parecido con el inefable, Germán Vargas Lleras, otro que hace cola de tiempo atrás, bajo los mismos términos de este “ahijado” de Uribe Vélez. Muy seguramente, Uribe Turbay como presidente de la República, nos devolvería a los tiempos del Estatuto de Seguridad o la Seguridad Democrática. Sería un retroceso. 

Dejemos de lado a este “pichón” uribista y volvamos la mirada sobre otros uribistas pura sangre que buscan, con desespero, reencaucharse para insistir en el objetivo final de llegar a la Casa de Nari. Hablo de Federico Gutiérrez, quien aspira a gobernar la ciudad de Medellín, con el apoyo directo del salgareño, Álvaro Uribe. Aunque luce aún las quemaduras que le dejó la pasada campaña presidencial, Fico, a alias Fico, como lo llama el abogado Daniel Mendoza Leal, no se puede descartar que en el 2026 el uribismo nuevamente lo ponga como presidenciable. Entre tanto, en la sombra de un inminente retiro de la política, está Sergio Fajardo, un político tibio, pero fiel a las ideas del uribismo. No se puede descartar que vuelva a la contienda electoral este matemático que no aprendió a sumar.

A esta corta lista se suman Paloma Valencia y María Fernanda Cabal, a pesar de las dudas que ellas les generan al machista de Uribe Vélez, acostumbrado a relacionarse con machos a los que pueda amenazar con “darles en la cara marica”.

Valencia arrastra también la mala imagen de su abuelo, la misma que le recordó Gustavo Petro en el 2019: “Guillermo Valencia, el abuelo de Paloma, con su violencia creó las Farc. Santos acabó las Farc como guerrilla. Uribe y Duque, los amigos de Paloma, volvieron a crear las Farc. Los creadores de las Farc son los mismos cavernarios de siempre", trinó el jefe de la Colombia Humana (Tomado de El Tiempo). Se le suma a lo anterior, dos expresiones que la dejan muy mal parada ante defensores de derechos humanos y la opinión pública calificada para evaluar su papel en el Congreso: la primera, cuando reconoció “que el Estado legítimo cometió atrocidades” durante el estallido social; y la segunda, más reciente que la primera, al votar un proyecto de ley con el que se busca reducir el salario de los congresistas y el “mico” que abría la posibilidad de que los legisladores, una vez reducidos los salarios, pudieran recibir dineros por actividades privadas. Esto dijo la señora Valencia: “es inconstitucional, pero lo voté por cortesía”.

Entre tanto, la congresista María Fernanda Cabal es una figura contradictoria y poco preparada para gobernar el país. Su discurso de odio hacia la izquierda y a todo lo que huela a pobreza y a reivindicación de derechos, la ubica muy cerca a las posturas de sus amigos del partido español VOX. Cabal es una defensora acérrima de Uribe y de su política de seguridad democrática. El Tiempo registró así apartes de una entrevista: “la senadora afirmó que la Justicia Especial para la Paz debe publicar la lista de 6.402 víctimas porque "por lo menos más de la mitad no tiene que ver con falsos positivos".

Las aspiraciones presidenciales de Uribe Turbay, Federico Gutiérrez (una especie de Iván Duque, pero mal hablado), Paloma Valencia y María Fernanda Cabal resultan más del desespero de la derecha por recuperar la Casa de Nari, que por la consistencia de un proyecto de país que de manera inteligente recoja las ideas que el presidente Petro no alcanzará a concretar. Por el contrario, lo más probable es que una vez se hagan con el Palacio de Nariño, intenten echar para atrás lo avanzado por el actual gobierno en materia de reforma agraria, el manejo responsable de la SAE y de la UNP, dos instituciones que, durante los gobiernos de Uribe, Santos y Duque, le sirvieron a las sempiternas mafias asociadas a ese espectro ideológico.



Imagen tomada de Pulzo

miércoles, 13 de agosto de 2025

El POLITIZADO SEPELIO DE MIGUEL URIBE TURBAY

Por Germán Ayala Osorio

 El expresidente Álvaro Uribe Vélez, la prensa hegemónica y Miguel Uribe Londoño, padre del asesinado precandidato presidencial convirtieron el sepelio del recién ungido “héroe y mártir” del uribismo, Miguel Uribe Turbay, en un acto electorero, cargado de consignas que en lugar de apuntar a desescalar el lenguaje y la pugnacidad ideológica, invitan a la venganza política, de la mano del Estado militarista que operó en Colombia entre 2002 y 2010. Con el politizado sepelio de Miguel Uribe Turbay, la contienda electoral de 2026 inició con olor a gladiolo mustio y el aroma triste de los tintos que sirven en las funerarias.

Tanto el discurso enviado por el exmandatario antioqueño, como las palabras del padre del senador conservador constituyen un llamado a regresar al pasado, esto es, a los tiempos de la temida política de seguridad democrática, la misma que dejó 6402 jóvenes asesinados por militares que monetizaron sus vidas siguiendo aquella instrucción presidencial con la que se pedía “más y mejores resultados operacionales y que aquel que no los diera, que fuera pidiendo la baja”.

El papá del senador mandó un mensaje claro al caballista, reo, exdirector de la Aerocivil y domador de bestias: “Este país nunca saldrá de donde está sin seguridad […], en los próximos meses escojamos el triunfo abrumador de ese liderazgo, que tome las banderas de Miguel para que en Colombia vuelva la seguridad. Esta guerra tiene culpables y responsables, lo sabemos, no tenemos ninguna duda de dónde viene la violencia, no tenemos duda de quién la promueve, no tenemos duda de quién la permite. Tenemos que plantar cara a esto y decir no más, no más y no más…”

Mientras transcurrían las honras fúnebres, los periodistas de varias empresas mediáticas optaron por cubrirlas con un lenguaje periodístico lastimero con el claro objetivo de mover las fibras y las emociones de las audiencias para irlas llevando, de la mano de los discursos del expresidente recién condenado y del adolorido padre de Miguel Uribe Turbay, hacia sentimientos primitivos como la venganza y el odio, muy propios de las huestes uribistas desde donde brotaron frases tristemente célebres como en “donde lo vea le voy a dar en la cara marica, se callan  o los callamos”, o las más recientes, “a la izquierda hay que destriparla o son una plaga y la vamos a exterminar en el 2026”.

Ya el uribismo imaginó y le propuso al país cómo quiere que transcurra el escenario electoral de 2026. Ahora solo falta que los colombianos decidan cómo van a pintarlo, si de color rojo como la sangre que se derramó en los años 90 o de verde esperanza. Ya veremos si el 7 de agosto de 2026 los colombianos deciden poner en la Casa de Nariño a un president@ con espíritu gansteril o si por el contrario eligen a quien con un genuino ánimo conciliador le dé a la sociedad la oportunidad de superar y proscribir esa enfermedad que corroe los cimientos de la civilidad y la razón: el uribismo. Razón le cabe al expresidente Santos y al presidente Petro cuando aseguran que Uribe Vélez está cargado de odio. “Álvaro Uribe está lleno de veneno, desconoce el genocidio de la UP y la participación del estado en él”, dijo el jefe del Estado.





Imagen de Mauricio Alvarado Lozada, tomada de El Espectador.com

sábado, 20 de julio de 2024

PERDÓN Y ODIO EN LA INSTALACIÓN DEL PERIODO LEGISLATIVO


Por Germán  Ayala Osorio 

En la instalación del nuevo periodo legislativo  el perdón y el odio se hicieron presentes en el Congreso de la República, recinto en el que conviven la avaricia, la desfachatez, la mentira, la deshonestidad, la hipocresía, el individualismo, la insensatez, la estolidez y el transfuguismo. 

El encargado de pedirle perdón al pueblo y a los congresistas que supuestamente representan los intereses de cada colombiano fue el presidente de la República, Gustavo Petro, por los hechos relacionados con la corrupción al interior de la UNGRD, de la que son responsables directos Olmedo López y Esneyder Pinilla. Los exministros y ministros nombrados por estos dos corruptos deberán demostrar ante las autoridades judiciales que no hicieron parte de semejante entramado de corrupción. Perdería sentido la petición de perdón de Petro si se comprueba que sus más cercanos funcionarios participaron del millonario desfalco al erario.  

La responsabilidad política es un bien escaso en la democracia colombiana, en particular en los jefes del Estado sobre quienes recaen las mayores responsabilidades éticas y morales de una sociedad como la colombiana que deviene confundida ética y moralmente por cuenta de la naturalización del ethos mafioso y la confluencia en este de las prácticas propias del individualismo posesivo de los congresistas  y contratistas. 

Hagamos un breve recorderis de hechos públicos graves que ameritaban sendas peticiones de perdón por parte de presidentes de la República que no tuvieron la gallardía suficiente para presentar disculpas y hacer un mea culpa. Por ejemplo, los falsos positivos, ocurridos durante la aplicación de la peligrosa política de Seguridad Democrática, exigían que Uribe Vélez asumiera la responsabilidad política por los execrables crímenes. Ni hubo perdón y mucho menos el político antioqueño asumió responsabilidad alguna a pesar de haber fungido como comandante supremo de las FFAA. Uribe no pidió  perdón por los crímenes de Estado cometidos por miembros de la fuerza pública a pesar de que él mismo los presionó con aquello de "dar más y mejores resultados operacionales", es decir, bajas, muertos. De su primitivo carácter solo salió la expresión, "esos muchachos no estarían cogiendo café", en referencia directa a los jóvenes de Soacha asesinados por militares y presentados como guerrilleros dedos de baja en combate. 

O los recientes hechos de corrupción que ocurrieron durante la administración del fatuo de Iván Duque Márquez y que tienen en la cárcel al congresista uribista, Ciro Ramírez. En su condición de expresidentes, ni Uribe y mucho menos su títere, Iván Duque, tuvieron la entereza de pedirle perdón a los colombianos por esos hechos de corrupción en los casos de las "marionetas" y los malos manejos de los recursos del ocad-Paz y los crímenes acaecidos durante sus administraciones. 

La petición de perdón del presidente Petro es genuina y constituye un acontecimiento político en la medida en que no parece haber antecedente alguno de un jefe de Estado presentando disculpas por la sempiterna corrupción. Estamos ante un actitud gallarda de Petro que debería de servir de símbolo para que la bancada de Oposición revise sus objetivos desinstitucionalizantes y macartizantes, y por esa vía posibilitar el tan cacareado acuerdo político nacional. 

Una vez terminado su discurso, vinieron las intervenciones  de Polo Polo y Miguel Uribe Turbay. El primero, Miguel Polo Polo, es un advenedizo, ignaro, fatuo y anodino político que dice representar al pueblo afro, pero que más bien funge como una especie de "capataz negro" al servicio de poderosos terratenientes mestizos, que se creen "blancos" y  que desdicen del proceso de mestizaje del que son hijos. Y Miguel Uribe Turbay, nieto de Julio César Turbay Ayala, responsable político por las violaciones a los derechos humanos que se dieron durante su mandato y la aplicación de su nefasto Estatuto de Seguridad, aplicado bajo las condiciones y limitaciones democráticas del Estado de Sitio. Miguel Uribe Turbay es un delfín político arrogante, poco leído, vociferante, y siempre dispuesto a agradar a Uribe Vélez, su patrón, mentor y su pastor. 

En sus intervenciones destempladas y llenas de lugares comunes, estos congresistas dejaron ver el profundo odio que sienten hacia el presidente Petro por haber sido guerrillero, por ser de izquierda y por no ser servil a los poderosos empresarios que en el pasado capturaron el Estado, de la mano de congresistas inescrupulosos y de presidentes de la República. Realmente, lo que los motiva ir al Congreso es la petrofobia que los atormenta y que los anima a actuar en consecuencia. 

Polo Polo, en su altisonante intervención- no se puede llamar discurso- le habló al presidente de la República en términos desobligantes e impropios de un congresista. Le alcanzó su animadversión para referirse a asuntos de la vida privada de Petro, relacionados con el estado de su relación con la primera dama, Verónica Alcocer.  Lo mismo hizo Miguel Uribe, al referirse tangencialmente a lo sucedido en Panamá y que involucró al presidente Petro. 

Con opositores de la "calidad" de Polo Polo y Uribe Turbay recorrer los caminos para la búsqueda del acuerdo nacional se torna difícil porque el odio impera y se legitima. La petrofobia se impone. Y cuando la inquina o la animadversión están por encima de los argumentos y de la posibilidad de dialogar, no hay forma para debatir y construir acuerdos. La extrema derecha le dio licencia a estos dos legisladores para agrandar la crispación ideológica y política. 

Mientras que la petición de perdón de Petro lo enaltece como mandatario, Polo Polo y Uribe Turbay se consolidaron como los bufones, estólidos y mandaderos de un sector del "viejo" establecimiento a los que la viudez del poder los está desesperando y permitiéndoles dejar salir lo peor de su condición humana. Imagino que con el cinismo que los caracteriza, seguirán insistiendo en la narrativa que señala que quien exhibe un discurso de odio es el presidente de la República. 




Imagen tomada de Youtube.com


sábado, 16 de agosto de 2025

¿JUAN CARLOS PINZÓN, “EL GENERAL SIN SOLES” QUE LE GUSTA A URIBE?

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Con la muerte de Miguel Uribe Turbay el dueño del Centro Democrático deshoja margaritas en su lugar de reclusión mientras decide quién estaría deseoso de convertirse en su segundo títere. En su afán por mantener el poder político, el reo y expresidente Álvaro Uribe Vélez parece desesperado por encontrar una figura política dispuesta a ser su sirviente en la Casa de Nari tal y como lo fue Iván Duque Márquez, a quien el país recuerda como el subpresidente o el pasante que pernoctó por cuatro años en la casa de gobierno.

Al parecer, Uribe Vélez ya se habría decidido por el nieto de Turbay Ayala, quien había hecho méritos suficientes para ser el ungido y  llevar las banderas del uribismo: gritaba, insultaba, repetía como loro seguridad, seguridad y seguridad y se oponía sin argumentos a las reformas sociales del gobierno Petro. Además, le decía “presidente” al padre de la Seguridad Democrática.

Al no estar Miguel Uribe, el recién condenado se ve un tanto desesperado porque no ve en el panorama político a un hombre (macho) capaz de recoger las raídas banderas que identifican al uribismo: neoliberalismo, militarización del Estado y naturalización de un pérfido ethos.

Todo el país sabe y en particular dentro del Centro Democrático que al Gran Reo le gustan las mujeres en la política para organizar eventos o para arengar, pero no como candidatas presidenciales. A Uribe no le convencen sus precandidatas María Fernanda Cabal, Paloma Valencia y Paola Holguín. Quizás las asuma como animadoras del debate político, esto es, una especie de “bastoneras” que gritan en coro “fuera Petro y vamos a recuperar el país”. Andrés Guerra viene siendo como una especie de monaguillo. Uribe no cuenta con él para nada.

Mientras deshojaba las margaritas, a su finca-prisión llegó quien al parecer sería el candidato presidencial que realmente convence al “presidente eterno” y exdirector de la Aerocivil: Juan Carlos Pinzón. Esto dijo el condenado expresidente:

Me he reunido con el Dr. Juan Carlos Pinzón. Tengo el más alto concepto sobre él. Trabajó en nuestro gobierno como representante de Colombia en el Banco Mundial y viceministro de Defensa. Pido a nuestros compañeros militantes del Centro Democrático que se supere cualquier prevención porque fue ministro de Defensa en el Gobierno que me sucedió, que hizo bastante daño a Colombia y también al Dr. Pinzón. He explicado al Dr. Pinzón la realidad del partido, que tiene cuatro candidatos que estaban en emulación con el Dr. Miguel Uribe Turbay, nuestro mártir. También manifesté al Dr. Pinzón que la candidatura del Centro Democrático tendrá el compromiso de contribuir a una coalición que gane la elección de 2026 para hacer transición hacia la recuperación democrática de Colombia. Con el Dr. Pinzón identificamos puntos comunes fundamentales en seguridad, exigencia de transparencia, impulso al emprendimiento privado, Estado austero y pequeño y política social”.

Juan Carlos Pinzón Bueno es un político con poco carisma, monotemático (solo habla de seguridad y bala), piensa y habla como chafarote y es un admirador de Uribe Vélez, condiciones estas suficientes para llevar las banderas del uribismo. Ya veremos qué decisión toma el expresidente, caballista, hacendado y domador de bestias. Cualquiera sea su ungido, el país sabe que Uribe Vélez gobernará en cuerpo ajeno como lo hizo con el subpresidente Iván Duque Márquez y ya sabemos cómo terminó el “gobierno” de Iván Duque. Lo cierto es que la trayectoria política de Pinzón Bueno no da para ubicarlo como una persona formada para administrar lo público y mucho menos conocedor de los problemas del país. Eso sí, se ve arrogante, clasista, racista y obediente defensor del vetusto Establecimiento. Igualito a Iván Duque.

En las 2 Orillas se publicó en el 2015 un perfil de Pinzón bajo un titular que hoy le debe gustar mucho a Uribe: Juan Carlos Pinzón, un general sin soles. En la nota periodística se lee que “Juan Carlos Pinzón nació con los sonidos militares de La Diana en el hospital militar de Bogotá. Incluso, aprendió a caminar a los tres años -por allá en 1974- en la sede de la Infantería Mecanizada ‘General Antonio Nariño’ en Barranquilla, justo cuando su papá, Rafael Pinzón, había sido trasladado para trabajar en el departamento administrativo de dicha guarnición. Incluso, el coronel (R) Rafael Pinzón también pasó toda su infancia en batallones porque su progenitor, Roberto Pinzón, estuvo en el Ejército hasta finales de 1950. Su abuelo y su padre siempre se vistieron con los camuflados del Ejército colombiano, imagen con la que creció el ministro de Defensa”.



Álvaro Uribe Vélez y Juan Carlos Pinzón durante la reunión en la que el expresidente destacó coincidencias políticas y abrió la puerta a una posible alianza de cara a 2026 - crédito Álvaro Uribe Vélez/X

martes, 14 de enero de 2025

URIBE VÉLEZ VICEPRESIDENTE: LA DESESPERADA PROPUESTA DE LA DERECHA

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Es tal el desespero de la derecha uribizada por recuperar la Casa de Nari que el abogado Abelardo de la Espriella propuso recientemente que el expresidente y expresidiario Álvaro Uribe Vélez sea la fórmula vicepresidencial del candidato que el mismo exmandatario escoja como candidato presidencial. Es decir, se superaría la negativa y grotesca experiencia vivida con Iván Duque, quien fungió como el títere de Uribe. Al abandonar el rol de titiritero, el político antioqueño gobernaría de manera directa ostentando la inservible figura vicepresidencial.

La propuesta sale de la desesperación de la derecha colombiana ante los pobres perfiles de posibles candidatos presidenciales de cara a las elecciones de 2026. Los nombres de María Fernanda Cabal, Germán Vargas Lleras,  Elsa Noguera, Sergio Fajardo, Juan Daniel Oviedo, Claudia López, Vicky Dávila de Gnecco y Miguel Uribe no logran convencer a una fanaticada y mucho menos a los más poderosos miembros del “viejo” régimen que temen que el progresismo pueda volver a ganar la presidencia de la República.

En su cuenta de X el abogado uribista dijo que “la clave para ganar en 2026, si es que hay elecciones libres, o para no perder, como bien dice el presidente Uribe, es incluirlo como vicepresidente. Esa posibilidad es jurídicamente viable y, más importante aún, estratégica.

Es apenas evidente que la intención de una eventual vicepresidencia de Uribe es burlarse de la medida constitucional consagrada en el acto legislativo 02 de 2015 que prohíbe su regreso. Cualquier candidato o candidata a la presidencia que lleve como fórmula vicepresidencial al avezado político estaría sometido a su liderazgo y al carácter dominante e irrespetuoso del expresidente. Si María Fernanda Cabal es escogida por Uribe como la candidata presidencial del CD, su fórmula vicepresidencial no saldría de una elección libre de parte de la ungida. Por el contrario, se entendería como el segundo acto de sumisión a los designios de su mentor. Pasaría lo mismo si el elegido fuese Miguel Uribe Turbay y cualquier otro político que se preste para lo que sería la más grande burla a la institucionalidad presidencial.

Un eventual triunfo electoral en el 2026 de una fórmula Cabal-Uribe o Uribe Turbay-Uribe se asumiría internacionalmente como una broma jurídico-política de gran calado, lo que despertaría todo tipo de especulaciones y preocupaciones por los riesgos que representaría el regreso de la política de seguridad democrática y la mano dura aplicada por Uribe durante sus ocho aciagos años como presidente de la República. Los organismos internacionales y nacionales de derechos humanos levantarían sus voces para exponer los peligros que correrían defensores de los DDHH y del ambiente bajo un gobierno en el que mandaría el vicepresidente sin la necesidad de la ausencia del presidente constitucionalmente elegido.

Por lo anterior, la Corte Constitucional debería de ir preparando un borrador de fallo frente a lo que sin duda alguna constituiría una guaza jurídica y política a la prohibición constitucional que le impide a Uribe volver a ser presidente de la República. Hay elementos subjetivos que aportan a la construcción jurídica de lo que sería un nuevo fallo de la Corte Constitucional que frenaría la intención de Uribe Vélez de volver a gobernar y completar los tres periodos a los que aspiró después de haber comprado en el Congreso su reelección inmediata (Yidis política). La ponencia del entonces magistrado Humberto Sierra Porto le puso freno a esa pretensión de gobernar durante 12 años.

En caso de que la CC no prepare el borrador de fallo que aquí se sugiere y ante los efectos ético-políticos y los riesgos sociales que vienen atados a ese eventual escenario, solo queda que la jueza que lleva el caso en contra de Uribe por fraude procesal y manipulación de testigos lo declare culpable. De esa manera, se impediría el regreso del exmandatario a la Casa de Nari. En la Carta Política, artículo 197, se lee que “no podrá ser elegido Presidente de la República o Vicepresidente quien hubiere incurrido en alguna de las causales de inhabilidad consagradas en los numerales 1, 4 y 7 del artículo 179: 1. Quienes hayan sido condenados en cualquier época por sentencia judicial, a pena privativa de la libertad, excepto por delitos políticos o culposos. 4. Quienes hayan perdido la investidura de congresista”.



Imagen tomada de ABELARDO DE LA ESPRIELLA Y UIRIBE - Búsqueda Imágenes

lunes, 9 de junio de 2025

¿EL ATAQUE SICARIAL CONTRA MIGUEL URIBE TURBAY ES UN ATENTADO CONTRA LA DEMOCRACIA?

 

Por Germán Ayala Osorio

Políticos y medios de comunicación coincidieron en calificar el ataque sicarial contra Miguel Uribe Turbay como un “atentado contra la democracia”. El Espectador abrió su versión impresa con ese titular, fondo negro y la imagen del congresista víctima del niño-sicario.

Sin duda alguna hay que condenar el ataque criminal del que fue víctima el congresista y precandidato presidencial del Centro Democrático (CD), pero decir que se trata de un “atentado contra la democracia” resulta a todas luces una exageración fruto quizás del deseo interior de quienes así lo consideran, de ir sumando opiniones hasta consolidar la narrativa que indique que el camino para enfrentar semejante desafío es convocar a una Asamblea Nacional Constituyente (ANC). O simplemente para hacer viable la propuesta de “parar” varias instituciones, entre ellas el Congreso, mientras se recupera de sus heridas el precandidato y se entra en una profunda reflexión colectiva. Ambas acciones van acompañadas de dos ideas: la primera, que “no hay quien gobierne en Colombia” y la segunda, que quien está en la Casa de Nariño es responsable del atentado por su condición de “enemigo” del congresista atacado.

También es posible indicar que el calificativo está inexorablemente atado al sector de poder tradicional que representa Uribe Turbay, lo que obliga a quienes son afines a las ideas de la derecha que él representa, a fustigar el hecho delictivo dándole esa connotación institucional superior que además de efectista, le facilita a quienes por primera vez en la historia les tocó actuar como oposición, a señalar al primer gobierno de “izquierda” como responsable político del atentado. “Le exigimos garantías al Estado y al gobierno Petro” es la consigna que acompaña a la idea de que estamos ante un “atentado contra la democracia”.  Hasta donde se sabe, el país sigue adelante, las instituciones públicas y privadas siguen operando normalmente y no se han cercenado derechos y libertades y mucho menos se declaró una emergencia que nos acerque a lo que vivió el país por cuenta de la aplicación del Estatuto de Seguridad durante el gobierno de Julio César Turbay Ayala, el abuelo de Miguel Uribe.

En lo corrido del 2025 van 73 líderes asesinados en el país, pero se trataría, a la luz de la lectura hecha por medios y políticos frente al ataque contra Uribe Turbay, de hechos de violencia política poco relevantes y de una connotación institucional inferior en la medida en que no se afecta la operación de la democracia y de las instituciones que funcionan bajo los principios, protocolos y parámetros reconocidos bajo esa nomenclatura y régimen de poder. Tampoco se habla de “magnicidios” por cuanto las vidas de los líderes caídos no alcanzan el reconocimiento social y político que acompaña la existencia de Miguel Uribe Turbay. Detrás del calificativo en cuestión hay una lectura de clase que no se puede negar y que dice mucho de una sociedad que aprendió de manera temprana que hay ciudadanos de primera, segunda, tercera, cuarta y hasta de quinta categoría.

Resulta apenas “normal” que miembros de la clase política y las empresas mediáticas no se les ocurra calificar como ataques contra la democracia esos 73 crímenes, dado que el lugar político en el que gravitaron las vidas de los líderes ultimados está alejado de las vanidades del poder bogotano, asociadas por supuesto a la existencia de lo que se conoce como el Establecimiento.

Cuando el helicóptero en el que viajaba el entonces presidente Iván Duque Márquez fue atacado a tiros, El Espectador tituló así lo ocurrido: Es un atentado a la democracia”: congresistas tras ataque al presidente Duque.  Se trata de un título de cita diferente al que acompaña la imagen de Uribe Turbay en la “tapa” de la versión impresa del diario bogotano. En esta ocasión es el diario capitalino el que califica de manera directa lo ocurrido, buscando con ello efectos políticos e ideológicos que terminan siendo nocivos para la gobernabilidad y la legitimidad del actual gobierno.



Tapa de El Espectador en su versión impresa. 

viernes, 13 de junio de 2025

A PROPÓSITO DE LA MARCHA DEL SILENCIO DEL DOMINGO 15 DE JUNIO

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Llamar Marcha del Silencio a las movilizaciones que el Centro Democrático convocó para este domingo 15 de junio bien puede obedecer al interés de convertir el atentado sicarial contra Miguel Uribe Turbay en un acontecimiento político atado inexorablemente a un proceso de persecución ideológica y política adelantado por la izquierda en cabeza del gobierno Petro.  Más claro: el uribismo busca equiparar su Marcha del Silencio a la ocurrida en Bogotá en 1948, cuando Jorge Eliécer Gaitán Ayala organizó y lideró una movilización bajo ese nombre, en protesta por la persecución política encabezada por el gobierno de Mariano Ospina Pérez en contra los campesinos liberales.

En su informe, la Comisión de la Verdad se refiere en estos términos a la Marcha del Silencio convocada por Gaitán Ayala: “Ante el hostigamiento que vivían los gaitanistas y su impunidad, el 11 de abril de 1947 Gaitán le remitió al presidente Mariano Ospina y al ministro de Gobierno un «Memorial de Agravios». Pero la violencia era tanta que el 7 de febrero de 1948 Gaitán convocó su famosa Marcha del Silencio, probablemente la manifestación ciudadana más multitudinaria de la historia de Bogotá, si se toma en cuenta su tamaño en ese momento”.

Sin duda alguna, dicha pretensión del uribismo es una exageración política e histórica en la medida en que hay circunstancias que hacen pensar que el atentado contra el precandidato conservador Miguel Uribe Turbay pudo ordenarse desde las mismas mesnadas de la derecha para afectar la legitimidad y la gobernabilidad del gobierno progresista que encabeza Gustavo Petro, un caudillo tan popular como lo fuera en su momento el inmolado líder del partido liberal, Jorge Eliécer Gaitán.

Convertida la Marcha del Silencio del 48 en un referente histórico de la violencia política desatada en la época, su escritura entre altas y bajas representa una forma de reconocimiento por su importancia histórica, hasta el punto de que su forma escritural se asemeja a las diferencias que hay cuando se hace referencia a la violencia como práctica sociopolítica y a la Violencia como la etapa sangrienta protagonizada por liberales y conservadores. De allí que no sea lo mismo escribir Marcha del Silencio o Marcha del silencio.

Varios titulares de prensa ayudan a que el objetivo político de esta “nueva” Marcha del Silencio se cumpla. Otros, por el contrario, reducen el sentido de las movilizaciones al hecho criminal en el que está comprometida la vida del senador del Centro Democrático. Veamos algunos ejemplos, que dan cuenta de unas lecturas ambiguas de parte de los editores. Caracol radio tituló así una nota: “Marcha del Silencio por la vida de Miguel Uribe: hora, ciudades y puntos de movilización 15 de junio”.

Entre tanto, W radio le apostó a validar la dimensión histórica que el pretende dar el uribismo. El titular y la bajada dicen: “Marcha del silencio en Bogotá y más ciudades: Fecha, horarios y razones de la manifestación”. “El próximo domingo 15 de junio se llevarán a cabo una serie de manifestaciones en distintas ciudades del territorio colombiano como una muestra de rechazo a la violencia y el terrorismo”. Aunque W radio escribió sin mayúscula la palabra silencio, quizás en un intento por no hacer referencia a la Marcha del 48, en el resumen de la nota periodística aporta a la consolidación de una narrativa catastrofista al momento de señalar que las movilizaciones del domingo se dan en rechazo a la violencia y el terrorismo, como si estas prácticas hicieran parte de un proceso del cual el atentado contra el precandidato conservador deviene con un carácter cruelmente ejemplarizante.

Noticias Caracol y El Colombiano son dos medios que hacen parte de la cofradía mediática que le viene haciendo oposición política al gobierno Petro. Sus titulares son similares. El noticiero privado tituló así una nota: “Marcha del Silencio el domingo 15 de junio: los puntos de concentración en Bogotá y otras ciudades”. Nótese que Caracol Noticias usa la misma nomenclatura con la que históricamente los colombianos recuerdan la movilización ocurrida en Bogotá en 1948. En la “bajada o resumen” del mismo texto informativo se lee que “la marcha es convocada por el Centro Democrático, como rechazo al atentado contra el precandidato Miguel Uribe Turbay, quien permanece en estado crítico en la Fundación Santa Fe de Bogotá”. El periódico antioqueño, entre tanto, tituló así su texto informativo: “Marcha del silencio: puntos de concentración y horarios de la manifestación en solidaridad con Miguel Uribe”.

Más allá de las suspicacias que surgen del uso de las mayúsculas al momento de nombrar las movilizaciones programadas para el domingo 15 de junio, lo cierto es que llamar Marcha del Silencio a la jornada de protesta es en sí mismo un acto político cuyo carácter se pretende minimizar e incluso ocultar por las manifestaciones de pesar y las cadenas de oración en favor de la vida del senador atacado.




sábado, 16 de noviembre de 2024

FORO DEL CENTRO DEMOCRÁTICO: ¿UN DESFILE DE IDEAS?

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Pasó el primer foro del Centro Democrático (CD) en el que cinco congresistas de esa colectividad desfilaron frente a su dueño, el expresidente Álvaro Uribe Vélez. Como si de tratara de una feria equina, cada precandidato expuso sus ideas con el único objetivo de agradar a Uribe. Convertido el caballista y expresidiario en una especie de “Raimundo Angulo” de la política, este primer encuentro confirma al exmandatario antioqueño como el gran elector, así como el caudillo y el mandamás de la derecha y la ultraderecha. La senadora María Fernanda Cabal reconoció que se sentía como en un reinado.

Por la pasarela desfilaron Paloma Valencia, Paola Holguín, María Fernanda Cabal, Miguel Uribe Turbay y Andrés Guerra. Al final del encuentro, Uribe le dijo a El Espectador que “le dan “miedo” los candidatos sin doctrina, porque son un “peligro y una incertidumbre”. En este punto aseguró que los cinco senadores del Centro Democrático que buscan la candidatura son “líderes extraordinarios”, pero que deben seguir preparándose y saber cuándo deben tomar decisiones cruciales para el país”. También dijo que "necesitamos alguien que llegue no a aprender, sino a ejecutar". 

Lo dicho por Uribe Vélez confirma que los foros no son otra cosa que ejercicios públicos en los que cada precandidato será examinado en su capacidad de repetir sin cambiarle una coma al discurso y a las ideas doctrinales que aparecieron originalmente en el Manifiesto Democrático, los 100 puntos de Uribe. Quien las repita con mayor seguridad, sin titubeos y vehemencia estará cerca de ganarse el guiño del caballista. Ideas como “reducir el tamaño y la operación austera del Estado, luchar contra la corrupción y el recurrente tema de la seguridad democrática”, serán claves a la hora de elegir de los cinco el candidato que agitará la raída bandera del uribismo. Llegado el momento preciso, la narrativa de los “tres huevitos” volverá a hacerse presente en los siguientes foros en los que el hijo de Salgar (Antioquia) seguirá tomándole la lección a sus aventajados y adoctrinados mandaderos. Lo que tienen que hacer Cabal, Valencia, Guerra, Uribe Turbay y Holguín es aprenderse de memoria ese Manifiesto, sonreír cuando miren al patrón y eso sí, gritar varias veces que a “Colombia la vamos a recuperar" y que jamás volverá el "socialismo". 

Cuando Uribe dice que deben “seguir preparándose”, quizás les esté mandando un mensaje claro a los cinco precandidatos y a otros que por fuera de la colectividad estén dispuestos a declinar sus aspiraciones individuales para sumarse al proyecto político que el expresidente diseñe para el 2026, en el que no necesariamente el candidato presidencial del uribismo saldrá de los cinco precandidatos mencionados. Es posible que desde ya el ladino hacendado esté pensando en Juan Daniel Oviedo, exdirector del DANE, quien ya se mostró cercano al ideario uribista y quien tiene ganado un lugar en la política bogotana como un "técnico", hecho que juega a su favor. 

Cuando el chocarrero hacendado dice que se necesita a alguien que no vaya a aprender sino a ejecutar, parece dirigirse a Iván Duque, el mismo que él puso en la Casa de Nari y manejó como un títere. La entonces portada de Semana dio cuenta de lo que quizás hoy le preocupa al patán antioqueño: "un año de aprendizaje", acompañado ese titular de la foto de Duque. 

La senadora Holguín sabe que no pasará el examen. Por su grotesca figura y debilidad conceptual será descalificada. Paloma Valencia le sirve más a Uribe como agitadora, que como candidata presidencial. Es también básica discursivamente hablando. El expresidente también parece tener dudas sobre las capacidades de Cabal para tomar las banderas del uribismo. A las tres las podría descalificar por ser mujeres. Al caballista le gusta más tratar con machos cabríos. Guerra es un antiqueño altanero y malhablado que le sirve a Uribe más como escudero, que como candidato presidencial. Queda el obsecuente Miguel Uribe Turbay, por quien Uribe parece tener simpatías más por agradecimiento con su abuelo el expresidente Turbay Ayala, que por estar convencido de sus habilidades para  gobernar. Eso sí, lo debe estar viendo como en su momento miró a Iván Duque: como una marioneta. 



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