sábado, 18 de noviembre de 2023

EL ESTADO Y LOS SICARIOS

 Por Germán Ayala Osorio, comunicador social-periodista y politólogo


Llama la atención la enorme y sospechosa preocupación de la Cancillería, del Defensor del Pueblo y del gobierno de Duque por la suerte de los sicarios colombianos (llamados mercenarios) que participaron en el magnicidio del presidente de Haití.

Por supuesto que el Estado colombiano debe preocuparse por el bienestar de sus connacionales que están en el exterior, en particular por aquellos que hacen ingentes esfuerzos por sobrevivir en condiciones dignas, en disímiles países, con culturas y reglas de convivencia diferentes y complejas. Sobre el devenir de esos otros, por fortuna minoría, que salen del país a delinquir y a violar normas y constituciones, los mecanismos de verificación para que tengan un juicio justo, asistencia legal y cuidados médicos están dados a través de los cuerpos consulares. Hasta allí todo normal. Pero en el caso de los asesinos que hicieron parte de la operación sicarial que terminó con el asesinato del mandatario de Haití, siento que hay una sobreactuación y un sospechoso interés por estos colombianos.

Lo primero que hay que decir es que, al parecer, el cuerpo diplomático desplegado en la isla caribeña no cuenta con la confianza suficiente en la Cancillería, lo que despertó el interés de la vicepresidenta y también canciller, Martha Lucía Ramírez.

Se suma a la preocupación nacional por los célebres asesinos colombianos, el senador uribista, Ernesto Macías, quien propuso que fueran extraditados para que sean juzgados y se les aplique aquí, en la tierra de la máxima impunidad, las más altas condenas. ¿Sobre qué delitos?

Hay algo que no me cuadra en esa ahora “genuina” preocupación estatal por un puñado de nacionales que no solo fueron a cometer un crimen y a violar muy seguramente varias normas internas de la excolonia francesa, sino que detrás de sus actuaciones estarían comprometidos agentes militares y empresarios, que podrían estar conectados con voceros y miembros del gobierno colombiano y del estamento militar.

Si el interés por la vida y los derechos de nuestros asesinos a sueldo que están hoy detenidos en Haití es porque desde el alto gobierno se busca acallar o desviar la verdad del entramado nacional e internacional que hay detrás de la exitosa operación criminal, entonces estamos hablando de una actuación política que consolida la idea de que Colombia es un Estado paramilitar, mafioso y un peligroso actor político para todo el hemisferio.

Los Estados y los ciudadanos están unidos por una serie de principios y elementos que aportan a la construcción de una relación que bien puede tornarse tensa, armónica o conflictiva. Cualquiera sea el talante de esa relación, la responsabilidad es compartida.

Para el caso colombiano y en virtud de la mezquindad y el ethos mafioso-paramilitar de las familias que han capturado el Estado para su beneficio, esa relación, de tiempo atrás, deviene tormentosa, compleja, llena de dudas, resquemores y por lo tanto, conflictiva. Tanto es así, que recientemente la Vicepresidenta, Martha Lucía Ramírez, llama a que los “colombianos recuperen la confianza en el Estado, en el ejercicio de la política y en el buen manejo de la función pública”.

Las preocupaciones de Ramírez y de otros agentes estatales por el bienestar de los sicarios colombianos van, justamente, en la dirección contraria. Una cosa es preocuparse porque se les respeten sus derechos, que los tienen por supuesto, entre ellos a un juicio justo, y otra muy distinta es querer ocultar el entramado político-militar que está detrás de la operación que terminó con la vida del presidente haitiano.  Ojalá esa diligente actitud con la que vienen actuando en este vergonzoso caso, haga parte de una política de la Cancillería y del Estado en general, para atender las muchas necesidades y angustias que padecen connacionales en territorios extranjeros, en especial, aquellos que no llegaron a esas tierras a violar las leyes y mucho menos a asesinar presidentes. Creo que era innecesario el traslado del Defensor del Pueblo a territorio haitiano, cuando tiene que atender internamente, asuntos que, relacionados con el estallido social y la violación de los DDHH por parte de la policía y el Esmad, este funcionario no atendió de la mejor manera. Quizás este caso dé para que alguien escriba, más adelante, una novela titulada El Estado y los sicarios. ¡Ajúa!

Adenda: "Germán Rivera es un militar colombiano retirado y fue condenado este viernes a cadena perpetua, en un tribunal de Miami (Florida), por participar en el asesinato del presidente de Haití, Jovenel Moïse, el 7 de julio de 2021, un magnicidio que hundió el país caribeño en el caos" (El Colombiano). 


Imagen tomada de Infobae


TUTORIAL CONFLICTOS SOCIO AMBIENTALES Y SOSTENIBILIDAD SISTÉMICA

 

POR GERMÁN AYALA OSORIO

 

PRESENTACIÓN

 El lector tiene en sus manos el tutorial Conflictos socio ambientales y sostenibilidad sistémica. Se trata de una herramienta para el análisis de los efectos negativos y/o positivos que dejan actividades antrópicas, en particular aquellas que tienen que ver con la instalación de monocultivos agroindustriales. Ello no quiere decir que dicha herramienta no pueda ser  usada con fines analíticos, en otras actividades económicas.

La búsqueda del desarrollo[1], basado en acciones agro extractivas fundamentalmente, deja evidentes efectos negativos y positivos en los ecosistemas: desde evidentes transformaciones de las estructuras ecológicas (rizomáticas) de estos, el componente paisajístico que determina relaciones ético- estéticas que las comunidades cercanas o lejanas establecen con dichos ecosistemas.

Con este tutorial se apunta a complementar la enseñanza en asuntos o materias relacionadas con el ambiente, el periodismo ambiental y la ecología política. Se propone, a partir de la lectura de este tutorial, que los estudiantes aporten a su mejoramiento como instrumento analítico. Y lo podrán hacer, aplicando los conocimientos adquiridos en sus carreras e incluso, aquellos alcanzados en sus experiencias de vida.

Asumida la Sostenibilidad Sistémica[2] (SS) como un discurso y una práctica evaluativa de las actividades económicas y/o de acciones y decisiones humanas tomadas en el marco del Antropoceno[3], resulta importante, pedagógicamente, diseñar un material que, a manera de Guía, sirva a los propósitos de evaluar aquellas actividades humanas que generan efectos, negativos y positivos, en los ecosistemas naturales-históricos y en disímiles comunidades. Dentro de los efectos negativos está la generación, posible o no, de conflictos socio ambientales.

Así, el tutorial que tiene en sus manos pretende ser una herramienta importante para la evaluación sistémica de actividades humanas y de los conflictos socio ambientales generados por actividades antrópicas ancladas a la ejecución de obras o la implementación de planes de desarrollo bajo el paradigma moderno del desarrollo sostenible. Los ejercicios evaluativos que se decidan emprender deberán sostenerse y partir de dos perspectivas a saber: el  de la complejidad y la sistémica.

Las dimensiones social, económica, política y cultural están presentes, lo que no es óbice para que aparezcan otras o se propongan nuevas, con el fin último de poner en la balanza los efectos positivos y negativos que siempre acompañan la implementación de actividades humanas y/o proyectos productivos y/o de infraestructura, como obras civiles de especial envergadura. Para el caso de la identificación de posibles conflictos socio ambientales el ámbito del estético, en términos de goce del paisaje y el étnico-territorial-ontológico, juegan un papel importante a la hora de evaluar desde la perspectiva de la sostenibilidad sistémica.

 

DESARROLLO SOSTENIBLE Y SOSTENIBILIDAD: UNA DISCUSIÓN CANDENTE

 

El concepto de desarrollo sostenible deviene problemático por dos razones fundamentales: de un lado, sirvió de advertencia, desde los tiempos del Informe Brundtland, de los efectos que ya dejaba el sistema económico sostenido en la explotación de los combustibles fósiles; y del otro, como instrumento conceptual con el que se validaron todas las actividades antropocéntricas. Es decir, mientras se exhortaba a tomar conciencia sobre los efectos climáticos del modelo de desarrollo agro extractivo, al mismo tiempo se insistía en mantener el esfuerzo y el interés de los países en vías de desarrollo, en alcanzar el desarrollo que habían alcanzado las potencias del Norte opulento.

Sachs (2015) sostiene que la aplicación a los ecosistemas del término <<sostenible>> se viene dando desde hace varios años. Advierte el autor que dicho concepto se viene asociando, sinonímicamente, al mantenimiento de condiciones de permanencia, crecimiento permanente y sostenido en el tiempo. “Los gestores pesqueros, por ejemplo, usan desde hace tiempo el concepto de la <<máxima producción sostenible>> para referirse a la máxima captura  pesquera anual compatible con el mantenimiento de una población piscícola estable” (p. 21).

El sentido dado y naturalizado a lo sostenible o a la sostenibilidad (mantenimiento de condiciones de operación de una actividad económica-viabilidad-y el funcionamiento de un ecosistema constituye un reduccionismo a la capacidad que se le puede reconocer a la sostenibilidad así a secas. Por ello, en este texto se propone darle un lugar más preponderante a la sostenibilidad. Y ese lugar tiene que ver con su capacidad evaluativa de todas las actividades antrópicas, en particular las más disruptivas, eso sí, bajo un enfoque sistémico.

Así entonces, será importante y definitivo asumir la sostenibilidad con un carácter evaluativo y crítico, con el propósito de romper los lazos con la idea de desarrollo sostenible (Informe Brundtland), en la que sobresalen exclusivamente las variables económica y política, por encima de consideraciones ontológicas diversas y disímiles a las que exhiben quienes desde el Estado diseñan e implementan políticas desarrollistas con bajos niveles de sostenibilidad sistémica, en particular cuando dichas políticas no consideran y evalúan los impactos negativos que se pueden generar en comunidades ancestrales diversas y complejas. Entre tanto, para Lovelock (2007) no es posible continuar pensando en clave del desarrollo sostenible, desde el sentido universalmente dado a partir del Informe Brundtland[4], pues el error es creer que el desarrollo todavía es posible y que la Tierra continuará más o menos igual. Considera que es demasiado tarde, pues el daño ya está hecho. (p. 20)

Se suma a lo anterior, una circunstancia poco tenida en cuenta por los agentes del desarrollo y grupos de científicos en Colombia, América Latina y en el mundo: la Tierra se autorregula y su capacidad de auto regulación está fallando y como sistema abierto, el sistema de la Tierra avanza hacia un estado crítico que pone y pondrá en lo consecutivo en riesgo a todas las formas de vida que hoy alberga (Lovelock, 2007, p. 23)

En ese camino, se propone hablar de Sostenibilidad Sistémica (SS) como una categoría que emerge de las dificultades que afronta el desarrollo sostenible para mantener su vigencia como concepto y como instrumento evaluativo de un desarrollo soportado exclusivamente en las dos dimensiones que lograron imponerse: la económica y la política, en ese estricto orden.

Al proponer la SS como un paradigma evaluativo del desarrollo se propone abandonar la mirada antropocéntrica y acercarse cada vez más al ecocentrismo o al biocentrismo. Por esa vía, las dimensiones propuestas en el Esquema 1 (véase línea abajo) buscan no solamente exponer el carácter sistémico de la Sostenibilidad, sino la importancia de incluir en las evaluaciones de las intervenciones y acciones humanas en los territorios, aspectos subvalorados por el desarrollo sostenible. Hablo en particular de la cultura, de las cosmovisiones  y de las relaciones consustanciales establecidas por comunidades campesinas y ancestrales con los territorios en los que habitan. Así, nacen 5 dimensiones de las SS: la sostenibilidad ambiental, la social, la cultural, la política y la económica. 

PASOS PARA DARLE VIDA A LA SOSTENIBILIDAD SISTÉMICA COMO APUESTA EVALUATIVA

Cuando se escucha el vocablo sostenibilidad, de inmediato se asume que deviene sistémica per sé. Y no es así, porque existen actividades económicas que, aplicadas en el ámbito de la agricultura, las valoraciones se hacen casi exclusivamente desde ámbitos económicos y políticos, y se dejan por fuera dimensiones culturales, étnico-territoriales, ética y estéticas, entre otras, tradicionalmente subvaloradas por el discurso economicista.

Por ese camino, lo primero que se propone con este tutorial es la discusión alrededor del carácter de la Sostenibilidad así, a secas. Para efectos de este documento, la Sostenibilidad no se asume de forma natural como sistémica. Por el contrario, se propone la categoría Sostenibilidad Sistémica (SS) con toda su capacidad analítica y evaluativa de actividades antrópicas cuyos impactos, negativos o positivos, afecten los ecosistemas y a las comunidades asociadas a estos y en general a los grupos humanos que de manera directa o indirecta se benefician de sus “servicios ambientales”.

 

Primeros pasos

Para iniciar cualquier proceso evaluativo, desde la Sostenibilidad Sistémica (SS) se requiere dar los siguientes pasos: 1. Describir los pormenores de la obra ingenieril, el monocultivo a instalarse o la acción restaurativa emprendida por las autoridades o las comunidades sobre un ecosistema natural-histórico que ha sufrido efectos  y transformaciones negativas. 2. Dar cuenta del momento histórico en el que se toman las decisiones o se aplican las políticas (de desarrollo y/o de intervención territorial). 3. Establecer las conexiones políticas y conceptuales (paradigmas) entre quienes orientan los proyectos de desarrollo y/o de intervención  en territorios o en ecosistemas específicos. 4. Examinar el papel que las autoridades ambientales juegan o jugarán en la aprobación, seguimiento y evaluación de las actividades antrópicas. 5. Describir los impactos ecológicos, socio ambientales, étnico-territoriales y paisajísticos de las actividades económicas. 6. Analizar los conflictos socio ambientales generados o los que probablemente podrían aparecer por la puesta en marcha de las actividades económicas de origen antrópico en un determinado territorio. 7. Sistematizar las experiencias desde la perspectiva de la Sostenibilidad Sistémica.

A continuación se ampliarán los alcances de cada uno de los pasos propuestos. Cuando se trata de una obra o mega obra que implica el uso de maquinaria pesada[5], grandes movimientos de tierra, licenciamiento ambiental[6] por parte de autoridades ambientales como la ANLA[7] y la transformación estética[8] y paisajística de una parte de una determinada zona o territorio, el análisis sistémico debe iniciarse con la descripción de la obra en sus aspectos técnicos, institucionales, requerimientos y los estudios que dan cuenta de los efectos, negativos y positivos que dejará. Es importante, también, tener en cuenta las afectaciones en las comunidades aledañas o aquellas que de manera directa recibirán los efectos de la obra.

Cuando se trata de monocultivos ya existentes, las valoraciones que se vayan a hacer desde la perspectiva de la Sostenibilidad Sistémica deben apoyarse en la historia y en las maneras como fue concebido el territorio, re-ordenado y transformado. Es importante en este punto apelar a la Historia Ambiental como campo de estudio para hallar en el pasado patrones comportamentales tanto de las autoridades ambientales, los agentes capitalistas que patrocinan de tiempo atrás el monocultivo, y los procesos de sometimiento cultural y natural a los que fueron sometidas las comunidades o específicos grupos humanos y por supuesto, ecosistemas como humedales, ríos y quebradas, así como las fuentes subterráneas de agua.

En este punto de la Historia Ambiental se sugieren los siguientes autores y documentos, para una mayor comprensión de lo que ha venido pasando con el monocultivo de la caña de azúcar en el valle geográfico del río Cauca. El caso de la caña de azúcar en ese macro territorio resulta especialmente paradigmático por las maneras como fue concebido hace más de un siglo, sus efectos, negativos y positivos, y claro, los conflictos socio ambientales que generó y genera aún la instalación incontrastable de dicho <<pasto gigante>>.

Se sugiere a los estudiantes leer los análisis publicados en torno a este monocultivo, pues en muchos de estos aparecen las dimensiones que normalmente quedan por fuera cuando se imponen actividades agrícolas altamente disruptivas, pero amparadas por decisiones políticas, sostenidas estas exclusivamente en consideraciones económicas. Algunos trabajos y autores[9] que pueden ser consultados, son: Asceneth Perafán Cabrera, Hernando Uribe Castro, Mario Pérez y el autor de este tutorial, en particular, su tesis doctoral, titulada ESTADO, AGROINDUSTRIA CAÑERA Y AFECTACIONES SOCIO-AMBIENTALES: SOSTENIBILIDAD ASISTÉMICA FUNCIONAL Y ONTOLOGÍAS DE LA RESISTENCIA EN MUNICIPIOS DEL NORTE DEL CAUCA Y SUR DEL VALLE DEL CAUCA.

De igual manera, se sugiere apelar a la Ecología Política como campo académico, con el fin de descifrar las relaciones de poder y construir a partir de ahí, un mapa de actores. El objetivo es comprender que las decisiones administrativas y técnicas tomadas por las autoridades ambientales están soportadas en relaciones de poder que comprometen a su vez el ámbito de la política y la economía, y se dejan por fuera dimensiones como la étnico-territorial, consideradas como irrelevantes por quienes le apuestan a un desarrollo agro extractivo sin cortapisas.

En cuanto al punto 2, es importante que usted como analista, describa muy bien el momento histórico en el que se suceden los hechos. Como parte de ese momento histórico están las relaciones internacionales, el papel de la ONU al momento de sugerir políticas globales agropecuarias, ajustes macro económicos o la adopción de protocolos formulados por órganos consultivos del propio organismo multilateral o instancias internas como la FAO, entre otras.

En lo que concierne al punto 3, resulta clave describir la irrupción de nuevos o viejos paradigmas del desarrollo o de la sostenibilidad bajo los cuales se sostienen las actividades económicas sujeto del análisis. Los enfoques sobre el desarrollo sostenible y de la sostenibilidad serán determinantes a la hora en la que el Estado colombiano aplique una recomendación internacional o ambiente la aplicación de medidas económicas  o la implementación de proyectos de desarrollo, en el marco de la actual crisis climática.

A propósito del desarrollo sostenible, Jeffrey Sachs (2014) está articulado a las búsquedas y orientaciones de la ONU. En esa medida, sus reflexiones en torno al desarrollo sostenible y la sostenibilidad ambiental  deben ser asumidas desde las condiciones y las realidades locales de Colombia. Al carácter universal de sus definiciones deben anteponerse realidades internas y comunitarias no necesariamente contenidas o advertidas en las conceptualizaciones que Sachs ofrece en su libro La era del desarrollo sostenible. Contrastar sus definiciones con las de autores locales, incluidas las emanadas de los ejercicios reflexivos de las comunidades ancestrales y campesinas es una tarea inaplazable.

Sachs sostiene, por ejemplo, que “el desarrollo sostenible pretende construir un mundo donde el progreso económico esté lo más extendido posible; la pobreza extrema sea eliminada; la confianza social encuentre apoyo en políticas orientadas al refuerzo de las comunidades; y el medio ambiente esté protegido frente a degradaciones  incluidas por el hombre. Debe subrayarse que el desarrollo sostenible sugiere un enfoque holístico, en el sentido en el que la sociedad debe perseguir simultáneamente objetivos económicos, sociales y ambientales” (2014, p, 20).

La sostenibilidad para Sachs y para otros autores es un factor o una variable cuya vida está sujeta al sentido del desarrollo sostenible. Por el contrario, para efectos de este documento, la Sostenibilidad no solo deviene Sistémica sino que se asume como un discurso evaluativo de todas las actividades antrópicas. Sachs habla de sostenibilidad ambiental como un objetivo más dentro del sentido normativo que él mismo le da al desarrollo sostenible. Y es así, que plantea cuatro objetivos: “la prosperidad económica; la inclusión y la cohesión social; la sostenibilidad ambiental; y la buena gobernanza por parte de los diferentes actores” (2014, p. 21).

Contrario a la visión que del desarrollo sostenible expone Sachs, el autor de la Jirafa ardiendo, Manuel Guzmán Hennessey (2015).  En una línea crítica más contundente señala que el concepto de desarrollo sostenible nació muerto (p. 137). En su evaluación va más allá y califica como un acto de ingenuidad histórica el haber creído que el desarrollo podría ser sostenible (p. 139) y propone cambiar el concepto. Guzmán Hennessey (2015) plantea, a partir del desgaste del concepto de desarrollo sostenible, la categoría “Gobernanza de la complejidad” a la luz de una nueva economía (p. 166).

Esta discusión conceptual se ampliará en los cursos de pregrado y posgrado que el autor de este tutorial orientará. Lo dicho en este punto 3 hace parte de la “ruta” analítica o los pasos propuestos para hacer ejercicios evaluativos desde la Sostenibilidad Sistémica (SS).

En cuanto al punto 4, que alude al papel de las autoridades ambientales, será clave en la actividad evaluativa que acompaña a la Sostenibilidad Sistémica del comportamiento institucional. Los silencios administrativos, las decisiones técnicas, las actividades emprendidas por las autoridades ambientales en función de garantizar condiciones de gobernanza y la capacidad instalada para vigilar, evaluar y sancionar si es el caso, son algunos de los elementos a tener en cuenta. También será importante examinar los grados de sometimiento de la institucionalidad ambiental a los poderes muchas veces incontrastables de poderosos agentes de la sociedad civil que agencian actividades propias del desarrollo económico, en particular las del orden agro extractivo (minería, ganadería extensiva y deforestación).

En lo que se refiere al punto 5, es decir, al objetivo de describir los impactos ecológicos, socio ambientales, étnico-territoriales y paisajísticos de las actividades económicas, hay que señalar que su consecución dependerá de los estudios de impacto ambiental que acompañan a las obras civiles que implican impactos ecológicos en frágiles y estratégicos ecosistemas naturales. Los impactos étnico-territoriales se podrán observar de manera directa dialogando con las comunidades afectadas. Para ello, será importante reconocer las cosmovisiones y los planes de vida de las comunidades ancestrales y campesinas afectadas por la siembra de un monocultivo, el trazado de un viaducto, la construcción de una hidroeléctrica o de cualquier otra actividad u acción antrópica calificada como altamente disruptiva.

En lo que toca a los conflictos socio ambientales (punto 6), su reconocimiento debe permitir una doble valoración: de un lado, las consideraciones comunitarias que permiten pensar que efectivamente se está ante uno o varios conflictos sociales y ambientales, provocados por una actividad económica. Describir el paso a paso del origen del conflicto socio ambiental será importante, pues de ese temprano reconocimiento se pueden sacar patrones comportamentales de los agentes económicos, políticos e institucionales involucrados en la implementación de la obra civil, del monocultivo instalado o de cualquier otra actividad económica.  Y del otro, la capacidad de las autoridades ambientales para evitar la aparición de la situación conflictiva o de  mitigar sus efectos.

El punto 7, con el que se busca sistematizar las experiencias desde la Sostenibilidad Sistémica (SS), apunta al establecimiento de análisis críticos y evaluaciones de lo sucedido en un territorio determinado. Es la oportunidad para insistir en diferenciar el desarrollo sostenible de la Sostenibilidad Sistémica a partir de la eliminación de la sostenibilidad ambiental como una norma más de esa apuesta que Guzmán Hennessey consideró que nació muerta: el desarrollo sostenible.

 

EJERCICIO

 

Para un mejor aprovechamiento del tutorial, se sugiere el siguiente ejercicio de campo:

 

1.      Insertarse en un cañaduzal. Estar en este  entre 15 y 30 minutos. Se recomienda llevar una libreta y un lapicero para registrar lo que se siente.

 

2.      Tratar de alzar la mirada por encima del cañaduzal (debe ser un cultivo maduro, que supere en altura al observador).

 

3.      Registre temperatura, presencia de especies de animales y de plantas.

 

4.      En otro momento, observe de cerca las actividades de cosecha de la caña de azúcar (corte en verde o después de  la quema del follaje).

 

5.      También, en otra oportunidad, observe de cerca las actividades de preparación del terreno para el nuevo ciclo (nueva siembra).

 

6.      Narre todo lo que sintió durante su inmersión en el cañaduzal. Hágalo desde una perspectiva ética-estética. Consulte trabajos académicos publicados.



[1]La visión antropocéntrica y ambientalmente sostenible del desarrollo de los clásicos se perdió en la segunda mitad del segunda mitad del siglo XIX, fue remplazada en los años treinta, siglo XX, por los modelos neoclásicos, en los que el capital físico se convierte en la fuente esencial del crecimiento económico”. Banguero, H. (2019). Desarrollo humano sostenible. Teoría y política económica, social, institucional y ambiental.

[2] La sostenibilidad como concepto suele asociarse al desarrollo sostenible, en particular al sentido en el que fue planteado en el informe Brundtland.  “La primera vez que el concepto de sostenibilidad es ampliamente aceptado (al menos formalmente) en la sociedad moderna es por medio del concepto de desarrollo sostenible

del Informe Brundtland. El concepto de desarrollo se empezó a utilizar en el siglo XVIII en biología, para indicar la evolución de los individuos jóvenes hacia la fase adulta. Después, se ha aplicado en múltiples campos y a partir de la Segunda Guerra Mundial fue adoptado por la economía para indicar el modelo de crecimiento económico de los

países industrializados que, además, para algunos integra la idea de justicia social. Así que se define como países desarrollados los más industrializados y los países más o menos pobres como “países en vías de desarrollo”. El parámetro de medición de todos es la renta per cápita. Así que se descarta cualquier opción que, sin alcanzar una renta per cápita tan alta, sea capaz de de alcanzar la satisfacción universal las necesidades básicas (Naredo, 2006:66, 177-182). Veremos que los centros de poder aceptan formalmente este concepto, y las Conferencias sobre Desarrollo Sostenible (DS) han dado el respaldo político al término, pero lo vacían de contenido, al no definirlo”. https://www.upv.es/contenidos/CAMUNISO/info/U0686956.pdf

En los diarios se pueden encontrar “definiciones” en esta dirección: “Aunque existen diferentes definiciones alrededor de la sostenibilidad, una que reúne varias de esas ideas puede ser la que la identifica con las acciones que buscan satisfacer los requerimientos de las generaciones de hoy, sin que estas comprometan las necesidades de las descendencias futuras, al tiempo que permite garantizar el equilibrio entre el crecimiento de la economía, el respeto por el medioambiente y el bienestar social”. https://www.elespectador.com/especiales/infraestructura-sostenible-respiro-para-el-planeta/

[3]El Antropoceno es la era en que la Tierra sufre graves alteraciones de sus sistemas físicos y biológicos como resultado del profundo impacto de la actividad económica mundial de los seres humanos. Nuestra era”. (Sachs, 2015, p. 61).

[4] Antes de que apareciera el concepto de desarrollo sostenible acuñado en el informe Brundtland, en 1980, la Unión Internacional de la Conservación de la Naturaleza (IUCN, por sus siglas en inglés), definió así al desarrollo sostenible: la gestión del uso humano de la biosfera para que pueda producir el mayor beneficio sostenible para las generaciones presentes, a la vez que se mantenga su potencial para cubrir las necesidades y aspiraciones de las generaciones futuras. Por tanto, la conservación en positivo incluye la preservación, mantenimiento, uso sostenible, restauración y mejora del ambiente natural. (IUCN, 1980)

[5] Puede resultar definitivo para las valoraciones de la sostenibilidad sistémica, conocer el origen y las características técnicas y operativas de la maquinaria comprometida. Saber, por ejemplo, si su operación depende de combustibles de origen fósil, es híbrida o eléctrica. Estos detalles son claves en el momento en que las compañías comprometidas en la ejecución de las obras ponen en marcha sus estrategias de “marketing ambiental” en las que sobresale el uso del concepto de la sostenibilidad y la consecuente auto evaluación como una empresa sostenible y comprometida con el cuidado del ambiente o del planeta.

[6] Es preciso leer con cuidado los alcances y los límites de la licencia ambiental, así como los compromisos adquiridos por la compañía que ejecutará las obras y dará cuenta de los planes de manejo ambiental.

[7] Agencia Nacional de Licencias Ambientales.

[8] En este punto es clave el registro fotográfico para establecer un antes y un después de la obra civil. Apelar a archivos oficiales y particulares resulta clave. Las valoraciones estéticas deberán hacerse a partir de las relaciones que de tiempo atrás han construido los individuos, las familias o comunidades ancestrales cercanas a la zona que será intervenida y afectada. Es importante recolectar los testimonios que los medios masivos o comunitarios hayan registrado en los que se hace referencia a las relaciones de prendamiento con el paisaje o con todo el ecosistema intervenido.

[9] No son los únicos, por supuesto. También pueden consultar Renán Vega Cantor y su libro Siempre juntos, nunca rendidos.

DISCURSO DE PETRO EN LA ONU Y SU CONEXIÓN CON LA FORMACIÓN DE CIUDADANÍA

 




















DISCURSO DE PETRO EN LA ONU GENERA URTICARIA EN LA DERECHA COLOMBIANA

 

Por Germán Ayala Osorio

 

La urticaria que generó el discurso de Petro en la ONU, en la casi impenetrable piel de la derecha colombiana se explica, ideológicamente, por el carácter sumiso de los integrantes de la élite nacional, históricamente obsecuente con las relaciones de dominación planteadas entre un Norte opulento y un Sur empobrecido.

Las molestias de las figuras públicas del Centro Democrático (CD) con el discurso altisonante de Gustavo Petro son, hasta cierto punto, entendibles, porque sus militantes siempre han estado cómodos en sus minúsculas e infantas realidades. No entienden que el discurso de Petro es universal, como lo es Cien Años de Soledad y por supuesto, el propio García Márquez. Jamás cuestionaron las relaciones Norte-Sur porque ellos mismos son los agentes políticos y económicos encargados de extender en el tiempo esa relación de dominación. Son mansos con sus patrones del Norte y violentos con quienes comparten con ellos el territorio, pues no solo los asumen como subalternos, sino como materia prima desechable.

Su capacidad para asumir responsabilidades por los efectos negativos que viene dejando esa perversa relación de sometimiento es prácticamente nula. Y lo es, justamente, porque su codicia está atada éticamente a la avidez con la que multinacionales y agencias internacionales al servicio de varias potencias llegaron y siguen llegando a una América Latina dividida y resignada, a explotar los recursos naturales y a debilitar procesos de emancipación liderados por indígenas, campesinos y afros.

Las reacciones de María Fernanda Cabal, Paloma Valencia, Andrés Pastrana Arango y Miguel Uribe Turbay, entre otros, sirven para comprender la pequeñez del mundo en el que viven. A estos cuatro jinetes del desarrollo extractivo no solo los une los valores de una derecha mezquina, violenta y torpe, sino el desprecio por la lectura, la poesía, la literatura, la ciencia y la filosofía. Lo de ellos es el pragmatismo a rajatabla. Ese mismo pragmatismo le sirvió a los aupadores del desarrollo extractivo a llevar al planeta a sus propios límites de resiliencia. Por no leer y por su afán de concentrar poder y riqueza,  olvidaron que la Tierra se comporta como un sistema único y autorregulado, formado por componentes físicos, químicos, biológicos y humanos (Lovelock, 2007, p. 51).

No creen en lo dicho por cientos de científicos alrededor de la necesidad de ponerle límites al desarrollo agro extractivo (mega minería y ganadería extensiva), al consumo, al crecimiento poblacional y en general a la emisión de gases de efecto invernadero. Quizás por vivir en el trópico, sea mayúscula su indolencia, ignorancia e incapacidad para entender el discurso del decrecimiento económico en los países del Norte.

Su consigna de vida está sujeta al poder del dinero y a la posibilidad de que, con este, todo es posible de comprar. Pensarán, incluso, en que ante un colapso de la vida en el planeta, queda la opción de vivir en cápsulas bajo el agua o en estaciones como las que se expusieron en la película Elysium. No cabe duda de que se recuperarán de la siempre incómoda urticaria. Y lo harán, en la comodidad de sus mezquinas realidades en las que jamás tendrá cabida la idea universal de la Casa Común.


Imagen tomada de Extensión.


SUPERIODIDAD MORAL Y ELECCIONES EN LA COLOMBIA MAFIOSA

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Sostengo de tiempo atrás que, en Colombia, a millones de colombianos, los guía un ethos mafioso con el que, como sociedad, hemos podido legitimar la corrupción pública y privada, quizás el mayor problema del país y matriz desde donde se desprenden otras tantas problemáticas.

Proscribir ese ethos mafioso es quizás el reto más grande que tengamos como sociedad. Todos los candidatos a la presidencia, en diferentes campañas, han prometido o señalado que lucharán contra la corrupción. De cara a las elecciones regionales, los candidatos y candidatas a gobernaciones y alcaldías prometen lo mismo. Sin duda, se trata de saludos a la bandera que contribuyen a la desesperanza de una parte importante de la sociedad que, a pesar de intentar mantenerse al margen de las prácticas corruptas, por acción o por omisión, sus miembros caen en las dinámicas propias de ese ethos mafioso.

Los precandidatos que hoy aparecen en la escena electoral en algún momento de sus vidas se han referido al asunto, intentando, por supuesto, ocultar sus relaciones o cercanías con esas prácticas mafiosas que hacen parte del quehacer de los políticos profesionales. Cada uno, a su manera, se instala en una especie de montaña desde donde otean la problemática, al tiempo que se instalan en un plano moral superior. Por estos días, Ingrid Betancur decidió subir a la cumbre más alta de la moralidad, y desde ese lugar privilegiado, descalificó, con justa razón, la llegada a la Coalición de la Esperanza, de políticos de Cambio Radical, para respaldar a Alejandro Gaviria. Huelga recordar que esa colectividad, junto al Centro Democrático, exhibe miembros condenados y procesados por actos de corrupción.

Parece olvidar la ciudadana colombo-francesa que ella acompañó y apoyó la campaña presidencial de Andrés Pastrana Arango, hijo ilustre del Establecimiento y agente político que desde el Estado, por acción u omisión, ayudó a la consolidación del ethos mafioso que hoy sirve para que Colombia se luzca ante el mundo como uno de los países más corruptos del mundo. Corrupción que, por supuesto, está anclada de muchas maneras a la cooperación internacional.

Betancur descalifica las maquinarias, y parece olvidar que sin estas es prácticamente imposible resultar electa. No basta con los votos de los ciudadanos para llegar y para co-gobernar. Ingrid Betancur asume una actitud con la que busca exhibir unos  niveles de pulcritud imposibles en un país en el que se entronizó y se naturalizó el ethos mafioso. Quiéranlo o no, todos los candidatos deberán aceptar el apoyo de las sempiternas mafias que rodean el ejercicio del poder en Colombia. El solo hecho de que las campañas políticas sean patrocinadas por conglomerados económicos es ya un indicador negativo, puesto que esos apoyos económicos implican el sometimiento de la voluntad de quien los recibe. En política no hay amigos, hay intereses.

Alguien podrá preguntarse: ¿entonces no podremos librarnos jamás de la corrupción público-privada? La respuesta es no, hasta tanto los miembros de la élite dominante, la burocracia armada asociada al mundo castrense, los directores y dueños de los partidos políticos o sectas con fachadas de partidos; los periodistas afectos al régimen, las iglesias y los ciudadanos en general, compartan la misma idea alrededor de para qué sirve el Estado. Cuando ello suceda, habremos abonado el terreno para superar y quizás proscribir el ethos mafioso que inspira a los corruptos.

Quizás una pregunta sencilla para todos los candidatos presidenciales y a los que aspiran a llegar al Congreso nos pueda dar pistas sobre la posibilidad real que hay de superar la corrupción: ¿para qué sirve el Estado? Damos por sentado que, porque son candidatos, saben con certeza la respuesta. Más importante que saber responder el interrogante, está en comprender que hay acciones de Estado que están por encima de las propias motivaciones ideológicas e intereses políticos. Por ejemplo, el fatuo del Iván Duque Márquez jamás pudo comprender qué es eso de ser jefe de Estado. En esa misma línea estuvieron Uribe, Pastrana, Samper, Betancur, López Michelsen y Turbay Ayala. En particular, Uribe Vélez, hoy reconocido como el Gran Imputado, sometió el Estado, lo privatizó y lo puso al servicio de sus clientelas y amigos.

 


Imagen tomada de La FM. 

¿REGIONES SOSTENIBLES O REGIONES SOSTENIDAS?

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Después del resultado agridulce que dejó la cumbre ambiental COP26, pensar en regiones sostenibles debería de ser una apuesta ético-política que la Academia colombiana, en su conjunto, debería de asumir. Para iniciar o seguir ese camino, Universidades y colegios podrían empezar -y los que hace rato lo vienen haciendo, continuar- por dejar de lado la fragmentación del pensamiento que provoca la departamentalización de la ciencia y la educación no sistémica que por tantos años le sirvió y le sirve aún a quienes insisten en hablar del desarrollo sostenible en términos de bondades, al tiempo que reducen los graves impactos, a simples externalidades.

Quizás este momento histórico por el que atraviesa la humanidad sea la oportunidad para corregir aquel error, que insistentemente se le señala a la Universidad por haber incurrido en él: de actuar de espalda a la realidad. En particular, de espalda a los efectos sistémicos y sistemáticos que viene dejando un tipo de desarrollo extractivo, asumido como una forma moderna de dominación ecosistémica, étnico-territorial y ontológica, cuyas expresiones son claras para el caso de Colombia: persecución, exclusión, señalamientos, asesinatos y desplazamiento forzado de miembros de comunidades ancestrales y campesinas por hacer resistencia a las actividades agro extractivas,  como la megaminería, la ganadería extensiva que, además de  ineficiente, está atada a intereses asociados a la especulación inmobiliaria, así como  el modelo de la gran plantación, para producir agrocombustibles, a base de caña de azúcar y palma africana.

Si la  Academia en general se embarca en esa apuesta ético-política, los programas formativos y educativos deberán exponer las  reflexiones que ya se vienen haciendo comunes alrededor de conceptos como poshumanismo y posnaturaleza. Estos últimos asumidos como marcos explicativos y comprensivos de los caminos que la ciencia y la tecnología están trazando para enfrentar las actuales crisis climáticas y las que muy seguramente van a sobrevenir, cuando se hayan superado los límites de resiliencia de los ecosistemas naturales-históricos. La fuerza de las soluciones que la ciencia y la ingeniería vienen entregando al mundo para  enfrentar problemas climáticos, como el aumento de los niveles del mar y el calentamiento de la tierra, deben ponerse en cuestión, poniendo en crisis al antropocentrismo sobre el que está aún anclada la presencia del ser humano y su toma de distancia de la naturaleza.

El desarrollo regional en Colombia, con todo y sus errores y aciertos, es una fuente increíble de experiencias que deberían de servir para consolidar programas de formación e investigación, conducentes a revisar y evaluar con espíritu crítico, la situación económica, política, socioambiental, ecológica y étnico-territorial de regiones biodiversas, de tiempo atrás sometidas a formas de dominación sistémica y sistemática que solo dejan beneficios económicos y políticos para una minoría, la misma que se beneficia del discurso del desarrollo sostenible.

Esas regiones que han alcanzado un nivel de desarrollo sobre la base de la imposición de la racionalidad económica y política, pasando por encima de consideraciones étnico-cultural-territorial, no podrían considerarse regiones sostenibles, sino regiones sostenidas. Esto es, regiones cuyas realidades solo están siendo leídas y legitimadas bajo consideraciones económicas y políticas, en ese estricto orden, dejando por fuera o desestimando a través de diversas formas de violencia simbólica y física, factores y variables asociadas a formas sostenibles de vida ancestral y campesina, asumidas por poderosos agentes económicos y políticos, como incómodas para la cultura dominante, basada en el individualismo y el carácter corporativo del Estado.

Mientras la Academia asume semejante reto y ruta de acción, las inercias que el ser humano desató, seguirán llevándonos por los caminos que ya imaginaron la ciencia ficción y el cine: la posnaturaleza y el poshumanismo. De triunfar esa idea de estar en el planeta, la categoría de regiones sostenidas tendrá una oportunidad, ancorada, eso sí, a lo discursos que explicarán la llegada de esos dos escenarios post.


Imagen tomada de emergencia vital.



Postnaturaleza: el fin de un dilema

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Los avances tecnológicos y en particular la ciega confianza en que la tecnología pueda resolver o solucionar los problemas ecológicos que actividades productivas- extractivas vienen produciendo en los aún vigentes, resistentes y resilientes ecosistemas naturales- históricos, terminarán por llevar al planeta y al proyecto humano universal, hacia un estadio definitivo: la postnaturaleza. Una vez en ese estadio, las preocupaciones por los ecosistemas, por la Naturaleza, por los daños ocasionados, dejarán de estar en la agenda pública y ya no harán parte de las preocupaciones que hoy tienen ambientalistas moderados y los que se oponen a las lógicas que impulsan el desarrollo económico.

Señalo entonces, que una vez lleguemos a ese estadio de la postnaturaleza, e incluso un poco antes, se advierte la necesidad de desligar la sostenibilidad y al discurso ambiental que ontológicamente devienen conectados a la Naturaleza y al equilibrio ecológico. Y es así porque cuando el ser humano logre transformar totalmente los entornos naturales-históricos, esa sostenibilidad deberá dar cabida al concepto de Viabilidad de un proyecto humano que logró superar el eterno problema de estar, seguir conectado o no a la Naturaleza.

Una vez instalados en ese entorno, serán otras las preocupaciones y los miedos que surgirán para un ser complejo como el humano, hasta que esa misma humanidad logre ser remplazada por máquinas (ciborg), etapa final para una civilización que universalmente sigue atada a una Naturaleza con la que sigue compitiendo, en la perspectiva de quién vence a quién, primero. Una vez logre vencer su resistencia y su hostilidad, entonces el ser humano entrará en una etapa distinta, sin que ello logre invisibilizar una real preocupación: que por efectos de una especie de big ban, esa condición humana como la conocemos hoy, sea eliminada totalmente.

Llegar a ese estadio de postnaturaleza supondrá el absoluto triunfo de la racionalidad económica occidental fruto de la homogeneización cultural lograda por la vía de la globalización. Y por esa vía, terminará, en el mediano plazo, sometiendo, proscribiendo o haciendo desaparecer las ontologías incómodas o inviables, vistas así desde esa perspectiva economicista, como lo son las de los afros, indígenas y campesinos. Finalmente, en esa lucha hemos estado en Colombia y en América Latina desde la llegada de los colonizadores europeos.

Cuando esas resistencias logren ser sometidas o avasalladas totalmente, entonces la inercia de la producción económica y la lógica de la acumulación terminarán consolidando ese nuevo mundo que subyace ya a la post naturaleza.

Una vez en ese estadio, las preocupaciones ecológicas disminuirán drásticamente. Y las ambientales, terminarán erigiéndose en el "nuevo problema" para los seres humanos(máquinas con expresiones humanas), en la medida en que solo quedará por decidir quiénes sobreviven y en qué condiciones. Y es allí en donde surge la categoría de la Viabilidad, en remplazo de lo que hoy conocemos como sostenibilidad y sustentabilidad.  

Es decir, las preocupaciones serán exclusivamente humanas, lo que por supuesto pondrá de presente lo tediosa que pueda resultar la vida humana cuando esta esté supeditada a las relaciones tecnológicas e informáticas, bajo el espectro de la Inteligencia Artificial (IA), de un mundo artificial y artificioso; y peor aún, una vida humana alejada de la noción de lo Natural (de la naturaleza). Noción que desaparecerá para dar paso a entornos simulados en los que será posible re-crear el pasado e incluso, para recordar las viejas discusiones que sobre la sostenibilidad/sustentabilidad el mundo dio en el pasado. Las mismas que serán superadas cuando ya no existan ecosistemas naturales-históricos, sino remedos e instalaciones y hologramas que simularán una neo naturaleza. Sobre ese ya vestigio, habrá que recordar que durante siglos fue asumida por muchos agentes económicos como hostil, de allí la imperiosa necesidad de someterla sin mayores consideraciones ecosistémicas, tal y como lo estamos haciendo hoy.

Ese será el “gran triunfo” de una humanidad que logró, por fin, finiquitar una aparentemente eterna discusión: hacer parte o no de la Naturaleza. En cualquier sentido que se den las señaladas transformaciones, la condición humana siempre estará allí para sorprender por su inteligencia para adaptarse, y de manera concomitante, para exhibir sus problemas para convivir con sus semejantes en condiciones de paz y armonía. Por todo lo anterior, es posible que en ese escenario posible de la postnaturaleza, se logre poner fin al dilema en el que se sostienen las actuales discusiones en torno al desarrollo sostenible, la sostenibilidad y la sustentabilidad.



Imagen tomada de la revista Algoritmo.

PETRO EN LA ONU: UN DISCURSO ECOLÓGICO Y SUBVERSIVO

 

Por Germán Ayala Osorio

 

El discurso del presidente de Colombia, Gustavo Francisco Petro Urrego, en la sesión 77 de la ONU, no solo está inscrito en una ética ecológica con pretensión planetaria, sino en un fuerte espíritu crítico que supera las preocupaciones y los alcances evaluativos de la sostenibilidad ambiental.

El jefe de Estado recogió, sin decirlo, las ideas y planteamientos de Pepe Mujica, cuando el entonces presidente del Uruguay, habló en la Cumbre de la Tierra, Río +20. En esa ocasión, Mujica le dijo al mundo que la economía tenía engrillada a la política y que el mercado estaba gobernando al ser humano y al mundo y no al contrario, como debería de ser. Petro, además, rebautizó lo que Jean Ziegler y Eduardo Galeano llamaron hace unos años “el orden criminal del mundo”, para hacer referencia a las guerras declaradas por los Estados unidos y sus aliados para apoderarse del petróleo y del gas en países previamente calificados como patrocinadores o amigos del terrorismo. Petro prefirió hablar de la existencia de un “poder criminal” o de un “Poder irracional del mundo”, en manos de un Norte opulento, violento, con sus sociedades enfermas por consumir y consumir, para ocultar los vacíos existenciales de una vida envilecida e irracional.

En sus palabras, Petro les dijo a los líderes de ese Norte arrogante y a los miembros de sus sociedades mezquinas, que “nosotros les servimos para excusar los vacíos y las soledades de su propia sociedad, que les lleva a vivir en medio de las burbujas de las drogas”. En su intervención, Petro exhibió el carácter subversivo que aún lo acompaña y con el que busca subvertir, perturbar o molestar el orden hegemónico, criminal y obtuso que impusieron los países desarrollados, el mismo con el que han logrado dominar a los países de un Sur sumiso, por cuenta de jefes de Estado que, en el pasado, llegaron a plegarse a esa forma de dominación, apenas llevando consigo unas raídas rodilleras. El caso colombiano es especialmente llamativo. Huelga recordar las posturas  asumidas por Uribe y Duque con las que insistieron en la fracasada lucha contra las drogas, justamente para ganarle terreno a las selvas, para que sus patrocinadores (azucareros, palmicultores, narcotraficantes, paramilitares y ganaderos), pudieran extender sus criminales tentáculos en valiosos ecosistemas como la selva amazónica, hoy en riesgo de desaparecer.

Petro Urrego declaró y sentenció que la guerra contra las drogas fracasó. Y advirtió, además, que de no tomarse en serio el cambio climático, estaríamos ad portas del “fracaso civilizatorio de la humanidad”. Este hijo de Ciénaga de Oro habló sin cortapisas y le dijo al Norte opulento, que sus países, con todo y sus marcos civilizatorios, convirtieron el planeta en un matadero, y que además, envilecieron a millones de consumidores y que, además, hicieron de la especie humana la más peligrosa y ruin.

Si la humanidad sigue como va con su modelo civilizatorio, claramente insostenible, habrá probado que la condición humana es aviesa y abrirá el camino que nos llevará hacia la postnaturaleza y el posthumanismo. Por ello, estoy convencido de que poco o nada cambiará, a pesar de la contundencia del discurso de Petro ante la ONU. Y es así, porque la apuesta de los países desarrollados está hacia la creación de escenarios de vida artificial que surgen de la idea de que es posible vivir por fuera de la Naturaleza. Hace rato están jugando a ser Dios, para crear y recrear la vida de acuerdo con sus corporativos intereses.

El discurso de Petro tiene el problema de que le habló a millones de ciudadanos que aún creen en el ser humano, en la humanidad, es decir, en una especie que es capaz de aprender a vivir en paz y a brindarse amor. Quizás el presidente colombiano olvida que ya hay una élite mundial, rica y poderosa, trabajando en el diseño de escenarios de postnaturaleza, solo viables cuando es posible pensarse dentro del posthumanismo.

Mientras esos escenarios se maduran en los laboratorios de la inteligencia artificial (IA), en Colombia las “danzas de la muerte” servirán de colofón y de inspiración para que sigan corriendo los “torrentes de sangre” sobre los campos y selvas de un país históricamente manejado por una élite tan irracional y estúpida, como las que hacen parte del “poder irracional del mundo” o el “orden criminal del mundo”.


Imagen tomada de la BBC


“VAMOS A RECUPERAR EL PAÍS”

  Por Germán Ayala Osorio   En el ejercicio de la política suelen aparecer frases que bien pueden servir como eslogan de futuras campañ...