Por Germán Ayala Osorio
Para los opositores, incluida a la prensa hegemónica, la elección de Patricia Balanta como magistrada de la Corte Constitucional afectaría en materia grave a la democracia por ser cercana al presidente Petro; eso si, de resultar elegido Carlos Camargo, exdefensor del Pueblo y proveedor de cargos públicos a familiares de varios de los togados del alto tribunal, el régimen democrático se salvaría para fortuna de los colombianos. Detrás de Camargo está la derecha uribizada y Vargas Lleras, el eterno delfín. Olvidan los medios masivos y los miembros de la oposición que ese tipo de pulsos políticos son ya tradición en el país: todos los gobiernos intentan hacerse con el control de ese alto tribunal. Al final, el senado eligió a Camargo como el nuevo magistrado de la Corte Constitucional.
Vaya manera de naturalizar el clientelismo como práctica institucional atada a las maneras como opera, de acuerdo con el diseño constitucional, la elección de los magistrados de todas las altas cortes en el país. Justamente el problema de fondo está en que los procedimientos para elegir a los togados de la Corte Suprema de Justicia, Consejo de Estado y Corte Constitucional devienen originalmente manchados por las intrigas políticas, los intereses burocráticos de los togados, así como los de los congresistas que participan de la elección de los juristas. Todos esos elementos confluyen en lo que en varias columnas llamo el ethos mafioso que se expresa en "yo te elijo, tú no me investigas; o "yo te incluyo en la terna, para que apruebes o validez mis decisiones".
El artículo 239 de la Carta Política es la constatación de que el problema está en el diseño constitucional y por supuesto al sistema cultural colombiano: "la Corte Constitucional tendrá el número impar de miembros que determine la ley. Los magistrados de la Corte Constitucional serán elegidos por el Senado de la República para periodos individuales de ocho años, de sendas ternas que la presenten el presidente de la República, la Corte Suprema de Justicia y el Consejo de Estado".
El cubrimiento mediático expone la situación como parte del paisaje, con la intención manifiesta de echarle el agua sucia al gobierno por querer "capturar" a la Corte Constitucional y por esa vía garantizar acciones y decisiones de gobierno que más adelante requerirán del control de ese alto tribunal. Eso sí, los magistrados electos y electores suelen guardar silencio ante lecturas políticas y periodísticas que claramente ensucian la cacareada independencia de la justicia, que no es otra cosa que una quimera, a juzgar por los procedimientos reglados prescritos en la Carta Política de 1991.
El Espectador titula así el hecho jurídico-político y noticioso: "Paridad, jugadas políticas y poder: así va elección de magistrado para Corte Constitucional. Patricia Balanta, Carlos Camargo y Jaime Tobar se disputan en el Senado el cargo que deja el saliente José Fernando Reyes Cuartas. La trasescena está cargada de cálculos milimétricos y movidas para conceder el puesto".
La revista Semana dice lo siguiente: "En Cambio Radical las tensiones al interior del partido suben de nivel porque los senadores Temístocles Ortega y Ana María Castañeda —sancionados por su casa política sin voz ni voto porque desobedecieron a la colectividad a la hora de votar la consulta popular de Gustavo Petro—, al parecer, planean repetir su rebeldía este miércoles 3 de septiembre. Pretenden votar por Patricia Balanta, la candidata de la Casa de Nariño, pese a que Cambio Radical, en una decisión de bancada, optó por respaldar al exdefensor del Pueblo, Carlos Camargo". Y así titula el portal La Silla Vacía: Carlos Camargo les dio puestos a familiares del 30% de la Corte que ahora podría ternarlo.
¿Es posible evitar ese tipo de intrigas y pulsos políticos para la elección de los magistrados? La respuesta es clara y contundente: No. Ya en el pasado se propuso que los magistrados fueran elegidos por voto popular. Esa no es la solución. La única solución es cultural: proscribir el ethos mafioso. El Cartel de la Toga es la prueba fehaciente de que hay sectores de la justicia que tienen precio.
Pero sabemos que eso no sucederá jamás en el país. El sistema cultural está pensado para garantizar el clientelismo y el ejercicio sucio y asqueante de la política. Mientras magistrados, congresistas, ministros y demás insistan en garantizarles a sus familiares y amigos cargos públicos, la democracia seguirá siendo una formalidad y la independencia de la justicia continuará siendo una quimera.
Foto: Defensoría.