viernes, 11 de julio de 2025

BAJA LA TASA DE NATALIDAD EN COLOMBIA: ¿QUÉ ESTÁ PASANDO?

Por Germán Ayala Osorio

Nacimientos en Colombia cayeron más del 13 % en 2024, según el DANE” fue el titular de una nota publicada por el diario El Espectador el 10 de julio el año en curso. Ya en el pasado inmediato, los periodistas Luis Carlos Vélez y Juan Lozano culparon a Petro del “bajonazo” en la tasa de natalidad en el país.

Lo cierto es que estamos ante una realidad sistémica que toca a un conjunto de variables con disímiles impactos. En esta columna expondré 7 elementos que podrían servir para explicar la aparición de semejante fenómeno. El primero de esos elementos tiene que ver con la crisis de la narrativa religiosa que presionaba y obligaba socialmente a las mujeres a reproducirse, lo que permitió el surgimiento de familias numerosas de 5, 8 y más hijos por núcleo familiar.  Ese relato de la iglesia católica venía ancorado a los principios y las exigencias mismas de una sociedad machista y patriarcal que le impuso a la mujer el único rol que podía desempeñar: ser madre, atender al marido y criar los hijos.

El segundo elemento está atado a la globalización como realidad que hizo posible conocer las decisiones adoptadas en países del viejo continente en los que fue disminuyendo la reproducción humana, lo que motivó que dichas naciones formularan políticas migratorias que atrajeran a parejas de países del Sur global, con hijos o en edad de reproducirse, para repoblar dichos países. Por supuesto que la globalización facilitó la circulación de ideas y discursos que les permitieron a las mujeres cuestionar el rol impuesto por aquella multinacional de la fe, de la mano de sociedades machistas en las que el macho proveedor de todo en el hogar mantuviera su rol dominante.

Luego vendría la entrada de la mujer al mercado laboral circunstancia que fue animando a más mujeres a aplazar esa forma de “realización en la vida”. Fue tan fuerte esa narrativa religiosa que aquellas mujeres que, en los años 50, 60 y 70 optaron por no tener hijos fueron cuestionadas. No es necesario repetir aquí los epítetos usados para descalificar semejante “actitud desafiante” de quienes llevan la carga social y natural (biológica) de tener que reproducirse por el bien de la especie.

Luego vendrían otros elementos. El tercero bien podría ser los cambios en las concepciones de la institución familia y el ingreso de los animales no humanos (llamados mascotas) a la ecuación, lo que significó que estos seres sintientes fueran asumidos como “hijos” contrariando a la iglesia católica que niega y rechaza que perros y gatos sean considerados como parte de la familia. Y ni para qué hablar de la insistencia del Vaticano en la idea de que la familia está únicamente compuesta por papá, mamá e hijos.

Un cuarto elemento podría estar relacionado con el sentido de la vida más allá del cumplimiento de los roles de padre y madre. El individualismo como características de las nuevas generaciones y el interés en vivir sin ataduras como las que representa traer hijos al mundo, están asociadas a esas nuevas maneras de asumir la vida, cuya finitud, por supuesto, seguirá siendo un factor de reflexión especialmente para aquellos que no están dispuestos a asumir semejante responsabilidad.

Como un quinto elemento podría mirarse lo que llamo aquí la sobre estetización del cuerpo femenino, muy de la mano por supuesto del “invencible” machismo y la cosificación de la mujer como objeto sexual para exhibir en público. Los cambios físicos (estéticos) que generan los embarazos bien pueden ser alimentar la resistencia de las mujeres a tener hijos o a no tenerlos en la cantidad deseada por quienes ven en el descenso de la natalidad problemas futuros para la sostenibilidad fiscal del sistema de aseguramiento (pensional).

Un sexto elemento se pueda asociar a las guerras y a las condiciones internas de un país como Colombia, en particular los problemas que aún exhibimos como sociedad: disímiles formas de violencia, prácticas primitivas que nos atan a un pasado premoderno e incivilizado que parece insuperable.

Y quizás el séptimo elemento esté asociado a todo lo que se desprende de la consolidación del feminismo como discurso y las formas estéticas y éticas de estar en el mundo que se desprenden de ese movimiento o las que algunas mujeres ven en este sin que necesariamente militen y compartan sus luchas. La confrontación y el rechazo a las formas de dominación masculina bien pueden estar impulsando a las jóvenes, feministas o no, a no repetir el rol jugado por sus madres: traer hijos, criarlos y seguir atendiendo a los maridos.



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