martes, 4 de junio de 2024

PRIMERA MUJER PRESIDENTA EN MÉXICO: ¿Y PARA CUÁNDO EN COLOMBIA?

 Por Germán Ayala Osorio  

 

La elección de Claudia Sheinbaum como presidenta de México debería de servir de ejemplo para el progresismo y la izquierda colombianas, enredadas por estos días en llamados a reelegir al presidente Petro o invocar a un poder constituyente tan difuso como la existencia misma de un único pueblo.  

En lugar de alborotar más a la godarria del Establecimiento con asambleas constituyentes, cabildos, asambleas permanentes y lecturas amañadas de lo firmado en el Acuerdo de Paz de La Habana, lo que deberían de estar haciendo desde hace rato es preparar a quien podría ser, como sucedió en México, la primera mujer presidenta en un país machista, godo y misógino como Colombia. Ambos países comparten esa misma circunstancia cultural, de ahí que lo sucedido en territorio azteca puede convertirse en ejemplo para los colombianos que, alejados del machismo, consideran que es tiempo de que una mujer asuma las riendas del país, tradicionalmente en manos de machos que poco o nada le han aportado a la consolidación de una verdadera República. 

Petro y su séquito más cercano deben de mirar lo sucedido en México para llegar a las elecciones de 2026 ojalá con una mujer capaz de recoger las banderas y las propuestas de reforma que el Congreso finalmente no le aprobará a Petro, justamente por la mezquindad de expresidentes (todos hombres) y de mujeres congresistas serviles a los machos que representan a la derecha colombiana. Y para hacerlo, se debió desde antes del 7 de agosto de 2022 empezar a preparar a los y las candidatas capaces de darle la pelea a los y las candidatas con las que la derecha buscará recuperar el Estado para dar continuidad a su proyecto neoliberal, interrumpido momentáneamente por la irrupción de Gustavo Petro.  

La pregunta es: ¿Cuál es la mujer que dentro del progresismo y la izquierda podría recoger las banderas y las propuestas que el Congreso negó y triunfar en las elecciones de 2026? Difícilmente se podrá dar con una candidata que se acerque al perfil de Sheinbaum, luchadora social de vieja data en México, pero me atrevo a proponer a Carolina Corcho. La exministra de Salud tiene el talante, la formación académica, la inteligencia, la actitud combativa y la coherencia discursiva suficientes para parársele a cualquiera de los candidatos o candidatas que la derecha decida poner en próxima arena electoral. Ninguna de las tres “tigresas” del súb judice Álvaro Uribe Vélez tiene la formación política y la oratoria de Carolina Corcho. Y si el expresidente y expresidiario se decide por lanzar a otro puppet como Iván Duque, igualmente la exministra estaría preparada para derrotarlo. Hay que recordar que dentro del grupo de las tres tigresas hacen parte las lenguaraces de Vicky Dávila, Paloma Valencia y María Fernanda Cabal. Y dentro de los puppet se contarían los eternos candidatos presidenciales Sergio Fajardo, Fico Gutiérrez y Germán Vargas Lleras. No se puede descartar la candidatura de Claudia López Hernández, quien al final podría aliarse con el uribismo, para ser su candidata presidencial, incluso por encima de las tres tigresas.  

Volvamos a lo sucedido en México. Lo primero que deberían de aprender los congresistas y políticos que propusieron manosear nuevamente la Carta Política para revivir la reelección presidencial en Colombia es que el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) entregará el poder, en una transición democrática sin sobresaltos, a una mujer de las entrañas de las luchas sociales en el país azteca: Claudia Sheinbaum. A pesar de los delirios de la prensa mexicana que creó la narrativa que daba por hecho que AMLO buscaría reelegirse, el presidente de los mexicanos puso en manos de Sheinbaum la continuidad de sus políticas de bienestar social y de desarrollo económico. La prensa colombiana ya puso a andar la misma narrativa, a pesar de que el presidente Petro haya salido a desmentir a quienes dicen que está buscando reelegirse y quedarse 12 años como en su momento lo pretendió hacer el inefable Álvaro Uribe Vélez, conocido también como el 1087985.  

Para lo único que sirve insistir en que no hay nadie más capaz de gobernar a la Colombia progresista que Gustavo Petro y por ello hay que reelegirlo, es parecerse a Uribe y a Santos. Estos dos políticos fueron las fichas con las que el Establecimiento logró consolidar la pobreza, la desigualdad, concentrar la riqueza y la tierra en pocas manos y la inviabilidad de un modelo de desarrollo a todas luces insostenible desde una perspectiva sistémica.  

Hay que darle vida a una narrativa que dé cuenta de lo sucedido al interior del Congreso con los proyectos de reforma que finalmente fracasen. Esa narrativa debe señalar a cada uno de los congresistas que se opusieron a discutir con argumentos las iniciativas gubernamentales presentadas. De la misma manera, debe exponer los nombres de los jefes de los partidos políticos que le hicieron oposición al gobierno Petro y a los empresarios que los patrocinaron. Apoyarse en las redes sociales y en los medios alternativos puede ayudar al objetivo de posicionar esa narrativa. 

El presidente Petro debe concentrarse en mejorar los indicadores económicos y sociales y dejar en las mejores condiciones posibles la economía nacional. Cada que el presidente Petro invoca el “poder constituyente”, con una prensa opositora que todos los días genera miedo e incertidumbre en la opinión pública, desgasta su imagen.  

Adenda: no se trata de elegir como presidenta por el hecho de ser mujer. No. Debe servir su elección para proscribir todas las formas de dominación y violencias masculinas. La perspectiva femenina, si es que se puede hablar de una sola o de las perspectivas en plural, deben ser escuchadas, viables y posibles. La perspectiva masculina más o menos homogénea en los ejercicios del poder político sirvieron para convertir el planeta en un matadero, en un botadero a cielo abierto de todo tipo de basuras y en generar una inocultable crisis climática.

Imagen tomada de Red más noticias

domingo, 2 de junio de 2024

LA PESADA CARGA DE LLEVAR EL APELLIDO GALÁN


Por Germán Ayala Osorio 

 

Ahora que Carlos Fernando Galán funge como alcalde de Bogotá, arrecian las críticas y las caricaturas contra él y su hermano Juan Manuel por no actuar políticamente como su padre, el inmolado excandidato presidencial, Luis Carlos Galán Sarmiento. Tildan a los Galán de traicionar los ideales de su padre, por aliarse o acercarse a políticos uribistas como los exalcaldes de la capital, Enrique Peñalosa y Claudia López Hernández, responsables directos de la crisis socio ambiental y en la movilidad que exhibe Bogotá de tiempo atrás.  

Las críticas que recaen hoy sobre el alcalde Mayor de Bogotá hacen pensar en que es muy pesada la carga que sobre sus hombros llevan los hijos de Luis Carlos Galán, en un país como Colombia urgido de líderes capaces de enfrentarse a doscientos años de ignominia gracias a gobiernos de derecha a los que jamás les interesó modificar un ápice sus lógicas de apropiación mafiosa del Estado y el envilecimiento político de gran parte de la sociedad.  

Lo cierto es que ellos tienen derecho a tener sus propias convicciones políticas, así estas no estén alineadas con las de su papá. Ni más faltaba. Luis Carlos Galán era un liberal radical, mientras que sus Carlos Fernando ha dejado ver claramente que se siente cómodo en la derecha tradicional, así se presente como liberal. Su militancia en Cambio Radical da cuenta de su ligereza a la hora de hacer política, pues poco le importó la historia de corrupción que acompaña a esa colectividad. Tanto Carlos Fernando como Juan Manuel demostraron el interés de acercarse a quienes representan lo más retardatario del "viejo" régimen de poder. Esa fue su elección y los seguidores del Galán asesinado deben respetarla. El inmolado líder político no se "revuelca" en su tumba porque sus hijos no se parecen en nada a él.

Se les cuestiona el no haber sacado el liderazgo, el talante, la oratoria y la capacidad para defender las ideas de su recordado progenitor. Y lo que es peor:  haberse aliado con la derecha responsable en buena medida del crimen de Luis Carlos Galán. Se les fustiga por no alzar sus voces en contra de la inmoralidad que rodea a quienes representan lo más vil del régimen de poder que Galán cuestionó y enfrentó políticamente en los años 90.  

Para hacerse a una idea de la trascendencia de los sueños del Galán inmolado, debemos remitirnos a la campaña presidencial del 2022. En un debate con el entonces precandidato, Juan Manuel Galán, Gustavo Petro le dijo lo siguiente: “qué es lo que quiero yo, lo mismo que quería su papá: que el liberalismo levante las banderas de Alfonso López Pumarejo, que levante por fin las banderas de Gabriel Turbay y Jorge Eliécer Gaitán que sea capaz de defender una Revolución en Marcha y proponerle a Colombia, como lo hicieron ellos, un pacto entre obreros y empresarios para industrializar el país; una modernización agraria sobre la base de la democratización de la tierra; su papá lo defendió y habló conmigo de eso; luego, ese liberalismo, el de las banderas populares, no el desteñido, no el que terminó confabulado con la mafia, no el que terminó arrodillado al uribismo, sino el liberalismo de la Revolución en Marcha, lo quiero aquí con nosotros, el progresismo, para transformar a Colombia. ¿Usted en cuál de los dos está? Si Usted está en el liberalismo de la Revolución en Marcha, bienvenido”. 

Al final, Juan Manuel Galán, en ese momento precandidato presidencial de la Coalición Centro Esperanza, declinó a su aspiración, en medio del sinsabor que debió sentir después de escuchar las palabras de Gustavo Petro, con las que le enrostraron el ideario de su padre.  

Lo cierto es Juan Manuel Galán y Carlos Fernando Galán no están obligados a seguir las ideas que defendió su padre y por las que fue asesinado. La muerte violenta de su progenitor, cuando apenas eran unos adolescentes parece ser suficiente freno a cualquier intento por parecerse políticamente al carismático candidato presidencial, asesinado por sicarios pagados por narco paramilitares y políticos que lo vieron en aquel momento como un riesgo para quienes les había costado consolidar el ethos mafioso que finalmente sirvió para sacar de la carrera presidencial a Galán Sarmiento. 

Algunos los tildan de cobardes, otros, de jugar políticamente con esas fuerzas oscuras del régimen de poder para alcanzar algún día la presidencia de la República. Finalmente, es posible que ellos se asuman como “delfines” que están haciendo la carrera política para llegar a la Casa de Nariño, es decir, están en su derecho de aspirar a dirigir el país por llevar el apellido Galán. Es posible que el régimen de poder los quiera poner en el Solio de Bolívar como una forma de pago por el sufrimiento que significó el cobarde asesinato de su aguerrido padre.  

Cobardes o hábiles jugadores de póker, sobre los hijos del sacrificado político siempre recaerán las exigencias de quienes aún sienten la frustración de no haber podido verlo como presidente de la República. Lo que sí es evidente es que les falta exponer algo de la rebeldía de Luis Carlos Galán cuando fundó el Nuevo Liberalismo, al notar el declive del partido Liberal, convertido en un nido burocrático y alejado de las ideas liberales.    

Exigirles a los hijos del sacrificado líder que levanten su voz en contra de esos sectores de poder económico, social y político que Luis Carlos Galán señaló y combatió es exponerlos a que tengan la misma suerte de su progenitor. Carlos Fernando y Juan Manuel saben muy bien de lo que son capaces el Establecimiento y en particular los agentes señalados de haber participado del crimen de su padre, con tal de evitar que ellos asuman el proyecto político del excandidato presidencial inmolado. Eso sí, las críticas que reciben a diario son válidas en la medida en que los seguidores y admiradores del sacrificado líder del Nuevo Liberalismo los asumen como obligados herederos del ideario político del difunto.  

El error entonces está en las expectativas creadas por quienes creen que basta con ser hijo de Luis Carlos Galán para que sus ideas sigan vivas y haciendo parte del sueño de esa parte de la sociedad que vio al sacrificado político como la posibilidad de cambio en la convulsionada época de los 90.  




Imagen tomada de Red más noticias

“VAMOS A RECUPERAR EL PAÍS”

  Por Germán Ayala Osorio   En el ejercicio de la política suelen aparecer frases que bien pueden servir como eslogan de futuras campañ...