Por Germán Ayala Osorio
Por culpa de una histórica relación de sometimiento a los intereses de los Estados Unidos, tener visa americana o "sufrir" la cancelación de la misma por motivaciones políticas e ideológicas se volvió un instrumento de medición de los grados de gobernabilidad y legitimidad que podría o debería alcanzar un gobierno colombiano frente a una falsa lucha antidrogas usada por los Estados Unidos para naturalizar su injerencia en los asuntos internos de Colombia. Ya lo vivimos en la época de Samper, a quien las autoridades norteamericanas le retiraron la visa por el proceso 8.000.
Con la cancelación de la visa al presidente Petro por su exhortación a los militares gringos a desobedecer las órdenes de Trump, la prensa hegemónica y los cipayos miembros de la clase política tradicional colombiana están usando la decisión unilateral de USA para tratar, nuevamente, de deslegitimar al actual gobierno, tarea en la que están juntos desde el 7 de agosto de 2022 con resultados no tan positivos para las huestes desestabilizadoras de las que hacen parte el Centro Democrático, el partido Liberal, Cambio Radical y los conservadores, entre otras fuerzas políticas.
Las demostraciones de solidaridad de ministros con el presidente Petro por el retiro de la visa son señaladas por agentes periodísticos como conductas propias de lagartos que quieren quedar bien con el presidente de la República. Si se acepta que la tenencia del visado ha sido asumido como un instrumento que mide los grados de gobernabilidad y legitimidad de un gobierno que además de descertificado tiene al jefe del Estado sin visa para ingresar a suelo estadounidense, entonces esas renuncias al permiso de entrada a los Estados Unidos deben entenderse como una acción política de respaldo al presidente Petro y por supuesto como una respuesta adecuada y justa a una administración como la de Donald Trump acostumbrada a manosear gobernantes lacayos y serviles como Uribe, Pastrana, Santos y Duque, para nombrar únicamente a expresidentes; pero sabemos que hay alcaldes, gobernadores y precandidatos presidenciales que asumen a la Casa Blanca como una especie de confesionario al que les gusta y deben asistir con frecuencia para hincarse y pedir "ayuda militar" o recientemente para implorar de rodillas que el país fuera castigado con la descertificación.
Con la llegada de Gustavo Petro a la Casa de Nariño esa relación de subordinación a los mezquinos intereses gringos sufrió ajustes que generaron roncha en la Casa Blanca convertida de tiempo atrás en una oficina de expedición de certificaciones que aunque cargadas de inmoralidad e ilegitimidad, los cipayos miembros de la clase política colombiana la aceptan como si fuera su segunda patria.
El mitin callejero pro palestino en Manhattan y la provocadora intervención de Petro han servido para confirmar varios hechos: el primero, que la indignidad de la clase política colombiana parece tener un origen genético o quizás obedezca a una negada crisis identitaria; el segundo, empujar a la inteligencia gringa y al propio Trump a meterse de lleno en las elecciones de 2026, con el objetivo de poner en la Casa de Nariño a un fiel sirviente que acepte fumigar con glifosato a campesinos, a la naturaleza y por supuesto a las más de doscientas mil hectáreas sembradas de coca; y el tercero, que al buscar Petro un reconocimiento internacional en asuntos como el cambio climático y la defensa del pueblo palestino y su oposición al genocidio en Gaza sumó un factor más a la ya preocupante polarización política y crispación ideológica en el "país de la belleza".
Nota: imagen tomada de RETIRAN VISA A PETRO - Búsqueda Imágenes
Miren Petro tiene la Razón en esto y muchas cosas más, lo demás son cuentos!!
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