martes, 23 de septiembre de 2025

TALANTES PRESIDENCIALES: ENTRE LOS BRAYAN, CLÍTORIS Y DONDE LO VEA LE VOY A DAR EN LA CARA..."


 Por Germán Ayala Osorio 


En un país con un modelo político presidencialista y una sociedad clasista y racista, la figura del presidente de la República suele ser vista de acuerdo con el lugar que cada colombiano cree que ocupa dentro de la pirámide social. Partido aparte juegan los miembros de la llamada clase alta cuando de esas huestes salen los millonarios recursos económicos con los que finalmente en el pasado sirvieron para poner en la Casa de Nariño a quien por cuatro o más años fungiría como su más fiel sirviente. Hasta la elección de Petro los llamados "Cacaos" jugaban a ver cuál de todos los candidatos cumplía con su exigente perfil: manoseable, obediente y cumplidor. 

Del jefe del Estado suelen esperarse comportamientos ejemplarizantes para una sociedad que además de estar separada en irreconciliables clases sociales, deviene confundida moral y éticamente, de allí los disímiles conflictos sociales y políticos que por más de 200 años nos definen como un pueblo violento, premoderno e incivilizado.

En la historia reciente del país por el Solio de Bolívar pasaron tipos de presidentes que de alguna manera dan cuenta de lo que somos como colectivo. Hemos visto  "gobernar" desde  la Casa de Nariño a pusilánimes bien puestos, educados y bienhablados como Andrés Pastrana e Iván Duque. Con el último nació para quedarse la idea del "títere-presidente" a pesar de que todos al final de cuentas solían servir a los particulares y siempre mezquinos intereses políticos y económicos de sus patrocinadores. Y con el primero se empezó a erosionar el imaginario colectivo con el que los "delfines políticos" se asumían como hombres inteligentes, probos y de finas costumbres. 

Más atrás en la historia los colombianos han de recordar a Turbay Ayala no solo por su perverso y violento Estatuto de Seguridad, sino por los chistes que sobre él circularon y que al final aportaron a la consolidación de una idea más o menos acertada de su talante presidencial y personal. Ernesto Samper Pizano fue un presidente cuyo perfil de hijo legítimo del Gimnasio Moderno terminó seriamente afectado por el Proceso 8.000. Acosado por sus poco santas relaciones con emisarios de los Rodríguez Orejuela, la imagen social de su finas maneras lo fueron llevando al precipicio de la indignidad en el que cayó con todo y el "elefante" que no vio entrar a la sede de su campaña Samper Presidente.

A la Casa de Nariño llegaría Álvaro Uribe Vélez, un montañero y ordinario domador de bestias que terminó siendo aceptado a regañadientes por la élite bogotana. Uribe Vélez es un paisa malhablado en privado, pero que con un tono de cura de pueblo con el que logró enredar a millones de colombianos que lo asumieron como el Mesías o el Gran Colombiano. No podemos olvidar las dos frases que mejor lo definen: "donde lo vea le voy a dar en la cara marica" y "esos muchachos de Soacha no estarían cogiendo café". Al final de sus dos mandatos, el nombre de la casa de gobierno a la que ingresó en 2002 sufrió un pequeño, pero significativo ajuste: Casa de Nari

Luego vendría el "más fino" de todos los presidentes en ejercicio: Juan Manuel Santos Calderón. Un gentleman de "clasudos" clubes sociales y perfumado jugador de póker. Hijo de la rancia élite bogotana como Samper, Juan Manuel le apostó a la paz con las Farc-Ep quizás pensando más en la posibilidad de ganarse el Nobel de Paz, que en jugársela toda para asegurar la implementación efectiva y eficaz de lo acordado en La Habana. De Duque ya dije lo único que vale la pena recordar de  un homúnculo que en inglés o en español siempre dijo pendejadas. Baste recordar la alusión, en perfecto inglés, a los 7 enanitos en un evento internacional y su visita oficial a España. En esa oportunidad le dijo a Felipe VI "saludos le mandó el presidente Uribe", violento titiritero. 

Una vez instalado Gustavo Petro en la Casa de Nariño las exigencias por las buenas maneras, la etiqueta, hablar inglés, pero sobre todo cumplir con la tradición de ser sirviente de los más ricos de Colombia se tornaron en un moralizante deber ser con el que el presidente Petro no quiso lidiar. Al final de su administración su origen popular y sus luchas por el pueblo lo llevaron a hablar en sus alocuciones y consejos de ministros de "clítoris libres y de los perversos Brayan"; también, lanzó madrazos a Efraín Cepeda y maldijo a los congresistas que legislan en contra del pueblo. Visto por hipócritas, arribistas, clasistas y racistas y por los miembros más prestantes de las élites regionales como un "presidente boleta", el país afrontará unas elecciones presidenciales en las que muy seguramente volverán a exponerse los deseos de quienes asumen a los presidentes de la República como ejemplos a seguir para una sociedad incapaz de reconocer que en todas sus clases sociales hay evidentes y graves problemas en sus procesos civilizatorios. Al final, ellos, los presidentes y todos los seres humanos usamos máscaras con las que logramos ocultar o matizar nuestra aviesa condición humana. Unos pocos se muestran tal y como son. 



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