lunes, 30 de octubre de 2023

VOTO EN BLANCO “DERROTÓ” A DILIAN FRANCISCA TORO

 

Por Germán Ayala Osorio

 

En una democracia formal y procedimental como la colombiana, los ciudadanos participan de las jornadas electorales bajo disímiles motivaciones, de las que se destacan el voto por conveniencia económica y política (voto clientelista y por lo tanto, corrupto), el voto de opinión, el útil, como también el voto en contra. Quienes se abstienen de ejercer el voto lo hacen también por diversos motivos: desconfianza en la institucionalidad democrática, rabia, pereza o simplemente, porque se ignora cómo opera el Estado y qué es eso de una democracia participativa.

En la jornada electoral del 29 de octubre, para el caso del Valle del Cauca y Cali, el voto en blanco y la abstención se hicieron notar. En la capital del departamento, la abstención fue del 54,86, guarismo no despreciable al momento de intentar entender qué razones hubo para que se diera ese comportamiento de los caleños. De un potencial electoral de 1.816.828, tan solo se acercaron a los sitios de votación 820.266 ciudadanos. Es decir, casi un millón de personas desconocieron el deber de participar.

El voto en blanco alcanzó el 31,04% lo que equivale a 235.037 votos. Para que nos hagamos una idea, el ganador de la contienda electoral, Alejandro Eder, obtuvo 315.599, es decir, 80.562 votos más que el voto en blanco. Roberto Ortiz, el segundo candidato, obtuvo 220.404 sufragios, esto es, 14.633 votos menos que el voto en blanco.

Desde la sociología política y electoral, ese 31,04% que votó en blanco, lo hizo, sin duda alguna, como expresión de un evidente descontento y desconfianza hacia los candidatos que disputaron la alcaldía. También se puede hacer esta lectura de ese guarismo: el agotamiento social de la política y en particular de la política electoral en una ciudad que atraviesa una evidente crisis social, cultural, política y económica, ancorada, clara está a dos fenómenos: la pandemia del Covid 19 y el estallido social.

Al no tener rostro ese 31,04%, el alcalde electo no podrá acercarse para conocer las motivaciones de quienes votamos en blanco. Lo que sí está obligado a hacer el señor Eder es a devolverle a la ciudadanía la confianza en sus instituciones locales a través de un ejercicio del poder político lo más transparente posible. Sabemos que será difícil que Eder lo haga porque lo acompañan contratistas y políticos de Cambio Radical y del Centro Democrático, dos colectividades que la opinión pública asocia con corrupción público-privada.

Entre los votos nulos (24.071) y los no marcados (39.203) suman 63.274 votos (7,7%), cifra no despreciable de la que no hay explicación que satisfaga los análisis, pero sí dejan varios interrogantes: ¿Los que marcaron mal, lo hicieron a propósito o porque desconocen la lógica de los formularios?; los no marcados se pueden entender como un voto rabioso y la desconfianza que produce el voto en blanco, por considerarlo poco efectivo?

Para el caso de la gobernación, el voto en blanco fue también significativo: alcanzó 459.031 sufragios, esto es, el 27,61%. Dilian Francisca Toro Torres, gobernadora electa, alcanzó apenas 265.169 votos (el 35,02%), lo que políticamente da por “ganador” al voto en blanco, pero jurídicamente no tiene validez porque no alcanzó el 50%. Que el voto en blanco haya superado a todos los aspirantes es un indicador claro de desconfianza en la democracia electoral en la región, sumida en el desprestigio, justamente, por el poder hegemónico del clan Dilian. Su triunfo, a la luz del voto en blanco, le permitirá un ejercicio del poder con una baja legitimidad social y política, asunto que muy poco le importará a la baronesa de Guacarí.  Es de tal dimensión lo acontecido en el Valle del Cauca, que sumando los porcentajes de los candidatos derrotados por Toro Torres, apenas suman el 33,88%, esto es, el 6,27% más que el guarismo del voto en blanco que fue del 27,61%.

Se advierte un cansancio en vallecaucanos y caleños y un agotamiento de la democracia como régimen de poder sobre el que recaen demasiadas demandas y aspiraciones del colectivo. Mientras el ethos mafioso siga guiando la vida privada y pública de operadores políticos, judiciales y de los ciudadanos que venden su voto por un contrato millonario, un puesto en una alcaldía o unas tejas, la desconfianza en la democracia electoral seguirá creciendo hasta que llegue el día en el que el voto en blanco gane jurídicamente y se tengan que repetir las elecciones con candidatos diferentes.  



Imagen tomada de Kienyke


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