jueves, 4 de julio de 2024

¿ASAMBLEA NACIONAL CONSTITUYENTE O CAMBIO CULTURAL?

 

Por GERMÁN AYALA OSORIO

Vuelve y juega el tema de la Asamblea Nacional Constituyente (ANC). Con los ajustes a su gabinete, el presidente Gustavo Petro giró un tanto a la derecha (otros dirán que al centro), con el claro objetivo de lograr un "acuerdo nacional" que permita el llamado a esa ANC, para ajustar, nuevamente, el contenido de lo prescrito en la carta política. 

Hay que recordar que en el primer año de su mandato, Petro creyó posible gobernar con el apoyo de esa parte del establecimiento que representan liberales, conservadores y el uribismo. Después de un año largo de mandato, Petro se radicalizó y la respuesta del "viejo" régimen fue poner a funcionar sus fichas en el Congreso para no aprobar las reformas sociales propuestas por Petro en campaña y someter a su gobierno al más infame acoso y hostigamiento mediático de las empresas periodísticas afines al establecimiento colombiano. 

Con la llegada de Juan Fernando Cristo, el presidente vuelve a coquetear a esos sectores de la derecha que pueden haberle entendido y aceptado que el modelo de país que se desprende de la Carta Política necesita ajustes a través de una ANC acotada en los temas a abordarse a través de esa instancia jurídico-política. 

La Constitución de 1991, con todo y su espíritu garantista y liberal ha sufrido más de 40 enmiendas en 33 años de vigencia. Esas modificaciones y las que se intentaron hacer y que no se lograron aprobar por diversas razones bien pueden dar cuenta de que su espíritu y carácter liberal no fue del todo asumido dentro del pacto político que permitió la derogación de la carta de 1886 y el nacimiento de la del 1991. 

Convocar a una ANC en los momentos de crispación ideológica que vive el país y con unas empresas mediáticas que acordaron deslegitimar al gobierno progresista puede salir muy mal para la izquierda y el progresismo que ve a la ANC como la única alternativa para cambiar todo lo que está mal en el país y que de alguna manera está conectado con las reglas constitucionales vigentes. 

En lugar de insistir en ese escenario constituyente, el acuerdo nacional o el pacto político que se logre a dos años de terminar el periodo presidencial debería de apuntarle a proscribir el ethos mafioso que la derecha naturalizó en el país desde hace más de 50 años. Ese es el gran problema del país y de los colombianos. No es otro. Ninguna carta política, por garantista que sea, jamás logrará el bienestar y la concreción de los derechos allí prescritos, mientras lo más importante para empresarios, colombianos de a pie, clase política, jueces y magistrados, rectores de universidades privadas y públicas; militares y policías sea enriquecerse robando el erario, aprovechándose de las políticas públicas y sacando provecho de las relaciones sociales y políticas. Esa matriz cultural oprobiosa, sucia, criminal y mafiosa debe cambiarse y para ello, los marcos jurídicos vigentes deben modificarse, pero primero debe haber la voluntad política de proscribir el ethos mafioso. 

Los puntos de ese acuerdo son de una enorme sencillez. No se necesitan expertos constitucionalistas para lograrlo, bastaría la voluntad para cambiar lo que culturalmente viene mal.  Y hay varios puntos: el primero, dejar de robar el erario. Y para ello, los partidos políticos, con todo y sus directores, militantes y congresistas, deberán dejar de operar como burdeles burocráticos en donde se negocian cuotas políticas y contratos con los patrocinadores de las campañas, esto es, los contratitas, el eslabón más peligroso, sucio y criminal de la cadena de intereses que se desprende del ethos mafioso. 

El segundo punto es que las élites le mermen un poquito a la avaricia, y por ese camino, que por fin se sienten a pensar  en sacar adelante el país, siguiendo los ejemplos de países como los llamados "tigres asiáticos". Y para llegar allá, deben de dejar atrás ese espíritu rentista que los hace ver como élites miserables y pobres de visión. 

El tercer punto tiene que ver en general con una profunda revolución cultural que toque y convoque a todos los estamentos de la sociedad alrededor de temas como el crecimiento económico bajo criterios de sostenibilidad sistémica, dejando atrás la idea de una  sostenibilidad asistémica, funcional al modelo de desarrollo agro extractivo imperante en el país. 

Apuntarle a una revolución cultural requerirá de una gran dosis de desprendimiento de intereses, mezquindades y privilegios. ¿Estarán dispuestos los "cacaos" a hacerlo? Esa debería de ser la pregunta que guíe las discusiones para lograr un acuerdo nacional que permita a quienes lo van a liderar, sacar al país de la miserable condición por ser un platanal con bandera. 


Imagen tomada de Red más noticias

martes, 2 de julio de 2024

QUIÉNES SON LOS LECTORES DE "LA OTRA TRIBUNA"


Por Germán Ayala Osorio


Escribir columnas de opinión constituye un ejercicio ético-político y discursivo que en gran medida se legitima por los lectores asiduos o furtivos, de los cuales muy poco sabemos, salvo los casos de aquellos que te siguen en redes sociales. 

Como se habrán dado cuenta, mis columnas casi todas responden a hechos coyunturales que son noticia en los medios masivos colombianos. De allí que trate de escribir una columna diaria, aunque sé que hay hechos noticiosos que no alcanzo a abordar desde este precioso género periodístico llamado columna de opinión, al que considero como el "pequeño ensayo". 

Para información de mis lectores, los asiduos y ocasionales, llevo más de 20 años con el blog La Otra Tribuna, asociado en buena parte de ese tiempo a cuentas institucionales con las que ya no tengo ninguna relación laboral; por esa razón en por lo menos tres ocasiones debí abrir otra url, bajo el mismo nombre del blog. 

En esta oportunidad no discurriré en torno a cómo preparo las columnas, es decir, si tengo algún "método" para hacerlo. Por el contrario quiero dedicar este espacio para agradecer a cada uno de los lectores y lectoras que en Colombia leen, comentan y comparten las ideas y reflexiones que plasmo en estas plantillas. Pero también quiero darles las gracias a quienes me leen en otras partes del mundo. 

Por ejemplo, aquellos que el "administrador del blog" me dice que leyeron mis columnas y que viven en 

Hong Kong, Estados Unidos, Canadá, Alemania, España, 

Francia, 

Ucrania, 

Corea del Sur, Islas Vírgenes Británicas, 

Suecia,

Suiza, China, Brasil, Reino Unido, Chile, Finlandia, India, 

Argentina, 

Países Bajos, Irlanda y Australia.


Me encantaría saber de Ustedes, qué uso le dan a las columnas?
Las comparten, o traducen a otros idiomas.
O si les dan un uso pedagógico en actividades académicas.
Ojalá puedan dejar comentarios. 
De nuevo, mil y mil gracias

Germán Ayala Osorio

lunes, 1 de julio de 2024

CRISIS DE CREDIBILIDAD Y LEGITIMIDAD DE LA PRENSA COLOMBIANA

 

Por Germán Ayala Osorio


Los Observatorios y analistas de medios podrán registrar en sus estudios que la llegada al poder del primer presidente de izquierda y la concentración privada de la propiedad de las empresas mediáticas terminaron llevando a los medios de comunicación y a varios de sus periodistas más reconocidos a una inocultable crisis de legitimidad social y credibilidad, jamás vista en la historia del periodismo colombiano. 

Esa incontrastable realidad del periodismo en Colombia la quieren ocultar hábilmente usando la confrontación diaria en la red X  del presidente de la República, con varios de los periodistas-estafetas que cumplen la tarea asignada de mentir, tergiversar y ocultar elementos contextuales claves para que los oyentes, lectores y televidentes comprendan el contexto en el que se deben inscribir los hechos noticiosos. 

Aunque el jefe del Estado desnuda a diario las maliciosas pretensiones (des) informativas de medios como Semana, Blu radio, El Colombiano y El Tiempo, sus periodistas, columnistas  y otros medios hegemónicos se victimizan señalando que se trata de ataques contra la libertad de prensa y de prácticas de estigmatización de parte del mandatario de los colombianos. 

La señalada crisis se empezó a cocinar cuando los más poderosos conglomerados económicos decidieron comprar varios prestigiosos medios masivos para convertirlos en sus voceros oficiales y en instrumentos ideológicos y políticos para defender al viejo establecimiento. El negocio para los Sarmiento Angulo y los Gilinski, dueños de El Tiempo y Semana, respectivamente,  no está en la venta o consumo digital de sus ediciones, sino en la generación de una opinión pública adversa al gobierno, cuando haya la necesidad política y económica de hacerlo de acuerdo con sus mezquinos intereses. 

Haber convertido al prestigioso diario bogotano y a la entonces investigativa  revista en laboratorios especializados en el marketing político y en la construcción de narrativas basadas en especulaciones, mentiras y todo tipo de manipulaciones de los hechos noticiables, sirve para constatar una verdad inobjetable: el desprecio que ambas familias sienten por el oficio del periodismo como un bien sagrado de la democracia. Los mecenas de Semana, El Tiempo, El Colombiano, Caracol y RCN jamás podrán ser los "perros guardianes de la democracia" y mucho menos sus periodistas obligados a seguir la única línea editorial que les conviene en esta coyuntura, si desean recuperar el poder político en el 2026: deslegitimar al gobierno progresista de Gustavo Petro. Para hacerlo, les urge mentir, generar desazón, miedo e incertidumbres en sectores societales y económicos (inversionistas) para que en las próximas elecciones voten a favor de los candidatos que la derecha está impulsando desde ya, algunos salidos de las entrañas de sus propias empresas informativas. Es el caso de la directora de la revista Semana, Victoria Eugenia Dávila, a quien las familias Gilinski y el clan Gnecco desean ponerla en el Solio de Bolívar para que actúe como en su momento lo hizo Iván Duque Márquez, el títere del expresidente y expresidiario, Álvaro Uribe Vélez. 

El propósito de la señora Dávila, Néstor Morales y Ricardo Ospina, entre otros periodistas, es  contrarrestar a como dé lugar la narrativa del cambio que agita Petro y las que de todas maneras se generarán con la reforma agraria, el mejoramiento de vías terciarias y secundarias, el correcto manejo macroeconómico y la lucha frontal contra los empresarios del narcotráfico que específicos agentes económicos y políticos "protegieron" hasta el 7 de agosto de 2022.

Eso sí, en las agitadas controversias entre Petro y algunos agentes de la prensa hegemónica quien más pierde es el propio presidente de la República y su gobierno y no  porque en ocasiones no tenga la razón: simplemente porque él mismo no sabe comunicar sus logros. A pesar del buen trabajo de RTVC y de los defensores de la red X, los escándalos, la victimización de los periodistas y el no registro noticioso de los logros del gobierno terminarán por afectar las decisiones de esa parte de la opinión pública que aún le cree a la prensa tradicional. 

Petro debió haberle entregado, desde el 7 de agosto de 2022, la responsabilidad de confrontar a la prensa mentirosa, a un vocero oficial de la Casa de Nariño. La "mala leche" de las empresas mediáticas se explica porque dejaron hace rato de hacer periodismo y se convirtieron en actores políticos obligados a contrarrestar todo lo que haga bien el primer gobierno progresista y magnificar, por supuesto, sus errores y los actos de corrupción cometidos por quienes el propio presidente puso a gerenciar entidades estatales.   

Petro desgasta su imagen presidencial con esos rifirrafes. Esos medios y periodistas lo llevaron a donde quisieron llevarlo: al indigno rincón de un presidente que en ejercicio, no tolera la "crítica de la prensa objetiva". Esa será parte de la narrativa que usará la derecha en el 2026 para recuperar lo único que les interesa: la Casa de Nari. 



Imagen tomada de Todos somos Colombia. 

¿ASAMBLEA NACIONAL CONSTITUYENTE O CAMBIO CULTURAL?

  Por GERMÁN AYALA OSORIO Vuelve y juega el tema de la Asamblea Nacional Constituyente (ANC). Con los ajustes a su gabinete, el presidente G...