Por Germán Ayala Osorio
La consulta que los gobiernos de
Chile y Colombia acaban de hacerle a la Corte Interamericana de Derechos
Humanos (CIDH) en materia de crisis climática y derechos humanos, abre el
camino para que el alto tribunal y otras instancias internacionales de justicia
tomen nota de los efectos psico sociales, económicos, culturales y
ambientales que viene dejando la crisis
climática. La idea es que los examinen en perspectiva de derechos humanos, lo
que implica ampliarlos, más allá del derecho a tener un ambiente sano.
Establecer esa relación
jurídico-política entre los efectos que deja el modelo de desarrollo agro
extractivo a nivel mundial y los derechos humanos complejiza el actuar de los
Estados, y pone de presente que el discurso de la sostenibilidad debe superar
los reduccionismos en los que viene cayendo por culpa de quienes lo promueven
desde las perspectivas empresariales y/o corporativas, atadas exclusivamente a
los ámbitos económicos. Esto es, una sostenibilidad más pensada desde la
viabilidad de los negocios y del capitalismo, dejando por fuera la mirada
sistémica con la que deben observarse los efectos del cambio climático. Se
requiere, por el contrario, hablar de una sostenibilidad más centrada en una
ética ecológica y en un biocentrismo.
Los cancilleres de Colombia y Chile
enviaron un documento al tribunal de justicia en el que sobresalen seis puntos,
a saber: “1. Deberes de prevención y
garantía en derechos humanos vinculadas frente a la emergencia climática. 2.
Preservación del derecho a la vida y la sobrevivencia frente a la emergencia
climática a la luz de lo establecido por la ciencia y los derechos humanos. 3. Obligaciones
diferenciales de los Estados con respecto a los derechos de los/as niños/as y
las nuevas generaciones frente a la emergencia climática. 4. Procedimientos de
consulta y judiciales dada la emergencia climática. 5. Protección y prevención
a las personas defensoras del ambiente y del territorio, así como las mujeres,
los pueblos indígenas y las comunidades afrodescendientes en el marco de la
emergencia climática. 6. Responsabilidades compartidas y diferenciadas en
derechos de los Estados frente a la emergencia climática”.
Si la consulta de los cancilleres la
asume la CIDH como esperan los gobiernos de Chile y Colombia, estaremos ante la
juridización de la crisis climática que es no es otra cosa que la revisión del
papel Estado en materia económica, lo que debería, en un futuro cercano,
legitimar intervenciones públicas alejadas de las lógicas del capitalismo, para
llegar, finalmente, a la construcción de Estados ecológica y humanamente
comprometidos en la mitigación de los efectos del cambio climático a través de
un reordenamiento territorial que atienda circunstancias étnico-territoriales,
pero también, que promueva la recuperación de especies claves (plantas y
animales) para recuperar ecosistemas valiosos; igualmente, los Estados de
América Latina deberán emprender, bajo una celosa vigilancia de la CIDH,
ajustes al modelo económico y a la transformación de las relaciones entre los
seres humanos y la naturaleza.
Si el tribunal de justicia tramita la
consulta elevada por Chile y Colombia y redacta una declaración o incluso,
determina acciones vinculantes para los Estados que están bajo su jurisdicción,
las luchas políticas e ideológicas estarán en lo consecutivo atadas a la
sostenibilidad, asumida esta como una apuesta educativa y de cambio cultural de
los pueblos comprometidos en esta parte del hemisferio, así como de los
políticos y de los líderes. Al final, humanizar la política y con esta la
operación de los Estados serán las consecuencias que dejará el cambio
climático, siempre y cuando este se asuma con la seriedad y la responsabilidad
que acompañan la consulta de los cancilleres de Colombia, Álvaro Leyva y de
Chile, Antonia Urrejola. Los próximos pronunciamientos y fallos que emita la
Corte muy seguramente se podrán leer en clave de ecología política.
Ojalá la respuesta de la CIDH vaya
encaminada, también, a contrarrestar la naturalización del posthumanismo y de
la postnaturaleza, discursos estos que no solo miran de soslayo la crisis
climática, sino que validan la irrupción de la Inteligencia Artificial (IA),
dispositivo con el que se cree que se superan los asuntos morales y éticos que
confluyen en la crisis climática generada en y durante el Antropoceno.
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