Por GERMÁN AYALA OSORIO
Venezolanos y colombianos comparten, además de una historia común asociada al nombre del libertador Simón Bolívar, prácticas políticas y un ethos mafioso que permitió la consolidación de dos violentos regímenes que restringieron y debilitaron la democracia. Al final, ambos países terminaron violando los derechos humanos de diversas maneras y en coyunturas diferentes.
Por estos días que Venezuela "está de moda" por lo sucedido en las elecciones del domingo 28 de julio, bien vale la pena buscar similitudes y diferencias entre el férreo régimen que dejó montado el entonces coronel Hugo Rafael Chávez Frías, el mismo que Nicolás Maduro Moros se encargó de naturalizar y el que consolidó Álvaro Uribe Vélez a partir del 7 de agosto de 2002.
El chavismo-madurismo cumple ya 25 años en el poder, sin que haya lugar a una transición democrática que permita que Nicolás Maduro y Diosdado Cabello suelten las instituciones para que por fin regrese la separación de poderes, elemento sustancial para que opere la democracia. Es decir, que funcionen los pesos y contra pesos de la democracia que tanto Chávez como Maduro supieron pulverizar por cuenta de la imposición de un proyecto "revolucionario" fundado en un profundo adoctrinamiento ideológico que alejó cualquier posibilidad de dialogar en medio de las diferencias.
El chavismo-madurismo como ningún otro régimen de poder manipuló y manoseó el sentido de la democracia. Con por lo menos 30 elecciones en 25 años, el régimen venezolano supo ocultar el carácter dictatorial y autocrático tanto de Chávez Frías como de Maduro Moros.
Cuando irrumpió en la política nacional por allá en los finales de los años 90, Álvaro Uribe apenas si era reconocido en su natal Antioquia. Fue la coyuntura político-militar del Caguán lo que le permitió erigirse como el macho y líder capaz de acabar con la guerrilla. Bajo esa consigna, mentirosa como ninguna otra, supo llevar al país y a las instituciones, de la mano del empresariado, de los partidos políticos, las empresas mediáticas y de los grupos paramilitares, hacia un régimen violento que jamás nadie se atrevió a calificar como dictadura, a pesar del carácter belicoso de Uribe Vélez. Sin duda alguna, la vigencia de las guerrillas distrajo a la academia y a quienes podrían haberle dado ese calificativo a un régimen oprobioso en lo socio ambiental y político con el que logró legitimarse el ethos mafioso.
Los 8 años de Uribe fueron tenebrosos, como en su momento lo fue el régimen que montó Chávez en Venezuela. Persecuciones, chuzadas a magistrados y 6402 jóvenes asesinados bajo la aplicación de su política de defensa y seguridad democrática. Y no olvidar que la reelección de Uribe fue fraudulenta. Mientras tanto, Chávez y sus colectivos hacían lo propio contra aquellos que de manera temprana quisieron tomar distancia del chavismo o simplemente, los que creyeron que era posible enfrentar y desafiar su poder. Presos políticos y jóvenes asesinados en protestas quedaron para la historia.
Aunque Uribe quiso quedarse cuatro años más, para completar 12, fue la Corte Constitucional la que se lo impidió. Aquí operó la separación de poderes, aunque millones de colombianos hubiesen aprobado que se quedara los 12 y hasta más años. El embrujo autoritario, entonces, no logró extenderse como lo esperaba el uribismo. Vino entonces la elección de Juan Manuel Santos, quien a pesar de haberse hecho elegir bajo las banderas del uribismo y el Centro Democrático, la secta-partido de Uribe, de alguna manera fue un obstáculo para que el régimen uribista lograra los objetivos trazados. Mientras esto ocurría en Colombia, en Venezuela, Maduro hacía todo para honrar la memoria del fallecido Chávez Frías.
Luego vendría Iván Duque Márquez, el títere que Uribe logró poner en la Casa de Nari para dar continuidad a la doctrina uribista, caracterizada por violentar a los ecosistemas naturales, perseguir a los críticos, naturalizar la corrupción público-privada y capturar el Estado para beneficio de una élite criminal y mafiosa. Es decir, los colombianos sufrieron 20 años de uribismo. En esa veintena de años, casi tres millones de colombianos abandonaron sus tierras por cuenta del asedio de los paramilitares, grupos de ultra derecha que apoyaron política y económicamente las candidaturas de Uribe a la presidencia.
Los venezolanos, entre tanto, llevan sufriendo 25 años de un régimen oprobioso que obligó a por lo menos 6 millones de venezolanos a dejar su país para deambular por calles y avenidas de varios países de América Latina, huyendo de la pobreza y la falta de oportunidades.
Que en Colombia no se haya calificado "oficialmente" de dictadura el régimen uribista no significa que en 20 años no se hayan dado prácticas, discursos y acciones asociadas a dicho concepto.
La tragedia para ambos países es que habrá chavismo-madurismo y uribismo para rato. Y todo porque en ambos países hay empresarios, militares, una élite codiciosa y periodistas que siguen a pie juntillas a estas dos sectas que tanto daño le han hecho a la democracia.
Imagen tomada de Blu radio.