lunes, 29 de septiembre de 2025

MACHISMO EN LA IZQUIERDA Y EN LA DERECHA

 

Por Germán Ayala Osorio


La izquierda democrática, el progresismo y la derecha comparten un mismo miedo: que por primera vez una mujer llegue a la presidencia de la República. A los dirigentes y voceros de esas tres mesnadas les aterra esa posibilidad. Por el lado de las dos primeras corrientes de pensamiento y de acción política es evidente que al interior del Pacto Histórico y el frente amplio le están apostando al triunfo bien sea de Iván Cepeda o Daniel Quintero. Este último bien podría resultar un verdadero "caballo de troya", a pesar de la postura populista con la que está haciendo campaña. 

Es tal la fuerza del machismo al interior de la izquierda que en el camino quedaron las precandidaturas de María José Pizarro, Susana Muhamad y Gloria Flórez que de manera abnegada renunciaron a sus aspiraciones para terminar apoyando la candidatura de Cepeda. Las presiones internas recaen hoy sobre Carolina Corcho Mejía, a quien le están proponiendo -más bien exigiendo- que abandone sus sueños para que sea la fórmula vicepresidencial de Cepeda. A casi nadie se le ocurre proponer lo contrario porque lo aceptado social y políticamente es que la vicepresidencia es  a lo máximo que pueden aspirar las mujeres en Colombia. La exministra y psiquiatra les ha contestado con un rotundo No  a los que insisten desde las huestes del petrismo, la izquierda y el progresismo que acepte esa propuesta que deviene con una inocultable carga machista aupada incluso por féminas que aceptan como un designio divino que a la presidencia solo pueden aspirar hombres (machos cabríos). 





Por el lado de la derecha sucede prácticamente lo mismo. El Gran Patrón y condenado en primera instancia por graves delitos casi todos los días les manda mensajes a María Fernanda Cabal, Paloma Valencia y Paola Holguín: prefiero que sea un macho el que enfrente a Cepeda, Quintero o cualquier otro candidato presidencial que aspire a dar continuidad al proyecto petrista. El expresidente, caballista, consumado patán y latifundista antioqueño se reunió con Juan Carlos Pinzón y Abelardo de la Espriella, dos machitos que "hablan como varones". En el pasado, Uribe llamó "bandidito" a De la Espriella, pero ello no es óbice para juntarse para "salvar a la Patria". 

Realmente Pinzón y Abelardo de la Espriella hablan como chafarotes y eso le encanta al expresidente Uribe: transpiran testosterona y lo más importante es que "dicen amar a la adolorida patria y son capaces de hacerse moler por ella". En términos programáticos e ideológicos ese amor patriótico de este par de civiles con voz militronche le confirman a Uribe que darle la oportunidad a Valencia, Cabal u Holguín para que asuman las riendas del país es un riesgo que no pueden correr pues una mujer jamás será reconocida por los miembros de las fuerzas como su comandante suprema. 

Esos dos machitos le han hecho repasar a Uribe su Manifiesto Democrático, en particular le recuerdan el punto 98: "Me haré moler para cumplirle a Colombia. En mis manos no se defraudará la democracia. Insistiré que el País necesita líneas estratégicas de continuidad...". 

Al final, a la izquierda democrática, el progresismo y a la derecha les gusta ver a mujeres en los roles de alcaldesas, gobernadoras y congresistas y por supuesto en el decorativo cargo de vicepresidenta, pero jamás aceptarán la posibilidad de que una de ellas llegue a la Casa de Nariño. Lejos estamos del salto que dio México al poner por primera vez en el Palacio Nacional a una mujer. Corcho tiene todo para ser un especie de Claudia Sheinbaum, pero el sistema patriarcal, el machismo, pero sobre todo el miedo de millones de mujeres y hombres, incluidos Uribe y los dirigentes de la izquierda y el progresismo se lo van a impedir. 

Desde esta tribuna propongo esta dupla: Carolina Corcho, presidenta y Cepeda, vicepresidente. A más de uno le debe dar urticaria el solo imaginar que un presidente esté bajo el mando de una mujer. En universidades y en otras empresas abundan los ejemplos de hombres que expresaban su molestia por tener que trabajar bajo las órdenes de una mujer. 

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