martes, 30 de julio de 2024

25 AÑOS DE CHAVISMO; 20, DE URIBISMO: PARECIDOS RAZONABLES

Por GERMÁN AYALA OSORIO 


Venezolanos y colombianos comparten, además de una historia común asociada al nombre del libertador Simón Bolívar, prácticas políticas y un ethos mafioso que permitió la consolidación de dos violentos regímenes que restringieron y debilitaron la democracia. Al final, ambos países terminaron violando los derechos humanos de diversas maneras y en coyunturas diferentes. 

Por estos días que Venezuela "está de moda" por lo sucedido en las elecciones del domingo 28 de julio, bien vale la pena buscar similitudes y diferencias entre el férreo régimen que dejó montado el entonces coronel Hugo Rafael Chávez Frías, el mismo que Nicolás Maduro Moros se encargó de naturalizar y el que consolidó Álvaro Uribe Vélez a partir del 7 de agosto de 2002. 

El chavismo-madurismo cumple ya 25 años en el poder, sin que haya lugar a una transición democrática que permita que Nicolás Maduro y Diosdado Cabello suelten las instituciones para que por fin regrese la separación de poderes, elemento sustancial para que opere la democracia. Es decir, que funcionen los pesos y contra pesos de la democracia que tanto Chávez como Maduro supieron pulverizar por cuenta de la imposición de un proyecto "revolucionario" fundado en un profundo adoctrinamiento ideológico que alejó cualquier posibilidad de dialogar en medio de las diferencias. 

El chavismo-madurismo como ningún otro régimen de poder manipuló y manoseó el sentido de la democracia. Con por lo menos 30 elecciones en 25 años, el régimen venezolano supo ocultar el carácter dictatorial y autocrático tanto de Chávez Frías como de Maduro Moros. 

Cuando irrumpió en la política nacional por allá en los finales de los años 90, Álvaro Uribe apenas si era reconocido en su natal Antioquia. Fue la coyuntura político-militar del Caguán lo que le permitió erigirse como el macho y líder capaz de acabar con la guerrilla. Bajo esa consigna, mentirosa como ninguna otra, supo llevar al país y a las instituciones, de la mano del empresariado, de los partidos políticos, las empresas mediáticas y de los grupos paramilitares, hacia un régimen violento que jamás nadie se atrevió a calificar como dictadura, a pesar del carácter belicoso de Uribe Vélez. Sin duda alguna, la vigencia de las guerrillas distrajo a la academia y a quienes podrían haberle dado ese calificativo a un régimen oprobioso en lo socio ambiental y político con el que logró legitimarse el ethos mafioso. 

Los 8 años de Uribe fueron tenebrosos, como en su momento lo fue el régimen que montó Chávez en Venezuela. Persecuciones, chuzadas a magistrados y 6402 jóvenes asesinados bajo la aplicación de su política de defensa y seguridad democrática. Y no olvidar que la reelección de Uribe fue fraudulenta. Mientras tanto, Chávez y sus colectivos hacían lo propio contra aquellos que de manera temprana quisieron tomar distancia del chavismo o simplemente, los que creyeron que era posible enfrentar y desafiar su poder. Presos políticos y jóvenes asesinados en protestas quedaron para la historia. 

Aunque Uribe quiso quedarse cuatro años más, para completar 12, fue la Corte Constitucional la que se lo impidió. Aquí operó la separación de poderes, aunque millones de colombianos hubiesen aprobado que se quedara los 12 y hasta más años. El embrujo autoritario, entonces, no logró extenderse como lo esperaba el uribismo. Vino entonces la elección de Juan Manuel Santos, quien a pesar de haberse hecho elegir bajo las banderas del uribismo y el Centro Democrático, la secta-partido de Uribe, de alguna manera fue un obstáculo para que el régimen uribista lograra los objetivos trazados. Mientras esto ocurría en Colombia, en Venezuela, Maduro hacía todo para honrar la memoria del fallecido Chávez Frías.

Luego vendría Iván Duque Márquez, el títere que Uribe logró poner en la Casa de Nari para dar continuidad a la doctrina uribista, caracterizada por violentar a los ecosistemas naturales, perseguir a los críticos, naturalizar la corrupción público-privada y capturar el Estado para beneficio de una élite criminal y mafiosa. Es decir, los colombianos sufrieron 20 años de uribismo. En esa veintena de años, casi tres millones de colombianos abandonaron sus tierras por cuenta del asedio de los paramilitares, grupos de ultra derecha que apoyaron política y económicamente las candidaturas de Uribe a la presidencia. 

Los venezolanos, entre tanto, llevan sufriendo 25 años de un régimen oprobioso que obligó a por lo menos 6 millones de venezolanos a dejar su país para deambular por calles y avenidas de varios países de América Latina, huyendo de la pobreza y la falta de oportunidades.  

Que en Colombia no se haya calificado "oficialmente" de dictadura el régimen uribista no significa que en 20 años no se hayan dado prácticas, discursos y acciones asociadas a dicho concepto. 

La tragedia para ambos países es que habrá chavismo-madurismo y uribismo para rato. Y todo porque en ambos países hay empresarios, militares, una élite codiciosa y periodistas que siguen a pie juntillas a estas dos sectas que tanto daño le han hecho a la democracia. 



Imagen tomada de Blu radio. 

PRIMERA LÍNEA, VENEZUELA Y LA DERECHA COLOMBIANA

 

Por Germán Ayala Osorio


Lo sucedido en Venezuela da para todo. Por ejemplo, para dejar ver la coherencia moral y política de la derecha colombiana, golpeada de manera directa por el "triunfo" de Maduro Moros. 

Ahora que la Oposición venezolana hace ingentes esfuerzos para sacar al pueblo a las calles para rechazar el fraude electoral, periodistas y políticos colombianos ven con buenos ojos que se organice la "Primera Línea" en las protestas callejeras en Caracas y otras ciudades del vecino país. A sus miembros los alientan desde perfumadas oficinas y climatizadas salas de redacción de magacines e informativos como Blu Radio y la FM: los llaman "héroes y patriotas" que sabrán cumplir con el objetivo de sacar de Miraflores a Nicolás Maduro Moros. 

Convertidos los hechos electorales acaecidos en Venezuela en un asunto interno de Colombia, periodistas, expresidentes y otros agentes sociales aplauden las movilizaciones en Venezuela. Eso sí, no se atreven a decir que lo hagan "juiciosos por los andenes para no afectar la movilidad y la economía". "Nada de bloquear avenidas y calles". Como tampoco se atreverán a decir que "si van a protestar, que por favor  lo hagan desde sus casas", como propuso la congresista de ultraderecha, María Fernanda Cabal en los tiempos de las movilizaciones sociales en Colombia. No. Lo que realmente esperan es que haya saqueos, muertos, desaparecidos y ojalá, que todo termine en una guerra civil. 

Recordarán las y los lectores de esta columna que con las anteriores consignas los periodistas y expresidentes, entre otros agentes de la derecha colombiana que hoy apoyan las movilizaciones en la patria bolivariana, intentaron quitarle legitimidad al estallido social en Colombia. A los miembros de la Primera Línea los calificaron de "terroristas, vándalos y hordas de salvajes". Muchos fueron judicializados bajo el delito de "terrorismo urbano" por la fiscalía de Francisco Barbosa. 

Y todo lo anterior se explica porque es muy fácil olvidar aquello del contexto y sus circunstancias cuando se hacen lecturas parcializadas e interesadas de esos hechos y de particulares coyunturas. En el fondo, quienes fustigaron las movilizaciones en Colombia en el marco del llamado estallido social lo hicieron desde la naturalizada legitimidad que le reconocen al Estado como forma de dominación. Poco les importó que ese mismo Estado haya asesinado a 6402 jóvenes pobres, arrastre fama de maltratador y sea también un agente desplazador. 

Eso sí, al tratarse del Estado venezolano, entonces ahí sí la legitimidad no viene dada de forma natural. No. Esa legitimidad hace rato la perdió el Estado bolivariano, a juicio de la derecha colombiana, por cuenta de la dictadura chavista que lleva 25 años y por lo menos 30 jornadas electorales. 

Dado lo anterior, las lecturas acomodaticias de los hechos acaecidos tanto en Colombia como en Venezuela suelen dejar ver y hacer caer a muchos en contradicciones conceptuales, morales y políticas. Insisto en que los contextos resultan definitivos al momento de querer ofrecer respaldos a causas sociales, políticas e ideológicas aparentemente cercanas.  

Por ahora, la Blu radio, la FM y Caracol estarán entretenidos con lo que vaya ocurriendo en Venezuela. Si nada extraordinario sucede, tendrán tema para debatir, opinar y alentar luchas intestinas en Venezuela, hasta enero de 2025, cuando finalmente asuma como presidente reelecto Nicolás Maduro Moros. Es poco probable, pero no imposible, ver a Edmundo González Urrutia asumir la jefatura del Estado, mientras tras bambalinas María Corina Machado se alistará a mover los hilos del poder. 


Adenda: el silencio de Petro ante los hechos acaecidos en el vecino país bien se pueden explicar desde la mesura y el interés de no afectar las economías, legales e ilegales, que se mueven en la extensa frontera entre Venezuela y Colombia. No creo que se trate de un silencio por  simpatías ideológicas y políticas. Es posible pensar también que Petro esté guardando prudencia por petición de Washington. Incluso, de tornarse aún más difícil la situación internacional y local para el régimen de Maduro, es probable que Petro juegue un papel clave en la salida del poder Maduro Moros e incluso, en la suerte que podrían correr una vez abandone Miraflores y territorio venezolano. Es probable que los diálogos de paz con el ELN estén detrás de la prudencia del gobierno frente al espinoso asunto. Mientras tanto, da risa el desespero que expresan los periodistas estafetas de la derecha colombiana, por el silencio del presidente Petro. La declaración del Canciller estuvo ajustada a los cánones de la diplomacia. 








lunes, 29 de julio de 2024

MADURO MOROS Y EL GUIÓN CHAVISTA

 

Por GERMÁN AYALA OSORIO 

El resultado electoral en Venezuela hace parte de un guión que el régimen lleva aplicando 25 años. Y les funcionó nuevamente. Bajo ese esquema, siempre dejaron ver un profundo desprecio por la democracia liberal, las relaciones internacionales y la diplomacia, la legitimidad, en particular por la exigida por USA a quien siguen viendo como el "imperio" y la legalidad cuando esta se convierte en un problema para la continuidad de la "revolución bolivariana". Resulta muy llamativo que Maduro, Cabello y el presidente del Consejo Nacional Electoral, Elvis Amoroso, siempre llevan en sus manos la constitución de Venezuela en versión bolsillo. ¿Será acaso porque es casi imposible leerla por la letra tan pequeña o quizás por lo fácil que resulta llevarla-manosearla- en las bolchacas rojas?

Maduro y Diosdado Cabello hablan de democracia popular, anclada a la idea de un pueblo sometido a las presiones de ese gran empleador que se llama Estado.  Desde ahí lograron construir una ciudadanía agradecida  y obediente que prefiere estar sometida a presiones y amenazas,  que darse la oportunidad de pensar y cuestionar lo que han hecho en 25 años de "revolución". Hay hechos tozudos que no permiten hacer una evaluación positiva, como los más de 6 millones de venezolanos que deambulan por toda América y que creyeron, con el concurso de los medios masivos de la derecha, que esta vez sí sacarían de Miraflores al fatuo del Nicolás Maduro Moros. 

En cuanto al modelo estatista que opera en Venezuela, al que llaman socialismo del siglo XXI, sigue al pie de la letra el viejo esquema de la antigua URSS: un solo partido, nula separación de poderes, control ideológico y educativo del Estado que termina en adoctrinamiento en escuelas y colegios y persecución a los críticos, a los que califican como traidores. Los colectivos chavistas son una especie de policía política popular de hombres pobres que persiguen a mujeres y hombres pobres.

Tomaron distancia de los yanquis, pero se acercan como corderos a China y a Rusia, potencias militares y económicas poco o nada interesadas en sacar adelante a Venezuela, convirtiéndola en un milagro económico. Lo que hizo Maduro, en particular, fue cambiar de "patrón". Cuando el petróleo se puso a 100 dólares el barril, en lugar de invertir para convertir a Venezuela en una potencia exportadora de bienes y servicios, "invirtieron" millones y millones de dólares en países como Cuba y Nicaragua: se malgastaron una fortuna en propaganda y en comprar simpatías políticas de repúblicas bananeras. 

Al contar con el respaldo de la China comunista (más bien se trata de un socialismo de mercado) y Rusia, cualquier exigencia de legitimidad y legalidad por parte de los Estados Unidos al proceso electoral vivido,  les parece a Maduro y su combo, un mal chiste. La reacción de retirar embajadores y romper relaciones con  varios países de América del sur hace parte del juego: declararse perseguidos por la derecha internacional. Y sí, hay mucho de eso, pero también hay responsabilidades internas que aunque no estén dispuestos a asumir, estarán ahí presentes para el juicio de la historia.  

La derecha venezolana deberá asumir la responsabilidad de haber permitido la irrupción de Hugo Rafael Chávez Frías. El entonces coronel es respuesta a la avaricia, a la torpeza y al ethos mafioso que esa élite "blanca" representada por Capriles, María Corina Machado, Juan Guaidó y Leopoldo López y su esposa, Lilian Tintori, instaló en la Venezuela de los años 80 y 90. La presidencia interina de Guaidó costó millones de dólares que bien pudieron invertir en trabajos comunitarios contra "revolucionarios". 

Van 25 años. De no ocurrir nada extraordinario, como un golpe militar o una incursión americana, el régimen seguirá consolidándose porque tienen petróleo y gas, factores con los que se dan el lujo de "burlarse" de los Estados Unidos con el tratado de Barbados. El juego de las sanciones y el retiro temporal de las mismas, continuará. Eso también hace parte del guión de una película en la que USA representa a los "malos" y Venezuela, es su víctima. Rusia y China seguirán con el papel de "enemigos" de los americanos. Estos últimos, tratando de jugar una renovada "guerra fría". 


Imagen tomada de Infobae.


sábado, 27 de julio de 2024

OLÍMPICOS DE PARÍS Y LOS PROCESOS CIVILIZATORIOS

 

Por Germán Ayala Osorio


La inauguración de los juegos Olímpicos de París fue estéticamente bien lograda y con una simbología que debería de suscitar reflexiones sobre la historia de la civilización y en particular, en torno a los miedos, vacíos, angustias, tensiones, vocaciones y perversidades de esa compleja condición humana. 

Francia se lució y aprovechó la oportunidad para mandar un mensaje de hermandad, como lo hicieron otros países en ediciones anteriores. Pero todos sabemos que ese mensaje de unión, igualdad, fraternidad y hermandad viene atado inexorablemente a esa condición humana de la que podemos esperar lo más bello y sublime, pero también lo más atroz. 

Los procesos civilizatorios, incluidos en estos las disciplinas deportivas, están fundados en la competencia, leal o desleal, en el sometimiento del adversario, competidor o enemigo; en las satisfacciones que generan las victorias y los dolores y la desazón que producen las derrotas.  Quizás la búsqueda del "super hombre" sea un elemento distintivo en deportes masivos como el ciclismo en el que la ciencia médica, laboratorios y farmacéuticas son las responsables de formar súper atletas, hombres invencibles. Igual sucede en el atletismo, con aquellos que desean ser los más veloces o los más resistentes. Todos esos esfuerzos  apuntan a vencer los límites de una condición humana naturalmente débil frente a extremas condiciones climáticas y las que imponen escenarios bélicos y los asociados a la explotación de comunidades agrarias o mineras en continentes previamente sometidos por potencias económicas y militares. Francia, no podemos olvidarlo, hace parte de esas naciones que han esquilmado países africanos, previamente convertidos en sus colonias. 

Insisto en que las olimpiadas son escenarios pensados para unir a las naciones por un largo mes y para distraer a la opinión pública planetaria de los horrores del genocidio que viene cometiendo Israel contra el pueblo palestino en la franja de Gaza. Están diseñadas estas justas deportivas para competir para saber quiénes son los mejores en las diversas disciplinas, los más aptos y con mejores capacidades mentales y físicas. 

"Tanto el terrorismo como el genocidio proceden de nuestra naturaleza tribal. Y es una conducta que problablemente llevemos inscrita en nuestro código genético, pues no se me ocurre otra razón para que, como masa,  hagamos cosas que sólo los peores sociópatas harían en solitario. El genocidio y el terrorismo no son sólo males de nuestros enemigos: todos somos capaces de ellos si se pulsa la tecla adecuada. La civilización sólo ha hecho un poco más asépticas esas horribles tendencias" (p.28).  

Los medallistas exhibirán con orgullo las preseas y se arroparán con sus respectivas banderas como símbolo de supremacía. Y los medios masivos cumplirán con la tarea de elevar a los atletas que romperán récords mundiales y olímpicos a esa condición de súper humanos, de súper dotados. Y como el mundo sigue siendo masculino, infortunadamente, los focos casi siempre se pondrán sobre los hombres, en particular en los atletas más veloces en los 100 metros en natación y atletismo. 

En las guerras también se compite por la supremacía étnica o aquella articulada a formas culturales asumidas como excelsas y con un sentido positivo en cuestiones civilizatorias que servirán aún más para diferenciar al Norte opulento, del Sur empobrecido.  

Los mundiales y los olímpicos son encuentros humanos y en estos siempre aparecerán las más bellas intenciones, pero también el afán o la necesidad de vencer, someter y reclamar un lugar privilegiado en el que así el deportista no lo quiera o poco le importe, su origen siempre servirá para representar formas o ejercicios de poder político y económico asociados a las banderas de sus países. 

Las olimpiadas de París son un bálsamo para quienes sufren las tragedias humanitarias o los embates de Gaia que, de acuerdo con James Lovelock, se estaría vengando de lo que le hemos hecho al deforestar, contaminar y degradar ecosistemas frágiles y al poblar de la manera como lo hemos hecho. Los Juegos Olímpicos bien pueden entenderse como el sueño de una humanidad convencida de que a través de las prácticas deportivas podemos abandonar aquellas pulsiones que nos han llevado por los caminos de la barbarie.  

Mientras cientos de miles de ciudadanos celebrarán con orgullo las medallas que consigan los atletas de cada nación, habrá otros tantos y quizás aquellos  mismos, aplaudiendo cada mujer, niña o niño asesinado por el ejército sionista de Israel. Y así como los deportistas ganarán medallas, los militares asesinos, también. 



Imagen tomada de La Razón

viernes, 26 de julio de 2024

MADURÓ LA DICTADURA VENEZOLANA



Por Germán Ayala Osorio 

Maduro ganó. O por lo menos, eso fue lo que dictaminó el Consejo Nacional Electoral, la máxima autoridad electoral de Venezuela, entidad manejada directamente por el régimen. Se habla de que hubo fraude. Hacia la media noche, se proclamó vencedor al títere de Diosdado Cabello. 

La jornada electoral en Venezuela terminó como se sospechaba: la permanencia en el cargo del actual mandatario, a pesar de las esperanzas que tenían la derecha local y colombiana de que la oposición, en cabeza del candidato presidencial Edmundo González Urrutia, por fin derrotara al férreo régimen venezolano. La continuidad del chavismo, en la mente infantil de Nicolás Maduro Moros confirma que la dictadura del vecino país ya "maduró". Y alcanzar ese nivel de "madurez" significa que no habrá poder político que sea capaz de sacar del palacio de Miraflores a Diosdado Cabello, quien es el que realmente gobierna, de la mano de los militares. 

El único camino posible, pero indeseable, es que los gringos les dé por diseñar y aplicar una intervención militar quirúrgica, que en menos de 48 horas desmonte el régimen bolivariano y el modelo estatista llamado socialismo del siglo XXI, para devolverle el control a la derecha venezolana para que haga posible el regreso del modelo neoliberal y el consecuente clasismo que llevó a que millones de venezolanos pobres y mestizos asumieran a Hugo Rafael Chávez Frías como el líder político que les devolvió "la dignidad y les dio el lugar que la élite "blanca" les negó durante décadas.  

Enfrentar en las urnas a un gobierno que controla las instituciones electorales, a los jueces, que intimida a la oposición y que manosea la democracia constituye de tiempo atrás toda una odisea para María Corina Machado, Juan Guaidó, el malogrado presidente interino y Leopoldo López, tres de las figuras más relucientes de la derecha venezolana. Insisto en que esa élite que representan de tiempo atrás Machado, Guaidó y López es responsable en gran medida de la irrupción de Hugo Chávez Frías como el mesías que buscó reivindicar los derechos de millones de venezolanos empobrecidos y olvidados que esa élite tradicional generó con sus políticas económicas y sociales, pensadas para excluirlos y segregarlos geográficamente. 

Se cumplió entonces la amenaza del arrogante del Nicolás Maduro cuando vociferó que "vamos a ganar las elecciones, por las buenas o por las malas". Y las ganaron "por las buenas", es decir, a través de la mascarada democrática que de tiempo atrás supieron montar y que tiene en su "eficiente" sistema de votación biométrico a su mejor exponente de legitimidad y legalidad. 

Petro ya había advertido en su cuenta de X que cualquiera fuera el resultado, reconocería el triunfo. Eso sí, el llamado que hace la cancillería a que se se despejen todas las dudas sobre el resultado conocido, hace pensar en que efectivamente hubo fraude o inocultables irregularidades. Se entiende la cautela del presidente colombiano porque desea mantener las relaciones comerciales, la frontera abierta, por el bien de los colombo-venezolanos que viven, sobreviven y se auto reconocen étnica y socialmente en esa vigorosa frontera. No puede caer en la tentación de romper relaciones y cerrar la frontera como lo hizo el fatuo de Iván Duque Márquez, decisión que terminó por afectar la vida cotidiana de cientos de empresarios y de otros tantos que viven del rebusque en los pasos fronterizos legales e ilegales. Las horas contadas de la dictadura venezolana que espetó el títere-presidente Duque dan la medida de las peligrosas y anti democráticas pretensiones de la derecha colombiana.

Eso sí, la continuidad del chavismo en el vecino país no depende exclusivamente del poder intimidatorio que ese Estado ha usado para sacar a los empleados públicos a votar por Maduro, heredero de una "revolución bolivariana" truncada por el bloqueo americano y por la propia incapacidad de la dirigencia política venezolana de llevar a ese país petrolero a un desarrollo económico que evitara el masivo éxodo de venezolanos empobrecidos.   

Mención aparte merecen las reacciones de Claudia López, Angélica Lozano y Martha Lucía Ramírez, exponentes de la derecha colombiana, porque el régimen de Maduro les impidió entrar a territorio venezolano. Queda claro que las dos muñecas y la ex vicepresidenta Ramírez no las motivó viajar a Venezuela para defender la democracia. Sabían de antemano que el torpe de Nicolás Maduro les impediría el ingreso, de ahí que la exposición mediática de la indignación que les produjo a las tres politiqueras haga parte de las estrategias de la derecha colombiana de desprestigiar a un gobierno como el venezolano al que poco o nada le interesa que lo expongan ante el mundo como un régimen violento y poco democrático. 

Con su actuación, Claudia López está pensando en ganar las simpatías de la derecha colombiana de cara a las elecciones de 2026.  Esa misma derecha que durante el gobierno de Duque le prestaba aviones a Guaidó en calidad de presidente interino, fantasiosa figura que lo convirtió en un meme o en un personaje propio del reino de Narnia.  

Eso sí, la izquierda colombiana hizo lo propio con la presencia en Venezuela de Clara López Obregón y Gloria Flórez. Las militantes del Pacto Histórico fueron a darle un espaldarazo al régimen de Maduro, que se suma al que ya le ha brindado el presidente Petro. Así las cosas, el viaje de las congresistas a territorio venezolano constituye una innecesaria provocación interna y un desatino político. Tanto las representantes de la derecha, como de la izquierda se equivocaron al convertir la jornada electoral en el vecino país en un asunto político interno que terminará alimentando el clima de crispación ideológica y política en Colombia. 

En cuanto a la presencia de Rodrigo Londoño, firmante de la paz de La Habana, esta se explica porque él y sus compañeros de lucha siempre creyeron en ese modelo socialista que supo montar Hugo Chávez, convirtiendo al Estado en un gran empleador y un agente estatizador. 

Vuelvo a decirlo: la dictadura venezolana ya maduró. Y esa madurez les permitirá ir pensando en quién remplazará al inefable de Nicolás Maduro Moros, porque  la jornada electoral de hoy dejó ver a cientos de miles de venezolanos agotados de un régimen que ya completa 25 años. 



Imagen tomada de Semana.com

RENUNCIÓ CARLOS RAMÓN GONZÁLEZ

 

Por Germán Ayala Osorio

Con la renuncia de Carlos Ramón González, jefe de la Dirección Nacional de Inteligencia (DNI), el gobierno del presidente Petro acepta que efectivamente la corrupción permeó el manejo de los recursos públicos al interior de la UNGRD. 

La compleja coyuntura generada por los escandalosos hechos de corrupción en la Unidad Nacional de Riesgo y la renuncia de González, amigo y mano derecha de Petro, puede mirarse de dos maneras: la primera, como un acto consecuente con lo expresado por el presidente cuando dijo que "en mi gobierno no se tolera la corrupción. Funcionario que llegue a robar, se va del gobierno" y por supuesto de transparencia del presidente Petro con el petrismo y la opinión pública en general. Y la segunda, como un efecto claro de que el ethos mafioso, esto es, las prácticas corruptas, están tan enraizadas en el régimen de poder y en las relaciones Gobierno-Congreso, que es prácticamente imposible que haya un gobierno que no enfrente un escándalo de corrupción. 

La segunda lectura es también una hipótesis que bien puede explicar lo sucedido con los pagos de las millonarias coimas a los presidentes del Senado y de la Cámara de Representantes, de acuerdo con lo dicho por  los confesos corruptos, Olmedo López y Esneyder Pinilla y la ruta investigativa trazada por la propia Fiscalía.   

Si aceptamos que efectivamente las relaciones entre el Congreso y los gobiernos de turno están permeadas por el ethos mafioso, entonces saltan varias preguntas: ¿El presidente Petro sabía, o todo fue a sus espaldas? ¿Olmedo cumplía órdenes de Carlos Ramón González? ¿Los millonarios recursos realmente se usaron para comprar las conciencias de los presidentes Name y Calle o simplemente sirvieron para devolverle a los contratistas los préstamos hechos a quienes aspiraron a ser congresistas y finalmente se hicieron a sus curules? ¿Si Name recibió los tres mil millones de pesos presuntamente para que apoyara los proyectos presentados por el Gobierno, por qué el presidente del Congreso engavetó iniciativas y torpedeó su  trámite? No creo que se haya tratado de un vil engaño.

Al margen de las preguntas, lo que va quedando claro en este caso y en otros acaecidos en anteriores gobiernos es que la semilla de la corrupción germina en los partidos políticos, convertidos en los centros de operación en donde se cuadran las coimas y la entrega de millonarios contratos para los financiadores de las campañas políticas de gobernadores, alcaldes y congresistas. El sistema político está permeado por mafias de contratistas y congresistas corruptos obligados a cumplir a un staff de mafiosos que son los que están al frente del régimen de poder. 

Ahora bien, hay diferencias ético-políticas entre Petro y sus antecesores Uribe, Santos y Duque, al momento de asumir responsabilidades políticas en los casos de corrupción conocidos mediáticamente en  sus administraciones. Recordemos las frases tristemente célebres dichas por los entonces mandatarios y el silencio de uno de ellos. Álvaro Uribe Vélez dijo en su momento:  "Les voy a pedir a todos los congresistas que mientras no estén en la cárcel, voten nuestros proyectos de ley”.  El cinismo que acompaña la expresión de Uribe Vélez es colosal. Entre tanto, Juan Manuel Santos Calderón expresó: "Me acabo de enterar", cuando se destapó lo de la financiación irregular o ilegal de su campaña presidencial. 

Aunque quizás menos cínica que la de Uribe, la de Santos puede asumirse como una burla al país. En cuanto a Duque, los hechos de corrupción destapados durante su gobierno lo llevaron a guardar silencio por su evidente disartria asociada a su condición de títere. En particular, Duque no dijo nada frente al caso en el que estaría involucrada su señora madre que, según audios publicados, era conocida como la "madrina" y era quien manejaba y distribuía entre políticos amigos los recursos de la SAE.

Los cuatro gobiernos aquí señalados, todos prometieron luchar contra la corrupción. O estamos ante presidentes cínicos o simplemente testigos mudos e impotentes de un sistema político sucio y criminal que los sostuvo en el poder, gracias a que dejaron robar. 

jueves, 25 de julio de 2024

DUELO PELUDO

 

Por Germán Ayala Osorio


El proyecto de ley con el que se reconocerían tres días de duelo  a los tenedores de mascotas por la muerte de los "peludos", hace parte de esa fe ciega en las normas y el afán de legislar sobre asuntos o problemas que se podrían tramitar y resolver con mínimos de empatía y procesos de "animalización" de los seres humanos, en particular de aquellos que se sienten superiores a perros y gatos por aquello de la capacidad humana de razonar, de pensar. Aunque a juzgar por las guerras, las violencias cotidianas, o lo que llama Galtung violencias simbólica, física y estructural, la racionalidad humana viene siendo más peligrosa que la incapacidad de los animales no humanos para razonar y crear cultura. De hecho, la condición humana, al devenir aviesa, hace que seamos hoy la  especie más peligrosa sobre la Tierra.  

Quienes  se quejan y hasta se preocupan por quienes "humanizan" a caninos y felinos se oponen rotundamente a que se reconozcan días de asueto para que los tenedores de mascotas hagan el duelo por la pérdida de sus "hijos" peludos. No nos caería mal a una sociedad como la colombiana que arrastra años de violencia política y callejera, pensar en la necesidad de adelantar un proceso sostenido de "animalización", es decir, dejar atrás la mirada antropocéntrica que cientos de miles de compatriotas hacen sobre gatos y perros para dar rienda suelta a un ridículo sentimiento de superioridad frente a aquellos que con  un movimiento de cola y su atenta mirada nos enseñan que la vida humana podría ser más llevadera con la compañía de los "irracionales". 

Quizás al bajarle un poco a esa mirada antropocéntrica, aquellos que se sienten superiores acepten la existencia de la familia multiespecie. En particular los miembros de la iglesia católica, institución que se opone a reconocer esa forma de familia y a legitimar los derechos de los animales no humanos. A los curas sí que les hace falta demostrar un poco de empatía y respeto hacia los animales. La Biblia es el relato cruel en el que se desprecia la vida de perros y gatos. Bueno, si esa misma institución es responsable de las Cruzadas, de la Santa Inquisición y de la persecución a las mujeres, realmente no podemos esperar mucho de la estupidez que arropa a sus miembros y fieles. 

Qué tiene de malo que quienes comparten sus vidas con perros  o gatos manifiesten dolor, pesar y sufrimiento por su fallecimiento y que incluso lleguen a comparar que dichas pérdidas, en términos del pesar y el dolor, son casi igual o similares a los que producen la desaparición del padre, la madre, de un hijo o una hermana. Y peor aún les parece a esos típicos antropocentristas que se establezcan rituales de despedida y duelos. Lo de los cementerios para mascotas los ha de confrontar hasta el límite de pensar que se trata de una exageración casi sacrílega. 

Volvamos a la iniciativa legislativa. Hay que reconocer que tiene un espíritu loable, pero tendría impactos económicos en los empleadores, al momento de cuantificar los días de descanso. Insisto en que bastaría con que los empleadores se sensibilicen y entiendan que los empleados que comparten sus vidas con estos animales no humanos generan lazos fuertes de dependencia emocional. Cuando la muerte los rompe, los animales humanos sufren la pérdida porque supieron darle un lugar importante a esos seres sintientes que muchos consideran que son "ángeles". 

Y si los tenedores de mascotas creen y expresan que sus fallecidos "hijos" peludos van al cielo, qué hay  de malo en que así lo sientan. Quizás es tiempo de caminar hacia el biocentrismo, idea en la que el ser humano, o el animal humano, hace parte de ese todo llamado naturaleza de la que también hacen parte los animales domésticos. Hemos avanzado en reconocerles derechos a los animales no humanos. Reconocer el dolor que generan los fallecimientos de estos "ángeles" vuelve a darle una oportunidad al lenguaje jurídico. En este caso, para beneficio de los adoloridos tenedores, dueños, responsables o "padres o madres" de estas hermosas criaturas. Vuelvo a insistir:  no es necesario una norma para reconocer que tenemos el derecho a llorarlos en la intimidad del hogar. Bastaría un poco de empatía.


 

miércoles, 24 de julio de 2024

FRASES DE CAMPAÑA QUE NO DEBERÍAN VOLVERSE A USAR

 

Por Germán Ayala Osorio

Los efectos electorales y políticos que dejarán los escándalos de corrupción que arropan al gobierno de Gustavo Petro se sentirán en la campaña presidencial de 2026, que desde ya se presume que será "caliente y violenta" por los altos niveles de crispación ideológica que se respiran en muchos ámbitos de la vida del país desde el 7 de agosto de 2022. 

En particular, se espera que los expertos en marketing político y publicidad política eviten usar ideas que el petrismo utilizó para persuadir a millones de electores que creyeron que era posible acabar la corrupción y por ese camino, asegurar un cambio en las costumbres políticas en esta Colombia mafiosa que se resiste a cambiar.

Quizás el error más grande que cometió el entonces candidato Gustavo Petro y sus asesores fue haber vendido con sentido maximalista las ideas del cambio, la paz total y la lucha contra la corrupción. Sus electores, pero sobre todo sus críticos, le cobrarán caro haber vendido de esa manera unas ideas que en la sociedad colombiana despiertan  esperanza, pero también desazón y hasta rabia porque asumen que proscribir el ethos mafioso que asegura la presencia de los actos de corrupción y alcanzar la paz total son sueños quiméricos.  

Aunque no resulta recomendable que para el 2026 se insista en eslóganes que aludan a ideas de cambio, paz y de lucha contra la corrupción, lo más probable es que la derecha las recoja para decirle a sus potenciales electores que sus candidatos sí saben qué es eso del cambio, de luchar contra la sempiterna corrupción y de pacificar el país regresando a los tiempos de la Seguridad Democrática. Con todo cinismo lo harán porque a la hora de diseñar campañas políticas lo que menos importa es la coherencia y la sensatez. Es probable, entonces, que en en el 2026 escuchemos y leamos mensajes como estos: "¡Nosotros sí somos el cambio!. "Nosotros siempre fuimos la alternativa". ¡No más engaños"!, ahora sí llegó el cambio".

Como la creatividad en la publicidad política suele ser un bien escaso, lo más seguro es que calles y avenidas se inunden de pancartas con frases como ¡Vamos a recuperar a Colombia!, ¡No más socialismo! Aunque el miedo a "convertirnos en Venezuela" que inocularon medios de comunicación y asesores políticos de la derecha en la pasada campaña finalmente no se tradujo en una realidad económica y social palpable, no es extraño que la vuelvan a usar pues todavía hay agentes de la farándula que de manera maliciosa y con mucho de ignorancia siguen hablando que a Colombia llegó el socialismo o el comunismo. 

Hay sectores de la opinión pública que no quieren escuchar más promesas asociadas a la paz total, a ponerle fin a la corrupción o a cambiar lo que histórica y culturalmente viene mal en Colombia. Desde ya debemos prepararnos para fustigar a aquellas campañas políticas que insistan en hablar de lo mismo, para terminar siendo partícipes de un engaño cuando al final del gobierno elegido, poco o nada se logre de lo prometido en campaña. Que la publicidad política sea siempre engañosa no significa que la ciudadanía  no pueda confrontar a los expertos publicistas y a los del marketing político. 





Imagen tomada de Facebook

martes, 23 de julio de 2024

¿KAMALA HARRIS O DONALD TRUMP?

 

Por Germán Ayala Osorio

Cualquier análisis que se pretenda hacer de la coyuntura electoral en los Estados Unidos debe pasar, inexorablemente, por reconocer a ese país como una potencia militar, económica y política y por lo tanto, como actor  responsable de guerras, invasiones y genocidios como el que actualmente adelanta su aliado Israel en la franja de Gaza contra el pueblo palestino. Esa condición de potencia militar y el jugar a ser el Gran Sheriff del mundo resulta determinante ideológicamente al interior de la nación. 

Los Estados Unidos hacen parte  importante de lo que Negri y Hardt  llamaron imperio en aquel famoso libro que lleva ese mismo nombre. Sobre el papel de USA en este siglo XXI, los autores consideran que "los Estados Unidos ocupan un lugar privilegiado en el imperio, pero este privilegio no procede de sus similitudes con las antiguas potencias imperialistas europeas, sino de sus diferencias".

Aunque Negri y Hardt consideran que el imperialismo ya es cosa del pasado, y que esos controles y acciones de dominación propias del imperio están descentradas y por fuera de los alcances de los Estados-nación, políticos como Trump y Kamala siguen moviéndose pendularmente entre actuar como potencia imperialista y hacer parte activa de las nuevas condiciones de control y dominación de las variables económicas y políticas, así como de las formas de vida en el planeta, es decir, bajo las consideraciones del imperio. Las guerras y los conflictos armados les permiten Harris y a Trump moverse de esa manera oscilante.

Así las cosas, el virtual enfrentamiento electoral entre Kamala Harris y Donald Trump por la presidencia no puede reducirse a las ideas que cada uno de defiende, ubicando a la primera en la "izquierda" y al segundo en la "derecha", pues aquellas orillas ideológicas siempre  quedarán  sujetas a los hechos políticos, económicos y militares que requieran o supongan la intervención de los Estados Unidos. La lucha ideológica opera de manera distinta en naciones poderosas como los Estados Unidos. En países como Colombia, eternamente dependientes de lo que hace y diga el coloso del norte, el enfrentamiento entre la izquierda y la derecha son la expresión máxima del atraso político de su sociedad y en particular de los miembros de sus élites, que en lugar de jugársela por industrializar el país, lo que realmente les interesa es mantener sus privilegios de clase a través del sometimiento del Estado a sus caprichos y a lo único que los mueve: el carácter y el sentido rentista de sus actividades económicas. 

Ante la renuncia del presidente Joe Biden a su aspiración reelectoral, Harris parece que será la candidata que enfrentará al troglodita y putero, Donald Trump, un empresario que se ha servido de la política para enriquecerse y para dar rienda suelta a su xenofobia, machismo y racismo. Entre tanto, Harris es una carismática mujer afro-asiática, hija de inmigrantes, y con un factor que puede jugar a su favor: es más joven que Trump.  

El expresidente Trump es un machito cabrío que despierta un peligroso nacionalismo en una nación que le debe mucho a los millones de migrantes que llegaron a territorio americano detrás del sueño americano. La presencia de latinos en las fuerzas armadas, en particular en el Army, es un ejemplo de que los migrantes del sur empobrecido han asumido la cultura americana hasta el punto de que sus hijos están en disposición de ofrendar sus vidas por defender la bandera de las 50 estrellas y las 13 franjas horizontales, sin importarles si las guerras o los conflictos provocados son legítimos; y mucho menos, les importará si los aliados de USA perpetran genocidios o violan el DIH. En este último aspecto, por supuesto que separan totalmente de la idea de imperio planteada por Negri y Hardt. Eso sí, la fabricación y venta de armas es un factor motivacional muy grande para republicanos y demócratas, así estos últimos en lo interno quieran poner más controles a la venta de libre de armas para los ciudadanos. 

Eso sí, no es correcto pensar que Harris, por ser mujer afro e hija de inmigrantes, tomará distancia de lo hecho hasta el momento por Biden. Ella está obligada por la historia misma de los Estados Unidos, por el sentimiento nacionalista y por las exigencias del pueblo americano, incluidos los migrantes latinos, a mantener y extender en el tiempo la supremacía de los Estados Unidos en América y en el resto del planeta. Y mantener su papel clave dentro de la idea de imperio. De llegar a la Casa Blanca, Harris podrá hacer cambios en lo interno, como mejorar el sistema de salud, atacar la inflación y el desempleo y tratar de corregir los errores que cometió Biden en el manejo del grave problema migratorio que subsiste en la frontera con México. 

 





Imagen tomada de El HulflPost

lunes, 22 de julio de 2024

LOS PROBLEMAS DE LA DEMOCRACIA ELECTORAL

 

Por Germán Ayala Osorio


La democracia  es quizás el sistema de poder que mejor da cuenta de las ambivalencias y los problemas de criterio de los ciudadanos que participan en los escenarios electorales, bien para elegir congresistas, presidentes, concejales, diputados o gobernadores. En particular hablo de la democracia electoral y sus mecanismos reglados que garantizan el voto y por esa vía la representación política. 

Cuando al Congreso de la República llegan personajes con una baja o nula capacidad deliberativa e incluso con una evidente incapacidad para articular discursos coherentes, sesudos, serios, respetuosos y argumentados, entonces empezamos a cuestionar a la democracia electoral y a quienes en ejercicio del derecho a elegir, terminan llevando a ese escenario legislativo a personajes ignaros, verdaderos homúnculos, personas malhabladas, irresponsables con aquello de "representar al pueblo colombiano o por lo menos a sus electores" y en particular poco leídos. Un elemento no menor tiene que ver con que, por lo menos, sean buenas personas, con calidad humana.  Llegar al Congreso bajo ese perfil hace que quienes ostentan la calidad de congresista no puedan sobrellevar el peso de la responsabilidad y la dignidad que deben asumir y que la sociedad les exige por ser legisladores. Al final solo les queda actuar como lobistas, mensajeros o como obedientes "mascotas" de los caciques, patrones o empresarios a los que les deben la curul.  

En el actual Congreso de Colombia hay por lo menos seis congresistas (mujeres y hombres) que hacen pensar en que la democracia electoral necesita ajustes, a juzgar por la demostrada estolidez, la ignorancia supina y la arrogancia que les impide actuar con la dignidad que debería de acompañar a quienes tienen la responsabilidad de asumir el control político al gobierno y de proponer normas de beneficio colectivo. 

La pregunta es: ¿Quiénes les dieron el voto? Por ejemplo, qué clase de ciudadanos eligieron a personajes como Miguel Polo Polo y Miguel Uribe Turbay, para nombrar solo a dos de los seis congresistas que la opinión pública identifica como verdaderos "golazos" que permite la democracia electoral. El primero de estos dos es un homúnculo, un hombrecillo básico, poco leído, vociferante, mal educado y sobre todo incapaz de articular un discurso elaborado que le dé altura al debate público. En su participación en la instalación del nuevo periodo legislativo dejó ver su pobreza discursiva, lo que sin duda alguna constituye una vergüenza para quien ostenta la dignidad de congresista. Quizás el origen "humilde y pobre" de Polo Polo le negó la posibilidad de haber disfrutado de una mejor educación y formación política. 

Entre tanto, Miguel Uribe Turbay exhibe un origen de clase diferente al de su compañero congresista. Como nieto del inefable Julio César Turbay Ayala, Miguel Uribe tuvo acceso a una mejor educación. A pesar de esa positiva circunstancia, su discurso como agente opositor fue igualmente básico y con un bajo nivel conceptual. Al igual que Polo Polo, en su participación hizo referencia a hechos de la vida privada del presidente de la República, es decir, a su posible paseo en un parque en Ciudad de Panamá.

Le haría bien al nieto del expresidente Turbay Ayala (1978-1982) revisar su papel como congresista, si de verdad aspira algún día a ser presidente de la República, pues asumo que como "delfín" tiene el "derecho" a sentarse en el solio de Bolívar. Querer ganar puntos y buscar el aplauso y la bendición del expresidente Uribe Vélez lo convierte en un obsecuente congresista que solo sirve para hacer mandados. Hacer parte de la Oposición, en un régimen democrático, obliga a los congresistas a dar debates con altura y sobre todo, soportados en hechos. En particular, siempre espero que los congresistas exhiban un sólido dominio conceptual. 

Aquellos que asumen la democracia electoral como la panacea y un escenario incuestionable, terminarán defendiendo a electores y elegidos por considerar que cualquier ciudadano que desee llegar al Congreso lo pueda hacer, a pesar del carácter infantil, de su nula capacidad argumentativa que le impide debatir con altura y sapiencia. Justamente, el Congreso de la República debe asumirse como el escenario en donde la retórica, las ideas y el dominio conceptual permiten dignificar el rol de congresista. Por el contrario, con legisladores como Polo Polo y Uribe Turbay, la democracia electoral termina por ser víctima de los graves problemas que arrastra el sistema educativo colombiano, la baja cultura política de elegidos y electores y por supuesto, de la tara civilizatoria que nos acosa como pueblo. A veces no es suficiente con egresar de las mejores universidades privadas o públicas del país o del exterior para actuar como un ciudadano moderno, civilizado y respetuoso de las otras dignidades.  Hay un factor que no se aprende necesariamente en esos centros educativos, que se llama criterio. Y es claro que a los dos congresistas aquí nombrados, les falta criterio para actuar en la vida pública (política). 



domingo, 21 de julio de 2024

REVOLUCIÓN CULTURAL

 

Por Germán Ayala Osorio

La ya probada corrupción al interior de la UNGRD de poco o nada servirá para proscribir las prácticas corruptas como es el deseo de millones de colombianos. Una vez pase este gobierno, en el próximo lo más seguro que harán los nuevos y sempiternos contratistas, congresistas, alcaldes, gobernadores y miembros del gabinete es afinar los mecanismos y los acuerdos para continuar desangrando el erario. No hay manera de acabar con la corrupción. 

Contrario a lo que se piensa, lo que la opinión pública llama corrupción, en el lenguaje de los políticos profesionales y los contratistas se llaman negocios, derivados y sostenidos en las inversiones que hacen empresarios y contratistas al momento de financiar las millonarias campañas presidenciales, de alcaldes, gobernadores, diputados y congresistas. Los costos de todas esas campañas son millonarios, lo que de manera formal e institucional naturaliza la corrupción. ¿Por qué ha de costar tanto una campaña para hacerse a una curul en el Congreso? Jamás escuché a las empresas que aportan a dichas campañas, hacerse esa pregunta. Ese es el origen de la corrupción. 

Así las cosas, mientras a los grandes conglomerados económicos que financian dichas campañas les sea más rentable hacer esos aportes que generar riqueza a través de la innovación, el patrocinio de nuevos talentos y la industrialización, no habrá forma de dejar atrás la corrupción. El ethos mafioso que guía la vida privada y pública de todos los actores aquí señalados es tan fuerte que para proscribir la corrupción en Colombia se necesitaría de una revolución cultural que hasta el momento nadie parece estar dispuesto a liderar.  

El presidente Petro puede aún liderar ese proyecto revolucionario. Pero para ello debe primero morigerar un tanto su apuesta populista y su enfrentamiento con el vetusto establecimiento colombiano, para dejar sembradas las bases de esa revolución cultural que necesita la sociedad colombiana. El liderazgo internacional que sin duda ha ganado Gustavo Petro debe servirle para invitar a líderes mundiales para que vengan a conversar con la comisión de sabios del país y pensar los términos, alcances y las condiciones que se requieren para lograr esa urgente revolución cultural en una sociedad como la colombiana que deviene confundida moral y éticamente. 

Le cabe razón a EL ESPECTADOR cuando en su editorial dice que "estamos frente a una resignación cultural con el delito, a una incapacidad de exigir decencia en nuestros servidores públicos. Es la misma lógica que, en las ciudades, justifica a alcaldes que “roban pero hacen obras”. Si no hay líneas claras que no se cruzan, si se instala el cinismo como moneda de cambio política, no habrá escándalo ni cruzada anticorrupción que valga. Confiamos en que las escandalosas revelaciones del uso de recursos tan vitales para el enriquecimiento ilegal de unos mercenarios del poder nos hagan despertar para dejar de tolerar tamaña infamia"

Recogeré varias de las ideas contenidas y subrayadas en ese aparte del editorial del diario bogotano. Claro que hay una resignación cultural con el delito. Desde los desfalcos en la construcción de la represa de El Guavio, pasando por el caso de Granahorrar, los colombianos estamos resignados. Luego vinieron otros casos que no puedo listar acá por falta de espacio. Baste con recordar el cartel de la Toga, el carrusel de la contratación en Bogotá, el caso de las "marionetas", los carro tanques de La Guajira, la plata del Ocad-paz, lo sucedido con la obra de "caregato" en la Mojana, los 70 mil millones del Mintic y ahora el desfalco en la UNGRD son pruebas suficientes de la putrefacción que se vive al interior del Estado, alimentada desde instancias privadas que siempre se vendieron como pulcras y probas. 

Los sistemas político, legislativo y judicial están permeados por ese ethos mafioso. Los jueces se venden porque hay particulares con el suficiente músculo financiero para comprar fallos. Los congresistas están obligados a devolver a sus mecenas los millones que costaron sus campañas. Y lo hacen, legislando a su favor, bien oponiéndose a normas que los afectarán o llevando proyectos de ley diseñados en escritorios de gerentes y presidentes de compañía ¿Por qué se oponen, unos y otros a que el Estado financie todas las campañas? 

Jamás vi a agentes de poder económico de la sociedad civil salir a condenar la corrupción y mucho menos a proponer un cambio cultural que nos lleve como sociedad a estadios civilizatorios que nos permitan superar la tara civilizatoria que exhibieron ocho mil colombianos en la final de la Copa América, el mismo presidente de la FCF y vice presidente de la Conmebol, Ramón Jesurún; o la reciente reacción violenta del ex vice presidente de la República, Francisco Santos contra un exmilitar, cargada de clasismo y supremacía étnico social. Los hechos de corrupción que reconoció ante autoridades americanas la poderosa familia Sarmiento Angulo debería ser el punto de partida para empezar a hablar y diseñar un proyecto de revolución cultural que no solo proscriba el ethos mafioso y su expresión la corrupción público-privada, sino que sirva para superar la tara civilizatoria de la que vengo hablando en este blog. 

El acuerdo nacional del que volvió a hablar Petro durante la instalación del nuevo periodo legislativo no significa nada si no empezamos a hablar de revolución cultural. Lo más probable  es que sigamos en las mismas. De esa manera daremos respuesta a la pregunta que sirvió de título  al reciente editorial de EL ESPECTADOR: ¿Qué tal si con el escándalo en la Ungrd dejamos de normalizar la corrupción? 


sábado, 20 de julio de 2024

PERDÓN Y ODIO EN LA INSTALACIÓN DEL PERIODO LEGISLATIVO


Por Germán  Ayala Osorio 

En la instalación del nuevo periodo legislativo  el perdón y el odio se hicieron presentes en el Congreso de la República, recinto en el que conviven la avaricia, la desfachatez, la mentira, la deshonestidad, la hipocresía, el individualismo, la insensatez, la estolidez y el transfuguismo. 

El encargado de pedirle perdón al pueblo y a los congresistas que supuestamente representan los intereses de cada colombiano fue el presidente de la República, Gustavo Petro, por los hechos relacionados con la corrupción al interior de la UNGRD, de la que son responsables directos Olmedo López y Esneyder Pinilla. Los exministros y ministros nombrados por estos dos corruptos deberán demostrar ante las autoridades judiciales que no hicieron parte de semejante entramado de corrupción. Perdería sentido la petición de perdón de Petro si se comprueba que sus más cercanos funcionarios participaron del millonario desfalco al erario.  

La responsabilidad política es un bien escaso en la democracia colombiana, en particular en los jefes del Estado sobre quienes recaen las mayores responsabilidades éticas y morales de una sociedad como la colombiana que deviene confundida ética y moralmente por cuenta de la naturalización del ethos mafioso y la confluencia en este de las prácticas propias del individualismo posesivo de los congresistas  y contratistas. 

Hagamos un breve recorderis de hechos públicos graves que ameritaban sendas peticiones de perdón por parte de presidentes de la República que no tuvieron la gallardía suficiente para presentar disculpas y hacer un mea culpa. Por ejemplo, los falsos positivos, ocurridos durante la aplicación de la peligrosa política de Seguridad Democrática, exigían que Uribe Vélez asumiera la responsabilidad política por los execrables crímenes. Ni hubo perdón y mucho menos el político antioqueño asumió responsabilidad alguna a pesar de haber fungido como comandante supremo de las FFAA. Uribe no pidió  perdón por los crímenes de Estado cometidos por miembros de la fuerza pública a pesar de que él mismo los presionó con aquello de "dar más y mejores resultados operacionales", es decir, bajas, muertos. De su primitivo carácter solo salió la expresión, "esos muchachos no estarían cogiendo café", en referencia directa a los jóvenes de Soacha asesinados por militares y presentados como guerrilleros dedos de baja en combate. 

O los recientes hechos de corrupción que ocurrieron durante la administración del fatuo de Iván Duque Márquez y que tienen en la cárcel al congresista uribista, Ciro Ramírez. En su condición de expresidentes, ni Uribe y mucho menos su títere, Iván Duque, tuvieron la entereza de pedirle perdón a los colombianos por esos hechos de corrupción en los casos de las "marionetas" y los malos manejos de los recursos del ocad-Paz y los crímenes acaecidos durante sus administraciones. 

La petición de perdón del presidente Petro es genuina y constituye un acontecimiento político en la medida en que no parece haber antecedente alguno de un jefe de Estado presentando disculpas por la sempiterna corrupción. Estamos ante un actitud gallarda de Petro que debería de servir de símbolo para que la bancada de Oposición revise sus objetivos desinstitucionalizantes y macartizantes, y por esa vía posibilitar el tan cacareado acuerdo político nacional. 

Una vez terminado su discurso, vinieron las intervenciones  de Polo Polo y Miguel Uribe Turbay. El primero, Miguel Polo Polo, es un advenedizo, ignaro, fatuo y anodino político que dice representar al pueblo afro, pero que más bien funge como una especie de "capataz negro" al servicio de poderosos terratenientes mestizos, que se creen "blancos" y  que desdicen del proceso de mestizaje del que son hijos. Y Miguel Uribe Turbay, nieto de Julio César Turbay Ayala, responsable político por las violaciones a los derechos humanos que se dieron durante su mandato y la aplicación de su nefasto Estatuto de Seguridad, aplicado bajo las condiciones y limitaciones democráticas del Estado de Sitio. Miguel Uribe Turbay es un delfín político arrogante, poco leído, vociferante, y siempre dispuesto a agradar a Uribe Vélez, su patrón, mentor y su pastor. 

En sus intervenciones destempladas y llenas de lugares comunes, estos congresistas dejaron ver el profundo odio que sienten hacia el presidente Petro por haber sido guerrillero, por ser de izquierda y por no ser servil a los poderosos empresarios que en el pasado capturaron el Estado, de la mano de congresistas inescrupulosos y de presidentes de la República. Realmente, lo que los motiva ir al Congreso es la petrofobia que los atormenta y que los anima a actuar en consecuencia. 

Polo Polo, en su altisonante intervención- no se puede llamar discurso- le habló al presidente de la República en términos desobligantes e impropios de un congresista. Le alcanzó su animadversión para referirse a asuntos de la vida privada de Petro, relacionados con el estado de su relación con la primera dama, Verónica Alcocer.  Lo mismo hizo Miguel Uribe, al referirse tangencialmente a lo sucedido en Panamá y que involucró al presidente Petro. 

Con opositores de la "calidad" de Polo Polo y Uribe Turbay recorrer los caminos para la búsqueda del acuerdo nacional se torna difícil porque el odio impera y se legitima. La petrofobia se impone. Y cuando la inquina o la animadversión están por encima de los argumentos y de la posibilidad de dialogar, no hay forma para debatir y construir acuerdos. La extrema derecha le dio licencia a estos dos legisladores para agrandar la crispación ideológica y política. 

Mientras que la petición de perdón de Petro lo enaltece como mandatario, Polo Polo y Uribe Turbay se consolidaron como los bufones, estólidos y mandaderos de un sector del "viejo" establecimiento a los que la viudez del poder los está desesperando y permitiéndoles dejar salir lo peor de su condición humana. Imagino que con el cinismo que los caracteriza, seguirán insistiendo en la narrativa que señala que quien exhibe un discurso de odio es el presidente de la República. 




Imagen tomada de Youtube.com


JERRY MINA, EL "NUEVO JORGITO" DE ÁLVARO URIBE VÉLEZ

 

Por Germán Ayala Osorio


Circula en redes sociales un video en el que aparece el caballista, expresidente y expresidiario, Álvaro Uribe Vélez, montando un fino caballo y a Jerry Mina, jugador de la Selección Colombia. En la imagen se aprecia al popular y vulgar caballista exhibiendo un dominio excepcional del equino. Montado sobre el animal, Uribe convierte la cabeza de Mina en un eje y con su mano derecha hace girar al caballo en torno a la figura espigada del defensa del equipo nacional. Mina mide 1.95 de estatura.  

La imagen fue calificada como grotesca y esclavista por quienes la postearon en sus cuentas de X. Y al parecer, quien la hizo pública fue el mismo caballista. Vamos por partes, como diría Jack el destripador. No es la primera vez que el popular expresidiario hace alarde de su capacidad para dominar bestias. Ya lo había hecho con "Jorgito", un trabajador de su finca El Ubérrimo al que sometió a la misma figura, diciéndole "estese quieto Jorgito", mientras giraban, caballo y jinete, sobre el menudo cuerpo del empleado. "Jorgito" no debe medir más de 1.70. Muy seguramente Uribe Vélez aprovechó la visita de Mina a su enorme hacienda para "superar" lo hecho con su trabajador. Así suelen divertirse los caballistas.   

La publicación del video por parte del expresidente es premeditada. A pesar de la pérdida de popularidad y de su creciente imagen negativa por el lío judicial en el que se encuentra inmerso en calidad de procesado en etapa de juicio, Uribe sigue siendo una figura admirada por millones de colombianos, incluidos jugadores de fútbol, como el Tino Asprilla, James Rodríguez y ahora Jerry Mina. Por lo anterior, al expresidente le fascina que hablen de él. Su evidente narcisismo lo obliga a mantener su vigencia política (pública), así sea usando a su favor la positiva imagen que suelen tener entre los aficionados los jugadores del combinado nacional.

Ya expuesto el video, entonces los aficionados y tuiteros calificaron la imagen como esclavista y fustigaron a Jerry Mina por haberse prestado para que Uribe lo usara para demostrar sus destrezas en el dominio del caballo. La molestia de esos aficionados se expresa en esta frase: se trata de un "negro inconsciente, ignorante y sometido aún a los deseos de su amo. O un "esclavo domesticado", como calificó en su momento Francia Márquez al Tino Asprilla, exjugador de la Selección". Recordemos el origen del rifirrafe entre Márquez y Asprilla. El vallecaucano, también afrocolombiano como Jerry Mina, dijo en su cuenta de X que  "Apoyar a Álvaro Uribe es un acto de responsabilidad social. Fue quien le devolvió la fe y la esperanza a un pueblo que estaba rodeado por la criminalidad. Guerrilleros y paramilitares fueron arrinconados luego de años de someter a Colombia".

A este choque de visiones se sumó en ese mismo momento, Gustavo Petro: "uno de los movimientos que más discriminación ha producido en el pueblo afrocolombiano, después de los esclavistas, es el uribismo”. 

Creo que los tuiteros y millones de colombianos esperan demasiado de los jugadores de la Selección. Algunos recordaron la claridad política de Mbappé y hasta se atrevieron a establecer diferencias entre Mina y el crack francés, por ser hombres afrodescendientes. Los contextos socio culturales en los que se levantaron el 10 del seleccionado francés y el defensa del combinado nacional  son tan distintos que no caben comparaciones, en particular en lo que tiene que ver con aquello de la "conciencia de clase". Mbappé es hijo de padres inmigrantes, mientras que Mina es hijo de Guachené (Cauca), un territorio dominado por terratenientes de la caña de azúcar en el que, además de la pobreza económica, la cultural es la más evidente y dominante. No olvidemos que Uribe también es un terrateniente. 

En las luchas de una parte del pueblo caucano contra los azucareros existe la figura de los "capataces negros", que no son más que hombres  afros serviles a los intereses de los latifundistas. Guardando las proporciones, esos "capataces negros" cumplen la función de los Kapos en los campos de concentración nazis en donde maltrataron y asesinaron a por lo menos 6 millones de judíos durante el Holocausto. Esos Kapos eran prisioneros judíos serviles a los guardias de la SS. 

Mina tiene el derecho de reunirse con quien le dé la gana y eso incluye prestarse para que, este caso, el reconocido caballista se divirtiera. A lo mejor, Mina también gozó del momento con el Patrón. Así como Asprilla tiene el derecho a admirar a quien desee. 

A los miembros de los pueblos afros de Colombia no se les puede exigir que asuman luchas que territorial e identitariamente no tienen para ellos ningún sentido. La esclavitud como sistema económico y de dominación étnica no tiene por qué ser una carga histórica, ético-política y moral para los afrocolombianos que han logrado salir adelante (conseguir plata, mas no conciencia de clase) gracias al fútbol. 

Quizás para Asprilla y Mina una manera de enfrentar el racismo estructural sea acercarse a los poderosos, así estos sean o hayan sido agentes responsables de procesos de discriminación y racismo. Estar del lado de los "amos" es también una opción de vida. 

Insisto en que los aficionados al fútbol caen en un error al exigirle a los jugadores de fútbol que asuman posturas políticas o identitarias contrarias a las formas de dominación hegemónicas en Colombia. Hace parte del fuero individual de Mina reunirse con el patán de marras. 

 

 


Imagen tomada de Semana.com


viernes, 19 de julio de 2024

COLOMBIANOS PADECEN UNA TARA CIVILIZATORIA

 

Por Germán Ayala Osorio 

El comportamiento primitivo  e incivilizado de cientos de miles de colombianos en la final de la Copa América celebrada en los Estados Unidos ha servido para que la derrota deportiva y cultural siga siendo un tema de conversación callejero, en redes sociales y medios masivos. Eso sí, le correspondería a la Academia asumir la tarea de organizar foros para discutir las raíces culturales en las que pueden anclarse las actitudes y acciones violentas de los colombianos que entraron a la fuerza al estadio Hard Rock de Miami, incluso usando los ductos del aire acondicionado. 

En dos anteriores columnas usé la expresión "tara civilizatoria" con dos objetivos claros: el primero, para hacer confluir en ella los hechos vergonzantes protagonizados por esos hijos de Colombia y el segundo, proponerla como categoría que permita explicar los orígenes y las circunstancias que nos hacen proclives a todos los nacidos en esta tierra a violar las normas, a irrespetar a las autoridades, a defender a dentelladas los deseos, necesidades e intereses pasando por encima de los derechos de los demás. 

Así entonces, esta columna tiene como objetivo darle consistencia a la categoría propuesta, para facilitar su uso por lo menos por quien la propone. Llamo "tara civilizatoria" a las prácticas mafiosas, irregulares, ilegales, violentas e incivilizadas de todos aquellos, hombres y mujeres nacidos en Colombia, que tienen como norma individual poner por encima de los derechos de los demás, sus incontenibles deseos a disfrutar de fiestas colectivas o espectáculos como el fútbol. Este último, un deporte espectáculo que mueve pasiones que terminan por convertir las incertidumbres, miedos y frustraciones de los hinchas de la Selección Nacional en razones indiscutibles para celebrar sin límites, pero también para violentar a otros, dejando salir  comportamientos clasistas, machistas y racistas.

La "tara civilizatoria" no es más que la sumatoria de procesos de socialización, humanización y  civilizatorios fallidos o truncos de millones de colombianos que recrearon sus vidas y proyectos individuales sin referentes de orden y  autoridad. De allí que esa cantidad no despreciable de colombianos, busquen desesperadamente convertir a los futbolistas en ídolos, héroes y referentes a seguir.  

Hay que decir  que el Estado colombiano no es un ejemplo de pulcritud  y mucho menos un referente por cuanto desde los inicios de la República, su operación está atada a un ya naturalizado ethos mafioso producto, justamente, del clasismo, machismo y el racismo de las élites políticas, sociales y económicas que capturaron las más importantes instituciones estatales para dar rienda suelta a sus mezquinos intereses de clase. Esas élites constituyen el primer eslabón y expresión de la "tara civilizatoria" que nos impidió consolidar un Estado y una sociedad modernas, una verdadera República y una objetivada democracia social, política y económica. 

Bajo esas circunstancias, la "tara civilizatoria" de la que aquí hablo se disemina como virus en el resto de las capas sociales, instituciones públicas y privadas, lo que hace casi imposible superar esa deficiencia o falla naturalizada por ese ethos mafioso, articulado a las prácticas y discursos clasistas, racistas y machistas que hacen parte de todas las estructuras y  relaciones de poder. 

El segundo eslabón y expresión de esa "tara civilizatoria" está ancorado a la reproducción masiva que del ethos mafioso hacen las empresas mediáticas cuyos propietarios hacen parte de las mismas familias con poder económico y político que capturaron el Estado. El resultado es evidente: la sociedad colombiana deviene de tiempo atrás en una confusión moral y ética que vuelve casi imposible superar esa deficiencia y defecto que le permite a sociedades civilizadas y modernas del Norte opulento, asumirnos  como un pueblo salvaje, primitivo, violento y peligroso. 

El tercer eslabón de esa cadena de problemas y fallos civilizatorios que exhibimos está representado en la existencia de un pueblo que no tiene la formación académica y ciudadana suficiente para darle manejo a las pasiones que despierta el fútbol o celebraciones colectivas similares a las que provocan triunfos deportivos en esa disciplina. Así las cosas, ese pueblo  empobrecido culturalmente, es víctima y victimario al mismo tiempo en esos  momentos de euforia desmedida en la que sus miembros dejan salir las deficiencias y los problemas civilizatorios que aquí señalo. 

Quizás la única manera de superar la "tara civilizatoria"  sea a través de una "revolución cultural" que, por razones obvias, deberían de liderar aquellos que tienen el control del Estado y de la sociedad a través de disímiles productos culturales, incluidas las noticias, los relatos y las novelas. 


Imagen tomada de Taller Ecologista

jueves, 18 de julio de 2024

JESURÚN: EL GAÑÁN QUE DEFIENDEN CLUBES Y PATROCINADORES

 

Por Germán Ayala Osorio

El respaldo que le brindaron a Ramón Jesurún Franco la Dimayor y por su intermedio los presidentes de los clubes del fútbol profesional, constituye un hecho ético-político y cultural que nos conecta inexorablemente con esa Colombia violenta, clasista y machista que nos cuesta proscribir por venir validada por agentes de poder económico, político y social acostumbrados a pasar por encima de aquellos a los que consideran seres insignificantes por los roles sociales que representan. Para el caso del lío judicial que enfrenta el dirigente deportivo en los Estados Unidos, se trata de los dos guardias de seguridad - entre ellos una mujer- que Ramón Jamil y Ramón Jesurún atacaron física y verbalmente. 

La solidaridad y el apoyo expresado por las máximas cabezas de 36 clubes a la reacción arbitraria, clasista y machista de Jesurún contra guardias de seguridad del estadio Hard Rock, bien se pueden explicar desde esa tara civilizatoria que como sociedad padecemos. Esa deficiencia de empatía y de respeto por el otro que dejaron ver los dos miembros de la familia Jesurún Franco, fue la misma de los cientos de hinchas colombianos (se habla de 8.000) que se colaron al estadio, trepando tapias e ingresando por los ductos del aire acondicionado. 

Esa cofradía de machos cabríos que maneja el fútbol colombiano hizo lo que se preveía que iban a hacer: respaldar sin ambages "a su admirado rey, al admirado macho uribista". Esos 36 presidentes de los clubes colombianos respaldaron el sentido del comunicado de prensa que firmó el propio presidente de la Federación Colombiana de Fútbol (FCF), en el que justificó su violenta y primaria reacción contra los dos funcionarios de la seguridad del señalado estadio, invocando el "instinto paternal".  Bien pudo el vicepresidente de la Conmebol, apelando al mismo instinto paternal, confrontar a su hijo y no secundarlo en su patanería y en la exposición pública de esos elementos que hacen parte, repito, de esa tara civilizatoria que permite que el mundo nos mire como un pueblo incivilizado, violento, primitivo y  acostumbrado a resolver las diferencias y los conflictos a las patadas, a los puños, a bala, o con la frase con la que se identifica el clasismo: "usted no sabe quién soy yo". 

A la defensa que 36 dirigentes deportivos hicieron de la camorra protagonizada por el presidente de la FCF y vicepresidente de la Conmebol se  sumaron varios periodistas vedettes. Estos últimos le lavaron la imagen al encopetado reo. Por esa vía, la hermandad del fútbol o ese círculo de poder confirmaron que la tara civilizatoria es una realidad  y por lo tanto un identificador de aquello de ser colombiano. 

Hay que esperar si ese mismo respaldo, a todas luces inconveniente desde el punto de vista cultural y civilizatorio, lo brindan los gerentes de las empresas que patrocinan el fútbol colombiano y a la propia FCF. Valdría la pena que los responsables de cuidar el buen nombre de las marcas que apoyan la gestión de Jesurún presionen la salida del presidente, por considerar que mancha la reputación de los sponsor. Eso sí, es una lástima que en Colombia los consumidores no estén en la capacidad o en el interés de organizarse para rechazar el respaldo tácito que los patrocinadores del fútbol colombiano le están brindando con su silencio cómplice al energúmeno y gañan presidente. 


Adenda: convertido el protagonista en un meme, me pregunto si Jesurún es un agente naranja?






  Imagen tomada de Semana.com


miércoles, 17 de julio de 2024

CONFLICTO ARMADO INTERNO O TARA CIVILIZATORIA?

 

Por GERMÁN AYALA OSORIO

La implosión de las disidencias de alias Iván Mordisco constituye un elemento clave que debería de servir  de pauta para que vayamos pensando en revisar el sentido de la categoría con la que en los años 60 se "bautizó" la violencia política armada en Colombia: Conflicto Armado Interno. Ese nombre ya no representa y mucho menos recoge las dinámicas de los grupos al margen de la ley que sobreviven en el país. Que el presidente Petro insista en abrir y sostener diálogos y negociaciones de paz no es suficiente para que dichas acciones de pacificación alcancen la legitimidad necesaria. Dirán los expertos que por el solo hecho de que el gobierno los reconozca como actores políticos, nombre equipos negociadores e instale mesas es suficiente para alcanzar esa legitimidad social y política que se requiere. Creo que no. 

Esa legitimidad resulta ser un espejismo si al revisar el compromiso de hacer la paz de esas estructuras armadas lo que encuentra el país, el propio gobierno, los delegados de los países acompañantes y la propia ONU es que  lo que les interesa a sus comandantes es ganar tiempo para rearmarse, adelantar actividades de adoctrinamiento y el mejoramiento de las condiciones en las que operan sus actividades económicas ilegales (narcotráfico y minería); estas últimas son el factor que los hace dudar en la conveniencia de dejar las armas para ir a vivir de sembrar aguacates, tomate de árbol o del turismo. Como tampoco les interesa tener una curul en el Congreso. Les es más rentable seguir en la "guerra". Esa es la verdad. 

La presencia otoñal de esas "guerrillas" se va convirtiendo en una especie de tara civilizatoria, histórica, cultural y política de los grupos armados ilegales, atada, por supuesto, a los fallidos procesos civilizatorios de cientos de miles de colombianos que terminan haciendo parte de esos grupos armados, bien porque son obligados, por algún vínculo familiar y por todo lo que representa en remotos territorios en donde no hay Estado y mucho menos instituciones sociales, portar un fusil y ejercer la "autoridad" exhibiendo poder económico y capacidad militar. Y claro, no se descarta que la militancia se dé por cuenta del convencimiento de unas ideas instaladas en manuales y doctrinas que no pueden ser confrontadas porque devienen con un carácter religioso, esto es, como una verdad revelada.   

Bajo esas condiciones, entonces, aparece el ELN, una organización compleja por su carácter federal y la consecuente autonomía de sus frentes. A pesar de la crisis de liderazgo que exhibe Antonio García, ese grupo insiste en que es una estructura monolítica. García,  Gabino y Pablo Beltrán morirán de viejos y con las botas puestas, circunstancia que confirma que jamás supieron encontrar el camino de la paz porque se quedaron "reflexionando" alrededor  de viejas doctrinas y de la búsqueda de un sueño revolucionario que solo tiene cabida en un país de cucaña; y del otro, las disidencias farianas en las que se distinguen aquellos frentes que no se acogieron al proceso de paz  de La Habana, o el grupo que lidera Iván Márquez, la Segunda Marquetalia, quien decidió retomar las armas obligado por las acciones de entrampamiento  que contra Jesús Santrich y el propio Luciano Marín, alias Iván Márquez coordinaron y ejecutaron, de acuerdo con versiones políticas e interpretaciones judiciales,  la Fiscalía de Néstor Humberto Martínez Neira y la CIA. 

Insisto en que es improcedente llamar conflicto armado interno a la operación mafiosa de unos frentes guerrilleros, de elenos y exFarc, conectadas claro está con acciones como el terrorismo y el narcotráfico. De esa manera adquieren un carácter prepolítico que les impide alcanzar la legitimidad suficiente para que el gobierno de Gustavo Petro y el que vendrá en el 2026  insistan en negociar con estructuras armadas con un borroso proyecto político y con serios problemas de cohesión ideológica y política. 

La conexidad  que en La Habana se logró reconocer entre el narcotráfico y la naturaleza política de las entonces Farc-Ep tiene unos límites temporales, históricos y políticos que están inexorablemente atados a la imagen, a la consistencia y coherencia ideológica y política de las disidencias. Los reiterados ataques a  estaciones de policía, bases militares y blancos civiles en ciudades y pueblos en lugar de permitirles recuperar el carácter revolucionario con el que surgieron en los años 60, los aleja de cualquier posibilidad de alcanzar algo de respaldo social. Por el contrario, la forzada legitimidad con la que hacen presencia en las zonas en las que ejercen control territorial lo único que les asegura  es el repudio silencioso de la población civil sobre la que ejercen disímiles formas de dominación. 

Insisto entonces en que la implosión de las disidencias y la presencia otoñal del ELN representan la crisis de sus proyectos políticos y en consecuencia se van consolidando como una tara civilizatoria,  histórica, política y cultural compartida con cientos de miles de compatriotas. Esa tara debería de llamar la atención de la ONU para dejar de acompañar esfuerzos inanes de paz que resultan costosos y desgastantes. Es un equívoco pensar que la división interna de las disidencias de Iván Mordisco es un logro de los actuales procesos de negociación y conversación. Lo que realmente significa esa implosión es la extensión en el tiempo de una tara que parece insuperable.





 Imagen tomada de EL ESPECTADOR.



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