jueves, 27 de junio de 2024

CAYÓ EL "MAESTRO" CÉSAR RINCÓN EN DUITAMA

 

Por Germán Ayala Osorio

Con la aprobación de la ley que prohíbe las corridas de toros parece haberse desatado un inconveniente e innecesario revanchismo simbólico-cultural con todo lo que represente  odas a la tauromaquia. El derribo de la estatua del torero más grande que dio Colombia, César Rincón, expresa dos sentimientos: uno, el que produce la prohibición misma de esa práctica social y el segundo, el de la revancha que se desprende de ese logro socio-jurídico, legitimado por la creciente y sistemática desaprobación del grotesco espectáculo de sacrificar a los toros después de faenas tan aplaudidas como violentas. 

Una cosa es celebrar la prohibición de las corridas de toros y otra muy distinta es el revanchismo simbólico-cultural en el que quedó convertida la remoción del monumento del "maestro" César Rincón. A lo mejor el alcalde de Duitama (Boyacá), funcionario que dio la orden de tumbar a Rincón, pretendió darle a esa acción simbólica el impacto que en su momento generaron los derribos de las efigies de Cristóbal Colón en México (2021), la de Saddam Husein en el 2013, la de Lenin en Ucrania en 2014, o la de Sebastián de Belalcázar en Popayán y Cali, durante el estallido social. Cierto o no que fuera esa la pretensión de quien funge como la autoridad administrativa y política en Duitama, su decisión alcanzó la notoriedad que muy seguramente si se esperaba, a juzgar por los vitores que se escucharon una vez cayó la efigie. 

La escultura de Rincón pudo haberse removido de una manera distinta y evitar la polémica que llegó a los medios opositores al gobierno de Petro que promovió la iniciativa legislativa. Una vez instalado el hecho noticioso en cabinas de radio como la de la FM, el derribo de Rincón se convirtió en un innoble y sacrílego hecho político y cultural para esa parte de la sociedad que exige el derecho a seguir gozando del primitivo espectáculo de maltratar y asesinar a los toros, para su "goce estético".

O quizás, la estatua de Rincón debió quedarse a las afueras de la plaza para que una vez transformada en un espacio multipropósito, cobrara vida la narrativa antitaurina que diera cuenta de que en el pasado sus ciudadanos colmaban el recinto taurino para ver y aplaudir el asesinato de toros de lidia. Quizás el alcalde de la ciudad pensó en lo vergonzoso que sería reconocer que dentro de su municipio hubo gente que disfrutara de la anacrónica fiesta brava. 

El locutor y conductor de La FM, Luis Carlos Vélez, hijo del "doctor" Carlos Antonio Vélez, locutor deportivo, salió en defensa de César Rincón y por supuesto, de la llamada fiesta brava. En su cuenta de X dijo que "Cesar Rincón fue una estrella mundial de la tauromaquia. Su nombre, uno de los pocos, que en su momento nos hacía brillar. Al l alcalde de Duitama, lleno de odio y resentimiento, nadie lo recordará …"

Hagamos un alto aquí. La brillante y exitosa carrera del torero César Rincón estuvo asociada a la nación colombiana fruto de dos factores que, al unirse, explican la defensa que el señalado locutor hace de la memoria del insigne torero. Un primer factor tiene que ver con el momento cultural que vivía el país en aquella época, en la que la tauromaquia gozaba de un reconocimiento tácito, en virtud de la hegemonía mediática. Esta última constituye el segundo factor que hace posible que una minoría hoy esté molesta con la prohibición legal de las corridas de toros.

Por fortuna, esa sociedad que en el pasado apoyó las corridas de toros o a la que le daba lo mismo si había o no esos sacrificios investidos de cultura, cambió. Entonces, irrumpieron los defensores de los animales, al tiempo que la fiesta brava iba perdiendo adeptos. Deben reconocer los taurinos y amantes del sangriento espectáculo que han perdido hinchada, lo que debilitó la defensa de esa práctica en el Congreso de la República. Año tras año, la tauromaquia pasó de ser una práctica cultural universal, para convertirse en un capricho de una minoría que siempre usó las plazas de toros como vitrina para exhibir su inocultable clasismo. Tanto así, que a esas mismas plazas llegaron los traquetos a exhibir como "trofeos" a sus voluptuosas mujeres, "reparadas" en prestigiosas clínicas de la capital del Valle del Cauca. Lo vimos en Cali durante varios años: el cruel sacrificio de cientos de toros, mientras el machismo y el clasismo se consolidaban en las tribunas y se legitimaban a diario con el registro noticioso de los medios masivos.

Ya consumados los hechos, lo mejor es encerrar a César Rincón en la misma plaza de toros para que sus adoloridos admiradores puedan rendirle culto a quien con "maestría" asesinó toros de lidia en representación de la sociedad antropocentrista de la época. Pero también para que los antitaurinos bajen a verlo para dimensionar lo que lograron en el Congreso Esmeralda Hernández, entre otros congresistas. Otros muchos curiosos harán lo propio y preguntarán, quién fue ese tal César Rincón, que ni en la radio lo nombran?



Imagen tomada de RTVC.

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