Por Germán Ayala Osorio
La elección de Claudia Sheinbaum como presidenta de México debería de servir de ejemplo para el progresismo y la izquierda colombianas, enredadas por estos días en llamados a reelegir al presidente Petro o invocar a un “poder constituyente” tan difuso como la existencia misma de un único pueblo.
En lugar de alborotar más a la godarria del Establecimiento con asambleas constituyentes, cabildos, asambleas permanentes y lecturas amañadas de lo firmado en el Acuerdo de Paz de La Habana, lo que deberían de estar haciendo desde hace rato es preparar a quien podría ser, como sucedió en México, la primera mujer presidenta en un país machista, godo y misógino como Colombia. Ambos países comparten esa misma circunstancia cultural, de ahí que lo sucedido en territorio azteca puede convertirse en ejemplo para los colombianos que, alejados del machismo, consideran que es tiempo de que una mujer asuma las riendas del país, tradicionalmente en manos de machos que poco o nada le han aportado a la consolidación de una verdadera República.
Petro y su séquito más cercano deben de mirar lo sucedido en México para llegar a las elecciones de 2026 ojalá con una mujer capaz de recoger las banderas y las propuestas de reforma que el Congreso finalmente no le aprobará a Petro, justamente por la mezquindad de expresidentes (todos hombres) y de mujeres congresistas serviles a los machos que representan a la derecha colombiana. Y para hacerlo, se debió desde antes del 7 de agosto de 2022 empezar a preparar a los y las candidatas capaces de darle la pelea a los y las candidatas con las que la derecha buscará recuperar el Estado para dar continuidad a su proyecto neoliberal, interrumpido momentáneamente por la irrupción de Gustavo Petro.
La pregunta es: ¿Cuál es la mujer que dentro del progresismo y la izquierda podría recoger las banderas y las propuestas que el Congreso negó y triunfar en las elecciones de 2026? Difícilmente se podrá dar con una candidata que se acerque al perfil de Sheinbaum, luchadora social de vieja data en México, pero me atrevo a proponer a Carolina Corcho. La exministra de Salud tiene el talante, la formación académica, la inteligencia, la actitud combativa y la coherencia discursiva suficientes para parársele a cualquiera de los candidatos o candidatas que la derecha decida poner en próxima arena electoral. Ninguna de las tres “tigresas” del súb judice Álvaro Uribe Vélez tiene la formación política y la oratoria de Carolina Corcho. Y si el expresidente y expresidiario se decide por lanzar a otro puppet como Iván Duque, igualmente la exministra estaría preparada para derrotarlo. Hay que recordar que dentro del grupo de las “tres tigresas” hacen parte las lenguaraces de Vicky Dávila, Paloma Valencia y María Fernanda Cabal. Y dentro de los puppet se contarían los eternos candidatos presidenciales Sergio Fajardo, Fico Gutiérrez y Germán Vargas Lleras. No se puede descartar la candidatura de Claudia López Hernández, quien al final podría aliarse con el uribismo, para ser su candidata presidencial, incluso por encima de las tres tigresas.
Volvamos a lo sucedido en México. Lo primero que deberían de aprender los congresistas y políticos que propusieron manosear nuevamente la Carta Política para revivir la reelección presidencial en Colombia es que el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) entregará el poder, en una transición democrática sin sobresaltos, a una mujer de las entrañas de las luchas sociales en el país azteca: Claudia Sheinbaum. A pesar de los delirios de la prensa mexicana que creó la narrativa que daba por hecho que AMLO buscaría reelegirse, el presidente de los mexicanos puso en manos de Sheinbaum la continuidad de sus políticas de bienestar social y de desarrollo económico. La prensa colombiana ya puso a andar la misma narrativa, a pesar de que el presidente Petro haya salido a desmentir a quienes dicen que está buscando reelegirse y quedarse 12 años como en su momento lo pretendió hacer el inefable Álvaro Uribe Vélez, conocido también como el 1087985.
Para lo único que sirve insistir en que no hay nadie más capaz de gobernar a la Colombia progresista que Gustavo Petro y por ello hay que reelegirlo, es parecerse a Uribe y a Santos. Estos dos políticos fueron las fichas con las que el Establecimiento logró consolidar la pobreza, la desigualdad, concentrar la riqueza y la tierra en pocas manos y la inviabilidad de un modelo de desarrollo a todas luces insostenible desde una perspectiva sistémica.
Hay que darle vida a una narrativa que dé cuenta de lo sucedido al interior del Congreso con los proyectos de reforma que finalmente fracasen. Esa narrativa debe señalar a cada uno de los congresistas que se opusieron a discutir con argumentos las iniciativas gubernamentales presentadas. De la misma manera, debe exponer los nombres de los jefes de los partidos políticos que le hicieron oposición al gobierno Petro y a los empresarios que los patrocinaron. Apoyarse en las redes sociales y en los medios alternativos puede ayudar al objetivo de posicionar esa narrativa.
El presidente Petro debe concentrarse en mejorar los indicadores económicos y sociales y dejar en las mejores condiciones posibles la economía nacional. Cada que el presidente Petro invoca el “poder constituyente”, con una prensa opositora que todos los días genera miedo e incertidumbre en la opinión pública, desgasta su imagen.
Adenda: no se trata de elegir como presidenta por el hecho de ser mujer. No. Debe servir su elección para proscribir todas las formas de dominación y violencias masculinas. La perspectiva femenina, si es que se puede hablar de una sola o de las perspectivas en plural, deben ser escuchadas, viables y posibles. La perspectiva masculina más o menos homogénea en los ejercicios del poder político sirvieron para convertir el planeta en un matadero, en un botadero a cielo abierto de todo tipo de basuras y en generar una inocultable crisis climática.
Imagen tomada de Red más noticias