Por Germán Ayala Osorio
La concentración de la propiedad
de los medios de comunicación en pocas manos constituye un factor ético-político
que se opone a la consolidación de la democracia. En Colombia, los medios tradicionales
están en manos de poderosos banqueros
y conglomerados económicos a los que poco o nada les interesa que sus empresas
de información hagan periodismo de calidad. Por el contrario, le apuestan a que
a través de ese oficio se oculten aquellas actividades económicas y políticas
conducentes a debilitar la democracia como régimen de poder y aspiración de
vida colectiva. Es más, pienso que los magnates
de compran empresas mediáticas odian el periodismo,
de allí el deseo de tenerlo controlado y a su favor.
En estos dos años largos del
gobierno de Gustavo Petro empresas mediáticas como Caracol, RCN, La FM, Blu radio,
El Colombiano, Semana, El País de Cali, El Tiempo y El Espectador le han
hecho una suerte de oposición política funcional a los intereses corporativos
de los banqueros y las corporaciones propietarias de esos medios que se olvidaron
de informar con responsabilidad social, para caer en el peligroso juego de generar
miedos e incertidumbres en las audiencias que aún creen a pie juntillas en que
lo que se sale publicado es la verdad revelada. Han mentido, tergiversado los
hechos noticiosos, se acercaron muchos de estos a provocar pánico económico y
han promovido el odio ideológico hacia todo lo que huela a izquierda y progresismo.
Así las cosas, urge que el primer
gobierno progresista en más de 200 años de República deje como instrumento
educativo y pedagógico de uso obligatorio en colegios y universidades la cátedra
Análisis y Crítica de Medios. Es necesario que las audiencias y en
general los colombianos estén formados en la comprensión del discurso
periodístico-noticioso, sus formas y su carácter moralizante, no siempre al
servicio del colectivo. Es más, se debe extender al análisis de novelas y otros
productos culturales, pues hay gente que no puede separar la realidad de la
ficción.
Las y los estudiantes de colegios
y universidades deben tener elementos de juicio y categorías que les permitan analizar
de manera crítica los informes, reportajes, crónicas y noticias que a diario
publican los medios masivos hegemónicos. De igual manera, las posturas editoriales,
tácitas o no, asumidas por cada empresa mediática. Formar al estudiantado para
cuestionar los tratamientos periodístico-noticiosos constituye una forma de
contra poder que aporta al mejoramiento de la democracia en la medida en que habría
ciudadanos capaces de discutir asuntos públicos, descifrando los intereses
políticos y económicos que defienden las empresas mediáticas aquí señaladas. Los
análisis críticos que los ciudadanos puedan hacer podrían transmitirse en
emisoras o medios impresos comunitarios y usarse políticamente en escenarios
electorales.
De la misma manera como el
proceso de paz de La Habana le dejó al país la Cátedra de Paz, el primer
gobierno progresista en la historia del país debe dejarles a los colombianos la
Cátedra Análisis y Crítica de Medios para los fines pedagógicos y ético-políticos
que requiere una democracia moderna.
Adenda: ya hay universidades
que tienen cátedras de análisis de medios, pero se requiere que otras universidades
y todos los colegios públicos y privados la ofrezcan de manera obligatoria.
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