Por Germán Ayala Osorio
Las amenazas proferidas por el
grupo de “Iván Mordisco” contra la realización de la COP16 terminaron por adoptar
la decisión de militarizar la ciudad con carros blindados conocidos como “gladiadores”.
A pesar de que, en su cuenta de X, esa estructura armada ilegal informó que
cesarían cualquier ataque, las autoridades civiles y militares optaron por
“blindar” la ciudad. Esto dijeron los ilegales: “Informamos que desde el 11
de octubre hasta el 6 de noviembre se suspenden las operaciones militares
ofensivas contra la fuerza pública en la ciudad de Cali por la realización de
la COP16. Nos reservamos el derecho a la defensa”.
El gobierno local sacó pecho
por el apoyo militar recibido, sin quizás evaluar las sensaciones que puedan
generar la presencia del personal militar y de los blindados en puntos neurálgicos
de la capital del Valle e incluso por fuera de su jurisdicción.
Para cientos de miles de ciudadanos
ver a los “gladiadores” aparcados les puede generar una sensación de seguridad
y de tranquilidad por el efecto persuasivo que acompaña a los escuadrones blindados.
Pero también es posible que otros cientos de miles de caleños e incluso de visitantes
y participantes del evento ambiental sientan lo contrario. Es decir, que imaginen
que de verdad hay un enemigo poderoso que en cualquier momento puede atacar a
los uniformados o de manera directa objetivos civiles.
En particular, ver a los vehículos
blindados estacionados o patrullando la ciudad y vías externas a la ciudad me
genera intranquilidad por la posibilidad de que los criminales al mando de “Iván
Mordisco”, en un acto temerario, ataquen las unidades militares dispuestas para
garantizar la seguridad de Cali y de la realización de la COP16. ¿Era necesario
exponer al público esos equipos militares? Eso sí, ojalá el evento transcurra
sin sobresaltos y que las discusiones académicas realmente terminen en compromisos
y acuerdos que detengan el ya alarmante proceso, local, regional y mundial, que
afecta la vida y la consistencia de ecosistemas valiosos y por ese camino se
ponen en riesgo las interacciones biológicas y las conexiones entre especies de
flora y fauna que cumplen funciones claves no solo para continuar siendo un
país biodiverso, sino para que su oferta ambiental sirva para mitigar los
efectos del cambio climático.
No hay duda de que el certamen de
la COP16 resulta clave de cara a que los países participantes asuman
compromisos para proteger la biodiversidad. Como país biodiverso, Colombia está
aún en camino de consolidar una institucionalidad ambiental que realmente esté
alineada con la defensa y el aprovechamiento racional de la oferta o los servicios
ambientales que prestan estratégicos y frágiles ecosistemas naturales que hacen
parte del inventario de esa aclamada riqueza biológica. La historia de las
instituciones ambientales, en particular las que fungen como autoridades, da
cuenta de su debilidad, de haber si capturadas por el clientelismo y los
intereses de poderosos agentes económicos poco interesados en conservar, pero
si dispuestos a sacar el mayor provecho y a bajo costo de la riqueza hídrica,
esto es, aguas superficiales y subterráneas.
Ojalá que las discusiones y
llamados de alerta que se darán al interior de la COP16 sirvan para que ganaderos,
constructoras, palmicultores y cañicultores, entre otros, revisen sus prácticas.
En particular, los sectores agroindustriales por las maneras en que vienen
explotando las aguas subterráneas y afectando ríos y quebradas. Qué bueno será
que los azucareros asumieran la responsabilidad por los graves daños socioambientales,
paisajísticos, ecológicos y étnico-culturales que vienen dejando desde hace un siglo
en el valle geográfico del río Cauca y emprendieran acciones de reparación sistémica.
Su presencia en la Orinoquia constituye un mal síntoma para un país biodiverso
cuyas instituciones ambientales en lugar de vigilar sus actividades, han
terminado por favorecer sus intereses. Qué bueno sería que dentro de la COP16
se discutiera la posibilidad de exigirles licencias ambientales a los
azucareros y palmicultores. Eso sí, haciendo ajustes administrativos, ético-estéticos,
técnicos y científicos a las actuales autoridades ambientales. Quizás lo que falta
en el país es que instituciones como la CVC y Ministerio de ambiente actúen en
adelante como verdaderos “gladiadores por la biodiversidad” y no como
testigos mudos de la deforestación, defaunación y la instalación de monocultivos
de caña y palma en la Orinoquia y aguacate Hass en el norte del Valle y en la
zona del Quindío.
gladiadores en Cali - Búsqueda Imágenes (bing.com)
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