jueves, 20 de marzo de 2025

EL CONCEJO DE CALI Y SU IDEA DE LA DEMOCRACIA

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Hay disímiles maneras de entender la democracia, lo que hace que dicho concepto se asuma bajo un carácter polisémico, especialmente cuando se trata de evitar la discusión pública de asuntos públicos y la negación de la palabra a las minorías.

El Concejo de Cali, por abrumadora mayoría, impidió que el abogado y veedor ciudadano Elmer Montaña Cuéllar participara del debate de control político que la bancada del Pacto Histórico realizaría en torno al asunto de la devolución millonaria del impuesto predial que la administración de Alejandro Eder hizo al Club Campestre.

Quienes defienden la negativa del Concejo sostienen que fue tomada en democracia, esto es, por voluntad de las mayorías. Esa es una vieja y tradicional acepción de la democracia que aún hace carrera entre millones de colombianos. Lo actuado por los concejales que negaron la participación del mencionado veedor hace parte de lo que se conoce como democracia procedimental que, atada a protocolos y reglas de juego previamente establecidas, termina evitando la discusión ético-política y moral que está detrás del delicado asunto de la devolución millonaria del impuesto predial. Montaña Cuéllar, previo a su fallida participación en el recinto del Concejo, había radicado la denuncia correspondiente en la Fiscalía porque considera que se cometió un peculado, delito considerado como grave. Ese elemento jurídico-político era suficiente argumento para que los concejales aprobaran su presencia dentro de las instalaciones del legislativo local para justamente debatir la validez de los argumentos expuestos por el abogado.

Por el contrario, quienes exigían la presencia del veedor en la sesión de control político están haciendo un uso más amplio de la democracia. Y lo hicieron a través de la categoría poliarquía que en su momento acuñó Robert Dahl en su pretensión teórica y práctica de perfeccionar la democracia como régimen de poder. Dentro de los cinco criterios con los que Dahl le dio vida al concepto de poliarquía está el de “control del programa de acción”, que no es otra cosa que la oportunidad que tienen los ciudadanos sometidos (se llaman también gobernados) por el poder político a cuestionar las decisiones de quienes gobiernan. Y claramente la actuación administrativa que terminó en la devolución de más de dos mil millones de pesos de impuesto predial al exclusivo Club Campestre es una decisión que está siendo cuestionada ética, moral, social y jurídicamente.

Así las cosas, mal hacen los concejales de Cali en continuar atados a la tradicional acepción de la democracia, cuando hay un asunto público que interesa a la ciudad y que resulta determinante en lo fiscal para el municipio; además, dicha decisión deviene con un tufillo clasista que alimenta la evidente fragmentación social de la sociedad caleña. Recordemos que Eder, siendo candidato a la alcaldía, dijo que iba a “reconciliar a los caleños. Yo voy a reconciliar a Cali. Estos cuatro años han sido terribles, inclusive se han alimentado las divisiones desde el poder público”. A lo mejor la devolución del predial al Club Campestre no es precisamente un gesto que vaya en la dirección planteada por el entonces candidato y hoy alcalde de la ciudad.




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